En situaciones particulares de crisis económicas y sociales inéditas como la actual, con pandemia y virulenta mutación sanitaria y financiera, es necesario dar nueva vigencia al papel rector del Estado.
I) La regulación de la violencia de la moneda es imperiosa para limitar los efectos destructivos sobre el trabajo.
De un lado, sobre el empleo, tanto el número de trabajadores ocupados, como de su posibilidad de subsistencia con dignidad y en condiciones de respeto de los derechos humanos.
De otro lado, sobre el mantenimiento de la capacidad instalada y su reproducción para contener los efectos de la especulación financiera que succiona la maquinaria, los activos productivos, las fábricas y los modifican en liquidez monetaria o valores y títulos bursátiles.
Al mismo tiempo, se requiere un sutil manejo de la relación entre tasa de interés de referencia y tipo de cambio local, acompañando los vaivenes de la moneda clave, en nuestro caso el dólar de EE.UU y de las tasas de referencia internacional.
En esta ocasión, coincide en el corto plazo, en nuestro país, que la monetización local en pesos, acompaña de una parte, un impulso al dólar y a la financiarizacion, vía salida del sistema o a nuevas monedas sustitutas de valor para generar “fugas” especulativas, como las cripto monedas, el bitcoin o mercados off shore, fuera de regulación estatal vía BCRA.
La escasa acumulación de reservas genuinas, facilita la creación de dinero ficticio y de deuda de corto plazo, con tasas que tienen un riesgo país propio de un país sometido a la incertidumbre y a presiones inflacionarias.
La coyuntura comercial de ventajas en los precios internacionales de la producción de alimentos, permite tener recursos vía retenciones y márgenes de rentabilidad crecientes, pero que no logran cubrir el repago usurario de los bancos y grupos de inversión que facilitan el sostenimiento del retraso del tipo de cambio y un tímido anclaje de la inflación de origen más emisor.
II) El direccionamiento de la inversión productiva a temas focales que impliquen oportunidades objetivas de costos de producción, y tasas de ganancia internacionales, que faciliten la acumulación privada y pública.
Para ello, es imprescindible decidir, con la región, el Mercosur ampliado con Bolivia, Perú, y Chile, una política de infraestructura, una de minería, una energética, una de desarrollo de tecnologías aplicadas con alta productividad, una política arancelaria sobre producción primaria agrícola y de pesca,…
Esto contradice el efecto inflacionario que busca competir por el bajo salario y la intensidad extrema en la utilización del trabajo vivo en el proceso de producción inmediato.
La coherencia y densidad de los sistemas productivos nacionales en un plano regional es un objetivo de largo plazo, pero en el mientras tanto, tiene que existir segmentaciones productivas adecuadas permanentemente, que faciliten el aprovisionamiento del mercado interno protegido y “cautivo”.
Al igual cada vez más, una política comercial propia frente a terceros países, sin impedir las formas bilaterales de inserción internacional.
III) Estos desafíos se precipitan en el tiempo a causa de la crisis internacional, lo que obliga a su vez, a tener que formar cuadros técnicos y políticos que puedan afrontar la situación.
Cada vez es más necesaria una burocracia local y regional, que pueda dar una respuesta eficiente a la gestión de las economías, a la administración de los recursos y a la inserción internacional bajo las premisas de las disputas mercantilistas.
La formación académica y científica tiene que formar parte de la gestión del Estado. Dicha gestión asume rasgos más multinacionales, lo que nos lleva a aplicar un paradigma más inclusivo, en donde soberanía y cuestión nacional aparecen imbricadas en regionalización e inclusión social sin fronteras.
La intersubjetividad en la política de bloque regional, y la cohesión del desarrollo económico común pasan a ser premisas, que deben ser elaboradas en los vértices de los Estados de América Latina.
Para ello es indispensable una formación de masa crítica intelectual que pueda conducir una Estado supranacional, respetando la alteridad y generando una justicia social para un conjunto poblacional en expansión (1).
Notas
(1) Las premisas teóricas provienen de: Mario E. Burkun, Moneda y Mutaciones del Sistema Financiero Internacional. (2008-2017). Ed. Universidad Nacional de Moreno. 2017. Página 255. Buenos Aires. Argentina.
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