El gobierno tomó finalmente la decisión de centrar su acción en reducir la inflación, pero no debe creerse por eso que lo hará de la manera que pide el mercado, porque ha entendido muy bien que la tarea central es recomponer la producción para que, lograda esa prioridad, se pueda acentuar la lucha por contener la suba de precios.
De acuerdo con ese objetivo, el ministro Guzmán no sólo favorece la mayor producción para que puedan aumentar las exportaciones y la provisión de dólares, sino que restringe en lo posible las importaciones para incrementar la producción nacional, y lo hace tratando de mejorar el nivel de productividad, que es una tarea que sólo se puede resolver en el largo plazo. A eso agrega la búsqueda de un mayor ingreso personal a través de salarios y jubilaciones, sin despegarlo de su objetivo antiinflacionario, porque un mercado interno fuerte es el primer paso para aumentar la producción y a partir de allí mejorar la exportación y el acopio de divisas.
El rol de la moneda
Otra pieza decisiva para mejorar al conjunto de la economía es lograr estructurar un mercado financiero capaz de sustentar el crédito al sector privado y al sector público, porque si éste depende del endeudamiento en moneda extranjera, se termina debilitando la moneda nacional y con ella la producción local, ya que una organización económica se constituye con la producción y su resultado es la moneda.
Los ejemplos internacionales son abrumadores: la fortaleza del dólar no se entiende sin la productividad estadounidense. La de la libra esterlina, que dio lugar a un mercado financiero basado en ella que se extendió más en el tiempo que el predominio de Gran Bretaña, fue gracias a la moneda que fue resultado de ese anterior predominio. Lo mismo está sucediendo con China: la productividad creciente de su economía, que la hace escalar en la competencia internacional, empieza a perfilarse en su moneda de manera muy lenta pero inequívoca.
No hay una moneda que haya surgido de la nada, y por eso mismo, en la medida en que una moneda es consecuencia de la producción y la productividad, no puede convertirse en moneda de una producción ajena, salvo en los casos en que una economía relativamente débil se fortalece atrayendo grandes masas de recursos monetarios externos permitiendo operaciones que serían consideradas ilegales en sus mercados originarios y creando sobre esa base incentivos fiscales, en un contexto casi siempre sostenido por una moneda dominante.
El desarrollo industrial
Por último, y esto es esencial, para forjar una economía competitiva en el capitalismo es necesario centrarla en el desarrollo industrial y aquí los ejemplos internacionales también son irrefutables. Antes que Gran Bretaña, en el siglo XVIII, Holanda se perfilaba como el centro del capital comercial, pero este predominio cedió porque mientras el capital comercial holandés se recicló fundamentalmente en el comercio y las finanzas y en menor medida en la industria naciente, el predominio pasó a Gran Bretaña, que se especializó en la industria. Estados Unidos desalojó a Gran Bretaña del lugar de privilegio mucho después, precisamente porque concentró su desarrollo en la industria, y lo mismo sucedió con el ascenso de Japón y el de Alemania.
La lucha por la vuelta al crecimiento en Argentina
La lucha por la vuelta al crecimiento tuvo una serie de componentes. El menos desatendido inicialmente por el gobierno para salir de la recesión e inmediatamente después para enfrentar la pandemia, pero al que más atención le presta el mercado, fue el límite en el gasto fiscal y la emisión de moneda, que es lo primero a lo que habitualmente se apela en la política económica para ordenar la economía y frenar la inflación como resultado del peso del monetarismo.
Esta relativa omisión inicial no fue casual, como tampoco fue casual que el mercado no la entendiera.
Los otros factores que caracterizaron el programa del ministro Guzmán fueron los antes enunciados: el aumento de la producción y la productividad, el posible recurso a una sustitución de importaciones cuando el gasto en divisas es alto y el mercado está frenado, la insistencia en frenar la pérdida en los ingresos personales del salario y las jubilaciones, habituales en esas circunstancias, y dos cuestiones trascendentales: el desarrollo de un mercado financiero propio, en moneda nacional, y colocar el eje de la producción en la actividad industrial, que es la característica del capitalismo y la base para la nueva fase que comienza con las llamadas industrias del conocimiento.
El peso de cada componente económico en la lucha contra la inflación y por el crecimiento
Los diferentes componentes no tienen un peso similar en la búsqueda de una corrección, y eso depende de las características de la economía nacional y por eso también se corrige el peso de cada una de ellas en función de los avances y retrocesos, pero no se trata de una ley universal. Entre ellas, el ministro Guzmán privilegió primero restituir la producción y a medida que conseguía incrementar el nivel de actividad puso más peso en mejorar la productividad, sabiendo que éste sí es un objetivo de largo plazo.
Como la extensión del período de corrección daba lugar a solicitar los dólares disponibles para concretar las importaciones que no podían postergarse, buscó ahorrarlas en la medida en que se pudieran sustituir, favoreciendo así la producción, y para acortar en lo posible el período de corrección aceptó un ajuste mayor para lograr un acuerdo más rápido con el FMI y reducir la presión de los mercados. Ahí recrudeció la importancia de la lucha contra la inflación, incluso aceptando métodos más ortodoxos, es decir los correspondientes al límite fiscal y monetario. En forma paralela, no dejó de insistir en estructurar un mercado financiero más amplio y capaz de hacer frente a las necesidades de crédito y en desarrollar la industria, por lo que era evidente que estos dos objetivos tenían una importancia peculiar.
Empieza un nuevo ciclo de la economía
Al cabo de un año y casi tres meses, parece seguro que la economía empieza un nuevo ciclo de alza, a tal punto que hasta los analistas pendientes exclusivamente del mercado empezaron a mostrar pronósticos de crecimiento mayores que los oficiales, claro que esta posibilidad sigue dependiendo en gran medida de la velocidad con que se pueda llevar a cabo el operativo de vacunación.
Con la respuesta favorable de la economía nacional, en un contexto mundial también expansivo, era lógico esperar que el balance entre los diferentes componentes se corrigiera. El acuerdo con el FMI del que el mercado está pendiente ahora puede perder algo de la urgencia que tuvo en los momentos más duros de la lucha contra la recesión, con el propósito de afirmarla, porque el país reforzó sus posibilidades de mejorar sus resultados que, en el caso concreto de la economía local actual saliendo de la recesión, significa no perder de vista mejorar el ingreso, reforzar el esfuerzo por la industrialización y profundizar la conformación de un mercado financiero nacional que ayude a combatir el bimonetarismo, también un combate que solo puede desenvolverse en el largo plazo.
La importancia del bimonetarismo
Ese eje es el que no pierde de vista Guzmán, que para el mercado es un propósito postergable. A eso habría que agregar algo que está implícito en el debate pero no se lo reconoce con la fuerza necesaria. La importancia del bimonetarismo para la Argentina está asociada estrechamente con la necesidad de industrializar y el curso nacional diferente a ese objetivo, porque surgió de la naturaleza inicial de la acumulación de capital en el país, estructurada como complemento del aporte de materias primas alimentarias al centro industrial del mundo en aquella época.
El equívoco argentino consistió en creer que aquella posición podía eternizarse para que la clase de los grandes propietarios de tierras de la pampa húmeda siguieran reteniendo el poder político. Esa determinación alejó al poder económico local de su posibilidad de constituirse en una burguesía moderna y restó posibilidades al capitalismo nacional, aunque le haya otorgado un inicio privilegiado. Así como las burguesías europeas se apresuraron a seguir el camino de Gran Bretaña, donde su nobleza feudal se avino al desarrollo industrial, la mayor parte de lo que sería la Europa desarrollada siguió por la misma senda.
La burguesía argentina pudo haber hecho lo mismo en una región donde ningún otro país estaba preparado para ese salto. Al haber elegido tratar de repetir el pasado, privó al país de un porvenir moderno y lo condenó a un retroceso que solo se podía revertir modificando esa trayectoria. Al contrario, para refrendar esa trayectoria, usó el excedente en acumular capital fuera de la industria, el eje del desarrollo capitalista, y por eso el desvío hacia un gran consumo inicial y más tarde hacia las finanzas, las inversiones inmobiliarias, la fuga de capitales, o más próximamente a la explotación de los servicios públicos privatizados a precios dolarizados, complementados definitivamente con la política económica de la última dictadura militar, continuada con la convertibilidad y el endeudamiento macrista vinculado al ajuste desindustrializador.
El peronismo, como fuerza política más comprometida con la industrialización, no pudo revertir esa herencia más que transitoriamente, porque la afirmó con el gasto público o una distribución de ingresos imposible de sostener si la senda industrializadora no se asentaba definitivamente. Para hacerlo era necesaria una sustitución de importaciones que llevara a una mayor productividad y no al mantenimiento de la distancia de costos, para lo que era necesario tanto el fomento de la inversión extranjera en la industria como el desarrollo de un mercado financiero propio, es decir en lo que se puede resumir como un esfuerzo coordinado para impedir el arraigo del bimonetarismo cuando aún había tiempo de hacerlo. Esa es la tarea que con muchos más obstáculos por delante está intentando cumplir el ministro Guzmán.