Este texto puede resultar extraño, pero todas las cosas están relacionadas, alguien habló en algún momento de la concatenación universal de los fenómenos, más de 100 años después otro enunció el efecto mariposa y se hizo una película al respecto. Esencialmente lo mismo, pero la concatenación universal de los fenómenos era parte de la dialéctica marxista y debía ser ocultada, el efecto mariposa surge de la ciencia occidental, sin pretender cuestionar en lo personal a Edward Lorenz, su enunciador.
Probablemente el mito surja como una necesidad de explicar lo incierto, lo desconocido, a partir de la angustia que lo incierto genera.
Entendemos que la angustia es la respuesta emocional a la incertidumbre. Lo angustiante es lo desconocido, lo que no tiene nombre, lo que no tiene límites; pero está ahí, acechante y amenazador. Seguramente su paradigma será la muerte, muchas veces nombrada pero siempre desconocida.
Posiblemente el primer mecanismo de defensa contra la angustia sea nominar lo desconocido; aunque no sepamos exactamente de que se trata, nuestra imaginación y nuestro miedo le darán forma y substancia.
Como una cadena de eventos, la angustia sería una respuesta del miedo ante la incertidumbre y el mito sería la respuesta ante esa angustia. Probablemente muchas circunstancias meteorológicas hayan sido recibidas por los humanos primitivos como la expresión de una voluntad. No es extraño que puedan haber adjudicando la ‘tormenta’ al deseo de un ser superior. Solo de esa manera se podía pedir al ‘dios’ que enviaba las tormentas el cese de las mismas; también agradecer que el sol o la luna aparecieran y ponerles nombre a la noche y al día. Todo aquello que el humano no pudiera controlar, debía ser nombrado para disminuir el temor y la angustia.
Es probable que cuando los humanos primitivos comenzaron la transición de la etapa de cazadores recolectores, y por lo tanto del nomadismo obligado, a los primeros asentamientos sedentarios a partir del descubrimiento de la agricultura y posteriormente del pastoreo, haya ocurrido un fenómeno que antes les estaba negado. Siendo nómades, cuando un predador los perseguía, este atrapaba al más lento o al más débil, niño o viejo. El que huía más exitosamente no veía morir a su hermano, simplemente aquel ya no estaba más en el grupo. A partir del sedentarismo los humanos vieron morir a su hermano, su semejante, y tomaron conciencia de la muerte y de que ellos estaban vivos y no querían morir ni perder a su hermano. A partir de la consciencia de la propia vida, que surge como contrapartida de observar la muerte, aparece como necesidad la trascendencia, que haya una vida después de la muerte, una manera de negar la muerte. Y como esto tenía que tener una causa, así como el sol o la luna o el cielo causaban las tormentas, alguien tenía que protegernos y brindarnos esa transcendencia. ¡Qué mejor que una imagen protectora conocida, una madre o un padre, según predominara en la comunidad la organización matriarcal o patriarcal! Posiblemente el inicio del antropomorfismo en la mitología deica.
No solo en la creencia judeo cristiana dios crea al hombre a su imagen y semejanza ¿O será el hombre quien crea a dios a su imagen y semejanza? También el panteon grecolatino está poblado de dioses y diosas con forma humana. Otro tanto ocurre con la mitología nórdica, la egipcia y la india hacen fusión entre animales y humanos, pero el antropomorfismo siempre está. En todos los casos estos padres y madres son poderosos, protegen o castigan como forma de ejercer su poder. Porque ¿cómo podrá protegerme aquel que no tenga también la posibilidad de castigarme?
Dándonos así también una explicación para nuestros dolores y sufrimientos; ‘la voluntad de los dioses’, ‘el destino’. Una de las tantas maneras de poner afuera las causas de nuestros pesares, en una suerte de adolescencia perpetua.
Los mitos, como todas las cosas, no son buenos ni malos, como dijimos antes, son respuestas para calmar nuestra angustia; pero al igual que las herramientas que en determinadas circunstancias pueden convertirse en armas, también pueden ser manipulados por los que detentan el poder para su conveniencia. La historia nos muestra que los mitos y las creencias, en las distintas sociedades, han sido administrados por los sectores dominantes de cada una de ellas y han servido para garantizar el poder de esos sectores y manipular las voluntades del conjunto. No es casual que no haya mitos democráticos, los dioses protegen y castigan, luchan y matan, a veces son benignos y otras feroces, pero no hacen asambleas para tomar decisiones. Son siempre autoritarios e incuestionables para sus creyentes. Parece que estuvieran copiando el modo de ejercer el poder de sus administradores, que por otro lado han afirmando hasta el cansancio que su poder venía de esos dioses.
Por debajo de los dioses hay una escala mitológica de héroes que son frecuentemente semidioses. Es notable como se destacan seres que actúan de manera individual para enfrentar males y peligros. En general, en la mitología, con contadas excepciones, como las walquirias y las amazonas, no hay experiencias grupales o colaborativas para protagonizar luchas.
De esto podría deducirse que no son las comunidades las que pueden cambiar el destino sino sujetos ‘ungidos’. A lo largo del siglo XX hacen su aparición a través del comic los superhéroes con el modelo del héroe griego, justiciero e invencible, con poderes sobre humanos. Estos superhéroes invariablemente estarán de acuerdo con la legalidad del sistema en el que viven y se enfrentarán a supermalos que casualmente tienen miles de cómplices; el héroe individual contra la masa de los malos, por otro lado la masa de los buenos, inerme ante los peligros, dependiente y agradecida del héroe bueno.
Hay una evidente carga ideológica en este modelo que más que estimular a que seamos superhombres disimulados detrás del aspecto de una persona normal, verbigracia Clark Kent / Superman, veamos que la solución a los problemas pasa por una actitud individual y no comunitaria, es más cuando hay en las historietas clásicas norteamericanas hay grupos de personas con alguna inquietud no se las muestra como una comunidad sino como grupos de desesperados o como turbas no pensantes. Va de suyo que los héroes, como dijimos antes, coincidirán con el pensamiento occidental, preferiblemente anglosajón.
Se dice que cuando le comentaron a Donald Trump que la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán se vería como una derrota estadounidense, respondió que en un par de años Hollywood la convertiría en victoria.
Así también los hacedores de nuestra historia, léase los que tenían la posibilidad económica y política de instalar un relato a través de la educación, y utilizando como herramienta fundamental la prensa, han construido los mitos necesarios para su dominio en la construcción de la subjetividad de la nación. Su mayor representante, Bartolomé Mitre, redactor de una historia a la medida de las necesidades de su sector económico y fundador del diario La Nación, tribuna de doctrina como se autotitula y símbolo de la oligarquía por antonomasia , ha sido el gran malversador y tergiversador de nuestra historia. Gran escritor, supo mezclar mentiras con verdades para lograr un relato verosímil que fue impuesto a nivel educativo para formar la conciencia subjetiva de la población. El el gaucho, hombre pobre del campo y pobre de la periferia urbana y, que en su momento era considerado un vago y mal entretenido por las clases dominantes de la época y por los vecinos de la Gran Aldea, que no eran exactamente los vivían en Buenos Aires, sino los que tenían propiedad, fue santificado como luchador de la independencia y su imagen fue robada para ser usada como un
traje por el patrón del campo. Por supuesto que los gauchos reales figuran en la historia mitrista, pero preferentemente gauchos mansos para con los patrones criollos y bravos para enfrentar el despotismo del patrono español. Los líderes de la lucha independentista, los llamados próceres, son presentados como seres de mármol, impolutos, que solo pretendían la libertad como único objetivo de sus vidas, se los despoja de su condición humana con grandezas y miserias, para rediseñarlos según una mirada útil a los intereses de las clases dominantes eliminando los conflictos que pudieron tener con ellas personajes como San Martín, Belgrano, Moreno o Castelli. A los exilios obligados por salvar la vida se los llama renunciamientos, a las muertes en la miseria se las llama abnegación, al exterminio de los pueblos originarios se lo llama conquista del desierto, a la apropiación latifundista del territorio por parte de la oligarquía porteña y de sus socios provinciales, se le llama civilización y a la resistencia de la población pobre campesina se la llama barbarie; recoleta y la villa, la opulencia y la miseria, aquí nadie se apropió de nada y todo lo que tiene es por derecho propio, casi natural.
El objetivo de las clases dominantes ha sido siempre negar la lucha de clases, el mito ha sido una de las herramientas, la historia, a través de sus historiadores afines, otra. Ocultarla detrás de un relato hegemónico apropiándose de los avances populares y presentándolos como dádivas generosas del poder en algunos casos, como el estado de bienestar europeo dado para frenar el avance del comunismo que venía desde Europa del este. O cuando estos avances fueron una consecuencia de la necesidad del modelo productivo industrialista para el que el esclavismo representaba más una carga que un beneficio. La guerra de secesión norteamericana fue simplemente la lucha entre las clases dominantes de dos sectores geográficos, el norte con modelo industrialista y el sur con modelo agrícola de explotación intensiva. El norte no podía alojar y alimentar esclavos para llevar adelante su producción, era más útil el obrero que se procuraba por su cuenta donde vivir y como comer. Al sur en cambio, con su modelo de producción algodonera intensivo y exportador le funcionaba la esclavitud como la herramienta más útil para su modelo de producción. Luego Hollywood, la gran herramienta de penetración cultural nos muestra la bonhomía de los prohombres del norte al liberar a los esclavos. Para esto, lo miserable de la condición humana, que a través de la hegemonía cultural ha hecho mantener por tanto años la conciencia racista en la población de los estados del sur de los EEUU ha sido una gran colaboración. En el discurso hegemónico que le enseñan los estadounidense a sus niños en las escuelas se habla de los padres fundadores de la nación, pero los esclavos no existen, y lo que no se menciona no existe.