Una arquitectura financiera es un diseño institucional y tecnológico de poder monetario que permite organizar, administrar y controlar los movimientos monetarios de personas, familias, organizaciones, empresas y Estados nacionales.

A nivel doméstico, esa arquitectura está dada por los Bancos (donde tenemos nuestras cuentas en dinero fiduciario disponible) y las empresas emisoras de las tarjetas de crédito (donde se nos ofrece una riqueza disponible en dinero plástico). Ambas se encuentran cuidadosamente interrelacionadas y celosamente custodiadas por el Veraz y otras instancias de control cruzado. Al estar bancarizados, nuestra vida transcurre en la telaraña financiera. Y ya sabemos quién es la araña. Para algunos está la Banelco de reconocidos bancos que nos categorizan como prestigiosos, eminentes, ejecutivos o preferenciales; para los pobres de toda pobreza tenemos la tarjeta Alimentar de ANSES. En el mundo de las finanzas somos números y plásticos.

La arquitectura financiera internacional es una planificación de poder mundial que incluye marcos, normas, instituciones y mercados financieros globales, así como los acuerdos de gobernanza para garantir la estabilidad y el funcionamiento de los sistemas monetarios y financieros mundiales. Responde a las preferencias en materia de política de las grandes economías para dar respuesta a las perturbaciones y crisis económicas y financieras.

La AFI (arquitectura financiera internacional) nació en 1945 tras la Segunda Guerra Mundial. Fue la sobremesa de los vencedores, el brindis hacia el futuro, una consecuencia de los acuerdos para garantir las cobranzas de la deuda de los vencidos y, de paso, organizar el mundo de acuerdo a sus conveniencias. Lo cierto es que no está respondiendo a los requerimientos internacionales. Diseñada por y para los países vencedores e industrializados de la posguerra, en otro momento histórico: ni los riesgos globales climáticos, ni las desigualdades sociales, incluida la desigualdad de género, ni la guerra de monedas, ni la emergencia de nuevos actores se consideraban retos importantes del desarrollo. La AFI ya presentaba deficiencias estructurales en el momento de su concepción, pero garantizaba la estructura dominante.

Y el plano de los arquitectos del poder se ha vuelto más incompatible con la realidad y las necesidades del mundo actual multipolar, lo que hace que la AFI no sirva en absoluto para su propósito en un mundo marcado por el incesante cambio climático, los crecientes riesgos sistémicos, la desigualdad social extrema, los arraigados prejuicios de género, unos mercados financieros muy integrados y vulnerables al contagio transfronterizo y los drásticos cambios demográficos (inmigración africana en Europa), tecnológicos (inteligencia artificial), económicos (tránsito energético) y geopolíticos (emergencia de los BRICS).

A pesar de las críticas de la propia UN (Informe de políticas de Nuestra Agenda Común 6. Reformas de la arquitectura financiera internacional, mayo 2023) la ortodoxia neoliberal reclama más capitalismo financiero y advierte que la economía mundial está plagada de desequilibrios que no es posible corregir en el marco del actual (no) sistema monetario internacional. Y proponen una economía mundial dolarizada y se espantan con la emergencia de alternativas como los BRICS.

Los bancos son los operadores de la AFI. Por eso siempre se los salva y se los rescata de las crisis que ellos mismos ocasionan y diseminan. En el mundo y en Argentina. Rescates públicos y privados, pero siempre rescate.

En el pasado marzo 2023 un total de 11 grandes bancos de Estados Unidos, liderados por JP Morgan, ha decidido acudir en auxilio del 14º mayor banco del país por activos y efectuar el rescate privado para el First Republic Bank por u$ 30.000M.. Ese mismo mes, el gobierno de Estados Unidos sale al auxilio tras la quiebra de Silicon Valley Bank por u$ 21.000M.. Y hay más, mucho más. Siempre se salva a los bancos porque son los agentes dinámicos de la AFI.

En Argentina esos salvatajes tienen raíz histórica. En 1935 la política conservadora crea el Banco Central luego de la crisis bursátil y económica de los años treinta. Para garantizar su fundación el Estado “saneó” a los bancos privados, obligando al conjunto de los argentinos a cargar con dicho costo. Alfredo Gómez Morales puntualiza que la reforma monetaria y bancaria de 1935 incluyó un “salvataje financiero de los pocos privilegiados” que “conducían con hilos invisibles los resortes de la política y del gobierno del país”. En el mismo sentido, Antonio Cafiero mencionó que en 1935 salvaron “de la ruina económica a los bancos e instituciones financieras privadas y extranjeras que durante la época precedente a la crisis del año 30 se habían dedicado a toda suerte de préstamos especulativos”.

Mas cerca, en 2002, con el argumento de los banqueros que no tenían por qué pagar los platos rotos del terremoto de la dolarización que había iniciado el Gobierno de Menem y Cavallo con el “uno a uno” el Estado argentino se hizo cargo de las obligaciones de los bancos que le costó u$ 13.774M. (asciende a u$ 16.100.- si se incluyen los recursos judiciales) por la pesificación asimétrica, el canje de bonos, el seguro de cambio y la supresión del CER.

Más que el déficit presupuestario debiera analizarse el impacto de estos salvatajes (y otras prebendas fiscales y monetarias) que el Estado Argentino le otorgó al sistema bancario amparado por la ley de Entidades financieras de la dictadura militar y a la que los gobiernos democráticos no se le animan. Por supuesto, el establishment político se vanagloria hoy de la “salud del sistema bancario”. Ya se ve: bancos saludables en una población pobre. Será?

La arquitectura financiera internacional abarca varias dimensiones:

  1. a)  Gobernanza de las instituciones financieras internacionales públicas, como los bancos multilaterales de desarrollo y el Fondo Monetario Internacional (FMI), así́ como otros bancos públicos internacionales de desarrollo y fondos mundiales (como el Fondo Verde para el Clima);
  2. b)  Organismos de normalización financiera que ordenan las finanzas privadas, como el Consejo de Estabilidad Financiera, el Banco de Pagos Internacionales, la Organización Internacional de Comisiones de Valores, el Consejo de Normas Internacionales de Contabilidad y el Grupo de Acción Financiera;
  3. c)  Acuerdos monetarios, como los acuerdos financieros regionales y la red de líneas de permuta financiera bilaterales;
  4. d)  Agrupaciones informales de países con atributos para fijar normas, como el Grupo de los Siete (G7) y el Grupo de los 20 (G20);
  5. e) Órganos normativos formales pero no universales, en particular la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE);
  6. f) Grupos de acreedores que se ocupan de cuestiones relacionadas con la deuda soberana: el Club de París, el Club de Londres, el Marco Común para el Tratamiento de la Deuda (más allá de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda, acordado por los países del G20 y el Club de París), y la International Capital Market Association (entidad privada que publica cláusulas modelo para instrumentos de deuda), así́ como agencias mundiales de calificación crediticia;
  7. g) Las Naciones Unidas como organismo normativo y ejecutor.

Pero la AFI actual no ha servido para movilizar fondos estables y a largo plazo a escala para las inversiones necesarias para combatir la pobreza, el hambre, la crisis climática y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Está plagada de desigualdades, carencias e ineficacias profundamente arraigadas en el sistema, entre ellas las siguientes:

  1. a)  Mayores costos de endeudamiento para los países en desarrollo; muchos Gobiernos dedican una gran parte de sus ingresos a pagar el servicio de la deuda, al tiempo que son incapaces de invertir lo suficiente en el ejercicio de derechos fundamentales en materia de salud, educación y protección social.
  2. b)  Variaciones significativas en el acceso de los países a la liquidez en tiempos de crisis, con solo una pequeña parte de los derechos especiales de giro (DEG) asignados a los países en desarrollo; por ejemplo, el continente africano, donde viven 1.400 millones de personas y más del 60 % de los pobres extremos del mundo, solo recibió́ el 5,2 % de la última emisión de DEG;
  3. c)  Falta de inversión en bienes públicos globales, incluídas la preparación frente a pandemias y la acción climática;
  4. d)  Mercados financieros y flujos de capital inestables, repetidas crisis financieras mundiales y sobreendeudamiento soberano recurrente, con consecuencias nefastas para el desarrollo sostenible.

Del mismo modo, la arquitectura tributaria internacional no ha seguido el ritmo de un mundo cambiante. Aunque en última instancia los países necesitan contar con recursos nacionales para financiar la inversión en su desarrollo sostenible y equitativo, la evasión y la elusión fiscales mundiales limitan su capacidad para hacerlo. Volveremos sobre esta relación entre las finanzas y los tributos.

El mundo dual que deja trascender Cristina Fernández, un mundo de dos vías: la de quienes poseen y la de los desposeídos, una realidad que entraña peligros claros y evidentes para la economía mundial y todo lo demás.

Si no se adoptan medidas para cambiar de rumbo, esta brecha derivará en una divergencia duradera, una fragmentación económica y fracturas geopolíticas. Todos los países desarrollados y en desarrollo necesitan una reforma de la AFI para restablecer la confianza en el sistema y evitar el distanciamiento y la fragmentación final de las relaciones financieras y económicas internacionales. Un nuevo conjunto de normas e instituciones que contribuyan a la convergencia y permitan a todos los países lograr transformaciones sostenibles, inclusivas y justas. La AFI no debe estructurarse para acentuar la acumulación y el poder de los poderosos, sino que debe respaldar el desarrollo con equidad social, la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el ejercicio activo de los derechos humanos.

Solo se puede facilitar esa estructura mediante una reforma ambiciosa, empezando por una gobernanza económica mundial más inclusiva, representativa y, en última instancia, más eficaz. Será la política capaz de implementarla?