A fines de 2011 se fueron generando ciertos controles cambiarios que tenían por objeto cuidar un bien escaso y fundamental para el funcionamiento de nuestra economía: las divisas. Desde hace décadas, la moneda de nuestro país no cumple un rol fundamental, el de reserva de valor. De esta forma, muchos de los conciudadanos que cuentan con alguna capacidad de ahorro optan por hacerlo en otra moneda o en algún bien, tal es el caso del dólar, el euro o el oro. Este comportamiento, si bien tiene sus motivaciones, genera en la sociedad una serie de problemas que retroalimentan el proceso. No confío en la moneda de mi país, me deshago de ella, adelanto consumo y compro dólares (euros, etc). A pesar de tener superávit comercial externo, las divisas no alcanzan a abastecer la demanda por bienes, servicios y atesoramiento, etc. Finalmente, se provoca la devaluación que termina confirmando que no puedo confiar en la moneda nacional. Pero no solo eso, ya que no se trata únicamente de un tema de selección de moneda en la cual ahorrar. El tipo de cambio no es un precio más y tiene consecuencias en el nivel de precios  internos. Por supuesto, esto tiene efectos sobre la distribución del ingreso y sobre el nivel de vida de amplios segmentos de la población. El mandatario actual quitó los controles cambiarios en la primera semana de gobierno, también dio amplias libertades para la liquidación de exportaciones. En paralelo, se elevaron tasas  internas, atrayendo capitales financieros. Además, se pagó a los holdouts y se financió en el exterior de manera acelerada. De este modo, rápidamente comenzó a “atrasarse” en términos reales el tipo de cambio, incentivando la FAE. Tras la devaluación, se hizo notorio el abultado peso de la deuda y sus servicios, respecto al PBI y al Presupuesto Nacional. Ahora se llegó al momento en que se hace evidente que no se puede seguir financiando la FAE (formación de activos externos, comúnmente llamada fuga de capitales), y a su vez sostener el resto de las cuentas del balance cambiario. Recientemente, luego de anunciar que se pospondrían los pagos de ciertos bonos locales, y ante una devaluación sostenida durante tres semanas, se opta por volver al control cambiario. A buena hora, aunque queda claro que algo tarde y habiendo pagado un costo enorme debido a la demora en tomar la decisión.   Esto sucede en un contexto en que al mes de julio del presente año la FAE alcanza los US$ 11.500 millones, mientras que hay un superávit en la cuenta de bienes superior a los US$ 13.450 millones, el resto de las cuentas tienen saldo negativo, y como resultado hubo una pérdida de casi US$ 11 mil millones de las reservas. Ya es hora de resolver el verdadero problema, nuestra moneda no es reserva de valor. La demanda permanente por monedas extranjeras para atesoramiento no solo implica un uso ineficiente de recursos, que en muchos casos quedan fuera del sistema y no producen nada por largo tiempo. También genera un exceso de demanda de dólares, y para satisfacerlo se debería permitir una devaluación exagerada que empobrecería a la mayor parte de la población, y no solo no resolvería el problema sino que lo agravaría. Es positivo que, a pesar de ir en contra de sus principios dogmáticos, el Gobierno haya optado por poner una regla más lógica sobre el mercado cambiario. Hacia adelante solo habría que discutir cómo perfeccionarla y procurar fortalecer nuestra moneda para que se recupere el crédito a la producción.   * Economista UBA-UNIBO. Twitter: @amezmezian (Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de «share» o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a perfilcom@perfil.com

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