En psiquiatría se denomina alucinación a un trastorno de la sensopercepción que hace que el sujeto perciba un objeto donde no hay nada (un elefante en medio de un parque vacío) e ilusión al que tiene lugar cuando los sentidos indican un objeto diferente (donde hay un árbol ve un camello). Una pregunta demasiado elemental sería si acaso el P. E. está ocupado por una persona alucinada o ilusionada en el referido sentido psicopatológico.

No lo creemos, no es un caso de psiquiatría, sino de política. La actual gestión se propuso desde su primer momento endeudar sideralmente a la Nación, siguiendo las directivas del totalitarismo financiero del hemisferio norte (ideológicamente racionalizado con la autodenominación de neoliberalismo). Las ha cumplido y lo sigue haciendo al pie de la letra; no lo podría hacer de mejor manera.

Hace poco más de un año, cuando advertimos que era mejor que se fuesen lo antes posible y eso produjo un escándalo y se rasgaron las vestiduras todos los adoradores de una democracias perseguidora de opositores y empresarios nacionales, la deuda no ascendía a la cifra actual y no se había pedido crédito a FMI. Ahora el desastre es inevitable. En algún momento nos quedaremos sin divisas. El FMI puede ayudar a que el desastre se postergue hasta después de las elecciones. En tanto, el aparataje mediático oficialista oculta la realidad con mentiras, lawfare, fakenewsy todas las nuevas denominaciones anglosajonas con que ahora se conocen los principios de Goebbels, desplegadas con inusitado descaro por sus canales y radios monopólicos, a lo que se suman los troll enviados directamente por robots y especialistas adiestrados al efecto, geodirigidos conforme a los big data o manejo masivo de información.

En tanto, el hombre y la mujer de la calle, los humanos de nuestra Patria, no sólo están solos y solas y esperan, sino que lo cotidiano y el desconcierto los angustian. Basta andar algunas cuadras por la ciudad, en particular a las horas de mayor concurrencia y observar los rostros, son expresiones de angustia y no precisamente existencial o metafísica.

Partiendo de la premisa de que el presidente no es un alucinado, sino que simplemente le han impartido algunas lecciones de actuación,  gesticula, modula la voz (aunque no le sale del todo natural), hasta se anima a intentar llorar (en ese momento el camarógrafo se acerca más a tu rostro compungido), aunque siempre se le note un no muy lejano dejo de alumno de primaria recitando en fiesta patria. Por supuesto que todo esto lo hace leyendo, lo que es menos creíble, pero aún puede aprender el libreto de memoria.

Nada hay de ingenuo en el mensaje presidencial y mucho menos en los aplausos entusiastas de su gabinete, bastaba ver los saltos de algunos de sus ministros entusiasmados. Pero ninguno de ellos podía creer que lo que estaban escuchando era verdad, cuando se trata del mejor equipo de entrega de nuestra soberanía que haya habido hasta el presente, nunca más plenamente consciente de su misión. ¿Pero si no creen eso, cuál es el sentido de esa teatralización?

No se nos debe escapar que, según algunos, el discurso presidencial en el Congreso de la Nación fue el lanzamiento de la campaña electoral por la reelección de Macri. Es una hipótesis bien válida. Se sabe que es buena técnicade cualquier candidato hablar siempre como triunfador, mostrarse como el héroe que se está batiendo contra todos los males y los está superando a todos. Suena un poco extraño como táctica en estas circunstancias, pero es razonable pensarlo si tenemos en cuenta que tampoco le queda otra alternativa. En su situación, si quisiese hacer una campaña electoral respetando un poco más la verdad, tendría que pedir demasiados perdones y esgrimir muchas más disculpas y explicaciones que las que deja caer en el discurso alucinado: la “pesada herencia”, la “malaria” internacional, etc. Seguramente iría a una derrota de cabeza por ese camino, de modo que el único que le resta es el de la teatralización alucinatoria.

Esa es una de las interpretaciones que cabe tener en cuenta, pero no es la única. Quizá haya otra sobre la que es menester prestar atención, reflexionar y, en última instancia prepararse para desbaratarla.

Tengamos en cuenta que el endeudamiento sideral con que ha comprometido nuestra economía lleva inexorablemente a una catástrofe. En algún momento se acabarán las divisas, los intereses insólitos harán que los tenedores de papeles teman no cobrar más intereses ni capital y se vuelquen a las divisas y todo estalle por el aire de la peor manera. No hay más crédito del mercado y el Fondo tiene fondo también. La bomba está instalada, la mecha encendida, pero no sabemos cuándo el fuego llegará al explosivo, aunque es imposible desactivarlo. Miramos impotentes el camino de la catástrofe que ha montado esta administración, gobierno o régimen, como quiera llamárselo.

¿No lo ve el equipo que montó la bomba? Sería ingenuo creer que participa de una alucinación triunfalista, que cree que vamos por el camino del bienestar de todos los argentinos, que se crearon puestos de trabajo, que nuestras universidades están felices, nuestros científicos exultantes, nuestra economía en plena reactivación. Ninguno de ellos es poco inteligente. No confundamos, este gobierno no se ha equivocado, ha sabido en todo momento lo que hacía y lo sigue sabiendo, la inteligencia a un don que puede ser usado para el bien como para el mal. Si bien el verdaderamente inteligente nunca la usa para el mal, el cálculo del rendimiento negativo siempre es a mediano o largo plazo, pero en el corto plazo es otra cosa.

Por ende, bien puede ser que incluso jugando el triunfo electoral en base a mentiras y creación de realidad, no descarte perder y, en tal caso, colocar a la actual oposición en una tremenda encrucijada: seguimos nosotros con nuestro discurso de triunfadores o les damos el gobierno (no el poder) a ustedes por un puñado de votos de diferencia, ustedes ponen la cara, nosotros seguimos manipulando a los medios monopólicos y a la justicia penal, esperamos que la bomba les revienta en la mano, los hacemos responsables del desastre y volvemos para seguir devastando el país, entonces con el pretexto de que nuevamente debemos cargar con una “pesada herencia” y con la ventaja de estar más legitimados para reforzar los mecanismos y medidas de entrega de nuestra soberanía y de represión a los opositores políticos y a nuestro capital productivo nacional.

Hemos tenido experiencias de retorno de salvadores, como la de Cavallo en el 2001, y sabemos en qué terminó, aunque esta sería peor. La primera variable (conseguir la reelección), tarde o temprano llevaría al desastre si es que merced al Fondo no estalla antes de las elecciones. La segunda, perder las elecciones y entregar el gobierno pero retener el poder mediático, financiero y judicial, permitiría imputar el inexorable desastre a otros. De cualquier manera, tarde o temprano deberán dar cuenta del desastre, pero cuanto más tarde sea peor serán las consecuencias.

Se trata de un programa maligno al extremo, pero la encrucijada existe, está frente a nuestros ojos. Y la salida no es bajar los brazos, sino hacerse cargo de las dos variables, enfrentarlas, denunciarlas, crear consciencia. El hombre y la mujer deben dejar de sentirse en soledad y esperando, alguien les debe explicar y acompañar, y eso no puede hacerlo nadie más que el movimiento popular cuyas raíces se remontan a nuestros próceres de la emancipación, pasando por los caudillos federales y renovándose en el siglo pasado. Esa es la voz que esperan el hombre y la mujer que cargan ahora su angustia.

No estamos en una encrucijada insalvable ni mucho menos, sólo que es necesario actuar sabiendo que debemos enfrentar un único y claro objetivo estratégico (el sometimiento al colonialismo financiero) que ensaya dos tácticas posibles y no excluyentes: seguir hasta la catástrofe o permitir que estalle volando las manos de otro para adjudicarla a la víctima manca.

No basta con ridiculizar el mensaje presidencial, la teatralización, sino caer en la cuenta de que no es nada ingenuo, que muestra la maligna intención de colocar a toda la fuerza popular y nacional en una encrucijada y es deber de ésta estar a la altura de las circunstancias y, por consiguiente, advertir y denunciar la táctica desplegada por quienes quieren seguir entregando la Nación. Esto debe ser gritado con fuerza en cada plaza, en cada barrio, en cada esquina, para que todo el aparataje de tecnología de la mentira resulte inútil. Ahora sí, cada uno de los hombres y mujeres que integran el movimiento popular, en serio lleva en su mochila el bastón de mariscal. Todos somos responsables frente al desafío colonial.

*El título pertenece a los editores de la página.