HG: Explícanos la particularidad argentina.

CA: La particularidad argentina se entiende mejor al compararla con las de Brasil y México, sobre todo en la industria, que en esos dos países no era posible más que como una industria de segunda, pero completó su ciclo antes, mientras que en la Argentina quedó relegada, pese a que pudo desarrollarse desde que la industrialización se extendió a todos los países ricos, ya que la Argentina era uno de ellos con un PBI per cápita entre los más altos del mundo y la riqueza acumulada en el comercio exterior desde fines del siglo XIX. La deuda externa fue una de las maneras de impedirlo en los primeros gobiernos liberales, en las dictaduras militares y con Macri.

El peronismo, en cambio, tanto con Perón como en el kirchnerismo, redujo la deuda. Aunque Brasil o México estaban destinados a una industria sustitutiva por su pasado, en ninguno de ellos subsistió una oligarquía agraria dominante y el poder político y militar favorecieron a la industria, lo mismo que su endeudamiento.

HG: Tenemos una visión del desarrollo industrial muy poderoso del Brasil a partir de su ejército.

CA: En Brasil el desarrollo industrial tuvo dos etapas: en 1930 Getulio Vargas impuso la sustitución de importaciones (ISI) y el bloque del café, el agro más importante, empezó a quedar relegado, pero no impidió la industrialización y ésta se desarrolló como ISI, industria subdesarrollada o como se llame, para diferenciarla de la industria clásica de los países centrales. La ISI creció sin tropiezos y en 1960, cuando encontró los límites propios de esa industria, el populismo brasileño -desde Kubistchek a Goulart- imitó a Perón e impulsó el consumo para ampliar la demanda.

Y al revés de lo que pasó en la Argentina, el golpe militar de 1964, si bien vio como un peligro el ascenso popular, en vez de apoyar el consumo favoreció la industria pesada y consolidó la industrialización, completando la ISI, mientras que en la Argentina, el poder acorraló la industrialización. La ISI es más cara que la más avanzada, sobre todo porque no puede trasladar (hasta ahora) partes a otros países con menor salario, pero puede integrarse a una industria estadounidense avanzada como lo hace México ahora y parecía ser el programa de Bolsonaro. Ahora, con Biden en Estados Unidos, es el camino que podría reanimar el ejército con un poder más democrático, aunque tratando de seguir marginando a Lula y al PT.

HG: Sabemos menos de México pero siempre nos atrajo su revolución campesina y el PRI (no ahora). Vos tuviste tu exilio allí, contanos.

CA: En México, la oligarquía poderosa era la minera y en las tierras, la Iglesia. La minería permitió el desarrollo temprano de manufacturas industriales en forma de talleres y una también temprana inversión extranjera industrial, y el país parecía encaminarse a ser el más rico de América Latina, aunque partiera de un horizonte más restringido que la Argentina al final del siglo XIX. Entre 1870 y 1900 la Argentina creció 10 veces según el PBI, México 2,4 veces y Brasil 1,7 veces según índices de Angus Maddison (crecer una vez es estancamiento, menos de una vez es retroceso y la duplicación del PBI es crecer 10 veces).

La extrema pobreza de los campesinos mexicanos los llevó a la revolución de 1910, que prácticamente paralizó al país en términos del PBI, aunque la Argentina tuvo un estancamiento casi similar inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial. Por eso, entre 1910 y 1920, el PBI de Argentina se multiplicó por 1,18, el de México por 1,07 y el de Brasil por 1,45, lo que significa ya un menor crecimiento del PBI en Argentina y se empieza a destacar Brasil. Si la comparación es entre 1910 y 1930, inicio de la recesión mundial, el PBI de Argentina se multiplicó por 1,86, el de México por 1,09 y el de Brasil por 2,01, es decir que se duplicó, la Argentina retomó un crecimiento importante, un poco más lento que el anterior y México siguió casi estancado.

La revolución no consiguió el reparto inmediato de tierras para la masa campesina, pero le dio el derecho sobre ellas con la Constitución de 1917 y colocó el centro del poder en el Estado. En los años treinta las luchas políticas desembocaron en la creación del PRI, un partido de masas para sostener el nuevo orden, que en la presidencia de Lázaro Cárdenas trazó sus principales objetivos: concretar la reforma agraria, nacionalizar el petróleo, industrialización y educación pública. Los campesinos lograron un estatus de sobrevivencia en sus tierras, de las que fueron corridos más tarde y de a poco, dando nacimiento a una burguesía agraria mucho más débil que la oligarquía argentina, que empezó a compartir el poder económico del área con el capital trasnacional en sustitución de la vieja oligarquía centrada en la Iglesia y expropiada por los liberales en la guerra civil y el Estado pudo poner en pie un capitalismo periférico con una estructura política capaz de encarar un crecimiento sostenido.

En los años cuarenta y cincuenta, con la industrialización empezó a retroceder el predominio rural y la propiedad comunitaria de la tierra. De 1958 a 1970 (dos sexenios presidenciales) México consiguió un desarrollo estabilizador que mantuvo sin cambios el valor de su moneda nacional en veinte años con un crecimiento promedio de 6% anual del PBI, pero con una situación social poco satisfactoria. En 1970 el presidente Luis Echeverría inició un desarrollo compartido con distribución del ingreso, pese al menor crecimiento de la economía mundial, pero la suba internacional del precio del petróleo le permitió continuar con su política, lo mismo que a su sucesor, José López Portillo, quien declaró que su sexenio sería el de la planificación económica para intensificar el desarrollo y efectivamente el PBI creció más de 8% anual en el tránsito a los años ochenta, con gran aumento en la industria, pero en 1982 sobrevino el derrumbe y la crisis, paralela a la crisis de la dictadura argentina de esos años, que acudió a la guerra de Malvinas para sobrevivir, pero la derrota militar se lo impidió.

HG: ¿Pero hay algún paralelismo actual entre México y la Argentina?

CA: La dictadura militar, vehículo del ajuste y el neoliberalismo en la Argentina, encontró su final con la guerra, pero el proyecto contrapuesto mexicano de desarrollo nacional y planificación tampoco pudo eludir la crisis, y ésta. Al revés de lo esperado, se profundizó con la nacionalización bancaria. Veamos por qué.

El gobierno mexicano había usado gran parte del ingreso petrolero para aumentar el gasto público ya alto y provocó más inflación, déficit fiscal y retraso cambiario, y lo sostuvo recurriendo a la deuda, apoyado en el alto precio del petróleo, pero en 1980 el menor crecimiento internacional redujo su demanda y empezó a bajar su precio, mientras el déficit fiscal y la inflación seguían en alza, agravando la fuga de capitales y la pérdida de reservas del Banco de México. Para frenar la devaluación y la fuga de capitales, López Portillo acudió en 1982 a un acuerdo con el FMI y limitó los salarios, el endeudamiento y el déficit fiscal –de 14,7% del PBI ese año-, pero la fuga de capitales siguió y también la suba del dólar.

En septiembre, casi al final de su gobierno, López Portillo acusó a la banca privada de obtener grandes ganancias con un servicio público concesionado, afirmó que el ajuste fracasó por las fugas de capital, que de la crisis solo se saldría si el Estado controlaba el sistema financiero y decretó la nacionalización de la banca y el control de cambios. Su sucesor, Miguel de la Madrid no había aprobado la nacionalización de la banca, así que pronto quedó claro que iba a revertirse, pero al estilo mexicano postrevolucionario: sin convulsión política y con apariencia de continuidad. A la banca estatizada se la organizó preparándola para volver a una banca privada y pública y en 1986 se terminó de indemnizar a los banqueros. La crisis de 1983 no privó a los bancos de sus ganancias, se recuperó la confianza de los inversores y el PRI nacionalista fue sustituido por un nuevo PRI, que compuso un poder más afín al neoliberalismo, la industria ISI se configuró como un apéndice de la industria de Estados Unidos y el Estado perdió parte de su centralidad económica, pero preservó su política exterior independiente pese a la estrecha relación con Estados Unidos.

En México, la crisis y el endeudamiento llevaron al poder político al neoliberalismo y en la Argentina la nueva crisis de la deuda a la que condujo el macrismo bloqueó la política económica del kirchnerismo peronista, ajena al neoliberalismo, como fueron las del viejo PRI y las de Lula en Brasil.

HG: Eso explica por qué los dos países son muy distintos a lo que eran al principio de los ochenta. ¿En qué se diferencian y en qué se parecen ahora? Pareciera que siguen siendo muy distintos. Veámoslo desde la Argentina.

CA: En la Argentina, el mercado apoya la democracia en la medida en que ésta trae al neoliberalismo y al ajuste, sobre todo si puede disponer de un partido político que pueda imponer esa política, como hizo Macri con Cambiemos de 2015 a 2019, al disputar la mayoría al peronismo.

Los golpes militares no fueron exitosos económicamente porque el poder económico no quería la industrialización, pero dentro de los militares siempre aparecían los industrializadores, como la victoria de los azules sobre los colorados. Por eso, para la oligarquía se hizo necesario que hubiera un poder civil de derecha desindustrializador y Macri terminó siendo la expresión de ese deseo.

HG: Eso indica que la estrategia del Frente de Todos fue crucial.

CA: Por eso fue tan importante la  derrota de Macri y por eso éste tuvo la gran ayuda del FMI, pero eso ahora encuentra otro escenario. La industria, a contramano de lo que hizo Cambiemos, se desparramó por el mundo emergente, la proximidad y comienzo de la Revolución 4.0 requiere una base industrial y Estados Unidos va perdiendo las ventajas respecto a China y parece quedar atrás. Trump se propuso revertirlo y no pudo hacerlo con el proteccionismo. Biden va a restituir la globalización no sabemos cómo, pero seguramente en la dirección de Obama, más integradora del capitalismo, pero ahora más inclinada a aumentar la producción. Para eso necesita más crédito productivo y una expansión controlada del financiamiento, la emisión y el déficit, es decir, con menos ajuste pero no sin ajuste.   

En ese escenario, es esencial encontrar una política de reactivación orientada hacia la industrialización y el paulatino cambio de la base mecánica por la digital, eje de la revolución industrial 4.0 y que el capitalismo periférico apoyado en producir materias primas se convierta en un capitalismo emergente industrializado.

Por eso es importante que la demanda agroalimentaria haya roto al agro con la aparición de la CAA, lo que se vio con el final sin éxito del paro agrario de la Mesa de Enlace y esto es lo que deben entender a los compañeros que ven en el CAA una continuidad: es lógico que el CAA quiera dólar alto y suba de precios, porque son empresarios exportadores, pero la CAA rompe el eje oligárquico de trabar el desarrollo industrial.

HG: Incluimos en La Capitana estos días un muy buen reportaje de la revista Crisis a Gabriel Delgado, donde aclara mucho la composición de la CAA. Existe mucha desconfianza de los compañeros sobre la posible hegemonía del sector exportador sobre el resto de los sectores económicos y sobre las decisiones que debe tomar el Estado para lograr las divisas que necesita. En la anterior conversación quedó clara tu posición: la necesaria planificación e intervención del Estado es la única garantía para el proceso industrializador argentino, pero eso parece contradecirse con lo que sucedió en México.

CA: La regulación y, en mayor escala, la planificación, son no sólo instrumentos de corrección más necesarios ante una crisis sino que son vehículos de transformación, pero depende hacia dónde apunte la regulación y hasta donde llega la planificación.

En Japón, el alto crecimiento que allí persistió hasta los años ochenta, fue acompañado por una menor demanda. Para continuar la acumulación de capital, la inversión se empezó a concentrar en la propiedad inmobiliaria y el mercado accionario y dio lugar a las burbujas inmobiliarias y bursátiles del fin de esa década. Como no se pudo recrear ni la inversión ni el consumo, se pasó a un débil crecimiento antes que en los otros países desarrollados y no pudo revertirse con los estímulos fiscales porque éstos no fueron a la producción sino a los activos financieros. Un estímulo aplicado en la dirección equivocada no produce los efectos deseados.

HG: Los estímulos fiscales de los países centrales son enormes respecto a su PBI…

Estados Unidos, mediante la Fed, aplica una política de estímulos que sostiene solo en parte la producción y por eso hay un ascenso moderado inmediato y como los ingresos disponibles van a parar en mayor grado a los activos financieros y al mercado bursátil, las subas se concentran allí y la política económica no puede reactivar a fondo. A fines de la Segunda Guerra Mundial, el estímulo del Plan Marshall reactivó la producción europea y japonesa y resultó en la fase de ascenso de la posguerra y el Estado de bienestar. Ahora la reactivación productiva es débil porque en el neoliberalismo la regulación estatal privilegia a los activos financieros.

Cuando la regulación del mercado no produce los efectos esperados, hay que mirar la política económica, es decir qué se propone el Estado. Por eso la regulación no la puede practicar exclusivamente el mercado, porque lo que éste regula o arbitra son las expectativas de ganancias y hacia donde debe ir a la inversión en función exclusiva de ese cometido. De ahí que en la regulación del mercado debe intervenir el Banco Central y la política económica, y cuando la regulación monetaria exclusiva no da resultado, hay que cambiar de política económica. Es aquí cuando la regulación se sitúa en un nivel superior, el del Estado.

HG: Hablando de regulación del Estado, todos los países centrales hicieron lo mismo, ¿Y en Estados Unidos y China, por ejemplo?

CA: La regulación de Trump en Estados Unidos se realizó en gran medida al margen de la FED, por encima de la política monetaria, y fue una regulación de gran magnitud, porque recurrió a una dosis alta de proteccionismo pretendiendo contener la globalización como forma de integración mundial por una globalización a través de la integración alrededor de Estados Unidos, lo que se expresó directamente en el cambio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).

El T-MEC incorporó tres fuertes cambios en la industria automotriz: 1) mayor unificación de la producción de autos en los tres países de América del Norte y una mayor cuota de producción de los tres países en exportaciones fuera de esa región. 2) Un salario mínimo de 16 dólares/hora para que las fábricas estadounidenses no se trasladen a México por los bajos salarios, acompañado por normas más estrictas sobre derechos laborales destinadas a reducir las ventajas mexicanas en salarios, y México debió aumentar el salario mínimo y aprobar leyes con más poder para los sindicatos. 3) Adoptó reglas más estrictas en el contenido regional de acero y aluminio para evitar que México incorpore piezas chinas haciéndolas pasar como propias en sus exportaciones a Estados Unidos. Fue una flor de regulación, y además con alcance internacional.

El particular estímulo para el crecimiento de China es la promoción del mercado y de un capitalismo sometido a la planificación del Partido Comunista que se propone crecer, la regulación va en ese sentido y el crecimiento ha vuelto antes que en ningún otro lado. Es una especie de NEP propia de un capitalismo de Estado que está transformando sus reglas de producción con evidente alcance internacional.

La experiencia mexicana es muy útil para entender al peronismo de Perón y como éste tiene que evolucionar ante el cambio mundial y también para comprender el significado de la democracia del ajuste heredada de la dictadura y, en lo que atañe al futuro, de orientarnos en conocer hacia dónde puede ir esta reconfiguración mundial, porque eso no está definido, se definirá en el campo internacional, pero sus elementos decisivos están ante nuestros ojos. Lo interesante de México es que como va más rápido que la Argentina en todo este proceso, así como sirve para aclarar el pasado, es más útil todavía para desentrañar el porvenir.