Wooden blocks with the word Stagnation and dollars. Prolonged period of slow economic growth, measured in terms of GDP growth. High unemployment. Economic stagnation. Performance slowdown

En medio de un estancamiento económico mundial que podría derivar hacia una recesión en Europa y Japón,

con la cada vez menos probable excepción de Estados Unidos por su peculiar proteccionismo que modifica la globalización generalizada por la globalización centrada en ese país –objetivo de la política del presidente Donald Trump-,

con la incógnita de China que crecerá menos de lo habitual (2,5% a 4% en 2020, contra 5,9% en 2019), paralizada por el coronavirus, y con economías emergentes con flojo desempeño, como Brasil, India y México,

la Argentina trata de salir del hundimiento con una renegociación de la deuda con el FMI y los bonistas que le va a dejar muy poco margen para crecer, sobre todo en medio de las actuales condiciones mundiales.

Las perspectivas se estaban agravando desde comienzos de año. La mayoría de los CEOs de las principales corporaciones sostenían que en 2020 el crecimiento mundial descendería a 1% frente al 2,6% de 2019. Un descenso del 1,3% en Estados Unidos (2% en 2019) y se afirmaba ante la inversión de la curva de rendimiento (un interés muy bajo para las colocaciones a largo plazo -sometidas a riesgo por más tiempo- que el interés a plazos cortos, y pese a que éste igual es bajo) e indicaba una recesión a la vista.

El cuadro negativo se complicó primero con la suba del petróleo y luego por su baja, que sobrecarga la crisis del coronavirus y podría llevar al PBI mundial del I trimestre 2020 a cero crecimiento.

Nouriel Roubini, que anticipó la crisis financiera mundial de 2008, había afirmado en julio 2018 que Trump ha contribuido a debilitar el orden económico global creado por ese país en la II Guerra Mundial  con su “Estados Unidos primero”. Esto debido a el insostenible gasto fiscal para poder crecer, una mayor inflación y las tasas de interés que terminarían subiendo, según refirmó en septiembre de ese mismo año. En esto último se equivocó porque cuando se afirmó la amenaza de recesión, las tasas siguieron bajando junto a más disputas comerciales, menos inversión en alta tecnología y desaceleración del crecimiento fuera de Estados Unidos, en lo que acertó.

Lo interesante en ese análisis es que habla de la existencia de capital privado sobrevaluado y bonos públicos muy caros, lo que llevaría a una baja de ventas y un colapso de mercados financieros, ya sin espacio para aplicar políticas monetarias no convencionales. En febrero 2020, alertó que la Argentina estaba al borde de un default y que “una solución intermedia honrosa es lo mejor”.

En ese momento, Roubini agregó a las amenazas de crisis la de una guerra. En realidad, esa guerra ya empezó y tiene un carácter muy diferente de lo que habitualmente se entiende por guerra, porque se desarrolla en la economía y sobre todo en la tecnología vinculada con la Cuarta Revolución Industrial, con China y a Estados Unidos como principales rivales.

Lo que destacó Roubini en esta ocasión es que Estados Unidos está encerrado en una rivalidad estratégica creciente con China, Rusia, Irán y Corea del Norte, a lo que podría agregarse una crisis política interna por el recuento de votos que lo debilitaría frente al exterior. La amenaza estadounidense a Irán llevaría a ese país a intensificar el conflicto y a una guerra en gran escala que daría lugar a una recesión y hundiría las perspectivas de reelección de Trump.

Con China, Roubini le dio un alcance secundario y temporal a la llamada fase uno del acuerdo comercial. Pero advirtió que «la guerra fría bilateral sobre tecnología, datos, inversión, moneda y finanzas ya está escalando bruscamente», mientras el brote del coronavirus  impulsa el desacoplamiento de los dos países con una epidemia “más grave de lo que se espera”. Además habrá efectos indirectos de la economía china en las cadenas mundiales de suministro, incluidos los artículos farmacéuticos, de los que China es un proveedor fundamental».

Roubini destaca que para algunos líderes chinos, no puede ser una coincidencia que su país esté experimentando simultáneamente un brote masivo de gripe porcina, una de gripe aviar, la epidemia de coronavirus, disturbios políticos en Hong Kong, la reelección del presidente proindependentista de Taiwán y el aumento de las operaciones navales de EEUU en el mar de China Meridional y Oriental, por lo que “la opinión en Pekín se está inclinando hacia lo conspirativo«.

Roubini destaca que habla de una primera ciberguerra mundial en que las potencias rivales también podrían atacar los sistemas financieros de todo Occidente, incluyendo el sistema SWIFT (un sistema para la transferencia segura de fondos en el mundo a través de los bancos), porque la infraestructura de telecomunicaciones estadounidense es potencialmente vulnerable, y Estados Unidos responderá con un ataque asimétrico que podrían intensificarse en 2020 con “un enorme desorden económico, financiero y político».

En caso de que las tensiones aumenten, China podría deshacerse de sus tenencias de bonos del Tesoro estadounidense ante el peligro de que Estados Unidos congele esos activos mediante sanciones, amenazando su crecimiento económico, por lo que trataría de diversificar sus reservas convirtiéndolas en un activo menos vulnerable como el oro, que es lo que ha estado haciendo junto a Rusia para compensar cualquier pérdida incurrida por la venta de los bonos del Tesoro. Y si la diversificación se acelera, podría desencadenar una conmoción en el mercado de los bonos del Tesoro de Estados Unidos y conducir a una fuerte desaceleración económica allí.

A esto se agregan los riesgos adicionales del cambio climático que no son sólo de largo plazo, como lo demuestra la creciente frecuencia y gravedad de los fenómenos meteorológicos extremos.

Expuesta la posición de Roubini, esencial para entender la crisis, aclaremos siete cuestiones que nos parecen evidentes. De ellas, la mitad final de la 3) y las siguientes cuatro últimas se desarrollan a partir de la crítica efectuada en estas páginas y por lo tanto, están destinadas a ser objeto de discusión.

1) La guerra de la que se habla es cibernética. Lo termina de aclarar Jorge Castro (Clarín, 8/3/20) “El presupuesto norteamericano del año fiscal 2020/2021 dispone aumentar 6% los gastos de investigación y desarrollo (R&D) del gobierno federal, llevándolos a 142.200 M dóls”, y sumándolo al gasto privado en el mismo fin “asciende a 480.000 M dóls, más del doble de la República Popular, que suman 240.000 M dóls. También el presupuesto de Donald Trump en su cuarto año de mandato prioriza el desarrollo de las industrias del futuro, fundadas en la Inteligencia artificial (AI), la Internet de las Cosas (IoT), y la robotización, y destina a este sector decisivo 200.000 M”. Agregamos que esta afirmación no significa que la guerra no pueda llegar también a otra dimensión, aunque su eje es la disputa por la Cuarta Revolución Industrial.

2) La epidemia parecía mejorar en China en contraposición con el empeoramiento en el resto del mundo, y la actividad no podrá recuperarse en el corto plazo en parte por la política china de arriesgar una baja de la producción anulando contactos para terminar lo más pronto posible con la epidemia, y en parte porque la epidemia en Occidente difícilmente se detenga tan rápido como en China – a principios de marzo, en un día, hubo cerca de nueve veces más de nuevos casos fuera de China que en China, según la OMS-, lo que seguramente fue por el impresionante control ejercido allí, imposible de aplicar donde el mercado está por encima del Estado. 

3) La larga fase recesiva o de bajo crecimiento económico mundial ha llevado a que, según la OIT, el insuficiente empleo remunerado afecte a 500 M de personas en el mundo. Es una situación cada vez más difícil de revertir y se advierte en que la crisis de 2008 no ha podido ser superada en doce años, y esta larga fase recesiva o de bajo crecimiento que siguió a la fase del bienestar de la posguerra, lleva ya 45 años con altibajos que son cada vez más bajos que altos y sólo fue mejorada con el crecimiento chino que ahora el presidente Trump se propone frenar.

Además, la casi paralización china para terminar con la epidemia limita una parte decisiva del mercado mundial (ya en febrero, las exportaciones globales cayeron 50.000 M dóls por falta de piezas chinas en distintas industrias).

A esto hay que agregar lo que sostenemos a lo largo de la nota: la política del presidente Trump consiste en implantar una mundialización centrada en ese país a costa de un proteccionismo que reduce el crecimiento de todos para elevar el propio. Intenta contrarrestar la influencia de China (el éxito de la Ruta de la Seda) y de Rusia, y, al profundizar la baja en el resto de la economía mundial, agrava la amenaza de recesión.

4) La defensa contra la recesión motivó bajas generalizadas en la tasa de interés, que en la Fed consistió el 3/3/20 en un descenso de medio punto de la tasa de referencia, llevándola a un rango de entre el 1% y el 1,25%, presentada como una estrategia para proteger a la economía estadounidense de los impactos del coronavirus, sin mencionar la indiscutible barranca abajo económica previa a la epidemia, y parece destinada a reproducir todos los inconvenientes actuales, porque en última instancia sólo afirma al capital financiero, pero no al crecimiento productivo.

5) También, en cierto sentido, la epidemia es una consecuencia de la globalización del capitalismo. Un estudio del Adecco Group Institute (BAE 24/2/20, Suplemento Lunes, “Los optimistas de la Inteligencia Artificial”, Héctor Medina) afirma que gracias a la tecnología una jornada laboral de 1970 equivale actualmente a una hora y media de trabajo (empleo de máquinas en el análisis de datos y en las tareas directas) y que en diez años más las labores con poco valor agregado -como las del capitalismo de la Primera y la Segunda Revolución Industrial- se verán reducidas en un 20% adicional a esa marca.

Estos datos ponen en evidencia el enorme crecimiento de la productividad, pero la reducción del trabajo diario no va en el sentido del bienestar, porque la queja de la OIT sobre el desempleo señalada más arriba lo pone muy en claro: es “cada vez más difícil que las personas se construyan una vida mejor gracias a su trabajo”.

El enorme crecimiento de la productividad que acompañó al bienestar de la era inmediata de la posguerra se ha transformado cada vez más en un empeoramiento de las condiciones de vida, profundizada desde la crisis de 2008, que en la Argentina hay que agregar a las consecuencias del gobierno de Macri.

6) Anteriormente habíamos señalado que Nouriel Roubini se equivocaba al esperar del excesivo uso de la política monetaria un efecto inflacionario como los tradicionales, sobre los precios. En el capitalismo industrializado de primera fila, como el de Estados Unidos, esa expansión monetaria -como la emisión de 500.000 M dóls diarios por parte de la Fed para frenar la baja de los mercados en la crisis del lunes negro del 9/3 de 2020- es absorbida por el capital financiero en una falsa valorización bursátil que sustituye a la inflación tradicional sobre los precios pero que no deja de ser una nueva forma de inflación.

Con esa falsa valorización, el capital financiero se refuerza sobre el productivo no sólo a costa de recesión o de bajo crecimiento sino que expropia parte del ingreso asalariado. Por eso su expansión ha dado lugar a la larga fase recesiva o de bajo crecimiento que ya lleva 45 años de vigencia con cada vez más frecuentes caídas explosivas. Estas son financiadas directamente por el Estado desde la crisis de 2008, con lo que consigue expandir el valor del capital financiero en el selecto ámbito de los mercados y –al comprar empresas tecnológicas- también se prepara para controlar la Cuarta Revolución Industrial y apropiarse de sus beneficios.

7) Esta conclusión sobre el carácter de la crisis permite entender por qué la situación sigue empeorando, y más aún con las soluciones monetaristas. En los países industrializados, al financiar una nueva expansión del capital financiero para salvarlo de la crisis, como sucedió en 2008, se acotan las posibilidades del capital productivo y se reduce el ingreso salarial y social. Esto porque la valorización bursátil que ocasiona y neutraliza su baja previa, tiene lugar exclusivamente en el mercado, por eso la inflación no va a los precios sino a un aumento del capital. Pero como este aumento da lugar a ingresos en la bolsa, el capital así valorizado se transforma en real con una magnitud creciente que los otros sectores no tienen.

Y en tanto el capital privilegiado se mantiene como capital financiero acrecentado, la cada vez más estrecha actividad sólo se puede mantener con más créditos ofrecidos por el capital financiero a las empresas productivas o a los consumidores (los créditos hipotecarios estadounidenses en 2008 o los créditos UVA en la Argentina de Macri). Como no se amplía el mercado de productos reales ni los ingresos, los créditos se vuelven cada vez más difíciles de pagar.

En los países no industrializados el capital financiero es mucho más reducido y el Estado adquiere créditos en la gran banca internacional, pero como el mercado productivo no se expande y encima los precios de las materias primas en que se especializan crecen menos o caen directamente en la crisis, la posibilidad de no pagar los créditos se concentra en ellos. La crisis de la deuda argentina es el mejor ejemplo: la desindustrialización la priva de alto valor agregado y de mayor empleo, la especialización primaria (agro y petróleo) en la crisis es castigada con la mayor baja de precios y cuando se adopta una política de máximo ajuste como la que impulsó en el país el FMI con el gobierno de Macri, la deuda se vuelve imposible de pagar.