HUGO GARNERO: Hagamos un poco de historia del proceso argentino, porque las dificultades actuales no vienen sólo de Macri y sí desde más tiempo atrás, sino no podemos entender dónde estamos parados hoy.
CARLOS ÁBALO: Sí, la imposibilidad viene de mucho antes. La Argentina se volvió inviable. Yo estuve por primera vez en México en 1962 y no se podía comparar en términos económicos y sociales con la Argentina. Cuando volví en 1976 se podía empezar a comparar en algunas cosas con la Argentina, pero cuando volví a la Argentina después de casi 9 años de exilio, estuve atornillado en un asiento durante casi tres días porque no creía lo que estaba viendo, por la pobreza y el retroceso, y yo me había acostumbrado a otra cosa. En 1962, Argentina era la mayor economía latinoamericana, Brasil tenía 81% de lo que tenía Argentina y México 62%, pero en 2019 el PBI de Argentina era de 445.400 millones de dólares, Brasil de 1.840.000 millones de dólares y México 1.269.000 millones de dólares, es decir que el PBI argentino es el 24% de Brasil y el 36% del de México.
HG: En el pasado, ¿decís que hubo una Argentina floreciente?
CA: A principios del siglo XX la Argentina era opulenta: en 1895 había sido la primera del mundo en PBI, un poco por arriba de Estados Unidos, pero esa opulencia era riqueza para la oligarquía y esplendor para Buenos Aires. Lo terrible de la oligarquía es que se pudo convertir en una burguesía industrial como las europeas y hoy tendríamos una industria como la de ellos, pero el negocio de la oligarquía era seguir siendo latifundista y evitar que una burguesía industrial le quite el trono. Si bien no contaba con un capital histórico acumulado, por el peso de la colonia y la tardanza en incorporarse al mundo moderno por las guerras civiles de medio siglo que siguieron a la independencia, hubo una rápida acumulación de fortunas en un círculo muy cerrado que dejaba a los trabajadores en medio de la pobreza, aunque los alimentos eran baratos, y la extrema concentración de la tierra impidió un mayor peso de los colonos inmigrantes en el agro pampeano como hubo en la llanura estadounidense, de donde salió parte de la nueva burguesía. Pese a las condiciones diferentes provenientes del pasado colonial y de la incorporación al capitalismo, la Argentina podía haberse industrializado como Australia y Nueva Zelanda, que lo hicieron con tardanza y siendo colonias.
En los años ´30 y por mucho tiempo después, el país disponía de la mejor industria latinoamericana en la fabricación de productos que no se podían importar y que se adecuaban a la división internacional del trabajo; fue ayudada por la inversión extranjera, pero la burguesía industrial local careció de apoyo crediticio suficiente y del Estado, cuando la crisis exigía empezar a sustituir productos industriales que se importaban. En 1935 con la creación del Banco Central, el Plan Pinedo quiso pasar a una industrialización más masiva, basada en inversión extranjera, que debía ser de Estados Unidos, pero la oligarquía frenó esa posibilidad mediante el acuerdo Roca Runciman, y porque no permitió cambiar casi nada de lo fundamental de la política económica, y Estados Unidos lo aprobó porque la Argentina todavía era su único vecino continental que lo podía enfrentar y que, en perspectiva, era tan poderoso agrario como ellos y podía llegar a ser igual de poderoso industrial.
La oligarquía mantuvo sus ingresos en la crisis del 30 y sobre todo en la posguerra, sin industrializarse y pasó a emplear su renta agropecuaria en colocaciones financieras y a limitar o impedir la industrialización bajando aranceles y promocionando la importación de industrias.
HG: La posibilidad de un país industrial apareció con el peronismo…
CA: En 1946 Perón empezó con su política con eje en la industrialización del país, concentrada en el Primer Plan Quinquenal. Las reservas acumuladas ascendían a 1.700 M dólares en 1946, más la deuda de Gran Bretaña, equivalente a 560 M dólares, pero sólo pudo usar una parte de ese total porque en agosto de 1947 Gran Bretaña declaró inconvertible la libra esterlina.
Ante la falta de recursos para poner al día la industria, se sumó a Brasil en el proceso de sustitución de importaciones, que lo venía ejecutando desde 1930 con Getulio Vargas y en que México estaba detrás. Esa industria requería un mercado interno privilegiado, que Perón cumplió con el Primer Plan Quinquenal, que no fue del todo acertado porque no pudo prever las limitaciones internacionales con que se encontraría (libras bloqueadas, sustitución de cereales argentinos por producción estadounidense y sanciones de Estados Unidos al bloquear la importación de equipos), que estimularon la inflación y contribuyeron a afectar la productividad.
El otro gran obstáculo era que, en comparación con México o Brasil en ninguno de estos países había oposición a la industrialización, como sí la había en Argentina por la porción más poderosa de la clase dominante y de sus aliados. En México por la revolución campesina de 1910 que sacó del medio a la oligarquía minera de Porfirio Díaz y dejó en el centro del poder al Estado, y en Brasil porque no había una oligarquía primaria única sino varias y diferentes y la principal era la del café, que de ninguna manera podía ocupar el lugar que habían tenido los latifundistas argentinos que vendían a Gran Bretaña carne y cereales, lo básico de los alimentos.
De ahí que la industrialización peronista empezó por concentrarse en la industria liviana, para atender la mayor demanda por el aumento de los ingresos, con la convicción de que la industria pesada vendría después, y los precios bajos fijados por el IAPI no pudieron tener en cuenta el Plan Marshall de 1948, que promovió la venta de excedentes estadounidenses a Europa, redujo los precios internacionales de los commodities y afectó mucho a la Argentina, y ambas condujeron a una menor producción agropecuaria exportable. Aunque las reservas iniciales eran considerables, por el posterior bloqueo de las libras esterlinas y la menor exportación, gran parte de esos recursos se usaron en recomprar la deuda externa y adquirir los ferrocarriles, mientras los salarios y el gasto social aumentaban de modo que entre 1946 y 1950 la participación del trabajo en el ingreso nacional pasó de 40% a 50%, aunque la productividad no aumentó en igual medida.
Haber corregido a tiempo lo que provocó el exceso del gasto hubiera requerido conocer lo que iba a suceder. No se avanzó antes hacia una industria pesada aunque se empezaron a producir automóviles y aviones porque expresamente Perón afirmó que antes había que tener suficiente demanda en la industria liviana, y la posibilidad de que se pudieran exportar algunas de esas posibles manufacturas no era muy seguro entonces, Además, Estados Unidos se negó a venderle al país equipos petroleros y el gasto en comprar los ferrocarriles ascendió al equivalente de 560 M de dólares (algo así como el triple de lo que valían) más otros no menos de 180 M dólares en deudas pendientes de la gestión inglesa, con un gran retraso en innovación, y la compra se pudo concretar en febrero de 1948, seis meses después que Gran Bretaña declarara inconvertibles las libras, por lo que debió pagar la nacionalización con las reservas en vez de hacerlo con sus saldos favorables. La crítica a la compra de los ferrocarriles no tiene sentido, porque la industrialización y el mayor aprovechamiento económico del territorio nacional lo hacía necesario. De cualquier manera, la mayor inflación apareció enseguida y la reducción de la productividad tampoco se hizo esperar demasiado.
HG: Sin embargo Perón no hizo ningún ajuste…
La corrección llegó en 1949 con la salida de la presidencia del Consejo Económico Nacional de Miguel Miranda, sustituido en la Secretaría de Hacienda y la presidencia del BCRA por Alfredo Gómez Morales. El inicio de esa corrección, que efectivamente en ningún momento fue un ajuste, sin embargo provocó una fuerte baja bursátil y una caída de la inversión que no se revirtió, y el Segundo Plan Quinquenal, de 1952, ofreció más créditos al agro, la importación de maquinaria y precios del IAPI más altos, pero los precios internacionales seguían hacia abajo. En el Congreso de la Productividad de la CGE y la CGT, ya en marzo de 1955, el año del golpe que destituyó a Perón, Gelbard, al frente de la CGE, pidió una mayor flexibilidad laboral para recomponer la productividad, y Perón impulsó un acuerdo con la Standard Oil de California, que fue vetada en el Congreso por la izquierda peronista encabezada por John William Cooke y criticada por Arturo Frondizi, que en su presidencia puso de ministro de Economía nada menos que a Álvaro Alsogaray, el gran promotor del ajuste, la deuda externa y las privatizaciones.
El primer peronismo en ningún momento dejó de lado el mercado interno, la industrialización y el resguardo de los salarios, pero en la posguerra, de 1945 a 2015, que son 70 años, estuvo en el poder sólo 11 años: de 1946 a 1955 y en 1973 y 1974 con el Plan Gelbard, en que sí se pudo volver a encarar la industrialización porque grandes industrias se sumaron. Por eso la reacción de la derecha con el golpe de 1976 fue mucho más fuerte, con su política de ajuste y desindustrialización, y en realidad la democracia estuvo condicionada a aceptarla, ya que su política económica iba a ser la del ajuste y la dolarización de los precios, y como tampoco se puede adoptar una moneda ajena sin comprarla, todas las formas ocultas o expresas de convertibilidad fracasaron hasta la gran crisis de 2001.
HG: …y entonces el peronismo parió al kirchnerismo.
CA: Ahí apareció el kirchnerismo que agregó 5 años a los 11 del primer peronismo, y fueron sólo 16 años en un total de 70. El límite son 5 años, de 2003 a 2008, porque ese año estalló la crisis financiera internacional, propio de la baja de la inversión productiva y la financiarización de las carteras, que fue el mismo fenómeno para todos los capitalismos, en el período en que se agudizó la crisis, pero que en la Argentina tuvo características propias por la oposición agro vs industria. Por ese motivo, aunque Cristina fue reelecta por segunda vez y siguió gobernando hasta 2015 no lo pudo rever, porque el gasto público aumentaba pero los precios subían, como respuesta del capital.
En 2015, con la llegada de Macri se agregó al dominio del agro y de la renta financiera, tratar de generalizar la privatización de los servicios avanzando fuerte para incorporar a éstos como alternativa a la inversión industrial; la industria lo aceptó y las grandes industrias se pasaron al bloque del ajuste, empezando por Techint, Aluar y Fate más la previa nacionalización de SOMISA con la dictadura de 1976.
HG: En el período posterior al primer peronismo se agrega la mayor gravitación del sistema mundial sobre las economías nacionales.
CA: Si, por su presencia histórica limitada, el peronismo no pudo terminar de dar vuelta la situación y el mundo cambió. Porque es imposible ahora quedar afuera del sistema mundial, China tiene un capitalismo controlado por el PC, en vez de un mercado interno cerrado, con el que la URSS terminó derrotada frente a Estados Unidos a través de la economía. Aunque Putin también empezó a dar vuelta el encierro de la industria rusa a través del desarrollo de los armamentos de manera que sirvan a la vez para mejorar la industria, algo que no es fácil de entender en Rusia, como tampoco fue fácil de adaptarnos actualmente a las nuevas condiciones en el peronismo, con un mercado interno ya imposible de tener la vigencia exclusiva que tuvo en el peronismo histórico.
Por eso la política económica del gobierno es la de Guzmán, que pelea la mejora de competitividad de la industria junto con el intento de mejora social y esto último se hace tan difícil.
HG: Y la coyuntura histórica nacional aparece totalmente atada a la internacional.
CA: El mercado, es decir el capital, va ganando la partida porque el sistema mundial es capitalista. China impuso un Estado dirigido por el PC que regula su peculiar capitalismo y en Estados Unidos la regulación va por el Estado endeudado y ahora también con inflación, que es el Estado de la crisis del capitalismo.
HG: Me pareció que habías efectuado tus observaciones sobre el peronismo histórico porque pueden aclarar algo sobre el peronismo actual de Alberto Fernández y Guzmán.
Sí: es la manera de calibrar la relación entre el mercado y la regulación. Perón tuvo una forma extrema de regular el capital para esa época. No podía menos que ser extrema porque tenía que industrializar al país contra la voluntad de la mayor parte de su clase dominante. Hoy, la regulación está mucho más presente en el mundo porque la crisis del sistema es universal. En la Argentina esa regulación es la que hace Guzmán, en continuo tire y afloje con la burguesía local, que pretende para este país dolarizar y enterrar al peronismo, y hasta llega a aprobar las continuas devaluaciones de la derecha.
En lo profundo, podría decirse que en la etapa de expansión del mercado interno, Perón se excedió con el gasto y los salarios, y no avanzó más en las reformas de fondo y de largo plazo, porque supuso que podría encararlas sin dificultades después. No es que no había que subir el gasto público y los salarios, sino que la suba tenía que estar más en consonancia con el reforzamiento de la estructura productiva para ganar también en productividad, y las sanciones de los países industrializados reforzarían los límites para que pudiera hacerlo. Por eso siguió una etapa de corrección, no de ajuste, desplegada en gran parte en el Segundo Plan Quinquenal.
No hay que olvidar que transcurrieron 70 años desde el primer peronismo. NI el país ni el mundo se parecen a lo que eran entonces. El país está mucho peor, incluso en la comparación regional, y el mundo pasó del Estado de Bienestar a una crisis financiera generalizada. Tampoco las respuestas pueden ser iguales; por eso, una comparación directa a través del tiempo no tiene sentido: es propia de una ideología congelada. Sólo se puede juzgar a Guzmán teniendo en cuenta las diferencias. Aun así se pueden encontrar semejanzas, sobre todo en calibrar esas respuestas entre el bienestar inmediato y un desarrollo capaz de sostenerlo.
HG: Desde el Frente de Todos se critica mucho a Guzmán.
CA: La apuesta de Guzmán contempla el mediano plazo, para que la Argentina y el peronismo hagan compatibles sus políticas sociales e históricas con una industria que crece en eficiencia y capacidad exportadora, y vaya en línea con lo que hacen los países emergentes que se industrializan. En este período histórico no hay reparto social sin previo desarrollo: por eso sigue el capitalismo como sistema mundial.
En el plano mundial, es un capitalismo en que se discute su regulación por parte del Estado, si más hacia un mayor bienestar o más hacia una súper concentración del poder en los gigantes tecnológicos, con quienes se pelean tanto el PC Chino como Biden, aunque a éste no le guste. Porque si las deja, se afianzan las criptomonedas y todas las valorizaciones falsas del mercado y el dólar perdería respaldo al estar sostenido por una deuda imposible de pagar. Sólo se podría pagar con condiciones salariales y sociales que llevaron a Estados Unidos a este nivel de crisis, para lo que el capitalismo también necesita al Estado, lo que muestra que los analistas y los economistas ultra liberales tampoco entienden lo que pasa con la economía, que se ha vuelto tan compleja que sólo puede ser entendida parcialmente.
En el país, Cristina, con su gran ojo político, sabe que ella sola o el peronismo dividido no pueden encarar el desafío presente, además de que no tuvo ningún ministro de Economía capaz de pelear en este nivel con el poder financiero, así que no hay más remedio que intentarlo por dónde va Guzmán (por eso aclaró que no pidió su renuncia), pero le pide más presión sobre los precios para frenar la inflación. Y Guzmán cree que hay que tener más cuidado porque la respuesta del capital siempre está en subir los precios, así que por eso la lucha contra la inflación está más sujeta a la respuesta de las empresas. En un capitalismo mundial en crisis, el capital pone los precios y el Estado sólo puede regularlo, y esa regulación sólo puede atajar los excesos del capital cuando el poder político opta por compatibilizar un capitalismo muy regulado con una política de empleo y bienestar social fuerte. Por eso es también una transición a otra forma de capitalismo.