1° PARTE

HUGO GARNERO: Creo que en Argentina hubo intentos de establecer un nivel de desarrollo industrial anteriores a 1945. Incluso se dieron disputas de poder entre 1916 y 1945 más que interesantes. Encontré un trabajo de Murmis y Portantiero del año 1968 con un interesante análisis de la lucha por la supremacía económica donde un sector industrial intentaba una alianza para avanzar en ese sentido. ¿Vos opinás que el peronismo fue el primer intento posible de revolución industrial en la Argentina?

CARLOS ÁBALO: Lo que ya había visto y que doy por seguro es que el peronismo fue el primer intento posible de una revolución industrial en la Argentina al modo de la industria en los países avanzados por las posibilidades de divisas y de financiación que ofrecía el agro en el largo plazo.

Esta revolución industrial no se dio porque la oligarquía agropecuaria no quería pasar a un estadio industrial incluso convirtiéndose en burguesía industrial aunque era la única en América Latina que podía hacerlo. La burguesía industrial se adaptó a su papel subordinado como única manera de sobrevivir en el régimen oligárquico. Pero el nuevo orden político instaurado por el peronismo y el amplio apoyo de masas podrían haber llevado a la burguesía industrial a cambiar de perspectiva.

HG: ¿Cómo entendía Perón ese proceso?

CA: En 1945 y al principio de su gobierno, es posible que Perón imaginara industrializar al país de una manera más parecida a la que tuvo la tardía industrialización de Alemania respecto a Gran Bretaña, permitiendo realizar lo que el Plan Pinedo no pudo conseguir por falta de apoyo político, que fue el manejo de los aranceles para posibilitar un crecimiento industrial para reducir las exportaciones.

Aunque el Plan no se proponía más que eso, ahora aparecía un horizonte mucho más amplio con los recursos provenientes de la mejora en los saldos positivos de la balanza comercial por las menores importaciones. Esto daría margen a la industria para aprovechar esa situación por la limitación de la capacidad exportadora de Europa durante una primera parte de su reconstrucción, la disponibilidad de crédito a favor del país y la reducción de la deuda externa hasta casi su total cancelación.

HG: Sin embargo eso no ocurrió, ¿por qué?

CA: Esa perspectiva se fue estrechando por la persistencia del bloqueo de las libras esterlinas para los pagos de Gran Bretaña y su posterior declaración de inconvertibilidad de las mismas, pero sobre todo por la manera en que Gran Bretaña aprovechó esa situación y el encono de Estados Unidos por la política independiente del peronismo respecto a los otros países de América Latina, que ya tenía antecedentes por la posición probritánica de la oligarquía, y se intensificó por la no adhesión del gobierno peronista al FMI.

HG: Suelen decir los expertos que Argentina se despegó tarde de Gran Bretaña y sus políticos y dueños del capital descubrieron tarde a EEUU…

CA: Estas diferencias distinguieron a la Argentina de los demás países latinoamericanos, explica su anterior opulencia y su posterior decadencia porque los avances industriales del peronismo fueron contrarrestados por la apertura y la política de ajuste y la desindustrialización parcial de la primera dictadura de la Revolución Libertadora y total de la segunda dictadura, profundizada durante el menemismo y sobre todo por el macrismo. Esto es lo que hay que divulgar: explicar porque esa falta de continuidad en el proceso industrializador llevó al bimonetarismo y a la hiperinflación y tiene a  su vez una larga explicación histórica, que ofrece material para una reinterpretación de la historia argentina y del mismo peronismo, con indicios indicios para trazar su adaptabilidad futura a los cambios mundiales. El estudio de estos problemas los empecé a desarrollar en la Facultad, con una historia económica comparada de las diferencias en América Latina.

HG: ¿Así que no hubo quien defendiera a la industria?

CA: El mejor ejemplo fue la discusión del Plan Pinedo de 1940. Empecemos por la industria. La UIA nunca quiso sustituir al agro como principal fuerza impulsora de la economía, como había sucedido en todos los grandes países industrializados; se limitó a pedir espacios de sobrevivencia más amplios, mientras las exportaciones tradicionales y sus precios estaban más restringidos por la crisis de los años treinta y sobre todo cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, en 1939. Esa posición se reiteró durante la dictadura Libertadora, pero nunca pasó de allí. En resumen: la burguesía industrial aceptaba su subordinación al agro.

En muchos estudios se dice que se intentó desarrollar la industria en los años treinta. Hay que recordar que en 1934 se firmó con Gran Bretaña el Pacto Roca Runciman que otorgaba ventajas a la importación de bienes industriales ingleses a cambio de garantizar un mínimo de colocaciones de carnes congeladas argentinas. La preferencia por los productos industriales ingleses era a costa de las importaciones desde Estados Unidos, lo que muestra por qué tenía lugar la habitual tensión entre la oligarquía vacuna local y Estados Unidos.

HG: Digo, tarde y al revés…

En cuanto al Plan Pinedo o Plan de Reactivación Económica presentado por Federico Pinedo, ministro de Hacienda del presidente Ramón Castillo desde septiembre de 1940, su tan promovida supuesta política de industrialización no pasaba de ser también un intento de aumentar los aranceles a las importaciones industriales al mismo tiempo que el Estado debía comprar las cosechas que no se pudieran vender.

El Plan Pinedo nunca fue aprobado, en realidad porque colisionaba con el Pacto Roca Runciman, que aseguraba la compra de productos industriales a Gran Bretaña y era la expresión de la oligarquía ganadera, el corazón del poder oligárquico. Esto también desnuda el supuesto carácter industrializador de Raúl Prebisch, que intervino directamente en la elaboración del Pacto Roca Runciman, lo mismo que con la dictadura Libertadora de 1955 en la elaboración del Plan Prebisch, que tampoco se destacó por ser industrialista.

HG: ¿Realmente no hubo ninguna fuerza política que apoyara a la industria?

CA: Murmis y Portantiero resaltan la defensa de la industria ante la caída de las importaciones que tuvo lugar con el comienzo de la guerra en 1939 y destacan que el Plan Pinedo refirma que “la industrialización del país conspira contra nuestras exportaciones”, por lo que defendía ante todo los intereses de los grandes propietarios rurales al asegurar la compra por el Estado de los excedentes agrícolas que no podían colocarse, pero aceptaba la ampliación de la industria para abastecer el mercado interno mientras no hubiera otra alternativa, por lo que era también “un lúcido intento de reforzamiento de la hegemonía oligárquica”, según los mismos Murmis y Portantiero.

La Sociedad Rural no rechazaba del todo el plan, condicionado a que se antepusiera ante todo “la compra de las cosechas” porque “la prosperidad de nuestro país está supeditada a la marcha de los negocios agropecuarios”. Los que se opusieron y terminaron vetando al Plan Pinedo fueron los ganaderos. CARBAP así lo afirmó: “se dice que la industria nacional no conspira contra las exportaciones”, pero “estabilizar industrias surgidas en medio de soluciones de emergencia es plantear un problema trágico para el futuro del país después de la guerra”. Y los industriales nunca se salieron de aceptar su posición subordinada. Lo empezó a hacer la CGE de Gelbard, el ministro de Economía del peronismo de 1973-1974, pero su radio de acción estaba confinado a las pymes y por lo que bregó Gelbard con el respaldo de Perón fue tratar que los industriales salieran de su posición subordinada.

HG: Seguís sin contestar mi pregunta dirigida a si no hubo fuerzas políticas que apoyaran la industria antes del peronismo.

CA: Los conservadores se dividían entre las posiciones cerradas de los ganaderos, que con el Pacto Roca Runciman garantizaron una salida para ellos solos, y las posiciones un poquito más abiertas de los productores agrarios, que aceptaban aumentar transitoriamente el peso de la industria.

Lo sorpresivo es que los ganaderos fueron defendidos por los radicales más que por los conservadores, sujetos a la contradicción indicada más arriba. El Comité Nacional de la UCR expresó ante el Plan Pinedo que «podrán caerse todas las chimeneas, pero mientras el campo produzca y exporte, el país seguirá comprando lo que necesite”. Su posición extremadamente oligárquica alumbra otra cuestión: como no pueden hacerlo habitualmente defendiendo a la oligarquía más cerrada, lo hacen indirectamente, planteando que el riesgo es el estatismo, la emisión, el déficit fiscal y la inflación, es decir la política rígidamente monetarista.

Ni siquiera el yrigoyenismo se salva: Amadeo Sabattini, líder de esa fracción de la UCR, dice “País agrícola y ganadero, no dejará de serlo para convertirse en industrial hasta que la población y los años naturalmente lo exijan”. Si no se tuvieran presente estas definiciones, sería más difícil entender a la UCR actual, subordinada al PRO en Cambiemos.

La resistencia al régimen oligárquico del radicalismo fue siempre política: cuestionaban el fraude, pero no iban más allá, y en eso se parecían a los liberales mexicanos respecto a la reforma agraria que exigían los campesinos, pero los liberales mexicanos fueron mucho más allá que los radicales locales porque llevaron a cabo la primera parte de la revolución, conocida allá como la guerra de la Reforma, que expropió las tierras de la oligarquía eclesiástica y separó a la Iglesia del Estado.

Respecto a los radicales, hay que reconocer que en la actualidad hay una saludable reacción en parte del alfonsinismo, que tiene sus raíces en el intento frustrado de Raúl Alfonsín de encarrilar para otro lado la política económica de la dictadura. Sin embargo, se impuso el  Plan Austral, un disfraz monetarista continuador del Proceso y precursor del primer intento de convertibilidad que inspiraron los propios radicales con la dirección del entonces ministro de Economía, Julio Vital Sourrouille y Adolfo Canitrot, Subsecretario de Planificación, otra cuestión complicada que requiere también otra discusión.

HG: Bien, Carlos, lo dejamos aquí por hoy. Lo seguimos en la próxima con la industrialización  de Argentina comparada con Brasil y México.