Cristina es la primera en comprender cabalmente tanto las amenazas que el contexto regional le presenta a la democracia argentina como también la necesidad de superar el péndulo de expansión y quiebre de la economía con el correlato de millones de argentinos y argentinas excluidos del bienestar. Esos desafíos sólo pueden ser afrontados con la convergencia de todos los sectores políticos, empresariales, sindicales y sociales que construyen el país a diario y el respeto a la diversidad de pensamiento dentro de ese arco es clave para dicha convergencia.
Las elecciones a gobernador fueron el primer ensayo de convocatoria amplia y los resultados han sido contundentes: los candidatos del “modelo amarillo” se desmoronaron en todas las jurisdicciones frente a alternativas diversas. Ahora la fórmula presidencial corona ese recorrido y plantea la unidad en torno a consensos sobre el interés nacional: producción-consumo-inversión-derechos sociales.
Cristina ha mirado, como estadista que es, más allá de la elección de octubre, porque no sólo afirma el triunfo en los comicios, sino que crea a la vez condiciones objetivas para superar, ya en el Gobierno, el estado de postración en que el gobierno de Macri deja a la Argentina. Y lo hace resignando su candidatura presidencial para acompañar a un hombre con el que ha tenido encuentros y desencuentros, enviando a todos los actores políticos un mensaje de conciliación y humildad que es el que se necesita en esta hora difícil.
Esperemos que sea comprendido e imitado para recorrer esta nueva etapa histórica.