La educación pública argentina atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia, atacada desde la asunción del gobierno libertario-neoliberal, cuyas metas principales son la destrucción del ascenso social por la vía de la educación pública, el ataque al pensamiento crítico y la incorporación de la educación al ámbito de los negocios del mercado. En definitiva, la privatización de la educación, en su totalidad.
Avalan nuestras afirmaciones hechos como el cierre definitivo del Ministerio de Educación Nacional, el desfinanciamiento para salarios y construcción de escuelas (dada la paralización de la obra pública), la falta de provisión de equipamiento y material didáctico estas y la morosidad de los Estados con los subsidios a las asociaciones cooperadoras.
Se suman a ello la derogación del Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID), el veto a la Ley del Financiamiento a las Universidades o la reciente anulación del fondo fiduciario para el pago de las “Becas Progresar”, así como las intervenciones unilaterales del Estado porteño al Estatuto del Docente, entre otras agresiones que se registran a lo largo y ancho del país.
Se trata de iniciativas fundadas a partir de la creación y difusión de justificaciones falaces y descalificadoras, en relación con la realidad socioeducativa argentina, al momento de la llegada de Milei al gobierno nacional. Por ejemplo, que de 100 alumnos sólo terminan la educación obligatoria 13 de ellos, dato mentiroso que el Presidente Milei anunciara en su primer discurso, de espaldas al Congreso nacional.
Asimismo, argumentos que anuncian que el 50% de los alumnos del nivel primario no puede leer ni comprender textos, omitiendo los resultados de las pruebas Aprender de 2021, en las que el 88% de los alumnxs de 6.º grado, presentó un nivel satisfactorio en Lengua y sólo un 11,6% estaba por debajo del nivel básico.
Por otra parte, no son solamente amenazas las expresiones de representantes de La Libertad Avanza en relación con la innecesariedad de la educación obligatoria, que profundizan otro de los ejes ideológicos del neoliberalismo, como es la defensa de la meritocracia como eje central responsable de la cada vez más profunda desigualdad y exclusión educativas.
El caso de CABA
El Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires anunció, una vez más, cambios en el sistema educativo de los niveles primario y secundario, partiendo de la elaboración de diagnósticos limitados por la sola lectura e interpretación de indicadores de rendimiento de materias como Matemática y Lengua, disciplinas en las que, se anuncia, mejorarán los aprendizajes fundacionales.
Aun aceptando que se trata de materias centrales, su sola utilización como referencia no justifica el abandono y banalización de las ciencias sociales, ni del resto de las disciplinas que se estudian.
Un ejemplo de ello fueron las afirmaciones del jefe de Gobierno, Jorge Macri, al inaugurar el programa estratégico “Buenos Aires Aprende”, quien habló de “una escuela que enseñe a comprender textos y a resolver problemas matemáticos vinculados con la vida real”. A ello, agregó que es importante que “lxs estudiantes aprendan motivados y desafiados y que desarrollen habilidades necesarias para el mundo que los rodea”.
Dichas palabras permiten suponer que, para el Ministerio de Educación, nuestros jóvenes sólo deberían preocuparse por la lecto-escritura y el cálculo, y no por ser formados integralmente en el resto de disciplinas que les otorguen capacidades como para descubrir sus identidades, su historia y la de la Nación, el valor del pensar críticamente como ciudadanos atravesadxs por la política y la necesidad de asumirse como sujetos de la historia, en contextos de una diversidad cultural inocultable, entre otros saberes trascendentes. Pareciera que El fin de la historia, libro del politólogo norteamericano Francis Fukuyama publicado en 1992, es un hecho en la Argentina.
Para cubrir dichos aprendizajes, según se ha dicho, el Ministerio de Educación avanza con una serie de reformas que intervienen algo que es político y público, como la currícula, a partir de la introducción y jerarquización de nuevos contenidos programáticos, en sintonía con las prácticas educativas que viene mostrando el neoliberalismo.
Entre algunas de las innovaciones que la escuela porteña incorporará se encuentran el bienestar socioemocional y la educación financiera. Se trata, en principio, de abordar en clase temas vinculados a los modos en que se conciben las emociones de lxs alumnos, de manera individual, así como la forma de trabajar con ellas a partir de la auscultación de sus subjetividades. Este nuevo ethos terapéutico, garante del éxito en la vida, se encuentra relacionado con las lógicas de mercado y con criterios de estandarización y homogeneización de la realidad, según investigaciones que hemos realizado.
La educación financiera, en general, consiste en la promoción de una cosmovisión favorable a la especulación, la exacerbación de la salida individual y la exaltación de valores que proponen las políticas de mercado, como la competencia y una mirada del lucro, y el dinero como fin en sí mismo, todos ellos como mecanismos privilegiados para la generación de riqueza.
Dichas innovaciones se complementan con lo dispuesto con una reciente Resolución General de la Comisión de Valores que habilita a lxs jóvenes de 13 años a que operen en el mercado de capitales con bonos y acciones que coticen local e internacionalmente, lo que introduce a los jóvenes en prácticas especulativas que buscan cambiar desde la base la naturaleza humanista, solidaria y colectiva de la escuela primaria y secundaria.
Se corre de este modo el riesgo de fomentar, aún más, la ludopatía en menores de edad, algo que, por otra parte, se dice combatir, aunque solamente prohibiendo los sitios web de juego en las escuelas.
Para qué, entonces, darle a las ciencias sociales el lugar que deberían tener en la escuela, a partir de una enseñanza que contemple la integración, el análisis y la proyección de estas, si la cuestión se resolverá a partir del “trabajo” con las emociones y las pasiones de los alumnos considerados como meros individuos, sujetos del mercado.
Para qué mostrar a los jóvenes a través de la historia el valor de los proyectos colectivos que posibilitaron la construcción de las sociedades en el pasado, si la propuesta del neoliberalismo se sustenta en la célebre afirmación de la Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, en 1987, cuando manifestó sobre la sociedad: “No existe tal cosa, solo individuos”. Desde este punto de vista, las personas son consideradas solo como entes aislados, sin historia, ni memoria, ni presente colectivo, sometidas a vivir en marcos de incertidumbre, inseguridad, desprotección, angustia, aislamiento y pobreza creciente, según les ocurre actualmente a las mayorías en la Argentina.
Dicha situación ha sido provocada desde el Estado nacional. No la ha podido comprender aún una oposición política, lejana de los espacios en los que la toma las decisiones las hace el poder real local y global, escasamente preparada para enfrentar a una extrema derecha aliada con la derecha, que son quienes modelan la escena política, a expensas de los dictados del mercado, donde el capital financiero local e internacional ha concretado en los últimos diez meses una transferencia fenomenal de recursos del sector público al privado, a partir de un ajuste y una desregulación criminales, avalados por el Congreso nacional.
Los aspectos repasados en la presente nota dan marco a un sistema educativo público que se va modificando en el afán de conseguir el control ideológico de la población y al que se ha comenzado a reemplazar por otro, cuyo diseño y ordenamiento estructural, así como la jerarquización unilateral de saberes, van quedando sometidos al ideario neoliberal a cargo de ONG y/o fundaciones que plataformizan y mercantilizan la educación pública.