Peronismo y estado de derecho

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El estado liberal del siglo XIX estructuró el esqueleto de su proyecto económico con el desarrollo de un orden jurídico absolutamente funcional a sus objetivos, imponiendo la celebración de pactos  – Constituciones nacionales – impuestos por los ganadores de las batallas colonialistas.-

Esos nuevos ordenes jurídicos devenían de la exaltación del individualismo ilustrado, vinculado con la cerrada defensa del derecho de propiedad del desarrollo capitalista y con su necesidad de disciplinamiento social, que garantizara nuevas y eficientes estructuras de producción.-

Ese Estado se presentó así, como el garante del control social, estructurado fundamentalmente sobre el llamado sistema Republicano de Gobierno, cuya división de Poderes garantizaba a las clases dominantes el control total de las contradicciones sociales.-

Las transformaciones sociales y políticas del Siglo XX presionaron sobre la estructura de ese orden jurídico y arrancaron lentas concesiones vinculadas a los llamados derechos colectivos, en una puja cruenta por el reparto de la riqueza.-

Pero el liberalismo se cuidó bien de preservar la defensa de los intereses de los individuos tomados aisladamente, con una compleja red de contención,  desarme y control del conflicto social que involucró: el sistema representativo de Gobierno, el control de constitucionalidad de las leyes y fundamentalmente el sistema de selección de jueces, extraídos siempre de una clase proclive a la auto preservación de los intereses de las minorías.-

En el perímetro de esa idea de país, irrumpió el Peronismo tomando partido, no sin contradicciones, por los desclasados de la estructura social.- La confrontación cultural con el liberalismo fue entonces inevitable y se llevó al plano de la batalla dogmática por un nuevo orden jurídico, con su mayor intento posible que fue la sanción de la Constitución Nacional de 1949.-

Pero con el golpe faccioso de 1955, pudo comenzar a advertirse con claridad, que para el  fascismo criollo la estructura jurídica liberal, el estado de derecho, las garantías constitucionales y fundamentalmente los jueces independientes significaron un verdadero obstáculo para obtener los fines de un nuevo orden social represivo y su estricto control.- Liberales y fascistas argentinos se reconocieron entonces como primos hermanos, los unos dirigiendo la economía y los otros  estructurando los fundamentos de un brutal Estado totalitario que garantizara esa forma de repartir la riqueza.-

En ese marco de realineamiento de conveniencias de clase, resulta necesario entonces detenerse a repensar la real valoración e importancia que tiene para la supervivencia de los sectores populares la defensa del orden jurídico, espacio en el que se van a dirimir las contradicciones sociales, políticas y fundamentalmente económicas.-

El rescate de esas viejas garantías constitucionales vinculadas a la vigencia de la República (que tantas veces menospreciamos) resultan hoy indispensables en éste   tiempo de Cambiemos, que no vacila en propiciar la barbarie con la mortificación quirúrgica del orden jurídico, ante la mirada complaciente de los falsos demócratas argentinos.-

No se trata entonces de reivindicar la estructura cultural del liberalismo sino en valorizar instrumentos que hoy se han vuelto indispensables para preservar la supervivencia del pueblo Argentino.

Las garantías de la defensa en juicio, el principio de inocencia, la igualdad ante la ley, la necesidad de contar con leyes anteriores al proceso, la garantía del juez natural, la transparencia en el sistema de selección de los jueces, son valores que hoy necesariamente el neoliberalismo totalitario debe violentar  – como se hizo en todas las dictaduras – para imponer un nuevo orden dependiente del capital financiero internacional. La regresión de valores es tan brutal que el andamiaje jurídico debe corromperse para que alumbre el monstruo de la nueva realidad.-

Cuando un Estado intenta volver a la Edad media, resulta  progresista entonces rescatar los valores liberales del Siglo XIX.-

El control social de un proyecto de país y el ejercicio del poder necesitan del molde de una “nueva legalidad” y debe saberse que  si ese orden jurídico ya no es funcional, el poder totalitario lo forzará y lo denigrará, aunque lo deje formalmente en pié.- Y los brujos de esta sucia alquimia, son los jueces.-

Es entonces tarea importante de la militancia popular repensar y valorar la gravitación que ese viejo orden jurídico tiene como  instrumento de defensa de las mayorías, porque cuando se caen las ilusiones deben quedar en pié los deberes.-

Informe económico noviembre 2018

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Durante el mes de noviembre se confirmaron los más pesimistas pronósticos respecto al rumbo de la economía. 

 

Muerte súbita de las PYMES

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La dirigencia del sector pyme de todo el país, clave dentro de la estructura productiva en tanto que implica el 75 por ciento del empleo,  unida después de muchos intentos fallidos, advirtió sobre la situación económica que atraviesan las pequeñas y medianas industrias.

Según los datos que presentaron, desde la asunción de Mauricio Macri cerraron 9.000 pymes y la profundización de la crisis hizo que en estos meses cierren sus puertas cerca de 25 emprendimientos por día a nivel nacional.

Si no se cambia el rumbo, el año que viene estarán en peligro otras 5.000 pymes, con el consiguiente impacto laboral y productivo. Los pequeños empresarios realizaron una protesta frente al Congreso y luego un acto en el edificio del anexo de la Cámara de Diputados, con la presencia de legisladores del Frente para la Victoria (FpV), del Frente Renovador y del Bloque Justicialista. Presentaron una serie de propuestas para aliviar la situación de las pymes, que explican el 75 por ciento del empleo.

Si el programa macroeconómico de Cambiemos implicaba desde el momento cero el empeoramiento de las condiciones que rigieron en la última parte del mandato del gobierno anterior, la crisis y el recrudecimiento del ajuste es una tormenta perfecta para las pymes, especialmente para las firmas del rubro industrial.

En ese combo de terror está en primer lugar el fuerte achicamiento del mercado interno por caída de las ventas a causa del deterioro del poder adquisitivo de trabajadores y jubilados. La reducción del mercado interno es intensificada por el mayor ingreso de importaciones. La baja de las ventas de las empresas nacionales implica una merma de la masa total de rentabilidad. Pero además, la rentabilidad unitaria del producto también cayó fuertemente, porque se produjo una notable suba de costos por la devaluación y su impacto en insumos, los tarifazos y el costo financiero derivado de las exorbitantes tasas de interés.

 “Si la tendencia actual continúa, el año que viene van a cerrar 5.000 pymes, con lo cual 35.000 trabajadores van a quedar en la calle. El actual proceso de desindustrialización requiere medidas de emergencia con urgencia”, señaló Leonardo Bilansky, presidente de la entidad Empresarios Nacionales para el Desarrollo.

Según la encuesta de indicadores laborales del sector privado registrado del Ministerio de Trabajo, en octubre se registró una caída interanual de 2,5 por ciento en el empleo en las empresas de entre 10 a 49 empleados. Sólo en la comparación mensual, la merma es del 0,4 por ciento. En ambos casos, se trata de caídas que superan a las bajas de empleo registradas para los segmentos de 50 a 199 empleados y de más de 200 empleados.

“Sabemos bien que el Gobierno posiblemente no va a tomar nuestros reclamos. Durante la gestión de Cambiemos se destruyeron 107.000 puestos industriales y cerraron cerca de 9.000 pymes. Pero los diputados de la oposición pueden negarse a la firma del tratado de libre comercio con la Unión Europea o bien dar impulso a la ley de Producción y Consumo para tener mayor capacidad de intervención pública en las etapas de insumos básicos y en los costos de la cadena de comercialización”, dijo Ariel Aguilar, vicepresidente de la Confederación General del Empresaria Argentina (Cgera).

La convocatoria tuvo un primer momento frente al Congreso, en la calle, y siguió en un salón de actos del edificio del anexo de la Cámara de Diputados, que estaba repleto y al que se sumaron varios legisladores. Asistieron Axel Kicillof, Agustín Rossi, Daniel Scioli, Daniel Filmus, Walter Correa, Francisco Furlán, Leopoldo Moreau y Fernanda Vallejos por el Frente para la Victoria; Ignacio De Mendiguren, Marco Lavagna y Alejandro Grandinetti por el Frente Renovador, Daniel Arroyo (Red por Argentina), Oscar Macías (Bloque Justicialista) y Luis Contigiani, del Frente Progresista. Los diputados que tomaron la palabra en el acto admitieron que el actual diseño macroeconómico en manos del Poder Ejecutivo es muy adverso a las pymes industriales pero que se pueden plantear respuestas parciales desde el plano legislativo.

Yeal Kim, el presidente de origen coreano de la Fundación Protejer, que agrupa al sector textil, exteriorizó que “no deberíamos estar acá sino en las fábricas”

Y remató con el interrogante de todos: ¿Alguien puede sostener que Argentina va a combatir la pobreza y la desocupación destruyendo a la industria nacional?.

El «aire fresco» del G20

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El presidente Macri y sus funcionarios  consideraron un “éxito” el paso del G20 por la Argentina. En la primera fila de funcionarios que esperaban la conferencia final del primer mandatario, se hablaba de una bocanada de “aire fresco”, tan necesaria en un momento complicado para la administración de Cambiemos.

A la alegoría del “aire fresco”, sin embargo, le faltan algunas precisiones. ¿El aire fresco de los vientos internacionales tiene el mismo oxígeno que el Gobierno necesita en el pulmotor de la economía argentina? Según su lectura, sí, porque el apoyo internacional es equivalente a más inversiones. Pero nadie ignora que las lluvias declamadas en 2015 se convirtieron en llovizna en 2016 y en 2018 en la peor sequía de los últimos 50 años, como le gusta decir al Gobierno.

  El paso del G20 por la Argentina coincide con el cumplimiento del tercer año de mandato de Macri en la presidencia. Esto ya se dijo mucho, pero ¿alguien se imaginaba que seis meses después de las elecciones de medio término con resultados positivos para el mandatario se iba a necesitar acudir al FMI para poder llegar a 2019? Pero esa es discusión pasada.

Hace unos días, antes de terminar noviembre, una nota en diario BAE calculaba que Macri cerraría su mandato en 2019 con una economía 3,9% más chica de la que la encontró en 2015 cuando asumió. Y que, per cápita (una medida más representativa de la distribución económica) el desplome es equivalente a 8,7% del PBI. En un solo mandato de Gobierno. Ahí viene la argumentación de que lo que había antes era una fiesta que ahora hay que pagar en formato de seguro de las empresas energéticas y petroleras porque, “pobres”, pierden con la devaluación.

El dólar subió 295% desde la salida del cepo. El tipo de cambio pasó de 9,8 pesos el 16 de diciembre de 2015 a 38,66 al cierre del jueves 6 de diciembre. La inflación acumulada, si tomamos como referencia los números del Indec porteño, cerraría los primeros tres años de mandato en una disparada de 158% aproximadamente (pero solo si este año se cumple con una proyección de aumento de los precios del 45%). El poder adquisitivo, según el Instituto Estadístico de los Trabajadores, es 18% menor (en términos reales, es decir, teniendo en cuenta la inflación) que el de 2015.

Estos indicadores se acompañan con la caída generalizada del consumo (las últimas cifras de ventas de autos 0 KM y motos, por ejemplo, son sombrías). Pero los números más preocupantes, más allá de que no poder poner la misma cantidad de cosas en el changuito es grave, son los despidos.

Los últimos datos disponibles (los de septiembre) indican que hay 200.000 puestos de trabajo por encima de 2015, aunque: 145.000 son nuevos monotributistas (no hablemos de la calidad de esos “trabajos”);  60.000 son nuevos trabajadores del sector público (en donde se cuentan docentes, personal de las fuerzas de seguridad y de la salud en todos los niveles de gobierno, es decir, en todo el país); y en el sector privado se destruyeron 31.000 empleos (es decir que no solo no se creó empleo privado de calidad sino que estamos por debajo de 2015). Únicamente para absorber el crecimiento poblacional, la economía argentina necesita crear 180.000 empleos al año según cálculos de la Secretaría de Trabajo. Es decir que, en tres años, la economía necesita crear 540.000 empleos.

Frente a este panorama económico, la administración nacional decidió darle una nueva vuelta de rosca a la salida disciplinaria, que por un lado aferra al núcleo duro de su electorado y por otro es un terreno en el que se siente más cómodo de cara a la carrera presidencial del próximo año (aun cuando la mayoría de las encuestas muestran que la principal preocupación social hoy tiene que ver con cuestiones económicas). Ahora quieren que las Fuerzas de Seguridad puedan usar armas de fuego cuando consideren necesario, sin tener que dar voz de alto y sin importar si hay o no una amenaza real. Ya no se trata de habilitar a matar, sino que también le otorga una coartada a la Policía.

La pregunta inevitable es si con más represión y asfixia económica los vientos frescos alcanzan. Así las cosas, la economía no va a ser lo único que va a necesitar un pulmotor. Y diciembre de 2019 queda muy lejos en este panorama.

Perspectivas y conclusiones a noviembre 2018

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Si bien el presente panorama económico de la Argentina es complicado, está cada vez más claro que el del conjunto mundial tampoco es muy promisorio y aparece lleno de conflictos.

La crisis nacional tiene su propia lógica, pero como la atribulada economía mundial está cada vez más integrada, conviene separar lo que atañe exclusivamente al fenómeno local y lo que es propio de la crisisinternacional para entender en qué medida hay cuestiones que sólo puedenresolverse en el ámbito doméstico y otras que únicamente podrán encontrar unarespuesta en la medida en que se comprenda el conjunto del problema.

No es muy difícil aceptar que las dificultades nacionales posteriores a la última gran crisis local, que fue la de 2001, se agravaron a partir de la crisis financiera mundial de 2008 y que ésta última fue una ruptura de gran envergadura, que suele remitir a el otro gran sacudón internacional que lo antecedió, el de 1929, que a la larga preparó las condiciones para grandes cambios en el ámbito mundial y en el nacional. De allí surgieron las motivaciones para la Segunda gran guerra y la paulatina aparición de una economía cada vez más integrada y globalizada, y en el ámbito nacional dio lugar tanto al deterioro económico como al cambio político representado por el peronismo. Es indudable que el uno y el otro están asociados, pero sólo un absoluto simplismo los puede identificar.

La crisis mundial de los años treinta obligó a aceptar que estas rupturas en el sistema económico mundial reaparecen periódicamente y suelen ser anunciadoras de posteriores grandes transformaciones, y cuando más se alejaba la aceptación de la inevitabilidad de los sacudones periódicos otorgándole una estabilidad indiscutible al sistema económico mundial del capitalismo, la crisis de 2008, que no termina de desaparecer, nos muestra que estamos ante otro período de fuertes transformaciones.

En el capitalismo la acumulación necesaria para invertir y expandir el sistema inevitablemente termina afectando a la demanda, ya que la acumulación creciente requiere recursos que sólo pueden provenir del consumo, pero si éste se ve afectado por la acumulación creciente, los salarios y los gastos sociales se resienten, la distribución del ingreso se vuelve más desigual y aparece la crisis social que termina conduciendo a la crisis política. A la vez, la caída de la demanda masiva lleva al cierre de empresas y conduce a una crisis de la que sólo se puede salir con una transformación que reformule la manera de producir y de acumular, generalmente a través de grandes cambios tecnológicos y sociales.

La crisis de 2008 lo está haciendo muy evidente.

La mayor dificultad para invertir en la producción por la complejidad del cambio tecnológico, privilegia la inversión privada de tipo financiero, pero el acrecentamiento del capital financiero en detrimento del productivo estrecha la base material a costa de una mayor carga rentística por el pago de intereses y da lugar a una paralela limitación del empleo.

La crisis de 2008 fue precisamente una crisis financiera, en el sentido que lo que se hizo insoportable para la base productiva fue la magnitud de la deuda contraída, y esa creciente dificultad es lo que se reproduce continuamente, cada vez a mayor escala y tanto en el escenario internacional como en el local. Vale decir que las dificultades actuales del país tienen una raíz propia pero dentro de una problemática de carácter universal. La crisis internacional de 2008 fue financiera y los problemas locales tienen, ante todo, una expresión financiera.

¿Por qué estos problemas financieros se acentúan? Para alimentar el flujo de préstamos y su renovación continua, que da lugar a un creciente pago de intereses, se necesita que el Estado gaste cada vez menos y que recaude cada vez más, lo que se refleja en una mayor tributación que termina afectando tanto a las empresas con baja de ventas y menor rentabilidad, como a los asalariados, con menos empleo y menores ingresos.

Esta situación se termina convirtiendo en un límite a la expansión productiva del capital que conduce directamente a la agravación de la crisis.

Si bien por un lado hay cada vez mayor volumen de capital disponible para prestar, lo hay menos para producir, y la falta de mercado, expresada en el cierre de empresas y en su menor rentabilidad productiva, conduce a sustituir los ingresos genuinos por los préstamos. Por eso crece el endeudamiento y la deuda se transforma en el gran problema, porque la base productiva y social no puede mantenerla, y esto es lo que ni por asomo ven los funcionarios gubernamentales. 

La más clara expresión de este contrasentido es que mientras el gobierno nacional cree que baja el déficit fiscal porque se reduce el gasto primario, crece el déficit total por el aumento de los pagos por intereses.

La generación continua de deuda llevó al BCRA a crear la burbuja explosiva de las Lebac, pero su reducción no se pudo llevar a cabo más que por la creación de otra burbuja, la de las Leliq que, como observa Walter Graciano en “Ámbito Financiero”, no son otra cosa que un encaje remunerado sobre los depósitos a plazo fijo, que van creciendo y que por ese motivo no se pueden bajar las tasas de interés, porque si se lo hiciera se desataría el temor sobre la disparada del dólar, ya que la contención de la divisa depende de una tasa de interés creciente y de una deuda cada vez mayor.

Es obvio que ese camino no tiene salida. Conduce por un lado a una caída de la actividad económica porque las empresas no tienen mercado interno, soportan el proteccionismo internacional y la plena apertura local que privilegia las importaciones y deben hacer frente a una carga financiera cada vez mayor.

La presunta solidez fiscal sostenida por la deuda también es frágil.

 Para muestra basta un botón: la recaudación fiscal de noviembre se incrementó en un 34% i.a, pero la inflación del período fue mucho mayor, de modo que la recaudación estaba creciendo unos 12 puntos porcentuales menos que la suba de los precios. Esto por la sencilla razón de que las tasas de interés que debe pagar el BCRA para mantener el actual equilibrio a través de sus pasivos remunerados, empujan al alza o no permiten reducir las tasas de interés. Entonces, el déficit fiscal total, aunque baje el déficit primario (situación que tampoco se podrá sostener mucho tiempo, salvo que se paralice aún más la actividad productiva), ya supera al 10%, ya que el déficit financiero se compone de 3,5% sobre el PBI por la deuda del Tesoro y 4% de déficit cuasi fiscal del BCRA, a lo que se debe agregar el 2,7% del déficit primario previsto para 2018.

Esta es la verdadera razón del incremento del riesgo país.

Lo que están viendo los inversores es lo que aparentemente no ve el FMI.  La vuelta de un dólar en el límite de los 40 pesos, en el repunte más fuerte desde septiembre, se debe a que los fondos de inversión enfrentan una apuesta cada vez más corta: entran en el carrytrade asegurado a corto plazo por los préstamos del FMI y el déficit cuasi fiscal del BCRA, pero están cada vez más dispuestos a salir ante un dispositivo financiero que se hace cada vez más insostenible.

 Ante esa situación, el esmero del FMI por sostener el precario equilibrio actual es la manera de cumplir con su función de resguardar el interés financiero de los prestamistas y apostar a que la continuidad política del modelo extienda esta situación en el tiempo.

Después de todo, Grecia, tras diez años de ajuste ininterrumpido en el que redujo su capacidad productiva y su nivel de vida, puede empezar a tener crecimiento y sigue siendo una fiel pagadora de sus préstamos; claro que con una ventaja que no tiene la Argentina: está atada a una moneda fuerte: el euro.

La consistencia de un modelo económico no se puede apoyar en la deuda sino en la estructura productiva, y eso es lo endeble en el planteo de Cambiemos. En la reunión del G-20 en la Argentina, el gobierno tuvo éxito en reforzar su imagen, pero muy poco en integrarse al mundo, porque en la era Trump, de la anterior apertura comercial, que nunca dejó de tener un fuerte sesgo proteccionista, se pasó a una situación en que la libertad de comercio quedó mucho más limitada, como defensa ante la persistencia de la crisis económica internacional.

En esas condiciones, la integración al mundo promovida por el macrismo en realidad es la opción por un libre comercio adaptado a la especialización alimentaria local, continuadora de la especialización agropecuaria tradicional en una economía mundial abierta que ya no funciona de esa manera.

El agro es un arma competitiva incontrastable para la Argentina, pero siempre que forme parte de un conjunto en el que la industria y sus sectores de avanzada tengan una perspectiva de desarrollo, ya que sostenerlo también con el petróleo y el gas de Vaca Muerta y con el turismo no es una salida adecuada para un país con más de 44 millones de habitantes.

El ejemplo lo ofrece Estados Unidos: el agro nacional más importante del mundo y un desarrollo petrolero creciente integrados a una industria defendida con el más crudo proteccionismo. Cualquier programa de desarrollo consistente y de salida de la crisis debe incluir todas las posibilidades de ramas primarias posibles, pero engarzadas a sistemas industriales orientados hacia reconversiones de punta tecnológica, como podría ser, por ejemplo, la industria del automóvil eléctrico y la explotación del litio con su complemento de fabricación de baterías.

En la senda de la prioridad financiera también existe futuro, pero es el porvenir de la adaptación a una realidad de estrechez productiva, deterioro social y dependencia eterna del crédito. La realidad internacional no está desprovista de ejemplos: el de Grecia es uno de ellos. Corresponde decidir entre una opción limitada para un mundo más complejo o profundizar la diversidad nacional para sostener un porvenir compatible con el de países que han alcanzado un mayor desarrollo productivo y social. Integrarse al mundo es hacerlo a esa realidad renovada que nos ofrece el nuevo siglo en medio de las acechanzas de una crisis internacional que, como la nacional, todavía está lejos de desaparecer.