Semanas atrás nos ocupamos, en El Cohete a la Luna, de hacer una caracterización general del significado que tiene la implementación de vouchers en el sistema educativo argentino. Planteo que el candidato ganador de las PASO Javier Milei pondría en marcha de ser electo como Presidente de la Argentina, en las elecciones de octubre próximo.

Asimismo, planteamos el vínculo directo que la entrega de vouchers tiene en el marco de una globalización hegemónica y asimétrica, sustentada en los movimientos de capital financiero internacional y como consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales.

El neoliberalismo conforma un modelo político colonial que propone la desaparición del papel del Estado nacional como promotor y árbitro del desarrollo económico y garante de la justicia social. Además, establece la privatización de las empresas estatales en marcos de libre mercado y estricta defensa de la propiedad privada.

En estos contextos, el voucher educativo no es de ningún modo un fenómeno aislado, sino que forma parte de dicha estrategia global, que propone una falsa modernización del Estado y de la sociedad.

Aunque parezca mentira, la voracidad política del neoliberalismo local, reaparece, una y otra vez, como una constante en los últimos 50 años, con las viejas recetas sostenidas en las políticas de mercado.

Cuesta comprender cómo estas iniciativas, que ya se aplicaron y fracasaron en la Argentina pos-peronista (1955/1973), durante la dictadura predadora y homicida (1976/83), en el gobierno de Carlos Menem (1989/1998), en el de Fernando de la Rúa (1998/2001) y en el de Macri (2015/2019), vuelvan a ser votadas por importantes sectores de la población, donde se incluyen, además, gran cantidad de jóvenes.

El voucher, en la educación, es la herramienta inicial de un proceso que apunta a la destrucción del sistema público de la educación, al que los organismos multilaterales de crédito, como el FMI y el Banco Mundial, consideran un “gasto innecesario”, que debe ser privatizado, a efectos de autofinanciarse e integrar la educación a las políticas de mercado. Al constituir el voucher, un instrumento con valor de cambio que puede comprar educación, el inicio del proceso de privatización de la educación será un hecho.

Resulta necesario aclarar que no se trata de dinero en efectivo al que las familias podrán dar un uso discrecional. Con el voucher que otorgará el Estado, las personas podrán comprar educación, ya que esta, en los contextos planteados, se convierte en una mercancía que no será de la misma calidad en todas las escuelas.

Para empezar, hay que entender que con la aplicación de este tipo de políticas desaparece no solo —como ya dijéramos— la educación gratuita y obligatoria, sino el Estado argentino, como garante del derecho a dicha educación.

De esta manera, serán los criterios de mercado los que regulen la competencia que se instalará entre escuelas públicas y privadas.

No hace falta explicar que de semejante “libre competencia” saldrán favorecidas las escuelas privadas, que cuentan con aportes de capital, proveniente de sus dueños, de las mismas familias de lxs alumnxs o bien de empresas patrocinantes o aportantes particulares que —como imaginamos— apostarán por escuelas de elite.

Al igual que lo sucedido en Chile, los vouchers o la subvención a la demanda de la educación serán acordes al número de alumnxs que asistan a las escuelas y a los resultados de evaluaciones estandarizadas y descontextualizadas, que deberán rendir lxs alumnxs de las instituciones.

Dichas evaluaciones serán las que determinen el posicionamiento de las instituciones educativas, en línea con una jerarquía de escuelas que el Ministerio de Educación publicará, a fin de que las familias puedan elegir, siempre y cuando consigan vacantes.

Las escuelas más rezagadas en la evaluación quedarán sujetas a que se les suspenda el financiamiento o directamente se las cierre por no cumplir con las expectativas esperadas.

A fin de subsistir, las escuelas públicas peores posicionadas podrían recurrir a la búsqueda de capitales privados para poder funcionar y competir; hecho que iría, gradualmente, consolidando la privatización total del sistema educativo.

El modelo de Estado neoliberal, al que representan Milei y Bullrich, planteará un derecho a la educación fundado en otra conocida trampa: la libertad de enseñanza, entendiendo por ella a la libertad y el derecho para abrir, organizar y sostener económicamente escuelas, es decir, convertir a la totalidad del sistema en un ámbito para “hacer negocios”.

En dicho marco, no extrañaría que aparezcan ONGs y “asociaciones civiles sin fines de lucro”, que lejos de hacer honor a su nombre, salgan a vender educación, con aval oficial, por las escuelas de la Nación.

De este modo, lo que esconde el escueto anuncio del candidato libertario (“se repartirán vouchers”) traerá aparejadas, no solo la apertura del proceso privatizador, sino, la generación de guetos educativos, es decir, escuelas para pobres, ricos y grupos de elite. Estas últimas serán las escuelas encargadas de la formación de una nueva clase dirigente, en clara sintonía ideológica con el gobierno de turno.

Las escuelas quedarán de esta manera sometidas a las reglas del libre juego de oferta y demanda y del lucro. Se profundizarán desigualdades existentes, dejando a amplios sectores de la sociedad sin posibilidades de acceso a una educación de calidad y sin pasaje a la universidad.

Finalmente, cabe destacar que la voucherización de la educación termina, además, con la vigencia de la Ley de Educación Nacional (26.206) sancionada en 2006, en marcos efectivos de justicia social e inclusión educativa.

Raúl Moroni es supervisor y ex director de Educación Media y Técnica CABA. Integra el equipo Técnico-Pedagógico de apoyo a la escuela Media, UTE CTRA.

 

La desaparición del garante