En medio de la acelerada transición de poder, cuyo eje central está en la competencia entre Estados Unidos y China, asistimos a una notable revalorización de los océanos. Los documentos, informes, pronunciamientos y acciones en torno al complejo oceánico Índico-Pacífico son un elocuente ejemplo.
A pesar de esto, en América del Sur es escaso el debate en torno a la disputa Washington-Beijing y su impacto en el Pacífico Sur Oriental (PSO) y el Atlántico Sur Occidental (ASO). Ninguno de los océanos que bañan a Suramérica son ya espacios vacíos y no serán secundarios en el futuro.
Es bueno además recordar que la región fue la primera área clave para el reforzamiento del despliegue naval de EE.UU.–que ha tenido un total de 12 flotas y hoy cuenta con 7 en actividad. Tiempo después de ser desactivadas, se reactivaron la IV Flota, a cargo del Comando Sur, en 2008; la X Flota (denominada ahora Ciber Global) en 2010; y la II Flota (para el Atlántico Norte) en 2018.
Aquella decisión -inconsulta en el sistema interamericano- de relanzar la IV Flota en julio de 2008, llevó a la creación del Consejo de Defensa Suramericano (CDS) en diciembre de ese año. Como se sabe, la autodestrucción de UNASUR, encabezada por siete gobiernos suramericanos, ha significado el abandono del CDS y, consecuentemente, de la reflexión estratégica conjunta sobre los océanos.
Tampoco parece haber motivado un análisis profundo, a nivel regional y compartido, la denominada Iniciativa de la Franja y la Ruta de China lanzada en 2013 que tiene una dimensión marítima: la Maritime Silk Road del siglo XXI.
En especial en la última década, y con la intensificación de la rivalidad entre Washington y Beijing, las proyecciones e iniciativas en torno al PSO y el ASO se incrementaron. Respecto al Pacífico se han consolidado maniobras y propuestas militares. Por ejemplo, los ejercicios navales RIMPAC (Cuenca del Pacífico), los más grandes de guerra marítima en el mundo, se iniciaron en 2004 y se reanudaron en 2012.
En el de 2022 participaron Colombia, Chile, Ecuador, Perú y México. A su vez, el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD, sigla en inglés) compuesto por Estados Unidos, Japón, Australia e India establecido en 2007 y de escasa significación durante años recuperó preeminencia en 2017.
Desde 2021 se viene contemplando una suerte de QUAD Plus entendido como una eventual mayor cooperación con naciones de Europa y Asia. Habrá que ver si esa idea, todavía genérica, se extenderá a Suramérica.
Asimismo, en 2020, Chile, Colombia, Perú y Ecuador unieron fuerzas para combatir la pesca ilegal en el Pacífico Sur, lo que fue muy respaldado por Estados Unidos. En ese contexto, en octubre de ese año, el Center for International Maritime Security publicó un trabajo (TIAR 21: Maritime Securiry, the TIAR, and IUU Fishing in the Western Hemisphere) proponiendo el recurso al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca para la lucha contra la pesca ilegal; obviamente con China como referente.
En el Atlántico Sur se ha ampliado el despliegue del Comando Sur mediante un rol más activo de la Guardia Costera, como fue la Operación Cruz del Sur contra la pesca ilegal a comienzos de 2021.
A ello hay que agregar el despliegue naval del Reino Unido para perseguir “la actividad marítima ilegal en el Atlántico Sur” de acuerdo con UK National Strategy for Maritime Security de agosto de 2022. En tiempos recientes, las acciones chinas se despliegan más en el lado oriental del Atlántico Sur; por ejemplo, mediante la construcción de docenas de puertos en África.
Ello ha generado, entre otras, ideas como la del militar retirado holandés, Martin Meijer, consistente en crear una Organización del Tratado del Atlántico Sur centrada en África; argumento que fue publicado en 2021 en MaritimAfrica (Developing three Military Treaty Organisations around the African Continent?).
Y, respecto al Atlántico Sur, tanto del lado occidental como del oriental, la Heritage Foundation estadounidense sugirió, en un informe de diciembre de 2020 (Why the United States needs an Atlantic Strategy), que Washington impulse un “Quinteto del Atlántico” compuesto por Estados Unidos, Colombia, Brasil, Marruecos y Nigeria con el propósito de frenar la proyección marítima de China.
En ese sentido, la actual iniciativa de la Argentina de reanimar la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur creada por iniciativa de Brasil en 1986 es relevante. Un Brasil que, a su turno, está en conversaciones con la Organización Internacional de Energía Atómica para lograr una dispensa que le permita usar combustible nuclear en un submarino.
Finalmente, los dos océanos miran hacia la Antártida cuya importancia ambiental es notoria. Cabe recordar que EE.UU. tiene sendos memorándums de entendimiento para la cooperación antártica con Rusia (2012) y China (2017).
El deterioro de las relaciones de Washington con Moscú y Beijing podría afectar los compromisos en torno a la Antártida y, en consecuencia, tornarla, como ya es el Ártico, un territorio de pugna geopolítica. Más que nunca las naciones de América del Sur, y del Cono Sur en particular, necesitan asegurar un renovado régimen de gobernanza centrado en el ambiente para la Antártida.
En resumen, los océanos de Suramérica adquieren una gravitación creciente en la política mundial y por ello es imperativo analizar mejor su impacto y evaluar cursos de acción convergentes.
https://www.clarin.com/opinion/sudamerica-oceanos_0_Ih2SkTCoaV.html