Perverso: del latín pervertere (volcar, invertir, dar vuelta).
Si bien esta palabra, vulgarmente se ha tomado para designar a quienes harían daño disfrutándolo, desde la psiquiatría se utilizó históricamente para designar conductas que en los siglos 19 y primera mitad del 20 se consideraban como desviadas.
El psicoanálisis vino a dar otro uso al término refiriéndolo a conductas que buscan un goce sin límites, límites que adquirimos progresivamente al pasar de la infancia a la adolescencia y luego a la adultez. Freud lo describió como lo opuesto a la neurosis; la neurosis tiene todos esos límites como represión y la falta de límites como imagen fantasma. Lacan lo relató como un intermedio entre la neurosis y la psicosis.
Si intentáramos hacer una referencia, por demás sintética, en cuanto a la interacción entre las personas y entre las personas y el medio, podríamos decir que el neurótico tiene una percepción de realidad similar a la mayoría de las personas y tiene diversos grados de dificultad para adaptarse e interactuar con ella, desde este punto de vista los “sanos”, seríamos saludables neuróticos o neuróticos adaptados.
En el caso del psicótico la percepción de realidad es diferente a la del resto de las personas y constituye lo que llamamos “delirio”; como el psicótico vive en otra realidad, si hace algo que nos dañe y en su realidad es adecuado, no siente culpa y no entiende porqué debería sentirla.
Vayamos entonces al tema que nos ocupa: el psicópata perverso. El psicópata perverso percibe la realidad como cualquier neurótico, por eso es legalmente punible, a diferencia del psicótico; pero la invierte, la da vuelta en su beneficio, y al igual que el psicótico, no siente culpa, él está por encima de todo, carece de empatía, esa condición inexcusable para una vida comunitaria, y se siente con derecho a utilizar cualquier medio para lograr sus objetivos.
¿Cómo funciona el goce y cómo funciona el goce del perverso?
En principio hay que hacer algunos comentarios sobre el concepto ‘goce’ por fuera del concepto freudiano. El goce, posiblemente sea: la intensidad. La posesión del presente, que aunque sea lo que siempre estamos viviendo parece frecuentemente inasible. Pareciera que con demasiada frecuencia tenemos nuestra mirada puesta en el pasado o en el futuro. El goce es el placer y el goce es el dolor. El dolor es inexorablemente presente, podemos comunicarlo pero es imposible compartirlo de la misma manera en que lo sentimos. Solidariamente habrá otro dolor en quien nos acompaña, o lo sentiremos nosotros por quien deseamos acompañar; pero en la experiencia, es intransferible, no logra salir de nuestra percepción subjetiva. El placer es más elusivo, se nos escapa de las manos, estamos tan condicionados cultural y subjetivamente por la culpa y el miedo que en muchos casos los humanos recurrimos a la desinhibición del alcohol u otras substancias para poder experimentarlo. El placer se nos escapa como presente porque estamos permanentemente condicionados por el pasado y el futuro, por la historia y las consecuencias. Los franceses llaman al orgasmo y a su período inmediato posterior, un episodio paradigmático de placer, “la petite mort”, esto refiere al abandono y la falta de control; pero también a la transitoriedad de ese estado. Históricamente los estados de alegría prolongados, designados como euforia, han sido mirados con desconfianza por la sociedad occidental en su tradición judeo-cristiana. Hasta aquí entonces el goce tal como lo podemos vivir los llamados neuróticos, según los primeros párrafos de este escrito.
El psicópata miente como uno de los medios de manipulación para lograr sus objetivos, para obtener el control; el psicópata perverso miente además por placer. La mentira es más que un medio para lograr el fin que pretende . Su gozo está en que su mentira sea creída, en lograr la penetración en la subjetividad del otro, esto le da sensación de poder y control, de impunidad. Es un actor ávido de aplausos y eso representa para él lograr la credibilidad.
La perversión busca el poder de violar la subjetividad del otro a través de la mentira, utilizando la fuerza de las palabras para generar la ilusión de modificar la realidad.
Esto muchas veces nos remite a algunas de las herramientas utilizadas por el capitalismo en su ejercicio publicitario, como la creación de falsas necesidades con el objetivo de generar el consumo de bienes superfluos o innecesarios.
Existe en la actualidad una doctrina económica que se estructura desde un discurso indudablemente psicópata y perverso, se llama neoliberalismo. Sus mentores crearon el concepto de “Darwinismo social”, el libre mercado dice quien pierde y quién gana y necesariamente el grande se comerá al pequeño. Para los neoliberales la desocupación es una necesidad estructural porque es un disciplinador social. Si la oferta de puestos de trabajo es baja y los candidatos a ocupar cada puesto son muchos, el trabajador no podrá protestar por salario o derechos porque sería inmediatamente reemplazado por un desocupado deseoso de ocupar ese puesto desde su situación de extrema necesidad. El discurso neoliberal le dirá al desocupado que perder su trabajo es una oportunidad, la oportunidad de convertirse en emprendedor, de ser su propio patrón; lo que no dice es que el progreso de los emprendedores es un lugar para pocos y la desocupación un camino seguro a la miseria para muchos.
Esto rompe lazos sociales y solidarios, es el río revuelto en el que ganan los pescadores, y los pescadores son los dueños del poder económico. Hemos tenido y tenemos en nuestro país conspicuos ejemplos de psicópatas perversos, esos que dicen una cosa a la mañana y a la tarde lo contrario sin que se les mueva un pelo, “pero si io, io nunca he dicho eso” decían Carlos Saúl y su hermano en innumerables ocasiones, también tenemos una anciana perversa ocupando espacios importantes en la televisión que le llamaba “presidente” a Videla y dictadora a Cristina, aunque uno proviniera de un gobierno de facto y la otra de un gobierno constitucional elegido por el pueblo. Perverso fue decir que se atentaba contra la libertad de prensa en los gobiernos de Néstor y Cristina en un país en el que como decía Galeano, “te enterás de que no hay libertad de prensa por la tapa de los diarios”. Conducta perversa es la que exhiben todos lo que se rasgaban las vestiduras cuestionando la legalidad de los actos del gobierno de CFK, que fueron legales, mal que les pese, y que defienden la conducta de un presidente que decidió gobernar por decreto, violando la constitución y desconociendo leyes dictadas por el congreso. Un presidente que devaluó para beneficiarse él y sus cómplices con el dólar futuro y perversamente demandó al gobierno anterior, suspendió las retenciones, liberalizó la importación con la consecuente destrucción de sectores de la industria nacional, y sabemos que cada fábrica que cierra implica despidos, reducción en el consumo y achicamiento de la economía. Generó una deuda ilegítima con el FMI, de dinero que después su banda fugó. Prometió pobreza cero y partiendo de una pobreza del 12 al 15% la llevó al 35% de la cual no hemos podido salir, es más, aumentó al 40%, ya que la recuperación económica lograda por el gobierno actual, a pesar de la pandemia, benefició al gran capital y no a los trabajadores. Se calcula que el 83% del crecimiento de PBI fue absorbido por las grandes empresas. Existe la amenaza de volver a la desocupación de los 90 (los desocupados son los desaparecidos de la democracia neoliberal, porque la exclusión genera muertos civiles). Ya está la promesa desembozada de los sectores neoliberales de eliminar todas las conquistas sociales laborales, de achicar o eliminar la educación y la salud pública. Se ha llegado al punto por parte de uno de los representantes más fascistas del neoliberalismo de plantear privatizar las calles internas de las ciudades o legalizar la venta de órganos humanos, léase órganos de pobres que servirán como repuesto para los ricos.
En la actualidad estamos viviendo una inflación que parece incontrolable. Por un lado Macri liberó a los exportadores, durante su gobierno, de la obligación de liquidar los dólares de las exportaciones ante el banco central, con lo cual es imposible que este genere reservas, por otro, una pocas corporaciones, fundamentalmente las que controlan la producción de alimentos y su comercialización aumentan los precios a su antojo con el objetivo de generar inflación, el golpe blando. Entonces hoy aparece en los diarios uno de los psicópatas perversos (La rata) al servicio de estas corporaciones lamentándose de que la pobre gente, cada vez que va al supermercado, ve que el dinero no le alcanza, mintiendo una empatía hacia los que son víctimas de lo que su propio sector provoca.
En resumen hay dos proyectos contrapuestos en este país, he aquí la famosa grieta; el de un estado que contenga a todos los habitantes del país interviniendo en la economía para garantizar que no haya exclusión, y el de un estado que se retira para dejar en manos del mercado, que por supuesto está manejado por las grandes corporaciones multinacionales (el capitalismo salvaje), el destino de la economía y por ende de los habitantes, dejando sí, para el estado, el papel de mercenario represor al servicio de esos intereses. En el medio, un gobierno que no ha logrado conformar a nadie. Popular en lo discursivo y cediendo ante los intereses de los grandes capitales en la práctica.
Se avecinan elecciones. Si el neoliberalismo, que desde lo fáctico tiene el poder económico, lo legaliza a través de un triunfo electoral, nuestro panorama como país será más que trágico, quedaremos sumidos en la desocupación y en el crecimiento grosero de la pobreza. Las clases medias, que en la práctica demuestran despreciar a los pobres, quejándose por la ayuda social que reciben, sin mirar los subsidios millonarios que reciben las grandes empresas y que representan muchas veces el valor de esa por ellos odiada ayuda social, pasarán irremisiblemente a engrosar las filas de la pobreza y, como decía un viejo tango, a formar fila pa’ tomar un plato ‘e sopa.