El límite en que se ve encuadrado el ministro de Economía, Martín Guzmán, al tener que aceptar la renuncia de Feletti por la resistencia de éste a convalidar una política de relativo control de precios, afianza el poder de la derecha después de su triunfo en las elecciones de medio término, y lo hace con Juntos por el Cambio derechizándose aún más, con Larreta proclamando la baja del salario y las jubilaciones y preparando la privatización de YPF y Aerolíneas, para evitar que Milei ocupe ese lugar, indudablemente debido al poder económico. Pero si los más perjudicados no se dan cuenta, esta tendencia es imposible de frenar. En esas condiciones, el pleno control de precios fracasó, porque las empresas lo bajaron por la fuerza subiendo los precios por encima de los costos, lo que se ve claramente porque el costo de la oferta subió mucho más que los ingresos de la población, y aunque en parte fue determinado por las cambiantes condiciones del capitalismo mundial a partir de la guerra de Ucrania, está bien claro que pese a eso las ganancias aumentaron. Si hubiera sido así, las ganancias habrían bajado o, por lo menos, se hubieran mantenido en el mismo nivel.

Por ese motivo -el aumento de las ganancias, sobre todo la de los grandes monopolios- en el mundo aparecen medidas cada vez más generalizadas como las retenciones, ya que hay disposiciones similares en todas partes, desde Estados Unidos hasta la India, donde se prohibieron las exportaciones de trigo para que no suba el precio interno. La excepción es la Argentina porque en pleno siglo de reforzamiento de la industria como necesidad para afirmar el camino de crecimiento sobre la base de aumentar las exportaciones de este tipo incorporando las innovaciones 4.0, el sector dominante en el país en el siglo XXI sigue siendo el agro, que determina la política oficial e imposibilita la aprobación de las retenciones en Diputados.

En la Argentina, el aumento de las inversiones 4.0 tuvo lugar en la industria sobre todo en las pymes, que fueron las que, en proporción, aumentaron más sus exportaciones por la mayor disposición local de este sector, que de esta manera, no va a poder continuar con la misma intensidad con la política que siguió hasta ahora: ese es el propósito del poder económico y de la derecha política que lo sustenta, a través de los mayores partidos políticos de la oposición, e indirectamente en la izquierda, al no tener en cuenta la lucha que se libra en ese sector, en gran parte por ceguera ideológica, creyendo que se mantienen en el mundo sin cambio las pautas sociales y políticas de hace un siglo y medio.

La decisión del gobierno es eludir una mayor guerra interna por la integración al sistema mundial impuesta en 2018 con Macri en la presidencia y el FMI a través de un crédito mucho mayor que el posible de pagar, para asegurar una dependencia crediticia ilimitada. La reorganización de la deuda, hábilmente conseguida por el ministro Guzmán, es parte de una serie de concesiones mínimas importantes y –en esas condiciones- lo determina como una necesidad, pero aún con ese apoyo, el agro afianzó su dominio, el círculo rojo de las grandes industrias se adaptó, como lo viene haciendo desde la dictadura de 1976, y los analistas, en su mayoría coimeados con verdaderas fortunas para que sostengan una posición insostenible, obligarían a una ruptura con esos sectores, que en esas condiciones obligarían al Estado a nacionalizar el comercio exterior y llevaría la guerra interna a un extremo de conflicto con el capitalismo local, que impondría sanciones a través del poder político estadounidense donde también se libra una batalla interna de este tipo pero de otra naturaleza, con el poder económico concentrado en el capital financiero.

La concentración en el capital financiero es consecuencia de una crisis prolongada del capitalismo. El arranque de la crisis es cuando la demanda productiva se retrae por la baja de los ingresos del salario. No alcanza a aparecer una crisis prolongada capaz de desestabilizar el sistema cuando al cabo de pocos años se restaura la inversión productiva, ya sea porque no se requiere una oferta mayor de inversión o porque aunque los requerimientos sean mayores por mayor complejidad de las máquinas, la respuesta atiende esa necesidad y se restablece la igualdad entre la producción para el consumo y la inversión y el gasto de los ingresos del trabajo y del capital para restituir la magnitud de la inversión productiva.

Pero cuando la inversión productiva no se restablece, disminuye la producción y el empleo, y por consiguiente, también los salarios. El capital acude a la inversión especulativa, que consiste en acumular más y cambiando continuamente el lugar de colocación del capital, que no se valoriza por la magnitud de la inversión productiva y del empleo del trabajo sino por mera especulación en los mercados de acciones o de bonos gubernamentales, cuando los grupos monopólicos se apropian de la mayorías de las acciones y los bonos, y compran para luego vender en el momento más conveniente para el monopolio, que habitualmente arruina a muchos pequeños inversores, pero ésta es la lógica desigual del mercado, vendida a los seguidores o incluso a la sociedad como la expresión más democrática, cuando es la fuente de todas las desigualdades, a tal punto que prosperan las propuestas de eliminar al Estado, lo que implicaría que el capital fije sin límites el nivel del salario llevándolo a un piso de hambre para los trabajadores, y consiguen mayor credibilidad porque sin un fuerte apoyo social de sus perjudicados, que son siempre la enorme mayoría de la población que no cuenta con más posibilidades que su trabajo, las políticas para sostener una regulación estatal capaz de evitar la dictadura empresaria, los salarios seguirían en descenso, como lo prueba la realidad que estamos viviendo.

El dominio del Antiguo Régimen, aunque modernizado, impide la plena industrialización. El Antiguo Régimen era el dominio agrario en la Edad Media. En el capitalismo actual sólo hay vestigios de ese Antiguo Régimen cuando prevalece el dominio agrario, afirmado en su alianza con el poder financiero, donde recicla sus excedentes, como en la Argentina, y lo mismo hacen los grandes sectores industriales que se avienen a ese condicionamiento y también reciclan sus excedentes y lo mismo sucede con el capital colocado en las privatizaciones de servicios públicos con elevadas tarifas, dentro de regímenes capitalistas atrasados de este tipo, a lo que se agrega la nueva burguesía agraria y sobre todo el capital exportador de este tipo, que así puede imponer precios internos cercanos a los internacionales, que se trasladarán a la producción y la mayoría de los productores agrarios lo atribuirá a la política económica interna que no siga esta orientación. No será así para los grandes latifundios, que aunque se fueron dividiendo en parte, subsisten en grandes áreas territoriales, detentan una elevada renta agraria  y han sido capaces de imponer ese sistema al capitalismo local actual, que por eso sigue marcado por vestigios del Antiguo Régimen.

Ahora, más que nunca, la respuesta es política, pero el peligro es que esto profundice la división en el PJ y consolide el triunfo político de la derecha.

Habitualmente, para responder a quienes creen que todavía subsiste la lógica del mercado interno que en la Argentina y en Brasil y México sustentó la industria sustitutiva, me refiero a las condiciones diferentes en que se desenvolvieron estos dos últimos países respecto a la Argentina, porque en ellos no prevalecieron los sectores primarios de la economía, el Estado se pudo afianzar en su posición reguladora y favoreció el crecimiento de la industria. A continuación muestro esta diferencia en la evolución del PBI. Habría que agregar que en las exportaciones esa diferencia es más notable, sobre todo en México, y que, al contrario de lo que sucedía cuando podía imperar la industria sustitutiva, las exportaciones en dólares, en México casi sextuplican a la de Argentina, se concentran en la industria y capitalizan al mercado interno con un ingreso que ya no se podría alcanzar en las ventas locales.

PBI en millones de dólares (M dols). Desde 2010 está en billones de dólares (B dols)

 

Años México Brasil Canadá Argentina
1960 13.040 M 15.170 M 40.460 M 24.450 M
1970 35.520 M 42.330 M 87.900 M 31.580 M
1980 205.100 M 235.000M 273.900 M 76.960 M
1990 261.300 M 462.000M 593.900M 141.400 M
2000 707.900 M 655.400 M 742.300 M 284.200M
2010 1,06 B 2,21 B 1,61 B 0 ,42 B