En los años últimos, en especial después de la crisis financiera internacional del 2008/2009, el sistema monetario quedó pendiente de la sensibilidad de los movimientos de los tipos de cambio internacionales.
La llamada “guerra de los tipos de cambio” fue causa y consecuencia de la orientación del flujo de liquidez de los capitales líquidos y del incentivo de inversiones especulativas de corto plazo.
Una incertidumbre creciente con la vitalidad del sistema bancario y la sustentabilidad de los rescates y ayudas provenientes de respaldos de emisiones monetarias y de ventajas crediticias y tributarias como las de EE.UU y la Unión Europea, dieron señales de que se estaba saliendo de la crisis y volviendo a una nueva fase de crecimiento del capitalismo en la globalización.
Sin embargo los periodos de expansión se acortaron y se modificaron los procesos de fabricación: se expandió la robotización flexible y un menor uso de trabajo vivo; hubo una mejora en la selección de información sobre los gustos y deseos del consumidor; creció la inteligencia artificial de elección de técnicas y de medios de comunicación y se produjeron fuertes cambios de gestión y de management empresarial.
Un día se debate sobre la gestión del Estado y la relación de lo político en las definiciones locales y globales. Otro día es relevante el cambio en el uso de los medios de comunicación y la ampliación de los mercados on líne en la globalización.
En el interregno se produjo un crecimiento del comercio y de la producción de la Cuenca del Pacífico frente al papel del Atlántico, muy particularmente entre EE.UU. y China.
Todo esto parece un presente y un pasado. Como un devenir que ya es historia, mientras que el futuro es incertidumbre, es pragmatismo, inmediatez y cambio.
Lo que no es transparente es la forma del debate, de la contradicción y del comportamiento de los contendientes.
Visto el resultado de la elección en los EE.UU, finalizó la era Trump, sin comenzar una era Biden.
Queda evidente que hace falta un cambio en la acumulación del capital, pero de qué dimensión y profundidad? o simplemente un maquillaje, una mutación, un retoque con pocas consecuencias.
El 2021 manifiesta como primer síntoma de la crisis social el efecto de la pandemia en los EE.UU por la urgencia de frenar la expansión de los contagios, disminuir el desempleo y la pobreza y aumentar el consumo.
Para ello Biden/Harris comenzaron la vacunación de masas, un refuerzo de la emisión de ayudas sociales y microcréditos, reproduciendo programas de los demócratas del periodo de Obama/Biden y además,incrementando la emisión monetaria y la deuda del Estado.
Al mismo tiempo la devaluación de la moneda estadounidense fortalece otras divisas e impacta sobre algunos movimientos de liquidez, de inversiones y de búsqueda de reservas de valor de los inversores individuales y de fondos corporativos estatales y privados.
El proceso de generar una inyección de liquidez se enfatiza con un papel del Estado de mayor intervención en la crisis nacional, pero augura un comportamiento de accionar internacional más multilateral e inclusivo en la resolución de conflictos.
En ese aspecto se presumen cambios en la estrategia en América Latina con propuestas de mayor amplitud respecto a Venezuela, Cuba y Centroamérica y el Caribe, buscando liberar el giro de remesas y crear zonas de libre comercio y de mayor reducción de trabas para-arancelarias y fiscales.
También privilegiar ciertos préstamos de organismos financieros internacionales de fomento para el desarrollo y la pobreza vía Banco Interamericano de Desarrollo, y del Banco Mundial, así como un papel menos estricto de la burocracia del Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, el mayor efecto es el que se produce en el vínculo con China.
La diplomacia monetaria es siempre la que China desarrolló: adquirir bonos del Tesoro de EE.UU de mediano y largo plazo (5 y 10 años). Estos bonos forman parte de reservas del Tesoro de libre disponibilidad que siempre pueden ser vendidas en el mercado internacional y provocar un problema en el flujo monetario.
Igualmente, la desvalorización del dólar facilitó el comercio internacional pero obligó a un incremento del precio del producto fabricado en China, al mismo tiempo que encareció importaciones en momentos de expansión de consumo a la salida de la pandemia para el mercado interno.
Esto orienta el crecimiento hacia adentro del proceso productivo y una relocalización comercial en el periodo de mayor apertura de mercados para China.
La otra cara de la caída del dólar estadounidense es la suba del Euro en momentos de una tasa de interés baja en Europa. Este movimiento no facilitó la salida de las mercancías y encareció los productos para seguir la expansión en procesos de libre comercio con África y con el Mercosur ampliado.
La suba más abrupta fué con el Franco Suizo y la Libra Esterlina, al igual que del oro, generando la vuelta a los procesos en que se impulsaban las canastas monetarias como reservas para estabilizar el movimiento de los tipos de cambio.
El otro efecto del 2021 en esta etapa de la globalización, es el que se produjo en el hecho de que la no reducción de la incertidumbre de la duración de esta transición en la cúpula del poder político en EEUU, impulsó a los capitales líquidos a invertir a riesgo en las cripto monedas como el bitcoin y en refugios off shore como los paraísos fiscales para oscurecer la propiedad del capital.
Todo esto permite un cambio en la comercialización sin moneda efectiva y la búsqueda de un nuevo numerario y de otras formas monetarias para la salida de la pandemia.
En Argentina estamos en un momento de definición respecto a este movimiento veloz del dólar de EEUU y su impacto en las formas de comportamiento en las bolsas de valores, en los precios de las mercancías de nuestra oferta productiva y en la valorización de nuestro capital, que oriente la inversión y la forma de acumulación e integración internacional.