“El PBI se conforma de Gasto Público consumo, inversión y comercio exterior. En los noventa se probó la teoría del derrame y no funcionó. Ahora lo armamos como se arman los buenos equipos de futbol: de abajo para arriba. Tenemos que lograr que los cuarenta millones de argentinos sean consumidores plenos. El crecimiento del consumo demanda una mayor inversión. Estos dos ítems, consumo e inversión, impulsan las exportaciones: el consumo te da mayor escala de producción, y la inversión, mayor eficiencia. Ambos bajan los costos y permiten competir a nivel internacional. Así crecen consumo, inversión y exportaciones, y la economía vuela.”
Lo antes mencionado podría haberlo dicho un discípulo de John M. Keynes (economista ingles que interpeló a la economía clásica de principio del siglo pasado y que debido a su aporte en el campo económico los países lograron salir de la depresión causada por la crisis de 1929), pero no es el caso. Lo antes dicho lo pronunció Néstor Kirchner. Dicha política fue eje de la economía kirchnerista durante el primer y segundo mandato, sobre todo.
La ecuación no parece muy difícil de entender, si comprendemos que el mercado interno tracciona aproximadamente el 70% del PBI que generamos. Vale aclarar que si no se recupera el consumo no puede haber reactivación económica, lo que genera pobreza y desigualdad.
Ahora bien, para estimular el consumo interno, la sociedad necesita de pesos en sus bolsillos. El ancla que está actuando sobre ese consumo en la actualidad es el aumento sostenido en el precio de los alimentos. Veamos un ejemplo esclarecedor: el aumento de la carne. La misma aumentó en promedio en el último año Feb- 2019 vs Feb 2020 un 72,4%.
Antes de cualquier análisis hay que tener en cuenta que el año 2020 fue el año de mayor volumen de carne vacuna exportada en los últimos 50 años, pero a su vez el año de menor consumo interno. Hay algo señor lector que no cuaja.
Caso similar sucede con el maíz, que es hoy un insumo básico para cinco cadenas alimentarias esenciales (leche, huevos, pollos, carnes vacuna y porcina) y que ha aumentado mas de un 100% en pesos el valor de la tonelada en los últimos 7 meses.
La economía argentina necesita exportar, es necesario para llevar alivio a las cuentas fiscales. Pero no le sirve a la economía en su conjunto exportar de esta manera. Exportar a costa de cargarle a los precios locales, el precio de exportación. Ahora bien, adentrémonos a las explicaciones que da la mesa de enlace acerca de esta cuestión. La culpa del aumento la atribuyen a la carga impositiva a lo largo de la cadena alimenticia (argumentación clásica del empresariado argentino). Ahora bien, la inflación del 2020 fue de un 36,1%, el salario MVM creció un 33%, no hubo aumento de la presión fiscal, las tarifas estuvieron congeladas. Por lo tanto, cómo puede explicarse dicho aumento.
Como hemos mencionado, se puede juzgar la moralidad o ética de determinado sector, o empresariado, pero está dentro de la naturaleza capitalista, la maximización de las ganancias.
Si tienen que hacer eso a costa del hambre del pueblo, lo harán sin dudar. Debido a esto, es el rol fundamental del Estado. Un Estado que pide información sobre precios, el nivel de producción, las ventas y el abastecimiento de productos a las 1000 empresas más grandes, formadoras de precios, es un Estado que trata de articular las desigualdades que genera dicho sistema.
Lo antes mencionado no es suficiente, el Estado debe desacoplar los precios locales, de los internacionales. Para eso hay muchas alternativas, ya sea aumento de retenciones (segmentando las mismas) o cupos de exportaciones por ejemplo entre las medidas más convencionales. Lo más eficiente sería un organismo regulador del mercado de granos y alimentos. De esta forma se podrá regular no solamente el precio de los alimentos locales, sino también el mercado cambiario. Poniendo fin al manejo monopólico del sector agroindustrial, pero también del sector comercial, a través de las grandes cadenas de supermercados.
Se debe recuperar el poder de compra de los argentinos, pero no para que vaya a los grandes grupos agroexportadores, o a las grandes empresas monopólicas, sino para que aumente el tejido económico y productivo de abajo hacia arriba. Esta es una condición necesaria, pero no suficiente para el dinamismo de la economía local. También es necesario que el sector industrial comience a despegar para generar el empleo necesario. Y para esto es fundamental el acceso al crédito. Si las inversiones no vienen por el sector privado, el Estado debe motorizar el acceso al crédito para dicho sector.
Hemos sido testigos que el kirchnerismo con todos sus errores (y también sus grandes aciertos) y otros movimientos nacionales y populares en América Latina han demostrado que se puede producir más bienes y servicios, crear empleo, que se distribuya el ingreso con mejoras en la participación de los asalariados en el PIB, con impulso a las economías regionales, con imprescindibles obras de infraestructura en todo el país, y con integración comercial entre los países latinoamericanos, partiendo de un shock distributivo, esto es poner plata en el bolsillo de la gente y evitar que las grandes corporaciones aumenten los precios y se queden con ese mayor ingreso y apuntalando al mercado interno y regional.
“La Argentina de los vivos se terminó”, indicó en varias oportunidades el Presidente Alberto Fernández. Para que se terminé la Argentina de los vivos, debemos operar de forma activa y no reactiva. Me refiero a que debemos tomar las medidas necesarias para cambiar la estructura social y económica de nuestro país de forma inmediata. Operar de manera activa implica entre otras cuestiones modificar la carta orgánica del BCRA (para evitar la fuga de dólares a través de toma de deuda), de esta manera cien empresas fugaron en la gestión macrista 24.679 millones de dólares. Implica establecer un sistema de retenciones viables, segmentadas de acuerdo al tamaño del productor, y que sobre todo favorezca no solo las cuentas fiscales, sino también resguarde el valor de los alimentos de los argentinos. Implica la creación de un sistema regulador del mercado de granos y alimentos. Implica tener control y seguimiento sobre la operatoria de la hidrovía Paraná-Paraguay, ya que desde allí se exportan casi el 75% de las exportaciones del país. Implica una real reforma tributaria, necesaria desde hace décadas. No nos permitamos naturalizar que, sobre estas tierras tan ricas, habiten un 40% de pobres.