Argentina debe reactivar la economía y ampliar las exportaciones para crear nuevos empleos durante un largo período. Pero el contexto mundial, afectado por la pandemia, plantea una serie de interrogantes.
En particular, sobre el desempeño y las barreras de acceso que tendrá la demanda de varios países y bloques. Aunque en el caso de África las perspectivas que trazan los estudios que han publicado la OCDE y el Banco Mundial, además de favorables, pueden ser importantes. Y se tendrían que en tomar en cuenta a la hora de relanzar nuestro comercio exterior.
Ambas instituciones, por ejemplo, prevén que el continente africano, a pesar de los conflictos, de las olas migratorias y de los enormes bolsones de pobreza, los mayores del planeta quizá, crecerá en los próximos años más que cualquier otra región. Incluso por delante de Asia. Y estiman que el poder adquisitivo de sus habitantes aumentará en forma sustancial al igual que en la última década.
Estos estudios están fundados, entre otros aspectos, en ciertas mejoras introducidas en la infraestructura. Como la gigantesca represa hidroeléctrica que construye Etiopía sobre el Nilo azul.
También en el progreso paulatino que se manifiesta en el sector de la salud, los servicios y, en particular, en la incorporación de los jóvenes, el grupo etario más numeroso, a la educación y a los diferentes circuitos de consumo. Y, en otro plano, resaltan la puesta en marcha de la zona de libre comercio (CFTA por sus siglas en inglés) que liberó de aranceles al intercambio de bienes y servicios entre todos sus países.
El panorama a mediano plazo combinaría, a la vez, una baja productividad agrícola con el doble de su población actual. Es decir, más de dos mil millones de personas distribuidas, sobre todo, en grandes zonas urbanas. Y coinciden en señalar que África jugará por entonces un rol destacado en el intercambio mundial debido a un par de motivos centrales.
Por un lado, la capacidad para proveer combustible, minerales y materias primas. Principalmente a China, la Unión Europea y la India. Y, por otro, la necesidad de importar una vasta y diversa cantidad de alimentos y de tecnologías de procesos. Un campo que reviste singular relevancia para las posibilidades y la participación de nuestro país.
Argentina, por cierto, ha desplegado desde mediados del siglo pasado una estrategia poco consistente hacia África. Con las seis naciones contiguas al Mediterráneo. El llamado Magreb. Y también con las cuarenta y ocho que extienden su honrosa negritud al sur del Sahara.
Entre las primeras referencias es dable mencionar el acuerdo bilateral firmado con Egipto en 1947. Luego se suceden una docena de convenios formalizados a principio de los años sesenta y a fines de los ochenta con algunos de los nuevos estados independientes. Época en la que despunta la labor del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
Y en este siglo, cabe señalar las aperturas de nuevas embajadas, las misiones de alto nivel, el ingreso como observadores en la Unión Africana (UA) y la participación en cumbres como las de África-América del Sur y en los tratados del Mercosur con Egipto y la Unión Aduanera de África Austral. Aun así, los resultados obtenidos en la balanza comercial fueron alentadores en términos absolutos y relativos.
Al mismo tiempo, se pudo verificar en los foros multilaterales el apoyo de la UA a la causa Malvinas y a la paz en el Atlántico Sur. Un gesto de valía en este orden global devenido inestable y caótico. En las ventas externas, por ejemplo, sobresalieron los volúmenes embarcados a Argelia, Egipto, Marruecos y Túnez en el norte. Y a Sudáfrica, Mozambique, Senegal, Angola, Ghana y Nigeria en el área subsahariana. Harina de soja, aceites comestibles, trigo y maíz encabezaron la lista. Seguidos a distancia por tubos sin costura, químicos, harina de trigo, fármacos, lácteos, cajas de cambio, maquinarias agrícolas, servicios técnicos, agropartes y vehículos de transporte. Con una característica adicional: el superávit, unos cuatro mil quinientos millones de dólares, se mantuvo constante y representó, en promedio, el 40 por ciento del total acumulado en los últimos años. África no posee aún el potencial de los mercados europeos o del sudeste asiático. Tampoco la vecindad de América Latina. Claro está.
Pero estos antecedentes, junto a los pronósticos mencionados, sugieren que fortalecer la presencia argentina en sus territorios es una tarea que conviene abordar. Con el objeto de generar divisas y de contribuir, cuanto antes, a la recuperación de múltiples actividades.
En un programa que permita articular esfuerzos públicos y privados. Capaz de optimizar el transporte interno y los costos portuarios, negociar fletes marítimos, participar en ferias, difundir investigaciones y promover otras alianzas, productos y canales de intercambio.
Aparte de instalar plataformas logísticas y ampliar los créditos y los seguros de exportación. Porque el futuro, tal vez, comienza en unas semanas. Y, como reza un proverbio bantú, el río se nutre de distintos afluentes.
https://www.clarin.com/opinion/argentina-necesita-diversificar-mercados-exportaciones_0_7XnXYSy2G.html