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martes, julio 29, 2025

Trump y el intento disciplinante de Brasil

El país de Lula conjuga una serie de aversiones, desprecios e irritaciones para el Estados Unidos del MAGA.

El 2 de abril de 2025 el presidente Donald Trump anunció lo que llamó “aranceles recíprocos” de un 10% para la mayoría de los países de América Latina, 38% para Guyana, 18% para Nicaragua y 15% para Venezuela. Previamente había impuesto aranceles del 25% a México; en julio los elevó a 30%. El 9 de julio decidió incrementar a 50% los aranceles a Brasil; a lo cual el gobierno de Lula da Silva respondió que será reciproca esa medida. 

Según la Ley de Expansión Comercial de 1962, en su Sección 232, el presidente de Estados Unidos puede imponer aranceles invocando razones de seguridad nacional. Una desagregación por rubros de los aranceles impuestos por Washington al mundo muestra lo siguiente: acero y aluminio; cobre; automóviles y autopartes; camiones; aviones comerciales y máquinas de aviones; maderas; productos farmacéuticos; semiconductores y equipos manufactureros; y minerales críticos procesados.

De acuerdo con la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, Estados Unidos puede, a su vez, aplicar aranceles ante prácticas comerciales consideradas desleales. Esta legislación es la que se usó para justificar el castigo a Brasil, es decir; invocando asuntos como el comercio digital y los servicios de pago electrónico; aranceles preferenciales, incumplimiento en materia de anticorrupción; protección de propiedad intelectual; acceso al mercado del metanol; y deforestación ilegal. Los productos y sectores más afectados serán probablemente el acero, la aviación, las maquinarias y los productos agrícolas.

Cabe aclarar que Brasil padece hoy la imposición de altos aranceles. En 2024, el intercambio comercial con Estados Unidos arrojó un superávit favorable a Washington de unos USD 7.400 millones, lo que representa un incremento de casi el 32% del que tuvo en 2023. A su turno, Estados Unidos sigue siendo el principal inversor en Brasil: representa el 44% de las inversiones en el país con un stock acumulado de USD 123.000 millones de dólares. Brasil es, a su turno, el decimoquinto socio comercial de Estados Unidos.

No parece funcional que Washington inicie un ataque comercial contra Brasil que ha sido un país con lazos estrechos con Estados Unidos en el último siglo. Fue proverbial durante buena parte del siglo XX que se hablara de la relación entre Estados Unidos y Brasil como una “alianza no escrita”, según E. Bradford Burns. Más aún, en 2024 se especulaba sobre una “nueva alianza no escrita”.

Estados Unidos incómodo con Brasil y la intimidación a Lula

El ejemplo de los aranceles recargados a Brasil tiene relativamente menos que ver con asuntos económicos y más que ver con cuestiones políticas. Varios aspectos merecen atención. El anuncio que realizó Trump a través de una carta enviada a Lula comienza con una intromisión indebida en el caso en que se está juzgando al expresidente Jair Bolsonaro por el intento de golpe de Estado de 2022. Acusa al Gobierno brasileño de maltratarlo y de llevar a cabo un juicio que es una “vergüenza internacional”.

La misiva rompe el principio de no intervención; en especial mediante lo que Marko Milanovic denomina “coerción como extorsión”, combinando exigencia y ultimátum: demanda la terminación inmediata del juzgamiento a Bolsonaro que se desarrolla dentro del Estado de Derecho y amenaza un daño por vía de los aranceles y la eventual retaliación si Brasil responde con sus propios aranceles a Estados Unidos. En breve, se trata de una penalidad patente que es antitética con el derecho comercial internacional.

Lo expresado por Trump es, claramente, una sanción justificada con un argumento ideológico, a lo cual añade una referencia comercial parcial que podía canalizarse de otro modo. El Brasil de Lula conjuga una serie de aversiones, desprecios e irritaciones que caracterizan al Estados Unidos de Make America Great Again (MAGA).

En primer lugar, es un miembro original y activo de los BRICS. Dos días antes del anuncio sobre el incremento de 50% de los aranceles a Brasil, Trump advirtió que todos los países alineados con el grupo serán objeto de un 10% adicional a los aranceles ya gravados. Para la Casa Blanca, BRICS es el epítome de lo anti Estados Unidos y el creciente poderío e influencia del grupo debe ser revertido; algo no sencillo de alcanzar para una potencia que muestra cada vez más signos de prepotencia y menos capacidad persuasiva. Por ello, para algunos observadores, el unilateralismo, la hostilidad y la ilegalidad de las acciones comerciales de Estados Unidos van a conducir a la “expansión, desarrollo e integración de los BRICS”.

En segundo lugar, Lula 3.0 abogó de modo frontal y enérgico a favor de la desdolarización. Más aún, en 2023, y a raíz de su visita a Beijing, China y Brasil anunciaron que el comercio bilateral se realizará en yuanes chinos y reales brasileños. A su vez, en enero de este año el sherpa de Brasil en BRICS, Eduardo Saboia, remarcó la importancia de las transacciones en monedas nacionales entre los miembros del grupo. Antes de asumir su segunda presidencia, en diciembre de 2024, Trump afirmó que impondría un arancel del 100% a los países que abandonen el dólar.

En tercer lugar, las afirmaciones de Lula sobre Israel y Gaza crisparon a Washington y a Tel Aviv. En febrero de 2024, él dijo que lo sucedido con los palestinos tenía un antecedente: “de hecho existió: cuando Hitler decidió matar a los judíos”. De inmediato el gobierno israelí lo declaró persona non grata. En junio de 2025 calificó el conflicto en Gaza como un “genocidio”. Y en la apertura de la cumbre de BRICS en Brasil, el 6 de julio, acusó a Israel de ejecutar un genocidio en Gaza.

Es bueno recordar que en febrero de este año la Casa Blanca anunció la “Orden Ejecutiva” mediante la cual se impusieron sanciones a la Corte Penal Internacional debido, según Trump, a sus “ilegítimas e infundadas acciones contra Estados Unidos y nuestro íntimo aliado, Israel”. Invocando la mencionada Orden Ejecutiva, el 9 de julio –día en que se aplicó el 50% de aranceles a Brasil– el Departamento de Estado anunció sanciones por lawfare a la relatora especial de la ONU para la “Situación de Derechos Humanos en los Territorios de Palestina Ocupados desde 1967”, Francesca Albanese.

En cuarto lugar, es bueno considerar el tema de la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Durante la cumbre de los BRICS en julio, Brasil obtuvo un respaldo importante a su aspiración de ser miembro permanente. En la declaración final se afirma, entre otras: “China y Rusia, como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, reiteran su apoyo a las aspiraciones de Brasil e India de desempeñar un papel más relevante en las Naciones Unidas, incluyendo su Consejo de Seguridad”.

En 2022, el presidente Joe Biden había dicho en su alocución ante la Asamblea General que Estados Unidos apoyaba una ampliación de los miembros permanentes y no permanentes del Consejo. Cuando Trump se manifestó a favor de “reformas” en la ONU, durante su primer mandato, su énfasis fue en cambios burocráticos y financieros. En febrero de este año el mandatario estadounidense anunció una Acción Presidencial mediante la cual se retiran fondos a varias agencias de Naciones Unidas. Es de suponer que la Casa Blanca no promoverá una reforma relevante en cuanto al Consejo de Seguridad; ámbito donde ni siquiera buscó respaldo para su ataque militar contra instalaciones nucleares en Irán.

En quinto lugar, Brasil pregonó que la próxima persona al frente de la Secretaría General de la ONU sea mujer y latinoamericana. En la IX cumbre de CELAC realizada en abril en Tegucigalpa, Lula subrayó: “La CELAC puede contribuir a rescatar la credibilidad de la ONU eligiendo a la primera mujer secretaria general de la organización”. Por supuesto que ello exige un seguro respaldo de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Si, eventualmente, se obtuviese el apoyo de China y Rusia y se evitara un obstáculo férreo de Francia y el Reino Unido, entonces esa candidatura femenina podría, hipotéticamente, avanzar; lo cual sería un triunfo notable de Brasil. 

Es de esperar que la agenda anti-género, anti-ambiental y anti-derecho internacional de Trump produzca resistencia en Washington respecto a potenciales candidatas de la región como Michelle Bachelet, Alicia Bárcena, Rebeca Grynspan o Mia Mottley que se expresaron favorablemente sobre esos tres temas claves de la agenda mundial. Hay que recordar que, de acuerdo al artículo 97 de la Carta de la ONU, la persona al frente de la Secretaría General es nombrada por la Asamblea General “por recomendación del Consejo de Seguridad”. El individuo seleccionado debe obtener el voto afirmativo de nueve de los quince miembros del Consejo, incluidos los cinco miembros permanentes, que tienen derecho a veto. La imagen internacional de Estados Unidos se puede deteriorar aún más si se obstina en impedir una candidatura de eventual consenso.

En sexto lugar, días después de los aranceles decretados por Trump, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, se sumó al talante castigador del presidente estadounidense. El 15 de julio le advirtió a Brasil (así también a China e India) que podría ser objeto de “fuertes sanciones secundarias si continúan haciendo negocios con Rusia. No existió una coordinación entre Washington y Bruselas, pero sí es notorio el hábito de  desplegar amenazas y puniciones por parte de la Casa Blanca y del Consejo del Atlántico Sur; algo que aumenta el fastidio con Occidente en el Sur Global.  

La Casa Blanca y un impulso aleccionador

En resumen, el conjunto de factores políticos mencionados parece tener un propósito básico: disciplinar a Brasil. La primera reacción que se observó fue un fortalecimiento de Lula y su voluntad de procurar la re-elección, así como una incomodidad de los actores y fuerzas cercanos a Bolsonaro, quienes no pueden aparecer ahora reivindicando que el país sea castigado pendencieramente por Estados Unidos. A su turno, ha surgido un debate acerca de si la medida de Trump empujará a Brasil más cerca de China. Muy posiblemente la diplomacia brasileña no implemente un giro categórico, arriesgado e inusual. Sí es posible que las afinidades entre Brasil (bajo Lula) y China se incrementen. Es obvio que ello no ocurrirá con Bolsonaro, tal cual él lo expresó hace unos días: “Yo soy la persona que puede frenar a China”… con el acompañamiento de una potencia nuclear “del Norte” (léase, Estados Unidos).

Habrá que ver cómo Brasilia y Washington manejan los días por venir sin caer en una tensión incontrolable. Por el momento, Estados Unidos quiere aumentar la presión y reforzar la naturaleza ideológica de la decisión del 9 de julio. En efecto, el 18 de julio el secretario de Estado, Marco Rubio, anunció la revocación de la visa al juez del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, a sus familiares y colaboradores. Brasil, por su parte, estudia medidas concretas de respuesta en el plano económico. Por el momento, Brasil no ha recurrido a la Organización Mundial del Comercio (tampoco lo ha hecho México u otros países castigados con altos aranceles) ni se conoce la existencia de una eventual acción concertada con México frente a Estados Unidos. Esto último facilita, de hecho y entre otras, la continuidad del bilateralismo agresivo de Trump en materia comercial. 

Paralelamente, entre el segundo semestre de 2025 y octubre de 2026 se puede presentar un escenario político-electoral en América del Sur que incline la balanza en favor de expresiones radicales y ultras de derecha. Las elecciones de Bolivia (agosto) y Chile (noviembre) en 2025 y las elecciones de Perú (abril), Colombia (mayo) y Brasil (octubre) de 2026 serán, en ese sentido, decisivas pues ya hay gobiernos de aquel signo en la Argentina, Paraguay y Ecuador. Eso, de suceder, significaría un avance de la Internacional Reaccionaria en el área; movimiento que tiene como tótem a Trump. Eso implicaría que el intento de Trump de limitar la proyección regional de China habrá tenido un cierto éxito, evidentemente ideológico y potencialmente militar. 

Con una Argentina ya autodisciplinada respecto a Washington, el objetivo para Estados Unidos es aleccionar a Brasil mediante la intromisión interna y la severidad comercial; el desafío para Brasil será resistir el intento disciplinante.

Juan Tokatlian
Juan Tokatlian
Sociólogo argentino (1978) con una Maestría (1981) y un Ph.D. (1990) en Relaciones Internacionales de The Johns Hopkins University School of Advanced International Studies en Washingon, D.C. (Estados Unidos). Actualmente (desde julio de 2009) Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Di Tella (Buenos Aires, Argentina). Fue Profesor en la Universidad de San Andrés (Victoria, Provincia de Buenos Aires, Argentina) entre 1999-2008. Vivió 18 años en Colombia entre 1981 y 1998. Fue Profesor Asociado (1995-1998) de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá), donde se desempeñó como investigador principal del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI). Fue co-fundador (1982) y Director (1987-94) del Centro de Estudios Internacionales (CEI) de la Universidad de los Andes (Bogotá). Ha publicado varios libros, ensayos y artículos de opinión sobre la política exterior de Argentina y de Colombia, sobre las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, sobre el sistema global contemporáneo y sobre el narcotráfico, el terrorismo y el crimen organizado.
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El 2 de abril de 2025 el presidente Donald Trump anunció lo que llamó “aranceles recíprocos” de un 10% para la mayoría de los países de América Latina, 38% para Guyana, 18% para Nicaragua y 15% para Venezuela. Previamente había impuesto aranceles del 25% a México; en julio los elevó a 30%. El 9 de julio decidió incrementar a 50% los aranceles a Brasil; a lo cual el gobierno de Lula da Silva respondió que será reciproca esa medida. 

Según la Ley de Expansión Comercial de 1962, en su Sección 232, el presidente de Estados Unidos puede imponer aranceles invocando razones de seguridad nacional. Una desagregación por rubros de los aranceles impuestos por Washington al mundo muestra lo siguiente: acero y aluminio; cobre; automóviles y autopartes; camiones; aviones comerciales y máquinas de aviones; maderas; productos farmacéuticos; semiconductores y equipos manufactureros; y minerales críticos procesados.

De acuerdo con la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, Estados Unidos puede, a su vez, aplicar aranceles ante prácticas comerciales consideradas desleales. Esta legislación es la que se usó para justificar el castigo a Brasil, es decir; invocando asuntos como el comercio digital y los servicios de pago electrónico; aranceles preferenciales, incumplimiento en materia de anticorrupción; protección de propiedad intelectual; acceso al mercado del metanol; y deforestación ilegal. Los productos y sectores más afectados serán probablemente el acero, la aviación, las maquinarias y los productos agrícolas.

Cabe aclarar que Brasil padece hoy la imposición de altos aranceles. En 2024, el intercambio comercial con Estados Unidos arrojó un superávit favorable a Washington de unos USD 7.400 millones, lo que representa un incremento de casi el 32% del que tuvo en 2023. A su turno, Estados Unidos sigue siendo el principal inversor en Brasil: representa el 44% de las inversiones en el país con un stock acumulado de USD 123.000 millones de dólares. Brasil es, a su turno, el decimoquinto socio comercial de Estados Unidos.

No parece funcional que Washington inicie un ataque comercial contra Brasil que ha sido un país con lazos estrechos con Estados Unidos en el último siglo. Fue proverbial durante buena parte del siglo XX que se hablara de la relación entre Estados Unidos y Brasil como una “alianza no escrita”, según E. Bradford Burns. Más aún, en 2024 se especulaba sobre una “nueva alianza no escrita”.

Estados Unidos incómodo con Brasil y la intimidación a Lula

El ejemplo de los aranceles recargados a Brasil tiene relativamente menos que ver con asuntos económicos y más que ver con cuestiones políticas. Varios aspectos merecen atención. El anuncio que realizó Trump a través de una carta enviada a Lula comienza con una intromisión indebida en el caso en que se está juzgando al expresidente Jair Bolsonaro por el intento de golpe de Estado de 2022. Acusa al Gobierno brasileño de maltratarlo y de llevar a cabo un juicio que es una “vergüenza internacional”.

La misiva rompe el principio de no intervención; en especial mediante lo que Marko Milanovic denomina “coerción como extorsión”, combinando exigencia y ultimátum: demanda la terminación inmediata del juzgamiento a Bolsonaro que se desarrolla dentro del Estado de Derecho y amenaza un daño por vía de los aranceles y la eventual retaliación si Brasil responde con sus propios aranceles a Estados Unidos. En breve, se trata de una penalidad patente que es antitética con el derecho comercial internacional.

Lo expresado por Trump es, claramente, una sanción justificada con un argumento ideológico, a lo cual añade una referencia comercial parcial que podía canalizarse de otro modo. El Brasil de Lula conjuga una serie de aversiones, desprecios e irritaciones que caracterizan al Estados Unidos de Make America Great Again (MAGA).

En primer lugar, es un miembro original y activo de los BRICS. Dos días antes del anuncio sobre el incremento de 50% de los aranceles a Brasil, Trump advirtió que todos los países alineados con el grupo serán objeto de un 10% adicional a los aranceles ya gravados. Para la Casa Blanca, BRICS es el epítome de lo anti Estados Unidos y el creciente poderío e influencia del grupo debe ser revertido; algo no sencillo de alcanzar para una potencia que muestra cada vez más signos de prepotencia y menos capacidad persuasiva. Por ello, para algunos observadores, el unilateralismo, la hostilidad y la ilegalidad de las acciones comerciales de Estados Unidos van a conducir a la “expansión, desarrollo e integración de los BRICS”.

En segundo lugar, Lula 3.0 abogó de modo frontal y enérgico a favor de la desdolarización. Más aún, en 2023, y a raíz de su visita a Beijing, China y Brasil anunciaron que el comercio bilateral se realizará en yuanes chinos y reales brasileños. A su vez, en enero de este año el sherpa de Brasil en BRICS, Eduardo Saboia, remarcó la importancia de las transacciones en monedas nacionales entre los miembros del grupo. Antes de asumir su segunda presidencia, en diciembre de 2024, Trump afirmó que impondría un arancel del 100% a los países que abandonen el dólar.

En tercer lugar, las afirmaciones de Lula sobre Israel y Gaza crisparon a Washington y a Tel Aviv. En febrero de 2024, él dijo que lo sucedido con los palestinos tenía un antecedente: “de hecho existió: cuando Hitler decidió matar a los judíos”. De inmediato el gobierno israelí lo declaró persona non grata. En junio de 2025 calificó el conflicto en Gaza como un “genocidio”. Y en la apertura de la cumbre de BRICS en Brasil, el 6 de julio, acusó a Israel de ejecutar un genocidio en Gaza.

Es bueno recordar que en febrero de este año la Casa Blanca anunció la “Orden Ejecutiva” mediante la cual se impusieron sanciones a la Corte Penal Internacional debido, según Trump, a sus “ilegítimas e infundadas acciones contra Estados Unidos y nuestro íntimo aliado, Israel”. Invocando la mencionada Orden Ejecutiva, el 9 de julio –día en que se aplicó el 50% de aranceles a Brasil– el Departamento de Estado anunció sanciones por lawfare a la relatora especial de la ONU para la “Situación de Derechos Humanos en los Territorios de Palestina Ocupados desde 1967”, Francesca Albanese.

En cuarto lugar, es bueno considerar el tema de la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Durante la cumbre de los BRICS en julio, Brasil obtuvo un respaldo importante a su aspiración de ser miembro permanente. En la declaración final se afirma, entre otras: “China y Rusia, como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, reiteran su apoyo a las aspiraciones de Brasil e India de desempeñar un papel más relevante en las Naciones Unidas, incluyendo su Consejo de Seguridad”.

En 2022, el presidente Joe Biden había dicho en su alocución ante la Asamblea General que Estados Unidos apoyaba una ampliación de los miembros permanentes y no permanentes del Consejo. Cuando Trump se manifestó a favor de “reformas” en la ONU, durante su primer mandato, su énfasis fue en cambios burocráticos y financieros. En febrero de este año el mandatario estadounidense anunció una Acción Presidencial mediante la cual se retiran fondos a varias agencias de Naciones Unidas. Es de suponer que la Casa Blanca no promoverá una reforma relevante en cuanto al Consejo de Seguridad; ámbito donde ni siquiera buscó respaldo para su ataque militar contra instalaciones nucleares en Irán.

En quinto lugar, Brasil pregonó que la próxima persona al frente de la Secretaría General de la ONU sea mujer y latinoamericana. En la IX cumbre de CELAC realizada en abril en Tegucigalpa, Lula subrayó: “La CELAC puede contribuir a rescatar la credibilidad de la ONU eligiendo a la primera mujer secretaria general de la organización”. Por supuesto que ello exige un seguro respaldo de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Si, eventualmente, se obtuviese el apoyo de China y Rusia y se evitara un obstáculo férreo de Francia y el Reino Unido, entonces esa candidatura femenina podría, hipotéticamente, avanzar; lo cual sería un triunfo notable de Brasil. 

Es de esperar que la agenda anti-género, anti-ambiental y anti-derecho internacional de Trump produzca resistencia en Washington respecto a potenciales candidatas de la región como Michelle Bachelet, Alicia Bárcena, Rebeca Grynspan o Mia Mottley que se expresaron favorablemente sobre esos tres temas claves de la agenda mundial. Hay que recordar que, de acuerdo al artículo 97 de la Carta de la ONU, la persona al frente de la Secretaría General es nombrada por la Asamblea General “por recomendación del Consejo de Seguridad”. El individuo seleccionado debe obtener el voto afirmativo de nueve de los quince miembros del Consejo, incluidos los cinco miembros permanentes, que tienen derecho a veto. La imagen internacional de Estados Unidos se puede deteriorar aún más si se obstina en impedir una candidatura de eventual consenso.

En sexto lugar, días después de los aranceles decretados por Trump, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, se sumó al talante castigador del presidente estadounidense. El 15 de julio le advirtió a Brasil (así también a China e India) que podría ser objeto de “fuertes sanciones secundarias si continúan haciendo negocios con Rusia. No existió una coordinación entre Washington y Bruselas, pero sí es notorio el hábito de  desplegar amenazas y puniciones por parte de la Casa Blanca y del Consejo del Atlántico Sur; algo que aumenta el fastidio con Occidente en el Sur Global.  

La Casa Blanca y un impulso aleccionador

En resumen, el conjunto de factores políticos mencionados parece tener un propósito básico: disciplinar a Brasil. La primera reacción que se observó fue un fortalecimiento de Lula y su voluntad de procurar la re-elección, así como una incomodidad de los actores y fuerzas cercanos a Bolsonaro, quienes no pueden aparecer ahora reivindicando que el país sea castigado pendencieramente por Estados Unidos. A su turno, ha surgido un debate acerca de si la medida de Trump empujará a Brasil más cerca de China. Muy posiblemente la diplomacia brasileña no implemente un giro categórico, arriesgado e inusual. Sí es posible que las afinidades entre Brasil (bajo Lula) y China se incrementen. Es obvio que ello no ocurrirá con Bolsonaro, tal cual él lo expresó hace unos días: “Yo soy la persona que puede frenar a China”… con el acompañamiento de una potencia nuclear “del Norte” (léase, Estados Unidos).

Habrá que ver cómo Brasilia y Washington manejan los días por venir sin caer en una tensión incontrolable. Por el momento, Estados Unidos quiere aumentar la presión y reforzar la naturaleza ideológica de la decisión del 9 de julio. En efecto, el 18 de julio el secretario de Estado, Marco Rubio, anunció la revocación de la visa al juez del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, a sus familiares y colaboradores. Brasil, por su parte, estudia medidas concretas de respuesta en el plano económico. Por el momento, Brasil no ha recurrido a la Organización Mundial del Comercio (tampoco lo ha hecho México u otros países castigados con altos aranceles) ni se conoce la existencia de una eventual acción concertada con México frente a Estados Unidos. Esto último facilita, de hecho y entre otras, la continuidad del bilateralismo agresivo de Trump en materia comercial. 

Paralelamente, entre el segundo semestre de 2025 y octubre de 2026 se puede presentar un escenario político-electoral en América del Sur que incline la balanza en favor de expresiones radicales y ultras de derecha. Las elecciones de Bolivia (agosto) y Chile (noviembre) en 2025 y las elecciones de Perú (abril), Colombia (mayo) y Brasil (octubre) de 2026 serán, en ese sentido, decisivas pues ya hay gobiernos de aquel signo en la Argentina, Paraguay y Ecuador. Eso, de suceder, significaría un avance de la Internacional Reaccionaria en el área; movimiento que tiene como tótem a Trump. Eso implicaría que el intento de Trump de limitar la proyección regional de China habrá tenido un cierto éxito, evidentemente ideológico y potencialmente militar. 

Con una Argentina ya autodisciplinada respecto a Washington, el objetivo para Estados Unidos es aleccionar a Brasil mediante la intromisión interna y la severidad comercial; el desafío para Brasil será resistir el intento disciplinante.

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