- Hace una semana alertábamos que la pandemia de COVID 19 está en su fase de máxima intensidad, tal como lo señalan los más de 25.000 casos diarios confirmados de las últimas jornadas. Se ha confirmado el predominio en la circulación comunitaria argentina de la cepa brasileña, y también pero en menor grado, de las cepas británica y sudafricana. Esa prevalencia, combinada con su virulento comportamiento -ya que son varias decenas de veces más contagiosas y mucho más agresivas desde el punto de vista clínico que la cepa china originaria de Wuhan-, explican el explosivo aumento de casos registrado.
- Se profundiza y agrava el rol de la CABA como epicentro nacional, ya que es la jurisdicción en cuyo territorio se registran los peores índices de contagios, internaciones y mortalidad. Es la principal fuente de diseminación de la enfermedad, primero al conurbano bonaerense, luego al resto del país. Su sistema de atención de la salud ha colapsado por completo, encontrándose saturado y sin capacidad de respuesta a su demanda originaria, por lo cual parte de ésta se está transfiriendo a nosocomios del conurbano, disminuyendo peligrosamente la reserva de capacidad asistencial de éste.
- Continúa el conflicto entre la autoridad federal con el gobierno de la CABA, que mantiene una censurable e irresponsable actitud, impostando una supuesta defensa de la educación para justificar el desconocimiento del DNU del ejecutivo nacional. Las enormes dificultades de operacionalización que afrontan las burbujas, señalan con claridad que la cuestión de la presencialidad escolar es apenas una mera ficción. Es evidente que no se trata de una cuestión pedagógica ni sanitaria, sino exclusivamente política. Larreta ha utilizado esta confrontación para su posicionamiento como antagonista principal del oficialismo; implementando para ello una maniobra de índole marketinera, que explota las expectativas que en la materia alberga una franja importante de los sectores medios urbanos. El elevadísimo riesgo que afronta como contrapartida, estriba en que avanza sobre un borde muy delgado y filoso, si la situación en la CABA se termina de desmadrar, le explotarán en su cara los infaustos listados de las muertes evitables. Esto es así puesto que desde el punto de vista sanitario ya no hay nada que discutir, está suficiente y concluyentemente comprobado en la experiencia internacional, que la presencialidad escolar incrementa acelerada y significativamente los contagios, así como el cierre de las escuelas disminuye la casuística. Obviamente, cuenta con que el blindaje mediático lo proteja, pero eso, en caso de ocurrencia de tal eventualidad, está por verse, o, con más propiedad, habrá que ver qué tanto lo protege.
- Si estando en el borde del sistema aún no nos hemos despeñado, es solo porque la PBA está absorbiendo el exceso de demanda que se derrama desde la CABA. Pero, si la casuística continúa incrementándose a este ritmo, inexorablemente esa capacidad de contención se agotará, y entraremos de lleno en el reino del protocolo de la última cama. Es decir, en la dramática selección adversa de pacientes, los médicos eligiendo a quién salvan y a quién no. Es por esta razón que resulta urgente e imperativo disponer restricciones más severas, afrontando los costos a que hubiere lugar.
- Esta alternativa, demandada por el conjunto del sistema de salud al unísono, se da de bruces con la expectativa de casi todos los actores del resto de la economía, que pretenden continuar en actividad, por obvias razones de subsistencia. Este es un clásico problema de manta corta, resulta imposible conciliar las demandas de prevención primaria –evitar que las personas sanas se contagien y enfermen– con las expectativas económicas. La contradicción que enfrenta la economía con la salud, que para muchos es una simplificación indebida, muestra su cruel vigencia y lo banales y vanos que resultan los esfuerzos en búsqueda de síntesis imposibles, en el fantasioso afán de evitar decidir en función de opciones dilemáticas. El problema insoluble, que ya ha acaecido en distintos países, es que si la economía no cierra por precaución, termina cerrando por reacción, cuando la avalancha de casos satura el sistema, se excede la capacidad de atención, y se ingresa de lleno en el terreno de la catástrofe humanitaria. Cuando eso ocurre, además de contar muertes evitables –y por lo tanto injustificables– a raudales, inexorablemente el desastre sanitario provoca un despeño económico mucho más profundo que el derivado de un cierre programado.
- Desde el punto de vista de la vida comunitaria, hay que prestar atención a otras cuestiones derivadas de las medidas de cuidado y protección que exige la pandemia. A los ya conocidos problemas del cuasi confinamiento, de las alteraciones de la vida de relación y en el campo de la psicoafectividad, hay que sumar otro aspecto concerniente a la cuestión de la presencialidad educativa, más allá de su ya mencionado componente político. Efectivamente, la modificación de las actividades escolares típicas, ha hecho trizas la ecología familiar, afectando muy especialmente a las mujeres madres con prole en etapa de crianza. Casi sin excepciones, en ellas recae el plus de tareas que se suman a las normales y a las de sus trabajos, con el agravante que en la casi totalidad de los casos, no se registra colaboración significativa en las labores familiares y domésticas por parte de sus parejas masculinas. Una clara exacerbación de cuestiones de género, a una monumental escala masiva.
- Por último, cabe señalar que de manera gradual pero sostenida continúa avanzando la campaña de vacunación. Al cierre de este informe, el país lleva recibidos casi 11.000.000 de dosis de antígenos (inmunizantes). Esa cifra representa la concreción de la primera meta importante en el programa. Permite albergar razonablemente la esperanza de vacunar con las dos (2) dosis, en el transcurso del próximo cuatrimestre, a la totalidad de la población objetivo, unos 12.500.000 de personas, entre adultos mayores, pacientes con comorbilidades, trabajadores de la salud, la educación y otros esenciales. Ciertamente las vacunas son la gran apuesta, en una carrera de final abierto en la búsqueda de ganarle a la velocidad de mutación del virus, para evitar la obsolescencia temprana de aquellas por la aparición de supercepas resistentes. Por la experiencia registrada hasta la fecha (Israel, Reino Unido), parece que se estaría atisbando una incipiente luz al final del túnel. Pero, hasta que no esté vacunada la inmensa mayoría de la población, tanto en el orden nacional como mundial, hay que mantener y extremar los recaudos y las medidas de precaución y cuidado.
La Capitana – 30 de abril de 2021