Lo bestial es lo indecible, aquello fantástico y animal que se opone a la condición humana. En economía lo bestial termina siendo lo racional, que se asume como compatible con los intereses de las bestias. La organización de la actividad sobre los recursos naturales debe encararse como un tema científico y no como una cuestión económica, dado que no se trata de «cuánto dinero dejan» o «cuánto invierten» sino de cómo se trata la relación con La Naturaleza.

La idea de que el mercado es el mecanismo neutral y eficiente de producción, distribución y consumo está instalado en la Sociedad por su base transaccional e individual. Una especie de puente entre lo individual y lo social. Por ello el neoliberalismo -una ideología que impulsa al mercado como dios organizador de la vida en sociedad- se adopta como un proyecto apolítico e integrante del sentido común que conforma el núcleo de la aceptabilidad de las ideas instaladas.

Para ese sentido común, la Naturaleza está allí, inerte y disponible para su explotación por el hombre. De allí que José Saramago advierta que la conciencia humana es el único medio de lucha concreto contra la explotación del hombre y de la Naturaleza.

El medio ambiente no se presenta como un ámbito del neoliberalismo a pesar de que este es un proyecto ambiental, económico y social que tiene profundas consecuencias en la forma en que hacemos uso del mundo natural. La mayoría de los sectores económicos dependen del entorno y sus recursos, y también la regulación ambiental tiene efectos notables sobre la producción y el consumo.

Casi al mismo tiempo, la privatización y la mercantilización de la Naturaleza crean nuevos espacios de inversión y acumulación de capital, además de nuevos roles para el Estado y la sociedad civil.

Neoliberalismo, deuda y explotación extractiva

A finales de los 80, la crisis de la deuda trajo el neoliberalismo a nuestros países latinoamericanos que abandonaron la intervención del Estado y la sustitución de importaciones al compás de los préstamos condicionados del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Las reformas estructurales en Argentina generaron en la década de los 90 un elevado nivel de liberalización comercial y de privatización.

En la actualidad, la deuda que contrajo el neoliberalismo nos ha entrampado con el telón de fondo de la explotación extractiva de los recursos naturales.

Peso a ello, a pesar de las limitaciones ecológicas de la economía financiera, el populismo comienza a perfilar la administración de los recursos naturales en tanto patrimonio social integrante de la unidad Naturaleza-Humanidad como fórmula superadora de la concepción economicista clásica sobre los factores de producción.

Ese nuevo paradigma entiende como superador en economía aquello que es consistente y compatible con el bien común más que con la acumulación financiera.

No hay dignidad humana sin naturaleza

En la concepción ortodoxa los recursos que devienen de la Naturaleza en forma de bosques, ríos, lagos, mares, subsuelo, minas, canteras y aguas subterráneas están disponibles para que el hombre actúe sobre ellos mediante la tecnología transformadora. En ese sentido, la Naturaleza se convierte en fuente de trabajo, en la materia sobre la que se organiza la producción y en el origen de ingresos fiscales.

Se promulga que el trabajo dignifica la condición humana, pero se oculta que no hay dignidad humana sin Naturaleza sobre la que se aplica el trabajo. Se repite que la producción debe organizarse sobre bases eficientes, pero olvidamos que no hay empresas sin Naturaleza que se administre; y se acepta que las rentas de la naturaleza permiten su redistribución social pero se ignora que no hay Estado sin Naturaleza que soporte esas rentas públicas.

No hay trabajo, ni producción ni redistribución de la renta sin que exista interacción con la Naturaleza. Todo lo material que nos rodea, absolutamente todo, no es sino Naturaleza transformada. Desde nuestro celular hasta nuestros zapatos.

Pero el hombre inventa el poder y se apropia de la Naturaleza, la transforma en patrimonio y, en el proceso económico, trabajadores, empresas y Estado se la disputan para adecuarla a sus intereses de clase. Los trabajadores para garantizar su salario, los empresarios para lograr beneficios y el Estado para procurarse fondos.

Parece entonces que todo se reduce a una puja de intereses que se salda en acuerdos democráticos entre el capital, el trabajo y el Estado.

Desde el origen de los tiempos la apropiación de la Naturaleza y su explotación está presente en los comportamientos del ser humano y de la organización social.

Nos hemos convencido del egocentrismo pensando que la Humanidad es superior y totalmente independiente de la Naturaleza y ésta es igualmente independiente de la Sociedad, de la que es tributaria.

Haber desconocido conceptos de las culturas originarias transforma el pensar de modo alternativo en casi un imposible. Y ello aún a pesar de que el sentido común occidental reconoce que somos, pensamos o hacemos en función de la Naturaleza. Esa idea, avalada y diseminada en los ámbitos filosóficos, científicos y académicos, de la separación entre Naturaleza y Sociedad fue un presupuesto fuerte y necesario para la expansión del capitalismo y otorga legitimidad a los principios de explotación y apropiación que guiaron la empresa neoliberal desde el principio.

Lo que es peor -y contradictorio- aún subsiste en ciertas construcciones sociales que corren el riesgo de caer en la fatalidad de las metáforas dado que

-como reflexiona Borges- una cosa es la realidad y otra muy distinta el lenguaje. No se trata de consignas como el «no al aserradero», «no a la pesca», «no a las minas» o «no a la ganadería». Se trata del concepto de la vida humana en la Naturaleza como entidad sustentable. Y no podemos subsistir sin maderas, sin pescados, sin minerales, sin carnes.

El tema del cómo debe ser encarado desde tecnologías con rostro humano, alternativas, sustentables. Las investigaciones científicas debieran ocuparse más del a priori de tales tecnologías que de hacer más eficiente y seguro el uso a gran escala del cianuro y materiales que contaminen el agua.

La organización de la actividad sobre los recursos naturales debe encararse como un tema científico y no como una cuestión económica, dado que no se trata de «cuánto dinero dejan» o «cuánto invierten» sino de cómo se trata la relación con La Naturaleza.

La licencia social como garantía

La idea de la Naturaleza-humanidad como una entidad común de la que deriva la administración del patrimonio social trasciende esos intereses y debe ser regulado en pro del bien común. Esos recursos se transforman en el determinante actual de la cuestión social.

La licencia social no administrativa priva por sobre los intereses de los factores de producción trabajo y empresa, inclusive sobre los del propio Estado y es la única garantía de participación pública en la apropiación de las rentas de la naturaleza y de su sostenibilidad ecológica.

Es la política la que puede construir esa licencia necesaria para una comprensión del mundo que fundamente una práctica transformadora de las relaciones con la Naturaleza y para enfrentar los problemas ecológicos (los niveles progresivos de desigualdad social, la crisis ambiental y ecológica, el creciente calentamiento global, la constante desertificación, la falta de agua potable y su deterioro, la desaparición de regiones costeras, los acontecimientos «naturales» extremos, etcétera).

Creemos que esa comprensión debe rescatar la mutua interdependencia de la Humanidad/Sociedad con la Naturaleza. Esa comprensión debe partir de la educación formadora de conciencia de que no hay sustancias sino relaciones entre la naturaleza humana y todas las otras naturalezas, de que la Naturaleza es inherente a la humanidad; así como la humanidad es Naturaleza.

Y finalmente que es un contrasentido pensar que la Naturaleza nos pertenece si no pensamos, de forma recíproca, que pertenecemos a la Naturaleza.

La política económica tiene mucho que decir y hacer desde el interés común. Pero no será fácil para los intereses populares que se debaten en el dilema «trabajo o Naturaleza» y «deuda o extracción». Contra la transformación del mundo militan muchos intereses consolidados en las sociedades capitalistas en que vivimos.

La «nueva comprensión»

La construcción de la nueva comprensión que propone Boaventura de Sousa Santos será resultado de un proceso educativo histórico y de un esfuerzo popular en el seno de la transformación paradigmática de la sociedad.

De allí que la política sólo puede ser creíble si transforma la realidad y crea conciencia.

Somos optimistas y por ello concluimos que la civilización actual no tiene futuro. Tenemos la esperanza de una construcción alternativa que no se base en la destrucción sin precedentes de lo que continúa asumiendo como recurso natural y, por tanto, disponible sin límites.

https://www.elextremosur.com/nota/22560-somos-naturaleza-un-bestiario-ortodoxo-sobre-la-neoliberalizacion-del-medio-ambiente/