«…Guerra comercial y conflictos mundiales
La guerra comercial entre Estados Unidos y China entró esta semana en una nueva fase, después de que Trump impusiera sanciones arancelarias a nuevos productos chinos y aumentara de un 10 a un 25% los aranceles de importación de un conjunto de productos valuados en 200.000 millones de dólares. La respuesta de China no se hizo esperar: un aumento del 10 al 25% de los aranceles de importación de 5.140 productos estadounidenses, castigando especialmente a regiones agrícolas, donde Trump tiene un importante caudal de votos.
La insistencia de Trump en imponer cambios en la legislación referida a la tecnología y a la organización de la producción china con el objeto de terminar con el “modelo de negocios chino”, dinamitó las negociaciones y provocó una furiosa reacción del Partido comunista (zerohedge.com 15 5 2019). A través de la prensa hizo saber que “China jamás se doblegará ante la avaricia y arrogancia norteamericana” y convocó a la guerra del pueblo por un nuevo mundo. Para el gobierno chino, lo que está en juego “es la protección de los legítimos intereses nacionales” (zerohedge.com 14 5 2019).
Detrás de esto existe, sin embargo, un conflicto mucho más profundo por el control de mercados y especialmente por el control del desarrollo de tecnología aplicada al espacio. El gobierno de Trump, conjuntamente con las fuerzas armadas, está empeñado en equiparar la seguridad nacional del país con la ruptura de la dependencia de la industria de guerra norteamericana de líneas de abastecimiento y cadenas de valor estrechamente interrelacionados con la economía de un país considerado enemigo (Defense.gov executive order 13806, septiembre 2018).
Graves turbulencias de impacto inmediato germinan a la sombra de la posibilidad de una guerra comercial y tecnológica con China. La guerra comercial amenaza con provocar estragos sobre las finanzas internacionales al impactar sobre el endeudamiento global. En particular, amenaza a la deuda corporativa norteamericana y a la deuda de las economías emergentes como la nuestra, incluida la deuda de la propia China.
Desde que Trump asumió, el gobierno se ha empeñado en estimular la economía norteamericana a partir de enormes gastos militares y de una política impositiva que beneficia especialmente a las corporaciones y sectores de mayores ingresos. Como consecuencia de estos estímulos, el déficit fiscal, el endeudamiento público y el peso de los intereses de la deuda han crecido considerablemente. Asimismo, la política impositiva alentó la inversión de las corporaciones en la compra de sus propias acciones, redundando en un enorme crecimiento de la deuda corporativa. Hoy esta constituye un eslabón sumamente frágil en la cadena del endeudamiento norteamericano. Una parte crucial de la misma vence en los próximos dos años.
Dentro de esta deuda, el endeudamiento de las corporaciones petroleras, y en particular las que explotan petróleo y gas no convencional, adquiere cada vez mayor importancia, en la medida en que la productividad de los pozos de extracción de petróleo no convencional ha empezado a disminuir significativamente. Esto ha llevado a los Estados Unidos a intensificar la búsqueda de dominación sobre las reservas mundiales de gas y petróleo. Esto ha derivado en la creciente militarización de la política exterior en relación a Irán, Siria, Irak y Venezuela, entre otros países.
En la concepción de Trump, las burbujas en el mercado de acciones constituyen algo positivo e indican el crecimiento de la economía norteamericana. Esto alienta la supuesta creación de empleo y la satisfacción de algunas de las promesas de la campaña electoral de 2016. Esta concepción de la realidad lo ha llevado a un enfrentamiento constante con el fin de terminar con los intentos de la Reserva Federal de sustituir la política de facilitación monetaria con tasas de interés tendientes a cero —que prevalece desde la crisis financiera del 2008—, por una gradual suba y una creciente restricción monetaria. Esta política de la Reserva Federal ha sido impulsada por la necesidad de restituir las tasas de interés a un nivel que les permita funcionar como mecanismo de lucha contra la recesión que asoma en el horizonte.
Paradójicamente, la suba de las tasas de interés amenaza con hacer estallar la deuda y las distintas burbujas financieras. Hoy el gobierno norteamericano se encuentra atrapado en esta disyuntiva que se agrava por el impacto de la guerra comercial sobre los precios, la tasa de interés y el valor de las monedas. A esto se suma el impacto que la guerra comercial ya tiene sobre el mercado, al provocar la caída del valor de las acciones de las grandes corporaciones tecnológicas norteamericanas con presencia en China. Estas empresas han liderado en el pasado la evolución de los precios de las acciones del mercado financiero norteamericano. Ahora son castigadas por la guerra comercial y esto abre una era de incertidumbre sobre la dinámica futura del mercado de acciones norteamericano.
En el claroscuro que deja un mundo que muere y otro que tarda en aparecer es necesario reflexionar sobre las alternativas que nos presenta la coyuntura. La búsqueda de unidad nacional contra el ajuste del FMI no puede limitarse a un frente electoral. Quedan siete meses antes de las elecciones y muchas cosas pueden ocurrir antes de llegar a ellas. Hoy la emergencia alimentaria, sanitaria y energética que ya existe en el país y se esparce como epidemia nos interpela. ¿Por qué entonces no aunar las fuerzas de la oposición para empezar a dar una respuesta colectiva, inmediata y concreta a estos desastres, sin esperar a que el gobierno del FMI los resuelva? Seguramente ese camino ayudará a reflexionar sobre quién es quién en esta enorme aventura de incluir y empoderar a una población que recibe el castigo de un brutal saqueo. Asimismo contribuirá a lograr un cambio en la relación de fuerzas que nos permita poner fin al atolladero en que nos encontramos.»