La división de los conceptos con un criterio latifundista de los campos científicos parece olvidar que la economía es economía política y viceversa, la política es siempre política económica. No existe explotación sin dominación, como lo demuestra el tratamiento del concepto mismo de subsunción del trabajo en el capital.
En cuanto a la opresión, o es coextensiva de la explotación y dominación capitalista, o nos estamos refiriendo a un problema ideológico, con la conciencia de clase que, como bien lo señala Engels en la crítica del programa de Erfurt, no es una conciencia metafísica sino conciencia de la situación de clase.
La subsunción formal se crea a partir de la plusvalía absoluta (se produce con las primeras manifestaciones de capital durante las manufacturas, ya en el renacimiento) pero tampoco es su equivalente, ya que la subsunción formal se refiere a la aparición del obrero en el régimen del capital como una parte de él, como capital variable y su función de medio de producción (el que específicamente crea valor) junto a los demás medios de producción (los instrumentos y la materia prima). De modo similar ocurre con la subsunción real con relación a la plusvalía relativa.
Lo que denota específicamente el concepto de subsunción del trabajo al capital es el hecho de que en el proceso de producción el trabajador se presenta como componente vivo del capital mismo, pues el capitalista, mediante la compra de la fuerza de trabajo, tiene bajo su dirección todos los componentes personales, materiales y simbólicos (marcas, etc.).
Adam Smith también llamaba al dinero labour commanded: es la posibilidad de ejercer poder de mando sobre los trabajadores a partir del dinero. Para que el dinero pueda cumplir esta función de mando es menester que tanto los medios de producción como los medios de subsistencia puedan presentarse al trabajador como ajenos, de tal modo que él no pueda concurrir al mercado sino vendiendo como mercancía su propia fuerza de trabajo.
Esto no significa que no existieran asalariados antes del capitalismo, pero cuando el capitalismo aún no es norma de Estado, el trabajo asalariado de, por ejemplo, los campesinos pobres en la sociedad feudal, es simplemente un modo de asistir a la provisión de medios de subsistencia.
Lo que asegura el capitalismo como sistema de exclusión a los medios de subsistencia es la continuidad de la oferta de los trabajadores que venden o desean vender su fuerza de trabajo, y que la subsistencia de quienes están privados de los medios de producción se torne imposible. La condición de existencia del capitalismo es la privación a parte importante de la población de proveer a sus condiciones materiales de existencia: alimento, cobijo y cultura.
Sin medios de producción a los que aplicar la fuerza de trabajo, esta se consume inútil y, consecuentemente, se ve impedido de adquirir los medios de subsistencia, de perseverar en el ser. Mediante este acto invisibilizado de violencia institucional se constituye el poder de mando que denota la subsunción del trabajo en el capital.
El producto del capital no es ni el dinero, ni la mercancía producida, ni la materia prima. Lo que les imprime a estos desde el comienzo el carácter de capital es el hecho de que se enfrentan a la capacidad de trabajo, despojada de toda riqueza objetiva como poderes autónomos personificados en sus poseedores.
El verdadero producto del capital es la plusvalía y en esos términos se entiende la relación íntima entre plusvalía y subsunción del trabajo en el capital. Son dos instrumentos técnicos que en conjunto ponen a la luz los aspectos oscuros o mágicos del origen de la ganancia y el del poder de mando del empleador, que no es la propiedad ni el contrato, sino las condiciones institucionales características del capitalismo que actúan como presupuesto de la existencia misma del capital.
Por tal motivo, para entender adecuadamente las clases y conflictos de clases entiendo fundamental recuperar los conceptos de subsunción real y formal del trabajo en el capital por las siguientes razones:
- Técnicas: Marx hace uso de las categorías de subsunción formal y real en El Manifiesto Comunista y en el Capítulo VI inédito de El Capital.
- Históricas: las categorías de subsunción real y formal dan cuenta de las formas específicas de la explotación capitalista, que en su ponerse implican ya la constitución del proletariado y la burguesía como clases antagónicas propias del capitalismo. Utilizar conceptos más amplios como el de explotación es característica de cualquier modo de producción en sociedades divididas en clases (del esclavismo clásico a, por ejemplo, el comunismo de guerra, el capitalismo o el socialismo mientras este último no se haya superado como sociedad comunista). La especificidad de la subsunción permite analizar la explotación con las determinaciones propias de la sociedad capitalista. Es interesante señalar que un mismo modo de producción puede adoptar diferentes modos de explotación teniendo en cuenta el rol de la lucha de clases. En el esclavismo romano, por ejemplo, son diferentes las formas de explotación (dominación y opresión) entre el esclavismo de razzia y el esclavismo de crianza e incluso los comportamientos y orientaciones políticas de los sublevados. En la esclavitud de razzia, la respuesta fueron las grandes revueltas; en la esclavitud de crianza, que era caracterizada por la colocación, la respuesta fue la fuga o la asimilación de las relaciones a las que formarían el temprano feudalismo (servis es tanto esclavo como siervo en latín).
- Materialistas: la subsunción del trabajo en el capital no sólo explica la explotación capitalista sino el modo de constituirse las clases en el capitalismo. El proletario no es el hombre de mameluco azul que está parado al lado de una máquina industrial, ni esta es tampoco una figura prototípica. El análisis de clases marxista no tiene nada en común con la descripción de estratos a los que Weber denomina clases. El proletariado no es un segmento sociológico de la sociedad. El proletariado es el resultado del proceso de subsunción del trabajo vivo en el capital. Por eso, con absoluta claridad, Engels critica el programa de Erfurt señalando que la conciencia de clase es, más concretamente, conciencia de la situación de clase. No hay ninguna sustancia metafísica en ser obrero, ni este porta en la frente un destino manifiesto.
- Dialécticas: el capitalismo se caracteriza por transformarse a sí mismo permanentemente. La explotación de la plusvalía absoluta y relativa son constantes en el proceso de extracción de plusvalía capitalista. No existe la plusvalía absoluta o relativa “pura” en cualquier relación de explotación dada. Se dan ambas en distintas proporciones. Del mismo modo, la utilización del concepto de subsunción formal y subsunción real del trabajo en el capital nos permite entender que las clases o sujetos no son tales por alguna esencia en ellos sino por determinación del sistema. Como señalaran Marx y Engels en El Manifiesto Comunista, “el capital no es una fuerza personal, es una fuerza social”. Ser capitalista o ser trabajador no se refiere a ninguna cualidad del sujeto sino a una posición de estructura en la empresa capitalista en una situación histórica dada en la economía-mundo.
De esto surgen variantes e invariantes. Como invariante debe resaltarse que el capitalismo es el modo de producción que subsume el trabajo vivo como integrante del capital. Ello implica que la clase operaria se constituye también como función del capital. La condición de la explotación capitalista (la subsunción en el capital) es que el trabajador sea libre, tanto en el sentido de despojado de las posibilidades de perseverar en el ser, libre de las condiciones materiales de existencia (la distribución de los medios de producción y la naturaleza en los Grundrisse) como en el sentido de ser soberano para poner en el mercado la única mercancía que posee, la fuerza de trabajo.
El trabajador por un lado actúa como mercader que trata de poner su producto en las mejores condiciones para su cliente y ve a los otros trabajadores como competidores en la colocación de la mercancía (y de ahí el esquirol, etc.) y por otro, como antagonista social del capitalista en la aglutinación de los trabajadores. El nacimiento del sujeto colectivo crea la conciencia de la situación de clase, que a su vez posibilita una mayor extensión y potencia del sujeto colectivo. Queda claro una vez más que no son las ideas de los hombres las que determinan el ser social (como surgiría de la expresión “obrero con conciencia de sí”) sino el ser social (la actuación del sujeto colectivo) lo que determina la conciencia. La capacidad de antagonismo de los obreros constituidos en sujeto colectivo fuerza la transformación del capitalismo y de las maneras de producción históricas (v.gr. el paso del fordismo al toyotismo).
El proletariado y la burguesía son invariantes del sistema capitalista. Uno y otro se constituyen mutuamente en relación dialéctica, del mismo modo que para que existan países dependientes es menester la existencia de países imperialistas. La desaparición de uno de los términos de la relación implica la extinción del imperialismo y del capitalismo y también la extinción correlativa del otro término.
Las clases se constituyen a partir de la lucha de clases, no son un estrato social al estilo weberiano sino una relación antagonista. Como señala Balibar (1977:52):
“La teoría de Marx no reposa sobre la definición de un proletariado ‘puro’ (…) Tampoco reposa sobre un cuadro de clases sociales fijas en los rasgos de una época dada (el siglo XIX, comienzos del siglo XX, etc.). Por la excelente razón de que la teoría marxista no tiene por objeto componer este cuadro, a la manera de cualquier sociología, sino analizar el antagonismo mismo, descubrir las leyes tendenciales de su evolución, de su transformación histórica y en consecuencia explicar la necesidad de esos cambios en la estructura de las clases sociales, incesantemente impuestos por el desarrollo del capital. Hay que recordar a Marx en El Manifiesto: a diferencia de todos los modos de producción anteriores, el capitalismo es ‘revolucionario’ internamente, no cesa de trastornar todas las relaciones sociales, comprendidas las que él mismo crea”.
Del mismo modo que el antagonismo que surge de la subsunción del trabajo en el capital es una invariante, no existe una inmutabilidad de las clases sociales. En particular, como se tratará de señalar más adelante, no sólo hay que evitar el fetichismo de la mercancía, es menester evitar el fetichismo de las formas jurídicas, en particular de los conceptos fetichizados de propiedad y salario. Esto, incidentalmente, también discute los discursos sobre el fin del trabajo, de la relación laboral o del proletariado. No sólo existe la historicidad del capitalismo sino que hay historicidad en el capitalismo. En particular, los cambios en la manera de producir provocada por la crisis de finales de los años ‘60 logran alterar todas las diferencias propias del modelo fordista de producción, ya sea en el ámbito de la producción (producción en masa de largas series, trabajo en línea, sujeto a un régimen de mandatos y órdenes más o menos rígido, con jerarquías y responsabilidades claramente establecidas, etc.) como en la naturaleza material de lo producido, en que la propiedad sobre las cosas tiende a perder importancia respecto del control sobre las relaciones sociales.
BALIBAR, Étienne (1977), Sobre la dictadura del proletariado, Siglo XXI, Madrid.