Recientemente el expresidente -devenido en influencer político- Mauricio Macri refirió como orcos a los enemigos de su espacio ideológico neoliberal. Como soy un asiduo lector de Tolkien el tema -me sorprende en boca de quien lo habla y pienso que se lo han contado- me pareció interesante de tratar tanto por su brutal referencia al enemigo a destruir como al concepto de maldad que encierra. Tolkien (El señor de la anillos como su saga más reconocida) es un autor de ciencia ficción que recurre a la mitología celta para nominar como orcos a los habitantes del inframundo, monstruos violentos, faltos de inteligencia, odiadores y destructivos. En la cosmovisión macrista, peronistas (pero “de izquierda”, malos, no confundir).
Inmediatamente mi memoria recuperó el término “ordo”, derivado de orden y base de la concepción ordoliberal de la economía.
El ordo viene a enfrentar al orco. La razón neoliberal contra la bestialidad de los miserables del más allá estatal. El bien contra el mal. La luz ante la oscuridad. Para una serie de streaming atrapante.
El análisis del discurso y la historia personal de Macri permiten ubicarlo como un empresario que llega a la política. Es decir, pertenece a los buenos y su destino es el éxito. Su base constitutiva de razón lógica es la acumulación de excedentes financieros de mercado: competir para desplazar, aprovechar oportunidades de las fallas de mercado, negociar prebendas con el gran mercado que es el Estado, eludir impuestos y evadir responsabilidades fiscales y sociales. Un verdadero arquetipo de bondad sistémica. Macri se presenta como bueno para la sociedad del establishment.
Son muy conocidas sus actividades empresariales relacionadas con las actividades de construcción, industria automotriz, correo, recolección de residuos, industria alimentaria y energía eólica.
El grupo empresario al que pertenece siempre hizo negocios -al menos opacos- con el Estado, en circunstancias democráticas como en dictaduras militares y cívico-militares. Con Onganía negocios ganaderos de exportación de carne, facilitados como monopolio en empresa mixta con el Estado. Macri y el Estado argentino fueron socios!. Durante la dictadura 1976-1983 pasó de controlar siete empresas a cuarenta y siete diversificadas (entre ellas Sevel Argentina -automotriz- Sideco Americana (construcciones, Socma Corp (financiera), Manliba (recolección de residuos), Itron (electrónica), Solvencia de Seguros (aseguradora), Prourban (inmobiliaria), Iecsa (instalaciones mecánicas), Perfomar (perforación petrolera). Participó de la represa Yaciretá con el Estado paraguayo (al que elogia sistemáticamente), la construcción del puente Misiones-Encarnación, la central termoeléctrica de Río Tercero y de Luján de Cuyo, la recolección de residuos de la Ciudad de Buenos Aires, mediante la creación de Manliba, entre otras. En 1982 se beneficia de la estatización de la deuda privada que dispuso el BCRA y que se originó en autopréstamos ficticios a través de plazos fijos del exterior. Un maestro evasor que diseño una maniobra de fuga de capitales cuya denuncia y enjuiciamiento fue desactivada por Carlos Melconian (BCRA en 1983). La concesión de autopistas AUSA le permitió transferir pasivos por casi u$s 1.000M a la Municipalidad de Buenos Aires en1985 con un arreglo político que extendió la explotación. Fue actor del escándalo Rousselot por las alcantarillas de Morón (PBA) en 1989 por casi u$s 400M por tarifas excesivas y obras no ejecutadas. En 1994 se hace cargo de Celulosa Argentina asociado a Clarín y beneficiaria de condonaciones tributarias impulsadas por Cavallo en1995. Trianguló autopartes con Uruguay a través de Sevel para cobrar reembolsos por exportaciones y reintegros fiscales en 1993. Fue imputado por evasión fiscal y embargado y luego sobreseido por la justicia. En 1997 (Menem) se hace cargo del Correo Argentino de la que deja de pagar los cánones y la presenta en quiebra en 2001 sin cancelar deudas con empleados. Constan en los Panamá Papers como titular de firmas offshore para lavar capitales de dudoso origen. Y mucho más. Tanto que agota.
Un empresario de tal perfil, adiestrado para hacer negocios con y a través del Estado nacional no es compatible con la visión anarcocapitalista del presidente electo Milei que demanda la necesidad de desaparición del Estado nacional.
La ubicación de Macri en ese planteo es lo que suele reconocerse como ordoliberalismo, algo así como orden para la economía y la sociedad. Una concepción política de los años 1948 en Alemania que sustentó la construcción del orden económico europeo de posguerra y más tarde dio origen a la economía social de mercado (que en nuestro país tuvo un fuerte impuso con Álvaro Alsogaray -ministro de economía de Guido en 1962 y fundador de la UceDe en 1982. Allí militaron muchos conspicuos peronistas). Macri abrevó en esas concepciones la idea de un Estado cooptado por los intereses empresariales.
Para los ordoliberales el problema no es la naturaleza del capital, sino la necesidad de intervención gubernamental para regular los niveles de tensión social. Asimismo el Estado debe procurar la generación de un orden basado en el poder del establishment para determinar una estructura de normas e instituciones que permitan al mercado competitivo funcionar correctamente (lo que implica hacer negocios con el Estado) y garantizar el bienestar social (con la condición de no quejarse).
El ordoliberalismo y la economía social de mercado se inscriben como proyectos neoliberales para dar respuesta a la cuestión social. Por eso instala el autoempleo, el emprendedorismo y la pequeña y mediana empresa como forma organizativa que compense el capitalismo de masas y sus tendencias patologizantes (grandes empresas transnacionales y mercados oligopólicos) con una articulación más saludable entre las relaciones sociales y los principios de la competencia de mercado.
No es sólo una forma de regulación económica, sino ante todo una forma de regulación social (a través de la economía como lógica y la empresa como instrumento).
Los ordos abrevan en supuestos clásicos del liberalismo decimonónico, la famosa “mano invisible” de Adam Smith, la doctrina fisiócrata del laissez-faire y los modelos de la Escuela Neoclásica. Sus propuestas no se limitan al desguace y la minimización del Estado, sino que apuntan a reconfigurar las políticas gubernamentales a favor de un nuevo orden económico basado en el capital financiero, tecnológico y cognitivo. Los orcos no caben en ese proyecto para los ordos proponen una profunda reforma de la sociedad y la batalla cultural de masas, para remover obstáculos y lograr el establecimiento de la economía de mercado.
Ahora bien, no temer. El poder justifica traiciones y hay varias clase de orcos. Los veremos -algunos- obedientes que harán culto del ordo y veremos ordos que recurrirán a los orcos para mostrar poder de masas. Y hasta podríamos que ver que la guardia pretoriana ideológica del ordoliberalismo de Macri se reclute entre los orcos del anarcocapitalismo. Parece un trabalenguas: el ordo que traicionó al anarco para exterminar al orco. Podrá ser? Será.