Thomas Piketty no necesita demasiada presentación. Profesor en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París y director de la World Inequality Database, es uno de los economistas más influyentes de la actualidad. Autor de una vasta obra sobre la historia del capitalismo –con especial interés en Francia–, las desigualdades, la concentración de la riqueza y la cuestión de la herencia, en su último libro Una breve historia de la igualdad (Deusto, Barcelona, 2021, pp. 296) propone un recorrido histórico sobre la igualdad en el mundo occidental desde el siglo XVIII.

El punto de partida de Piketty lo constituye la siguiente hipótesis: que desde finales del siglo XVIII “existe una evolución tendencial a lo largo de la historia hacia una mayor igualdad social, política y económica” (p. 9). En este sentido, el planteo de Piketty es bastante optimista, es decir, cree en el progreso material y cultural de las poblaciones. Sin embargo, de esto no se sigue que sea ingenuo ni que esté satisfecho con el panorama del mundo presente, donde efectivamente existen grandes desigualdades. Al tiempo que no justifica el estado de cosas actual, Piketty señala que los niveles de igualdad alcanzados en Occidente están lejos de ser definitivos. Así, entiende a la igualdad como “una lucha incierta, un proceso social y político frágil, siempre en curso y cuestionado” (p. 25). Dicho de otra manera: la igualdad es una situación esencialmente precaria, inestable y provisional, pues hay avances y retrocesos, marchas y contramarchas.

Un interrogante importante que despliega Piketty es el de cómo se consiguen mayores niveles de igualdad. En este punto, la respuesta que esboza Piketty es suficientemente realista y se ancla, en buena medida, en el conocimiento histórico: el economista francés sostiene que la igualdad ha sido –y lo será en el futuro– fruto de guerras y revoluciones, crisis y protestas sociales, revueltas y movilizaciones ciudadanas, tensiones y confrontaciones. La igualdad no proviene del cielo ni mucho menos es cedida por élites o gobernantes generosos. Es consecuencia de la lucha netamente política. Piénsese en las movilizaciones sindicales por conseguir derechos sociales, la lucha feminista por el voto de las mujeres o las protestas de la población afroamericana en la década del 60 en Estados Unidos. Las luchas políticas por la igualdad tienen por objetivo revertir las relaciones político-económicas establecidas para instituir nuevas reglas emancipadoras.

Ahora bien, Piketty señala que el aumento de la igualdad en el tiempo no se debió sólo a batallas políticas, sino que también tuvo su rostro oscuro: el colonialismo, la esclavitud, el racismo, la represión, la dominación manu militari y el saqueo de recursos naturales en América Latina, Asia y África. A diferencia de otros economistas que suponen que el crecimiento económico se debió principalmente a la Revolución Industrial y la expansión del capitalismo, Piketty le presta la suficiente atención al dominio colonial: “es imposible escribir una historia de la igualdad y la desigualdad sin comenzar por tomar la medida de la herencia colonial” (p. 63). El crecimiento de la esclavitud en las Antillas, las guerras por el opio en China o la explotación de manufacturas y mano de obra barata en las colonias –método utilizado en muchos países hasta el día de hoy, aunque formalmente existan pocas colonias– son algunos casos que estuvieron a la base de la prosperidad económica occidental. De ahí que Piketty proponga un sistema de compensaciones económicas reparadoras a países que sufrieron la explotación colonial, como por ejemplo Haití por parte del Estado francés.

En el siglo XX el surgimiento y expansión del Estado social o de Bienestar fue decisivo para garantizar mayores niveles de igualdad. En este sentido, Piketty le dedica un largo capítulo, que intitula “La gran redistribución” (1914-1980). Las luchas laborales y sindicales y el trabajo político de partidos socialdemócratas, laboristas y comunistas presionaron para redefinir un nuevo contrato económico-social entre el empresariado, el Estado y los trabajadores en pos de la redistribución de la riqueza. El gasto público se expandió significativamente para hacer frente a la educación masiva, la salud, seguros de desempleo, pensiones y un largo catálogo de derechos sociales (vivienda, vacaciones pagas, cobertura médica, etc.). Pero, ¿cómo se financió el gasto público que redujo las desigualdades? Pues con una fiscalidad impositiva muy progresiva sobre la renta y las herencias.

Pero luego del aumento de la igualdad propalado por el Estado de Bienestar a partir de la década del 80 se dio un fenómeno de retroceso, y las desigualdades volvieron a agrandarse. Esto estuvo ligado al auge del neoliberalismo y sus políticas: desregulación financiera, flexibilidad laboral, libertad de empresa y libre circulación de capitales, reducción del gasto público y deslegitimación de los sindicatos y las reivindicaciones obreras. Pero, sobre todo, Piketty explica que en la era neoliberal el aumento de la desigualdad se debió principalmente al “debilitamiento de la fiscalidad progresiva” (p. 185).

Sin embargo, Piketty no se limita a hacer un recorrido por la historia de la igualdad occidental desde el siglo XVIII, sino que, al mismo tiempo, propone un conjunto de alternativas político-económicas concretas para combatir las desigualdades del presente. El economista francés defiende la necesidad de un socialismo “democrático”, “descentralizado”, “federal”’, “participativo”’ y “ecológico” (pp. 271-291), cuyos objetivos pasan por el retorno a una fuerte fiscalidad progresiva y el fortalecimiento del Estado social. Algunas de las medidas propuestas por Piketty son: 1) aumentar el gasto público en educación, energías renovables y salud; 2) establecer un impuesto global del 2% a las fortunas superiores a 10 millones de euros; 3) que los Estados firmen tratados internacionales vinculantes de codesarrollo con objetivos sostenibles y equitativos;  4) instituir un catastro o registro público mundial que asegure la trazabilidad de las transacciones financieras para eliminar la opacidad y acabar con los paraísos fiscales; 5) alivianar las deudas públicas de los Estados; 6) que los jóvenes de 25 años reciban una suma fija de dinero para que puedan programar sus objetivos profesionales, académicos y laborales, suma a financiarse con un impuesto a los grandes patrimonios.

En conclusión, el libro de Piketty advierte que toda riqueza es esencialmente colectiva, fruto de decisiones políticas y que las cuestiones económicas son demasiado importantes para que las dejemos en manos de los expertos. Al mismo tiempo, constituye un llamado a la movilización ciudadana por la igualdad, pues nos recuerda que ésta, en definitiva, es hija de la lucha política por un mundo más justo.

1 Comentario

  1. MUY INTERESANTE, SOBRE TODO EL ORIGEN DE LA RIQUEZA DE LOS PAISES CENTRALES.
    EL COLONIALISMO YANKY Y EUROPEO ES EL ORIGEN DE LA DESIGUALDAD EXTREMA QUE HOY NOS AGOBIA Y ES INTERESANTE LA SALIDA X EL LADO DEL ESTADO SOCIAL…
    UNA DUDA, EL PERNISMO ENTRARIA EN EL LABORISMO, O SE LO COMIO?

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