La crisis del régimen de no proliferación nuclear (RNPN) empezó hace mucho, pero la invasión de Rusia a Ucrania la profundizará y esta profundización tendría, entre otros, un eventual impacto indeseable en la relación entre la Argentina y Brasil.
La Posguerra Fría se inició con la expectativa de desnuclearización que tuvo en Ucrania un caso emblemático. En 1994 Rusia, el Reino Unido, Estados Unidos y Ucrania llegaron a un acuerdo mediante el cual Kiev devolvía a Moscú las ojivas nucleares de la ex Unión Soviética localizadas en territorio ucraniano. Sin embargo, desde el comienzo del siglo XXI el RNPN aceleró su erosión.
Fueron magros y escasos los avances de las revisiones quinquenales del Tratado de No Proliferación Nuclear negociadas en la ONU. En cuanto a las mayores potencias nucleares, Estados Unidos y Rusia, el deterioro de los compromisos logrados durante la Guerra Fría fue elocuente: en 2002 Estados Unidos se retiró del Tratado sobre Misiles Antibalísticos de 1972 y, en 2019, hizo lo propio con el Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio de 1987.
A su vez, en 2007, Rusia suspendió la aplicación de los aspectos operativos del Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa de 1990, al tiempo que Washington en 2020 y Moscú en 2021 abandonaron el Tratado de Cielos Abiertos de 2002.
Asimismo, las cumbres de 2010, 2012, 2014 y 2016 sobre Seguridad Nuclear para prevenir el acceso de terroristas a armas de destrucción masiva propiciadas por Barack Obama se descontinuaron.
Y en 2018 Donald Trump retiró a EE.UU. del acuerdo nuclear de varias potencias con Irán, debilitando aún más el RNPN. Hoy el inventario de armas nucleares es descomunal: según la Federation of American Scientists, Rusia posee 5.977; Estados Unidos, 5.428; China, 350; Francia, 290; el Reino Unido, 225; Pakistán, 165; India, 160; Israel, 90; y Corea del Norte, 20.
En años recientes, Moscú, Washington, Londres, París y Beijing han establecidos programas de “modernización” de sus arsenales nucleares; lo cual implica incrementar sus inventarios, hacer las ojivas más efectivas y tornarlas más relevantes en sus respectivas políticas de defensa.
En ese marco, distintas naciones, antes y después de la invasión rusa a Ucrania, han mostrado lo que llamo una “tentación” nuclear. Por ejemplo, en 2019 el presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, manifestó que “varios países tienen misiles con cabezas nucleares…y nos dicen que nosotros no podemos tenerlas: no puedo aceptar eso”.
También en 2019 el hijo del presidente de Brasil, Eduardo Bolsonaro, reivindicó el desarrollo de armas nucleares para que su país fuese “más respetado”. En Australia, desde ese mismo año surgió, como lo había hecho en los años cincuenta y setenta, el debate a favor de poseer armas nucleares. En 2021, mediante el acuerdo (conocido con el nombre de AUKUS) entre el Reino Unido, EE.UU. y Australia, se determinó que se le proveería a Canberra submarinos de propulsión nuclear. Por su parte, con la ayuda de China, Arabia Saudita está fabricando misiles balísticos.
Más recientemente, en febrero de 2022, una encuesta del Chicago Council on Global Affairs, mostró que el 71% de los entrevistados en Corea del Sur están de acuerdo con que el país tenga armas nucleares, al tiempo que el ex Primer Ministro de Japón, Shinzo Abe, propuso que su país albergue armamento nuclear estadounidense.
Un estudio de Janina Dill, Scott Sagan y Benjamin Valentino publicado el 28 de febrero en la revista Security Studies, revela que, según las encuestas realizadas en EE.UU., el Reino Unido, Israel y Francia, la prohibición categórica—el llamado “tabú nuclear”—de utilizar esas armas contra las poblaciones civiles no moldea la opinión pública. Por el contrario, según los autores predomina una postura de “halcón” en todos los casos.
También en febrero, Bielorrusia aprobó un referéndum que facilita que Rusia vuelva a localizar en ese país armas nucleares. En marzo, el lanzamiento accidental de un misil de India a Pakistán comprobó, una vez más, que ambos constituyen un referente nuclear peligrosamente explosivo.
En este contexto, y luego de la invasión de Ucrania, la decisión de Vladimir Putin de “trasladar las fuerzas de disuasión de Rusia a un régimen especial de servicio de combate” significó una elevación del nivel de alerta de sus fuerzas nucleares y constituyó una amenaza sin precedentes e inaceptable.
Sintéticamente, el RNPN, ya en situación crítica, ha sido socavado de manera dramática. Es probable que se abra, ahora sí, una Caja de Pandora en materia proliferación nuclear: ¿se pasará de la “tentación” al “impulso” nuclear? Si esto fuese verosímil, es urgente un nuevo diálogo entre la Argentina y Brasil sobre el tema.
La creación de la Agencia Brasileña-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares de 1991 fue un valioso hito histórico en Latinoamérica y un modelo único en el Sur Global.
Un potencial desacople mayor al ya existente entre los dos países puede conducir a un escenario estratégico muy complicado. Esté quien esté en los gobiernos en Brasilia y Buenos Aires, es imperativa una franca conversación al respecto.
https://www.clarin.com/opinion/ucrania-proliferacion-nuclear_0_2htUs4GGn8.html