Un dirigente radical de largo recorrido me decía sonriente: “Estamos viendo a Macri en estado puro, sin el control del entorno”, para referirse a los distintos desbarranques verbales del expresidente en las últimas semanas.
La ida a Madrid del líder de Cambiemos a días de un cierre de listas y la renuncia de la presidenta de su partido a competir en los comicios legislativos, han abierto conjeturas fundadas de un predominio del ala moderada de la coalición opositora Juntos por el Cambio en el armado de la oferta electoral de medio término.
Recientemente, el Supremo Tribunal Federal de Brasil invalidó los procesos y las condenas perpetradas contra Lula en el denominado caso “Lava Jato”. Consecuentemente, el expresidente queda habilitado para presentarse como candidato en las elecciones ejecutivas del año próximo. Lula ha iniciado conversaciones con un amplio espectro de actores políticos y sectoriales, priorizando la “conformación de alianzas que doten de gobernabilidad” -según sus propias palabras- a una eventual administración del PT, si es que el pueblo brasileño así lo decide. Un esquema parecido al estructurado por el Frente de Todos en la Argentina.
Ambos hechos parecieran indicar que el “bolsonarismo” o el “pichettismo” en versión criolla se agotaron rápidamente, o, al menos, que “no garpan” electoralmente.
Un rápido vistazo de la región permite observar que Chile adoptó la vía de reforma de la Constitución heredada de la dictadura como resolución de un conflicto planteado por una sublevación social contra el “modelo socioeconómico exitoso” de tres décadas. Alzamiento popular que fue duramente reprimido por Piñera en el inicio.
La eyección veloz de los golpistas bolivianos y la entrega del gobierno a la fuerza política que fue ratificada en las urnas, por segunda vez, también marca una señal de normalización continental. Aunque también la búsqueda de consensos y gobernabilidad obligó a un recambio de las cúpulas dirigenciales del MAS que gobernó Bolivia por catorce años.
Se demora la proclamación de Pedro Castillo como presidente del Perú y la situación de Colombia asume aristas represivas aún más graves que las de Chile. Si ambos países logran resolver rápido estas situaciones de inestabilidad, Suramérica estará en mejores condiciones de afrontar la reparación de los daños provocados por la pandemia.
Ahora bien, cabe preguntarse si es posible que continúe a paso firme la restauración del modelo neoliberal que se ha encaramado desde mediados de la década pasada sobre pueblos lacerados por la miseria estructural agravada por el virus. Si la respuesta es afirmativa, la precaria institucionalidad moderada descripta en los párrafos anteriores se derretirá como hielo al sol, retornando un escenario de sublevaciones y violencia.
La segunda pregunta que emerge es entonces ¿cuál es la alternativa al neoliberalismo?, incorporando en la evaluación de la respuesta la dimensión política moderada de los gobiernos populares que han surgido como respuesta a la oleada conservadora de mediados de la década anterior. Caracterización precisa realizada por Álvaro García Linera y comentada en columnas pasadas.
Moderación por izquierda y moderación por derecha para administrar la recuperación, pero ¿con cuál modelo económico?
El intelectual chileno José Gabriel Palma ha publicado hace algunos meses un breve ensayo titulado “América Latina en su ´momento gramsciano’. Las limitaciones de una salida tipo ´nueva socialdemocracia europea’ a este impasse”, en el que aborda la presente coyuntura señalando la inviabilidad de una restauración neoliberal pura y dura, pero también los riesgos implícitos en la repetición de modelos de moderación importados y muy estrechos a la hora de dar respuesta a las demandas populares.
Define como “momento gramsciano” el que atraviesa la región al referir las palabras del intelectual italiano en cuanto a “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo se está muriendo y lo nuevo no logra nacer”. El neoliberalismo no puede ser reimplantado en su forma pura y debe ser atenuad. La receta para diluirlo la otorgan las políticas impulsadas y ejecutadas por los movimientos socialdemócratas en Europa posguerra Fría.
Las ideas de aceptar la libre capacidad de los agentes económicos para asignar recursos y corregir las enormes asimetrías que provocan sobre los trabajadores desde el Estado con impuestos y transferencias de subsidios que aseguren un “piso de ciudadanía”, comienzan a ser evaluadas por las clases dominantes como salida para la región en la pospandemia.
En suma, convalidar el deterioro sufrido por el salario directo en estos años y compensar esa caída con ofertas de bienes sociales accesibles: canasta alimentaria, seguros de desempleo, protección de salud, garantía de educación, etc. Programas que ya se han venido implementando durante la propagación del virus y que podrían alcanzar un estatus institucional permanente con un volumen mayor de recursos y organización estatal.
La correcta identificación del momento que atraviesa la región y los planteos desde las elites oligárquicas para enfrentarlo -formulado por Palma en su ensayo- conecta con la necesidad de Estados Unidos de alinear al continente con su enfrentamiento con el bloque euroasiático, referido en columnas pasadas.
El gobierno de Joe Biden promoverá políticas que aseguren calma en un continente que puede salir, si se desencadenan graves conflictos sociales, de la esfera de influencia del bloque anglosajón que lidera.
El tema se desplaza entonces a los dirigentes de los movimientos nacionales y populares de Suramérica y su capacidad de elaborar y ejecutar alternativas a los planteos imperiales y oligárquicos.
https://www.eldestapeweb.com/opinion/economia/giro-imperial-hacia-la-moderacion–202171018210?utm_medium=Social&utm_source=Twitter#Echobox=1625955222