Al estallar la Segunda Guerra Mundial, el Presidente Franklin D. Roosevelt decretó la neutralidad de Estados Unidos advirtiendo, sin embargo, que “en un mundo globalizado la ruptura de la paz en algún lugar, compromete la paz en todas partes”. El Presidente ruso, Vladimir Putin, usó este argumento en la Conferencia de Seguridad de Munich de 2007 para advertir que el mundo surgido en 1945 era unipolar, y su centro, Estados Unidos, imponía su voluntad recurriendo al uso brutal de la fuerza y sin contención alguna por parte de la comunidad internacional nucleada en las Naciones Unidas y sus organismos. Putin anticipó el colapso de ese mundo porque “el centro se había destruido a sí mismo, desde adentro” y criticó el avance de la OTAN hacia las fronteras de Rusia luego de la disolución del Pacto de Varsovia y en flagrante violación de las garantías dadas por funcionarios norteamericanos de que esto no iría a ocurrir. En este contexto, se preguntó: “Si Rusia transitó en democracia de un régimen político a otro, sin guerra civil y sin amenazar a ningún país, ¿contra quién es este avance de la OTAN?” [1].

El eco de esta pregunta resuena a lo largo del tiempo y hoy ilumina a las múltiples causas del conflicto en Ucrania.

En 2014, un “golpe blando” gestionado por el Departamento de Estado norteamericano sustituyó a un gobierno aliado a Rusia por otro, pro-americano y hegemonizado por grupos neonazis. En vísperas de este golpe, se descubrieron grandes yacimientos de petróleo y gas en Ucrania, que se convirtió de la noche a la mañana en la segunda potencia energética de Europa. Se firmaron contratos con Chevron y Shell para explotar estos recursos, pero la invasión rusa en febrero de este año paralizó su explotación. Así, desde un inicio, el gas y el petróleo impregnaron al conflicto con Ucrania. Ahora, las sanciones económicas impuestas a Rusia iluminan la enorme relevancia que este país tiene para el normal funcionamiento de la economía global y vuelven a resignificar el conflicto que se desarrolla en suelo europeo. Con la mitad de la población existente en la era de la Unión Soviética y con un PBI equivalente al de España, Rusia hoy concentra enormes recursos naturales no renovables y produce y exporta una proporción tan significativa de bienes y productos esenciales que su interrupción amenaza con precipitar una recesión global.

Por otra parte, la guerra en Ucrania también sintetiza la tragedia de un capitalismo global monopólico que, habiendo engendrado una crisis sistémica, se encuentra acorralado en un brete y fuga hacia su autodestrucción. Este capitalismo multiplica las guerras, destruye la naturaleza y el clima, agota recursos naturales no renovables esenciales al crecimiento económico, potencia la desigualdad económica y social y erosiona brutalmente la legitimidad institucional tanto en el centro como en la periferia del orden global. Ahora, gracias a la guerra en Ucrania y a las sanciones contra Rusia, la crisis energética, la falta de liquidez del sistema financiero internacional, la recesión de la economía global, la pobreza y las hambrunas muestran su conexión sistémica.

Hay, sin embargo, algo más: la guerra contra Ucrania ha dado lugar a una guerra informativa que construye un relato silenciando las causas del conflicto, multiplicando la censura y la desinformación y transfiriendo a un Putin despiadado y ávido de poder la responsabilidad de todo lo que ocurre en el mundo. Este relato no nace de un repollo, se enraíza en una fase del capitalismo que digitaliza todos los aspectos de la vida social y convierte a la información en una mercancía de importancia central para maximizar ganancias y reproducir la dominación política. Estos monopolios siembran el miedo y el odio en una población cada vez mas aislada y fragmentada, logrando así manipular comportamientos de manada y bloquear el disenso y las críticas. No obstante, la violencia desembozada de la política exterior norteamericana y las sanciones económicas contra Rusia profundizan el descalabro económico y financiero global, afianzan la multipolaridad y crean nuevas oportunidades y riesgos para los países de la periferia. En los tiempos que corren, la energía, el dólar y los actores sociales que obturan el crecimiento con inclusión social ocupan el primer plano del escenario político, tanto en el centro como en la periferia del orden global. Así, las causas de los problemas que nos aquejan empiezan a tener una cara, un nombre y un apellido. Esta visibilidad permite desgarrar las máscaras de la desinformación y preparar el terreno político y social para provocar cambios sustanciales en el mundo.

¿Hacia el enfrentamiento directo entre potencias nucleares?

Los acontecimientos de la semana pasada contribuyen a profundizar una dinámica del conflicto en Ucrania que parece sustituir intencionalmente el diálogo y la negociación por una intensificación creciente del enfrentamiento militar.

Desde el fin de semana anterior, ataques rusos con misiles hipersónicos contra bases de entrenamiento y de armamentos de la OTAN en territorio de Ucrania llevaron un mensaje al corazón del Pentágono: Rusia tiene capacidad para golpear en cualquier parte del mundo con misiles que superan más de cinco veces la velocidad del sonido, portan cualquier tipo de armas y no pueden ser detectados porque Estados Unidos todavía no ha logrado dominar esta tecnología de avanzada [2]. Estos ataques fueron acompañados por la formulación, el lunes 21, de un ultimátum a Mariupol, centro de operaciones de los batallones de neonazis: cese de hostilidades inmediato para facilitar el desarme y el abandono de la ciudad o intensificación de la “desnazificación”. Este ultimátum fue rechazado por alcalde de Mariupol. Hacia el miércoles, este había huido y se estimaba que cerca del 80% de la ciudad está hoy bajo control ruso. La semana pasada también se acordaron nueve corredores humanitarios en el país. El viernes, un alto jefe militar ruso confirmaba que el objetivo central en esta etapa es la desmilitarización y desnazificación de las zonas liberadas en el sur-este de Ucrania, mientras se avanza lentamente en el resto del país para limitar las muertes de civiles [3].

Por su parte, el Presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, reclamó nuevamente más armas y apoyo financiero de la OTAN y manifestó su interés en negociar con Putin, advirtiendo que si el diálogo se frustraba, sobrevendría la Tercera Guerra Mundial. El vocero de Putin alertó que cualquier país que envíe armamentos a Ucrania será considerado enemigo y que Rusia está dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias, incluida la guerra nuclear, si intervienen en el conflicto los países de la OTAN o el gobierno norteamericano.

El Pentágono y la OTAN respondieron amenazando con la inminencia de un ataque ruso con armas biológicas/químicas, usando una bandera falsa y calificaron al riesgo de guerra nuclear como una “retórica peligrosa” que no cambia “nuestra política de disuasión estratégica” [4]. El jueves, luego de una reunión extraordinaria realizada en Bruselas en la que participó el Presidente norteamericano Joe Biden, la OTAN acusó a Rusia de romper la paz en Europa, la intimó al cese de operaciones para entrar en negociaciones, descalificó la amenaza de guerra nuclear y anunció el envío de 40.000 soldados y múltiples aviones de combate y armas sofisticadas a los países de Europa del este próximos a la frontera con Rusia. La OTAN “se organiza (…) ante una realidad estratégicamente más peligrosa” que puede ser detonada por Rusia con el uso de armas químicas, biológicas, nucleares y hasta cibernéticas. Dejó así flotando en el aire la posibilidad de que estos supuestos ataques desencadenen su participación directa en el conflicto [5]. El viernes era total la falta de comunicación entre los altos mandos de las Fuerzas Armadas rusas y norteamericanas. Estas circunstancias potencian la posibilidad de errores de comunicación con consecuencias desastrosas.

Petróleo, finanzas y dólar

Para Biden, “la economía mundial está en un momento de inflexión (…) y (la invasión rusa a Ucrania) presenta oportunidades únicas para provocar cambios significativos (…) hay ahí un nuevo mundo y lo tenemos que liderar (…) unificando al mundo libre tras de nosotros” [6]. El CEO de Raytheon –la corporación de armamentos que junto con Lockheed Martin acapara la venta de armas a Ucrania– está convencido de que estas tensiones facilitan un mayor caudal de financiamiento para la guerra y “Raytheon se beneficiará con esto” [7].

Por otra parte, las sanciones contra Rusia agudizan la crisis energética y exponen ahora un “déficit sistémico” en el abastecimiento mundial de diésel, que podría agravarse y conducir en el corto plazo al desabastecimiento global. Esto ocurre en un momento en el que las reservas en Estados Unidos están en un nivel un 20% menor al promedio existente en los cinco años anteriores a la pandemia y el nivel de reservas de diésel en Europa es el más bajo desde 2008 [8]. Recientemente, la situación se ha agravado: temiendo sanciones futuras, los traders europeos se autolimitan en sus compras de diésel ruso. Esta situación ha llevado a las refinerías rusas a disminuir su producción de diésel. Todo esto afectará en el corto plazo el tráfico de camiones y las cadenas globales de suministro tanto en Europa como en Estados Unidos [9].

Hay, además, otro problema: la disminución de la producción de petróleo en la propia Rusia. La restricción voluntaria de la compra de petróleo y gas ruso por parte de los grandes traders que temen ser sujetos de futuras sanciones ha dislocado a las cadenas de abastecimiento de petróleo ruso. Ante la imposibilidad de derivar rápidamente hacia otras regiones del mundo lo que no puede vender en Occidente, Rusia ha disminuido su producción de petróleo, aumentando la escasez mundial del producto y su impacto sobre los precios.

A su vez, el shock en el abastecimiento de petróleo y gas natural no puede ser compensado con una mayor producción por parte de otros países. Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos no suplirán esta falta. Esto refleja la creciente cooperación estratégica entre Rusia y la OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo), al tiempo que deja entrever un problema más fundamental: la disminución de la capacidad productiva de petróleo y gas tanto de la OPEC como de sus dos principales actores [10]. La situación expone a un fenómeno muy temido: el agotamiento de recursos naturales no renovables.

La reciente decisión de Putin de obligar a las “naciones hostiles” a pagar sus importaciones de gas ruso con rublos ha contribuido a reforzar el valor de esta moneda. Esta política se suma a la decisión china de comprar con yuanes el petróleo que importa de Arabia Saudita y motiva el alerta financiera generalizada. Por estos días, Goldman Sachs, y luego el FMI, señalaron que al congelar las reservas de divisas de Rusia en los Bancos Centrales del mundo, la Reserva Federal norteamericana ha dejado entrever el peligro que corren las reservas en dólares y euros de otros países que pueden ser sujetos a sanciones similares y  de una posible erosión del dólar como moneda internacional de reserva [11].

Argentina: movilización y esperanza de un cambio

El viernes pasado, el Directorio del FMI aprobó el Acuerdo con la Argentina y la evidencia de un brutal condicionamiento de la política nacional empezó a salir al aire libre. La introducción de una cláusula que estipula que “de conformidad con los compromisos en los Acuerdos con el FMI, evitaremos introducir o modificar Prácticas de Múltiples Monedas y acuerdos de pagos bilaterales” [12] ilumina los subterfugios llevados adelante por los funcionarios que negociaron este Acuerdo para presentar al mismo como la única salida posible: un clásico de la guerra informativa que obtura la reflexión y la crítica, inculcando el miedo atávico ante lo desconocido.

Esta cláusula, de ser cierta, nos ataría a la geopolítica del dólar y limitaría el crecimiento del país. Como hemos visto más arriba y en otras notas: la guerra con Ucrania ha resquebrajado al circuito del dólar y hace posible el intercambio bilateral, pagadero con monedas propias. Esto es aprovechado actualmente por varios países, entre ellos, Arabia Saudita, China, Rusia y la India. Más aún, Rusia tiene actualmente existencias de gas y petróleo que ofrece a precios muy inferiores a los internacionales y que pueden ser negociados por fuera del circuito del dólar. Nuestro país necesita importar gas para cubrir la demanda actual. Al mismo tiempo, necesita establecer formas de intercambios de distintos bienes que permitan salir de la dolarización y poner fin a una de sus principales causas: la existencia de una matriz productiva con alta dependencia tecnológica, impulsada por un modelo agroindustrial que reproduce la crónica falta de dólares.

La dinámica de nuestra balanza comercial en el último año muestra cómo las importaciones crecen a un ritmo mayor que las exportaciones, a pesar del fabuloso crecimiento de los precios de estas últimas. Este modelo cobija a los desconocidos de siempre: los monopolios que, controlando sectores clave de la economía, pueden formar precios, especular y hacer corridas cambiarias y desestabilizar las políticas “populistas” que buscan incluir a los pobres. Mientras Mauricio Macri enuncia su discurso del miedo y el odio convocando a una hiperinflación para que explote todo y la gente se convenza de la necesidad de someterse a las famosas reformas estructurales [13], estos concretan sotto voce el ajuste, licuando con inflación los salarios y jubilaciones/pensiones al punto tal que buena parte de los trabajadores formales tiene hoy salarios que no alcanzan para alimentarse y llegar a fin de mes.

Es en este contexto, las fabulosas movilizaciones multitudinarias concretadas la semana que pasó para conmemorar el Día de la Memoria y a la vez protestar contra el Acuerdo con el FMI marcan un antes y un después: muestran que la organización y la movilización del pueblo, y especialmente de su juventud, desde abajo y hacia arriba, es el camino a seguir en los meses que vienen para parar la arremetida desestabilizadora de los desconocidos de siempre, los condicionamientos del FMI y la “tibieza” de nuestros representantes. Ese es el sendero que empodera a la población y siembra la esperanza de un cambio. ¿Por qué no seguir este camino en los meses que vienen para controlar los precios en todas las cadenas de valor y para organizar un plebiscito a nivel nacional contra el Acuerdo con el FMI?

 

[1] https://is.muni.cz/th/xlghl/DP_Fillinger_Speeches.pdf
[2] “El Presidente Biden admitió el uso de estos misiles. Son hipersónicos. imposibles de parar”. Para el gobierno inglés, los rusos usan estos misiles “para distraer la atención de su incapacidad para avanzar en el terreno”, businessinsider.com, 21/03/22.
[3] zerohedge.com, 25/03/22.
[4] zerohedge.com, 23 y 24/03/22.
[5] zerohedge.com, 24 y 25/03/22.
[6] zerohedge.com, 22/03/22.
[7] zerohedge.com, 23/03/22.
[8] oilprice.com, 22/03/22.
[9] zerohedge.com, 22/03/22.
[10] oilprice.com, 22/03/22; dallasfed.org, 22/03/22.
[11] zerohedge.com, 21/03/22; zerohedge.com, 24/03/22.
[12] lpo.com, 25/03/22.
[13] lpo.com, 23/03/22.

 

RELATOS DE MIEDO Y ODIO