Esta semana se cumplieron 75 años del evento fundacional del peronismo, cuando las masas populares irrumpieron en la Plaza de Mayo reclamando la libertad del entonces coronel Perón, que había materializado un conjunto de derechos sociales largamente anhelados. La pincelada que mejor describió ese momento la trazó Raúl Scalabrini Ortiz, al referirse a la movilización popular como el “subsuelo de la patria sublevado”.

Tres cuartos de siglo después, asistimos a los festejos del aniversario, restringidos por la pandemia, cursando la quinta experiencia de gobierno peronista. Las presidencias de Perón (1946-1955) conformaron la etapa constitutiva y fundacional de los rasgos centrales del peronismo gobernando; luego de la larga proscripción y el exilio del líder, emergió el peronismo del retorno (1973-1976); tras la recuperación de la democracia se volvió al gobierno con las presidencias de Carlos Menem (1989-1999) -que giraron al peronismo al mercado como asignador de recursos en la economía-; la década ganada por las presidencias de Néstor y Cristina (2003-2015) y finalmente el actual gobierno de la coalición peronista de unidad iniciado en 2019.

En el lapso transcurrido desde el 17 de octubre de 1945, el peronismo gobernó 35 años. En los otros 40 años, el Estado fue administrado por gobiernos no-peronistas y algunos resueltamente anti-peronistas. Un recorrido histórico permite apreciar que esas administraciones fueron conformadas por dictaduras cívico-militares sangrientas y represivas, presidentes surgidos de la proscripción electoral del peronismo -por ende viciados de legitimidad de origen- y, desde 1983, a partir de la vigencia plena de las instituciones, dos gestiones que abandonaron el gobierno anticipadamente dejando al país sumergido en graves crisis en 1989 y 2001, para desembocar en el fallido intento restaurador pre-peronista de Macri, al que una avalancha de votos le vetó la reelección en la primera vuelta electoral (hecho inédito en la historia política de la Argentina).

Cuando la oligarquía responsabiliza de todos los males de la Nación a los “75 años de peronismo” basta recordar, a modo de refutación respaldada por la historia, que el peronismo sólo gobernó 35 y lo que significaron los 40 años de no-peronismo en la administración estatal.

El peronismo siempre llegó y permaneció en el gobierno con el respaldo del voto popular emitido en elecciones libres y sin proscripciones, exceptuando el breve interregno de diciembre 2001 a mayo 2003 en el que presidentes peronistas fueron elegidos por Asamblea Legislativa, pero también con estricto apego la normativa constitucional para ese procedimiento y desembocando en comicios convocados rápidamente para normalizar la situación.

El respeto del peronismo por las instituciones democráticas se evidencia no sólo en el acceso y ejercicio del gobierno. Los dos únicos textos constitucionales de la Argentina sancionados por Asambleas Constituyentes elegidas por el voto popular sin ninguna restricción fueron puestos en vigencia por gobiernos peronistas: La constitución de 1949 y la constitución de 1994, que nos rige en el presente.

La constitución de 1949 fue derogada por un bando militar de la dictadura surgida del golpe brutal de 1955 y reemplazada por un remiendo del texto original alberdiano a través de la Convención Constituyente de 1957, de la que participaron todas las formaciones políticas autoproclamadas “republicanas”, en tanto el peronismo permanecía encarcelado y proscripto. La constitución de 1994 emergió del acuerdo entre las principales fuerzas mayoritarias del país celebrado en Olivos por los líderes de los primeros veinte años de la democracia recuperada. Su ingeniería electoral y federal fue respetada estrictamente por los gobiernos peronistas desde entonces.

Este recorrido no elude las luces y las sombras del movimiento nacional y popular, cuya persistencia longeva en la vida política de la Argentina celebramos estos días.

Perón, apoyado en Bismarck, sostenía que la política era la política exterior. Parte del pragmatismo en el gobierno que se le critica al peronismo se funda en la capacidad de entender el escenario internacional y conducir los destinos argentinos en consonancia con el mismo. A veces en forma autónoma, otras en fuerte conflicto y alguna con mucha subordinación.

La década de Perón se desarrolló en el inicio de la Guerra Fría, en un mundo bipolar al que le plantó la tercera posición en procura de ampliar soberanía interna y margen de decisión internacional. El peronismo del retorno fue embestido por la crisis del petróleo de 1973 y un cambio de paradigma global dentro del capitalismo. No obstante, 1974 fue el mejor año histórico para la clase trabajadora -consecuencia del Pacto Social Gelbard-Rucci- que marcó la tercera presidencia de Perón. Sin embargo, el conflicto interno del movimiento impactado por el cambio global minó los ensayos de autonomía desplegados por el líder.

El Gobierno de Menem comenzó al final de la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín, que convirtió al mundo en unipolar. El Consenso de Washington fue aceptado a libro cerrado por la Argentina, a pesar de que el alineamiento automático con los EE.UU. no significó el flujo de bienes y capitales esperado y la inserción internacional terminó siendo con los países europeos, principalmente España, que enviaban sus empresas a buscar escala económica en nuestro país para enfrentar el desafío que planteaba la entrada en vigencia de los acuerdos de constitución de la Unión Europea. El vínculo con España y otras naciones del viejo continente se reveló incapaz de sostener por flujo de inversiones y comercio un ciclo prolongado de expansión de la economía argentina.

Néstor y Cristina gobernaron después del atentado a las Torres Gemelas en New York en el 2001, que signó la emergencia de un mundo multipolar. La aparición de China, Rusia y otras potencias que conformaban un tercio del PIB global dotaban al escenario internacional de una apertura que admitía mayores márgenes de maniobra, que fueron usados resueltamente. La alianza con Brasil y la inserción definida en Suramérica a partir del rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), representó una fuerte ampliación de soberanía nacional materializada en el aumento del comercio intrarregional y el desarrollo de obras de infraestructura cofinanciadas entre las naciones más relevantes del continente, que se convirtió en un gran mercado interno para la producción nacional. El nacimiento de la Unión Suramericana de Naciones (UNASUR) dotó de estabilidad política y económica a Suramérica durante una década.

El peronismo en todas sus formas, siempre intentó elevar el consumo del pueblo reforzando sus ingresos. Esta centralidad en sus políticas públicas de mejora masiva del consumo lo llevó a expandir sistemáticamente la economía hasta el límite de la balanza de pagos internacionales, es decir, de la oferta de divisas necesaria para contar con los insumos y las inversiones que sostuvieran un consumo generalizado en la frontera de la modernidad global.

Cuando las divisas comienzan a escasear se abre el debate en el seno del movimiento. Un debate sobre la forma de continuar el ciclo expansivo y esencialmente sobre cómo obtener dólares, debate que la historia señala como factor de fractura política y consecuente pérdida del gobierno, ya sea por golpes criminales como los de 1955 y 1976 o por pérdida de elecciones como 1999 y 2015. El movimiento nacional y popular se revela como muy eficaz a la hora de aumentar los ingresos del pueblo y su consumo, pero encuentra serios límites para reformar las estructuras dependientes del país. La genial frase de Cooke “el fenómeno maldito del país burgués” alude a esta restricción recurrente.

La expansión del primer peronismo comenzó a desacelerarse hacia 1953 y abrió una discusión sobre reformas estructurales y/o allegar inversiones extranjeras. Ese debate concluyó en un debilitamiento de la coalición de gobierno y facilitó la agresión oligárquica. Este conflicto se agudizó en lapso 1973-1974 por el impacto de la mencionada crisis del petróleo, derivando en un gobierno inerme ante la salvaje violencia ejercida por el partido militar y sus cómplices civiles en 1976.

Después de la reelección de Menem en 1995, el plan de estabilización de la Convertibilidad del peso mostraba evidentes señales de agotamiento por el cambio de contexto global y por el fin de los recursos de la venta de activos públicos. La coalición de bancos, servicios y empresas privatizada que sostenía al gobierno nacional presionaba por la continuidad del plan, en tanto que el gobierno de la provincia de Buenos Aires lo hacía por una salida en clave industrial. El enfrentamiento concluyó en la derrota electoral de 1999 y la grave crisis posterior con un fin traumático de la Convertibilidad.

En 2013, la falta de divisas y el debilitamiento de la alianza con Brasil marcaron nuevamente una división política que facilitó la pérdida de las elecciones nacionales y provinciales en 2015.

Esta verdad relativa que tratamos de expresar sobre el devenir del peronismo en sus 75 años de vida potente y activa en el corazón y la cabeza de nuestro pueblo, respaldada por la verdad histórica, pretende incorporar elementos de reflexión para proyectar el futuro. Después de todo, estamos recorriendo la quinta experiencia de gobierno peronista sustentada en una coalición política de unidad y no hemos volcado sobre ella estos tópicos de análisis. Nos parece que en esta oportunidad de celebración es mejor dejar los mismos para que los aplique el lector.

¡Viva Perón carajo! Como homenaje a todos los militantes que entregaron sus vidas, su tiempo, sus recursos y sus sueños a este movimiento que es el único depositario de los anhelos reales del pueblo argentino.

 

 

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