Era principios de diciembre de 2019, hacia un calor de mil demonios y en pocos días más asumirían Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Todo era esperanza y alegría salvo en el macrismo que, de boca de Carrió, había jurado que los iban a sacar de la Casa Rosada con “los pies para adelante”. La verdad es que no sé cómo tenían los pies, lo que si sé es que al macrismo, de la Casa Rosada los había sacado el voto de los argentinos. Democracia, que le dicen.

En efecto terminaba el gobierno de Mauricio Macri, no sin antes producir una devaluación mayúscula de la moneda, establecer un cepo cambiario rígido, contraer una deuda descomunal con el FMI y defaultear la propia deuda en pesos. Pésima gestión, que le dicen.

Justo por esos días el Poder Judicial argentino llamó a brindar declaración indagatoria a Cristina Fernández de Kirchner. Curiosidades de esa declaración es que, habiendo trasmitido en vivo buena parte del juicio que conocemos como “Obra Pública”, justo la declaración de Cristina no la querían trasmitir… Beraldi, el abogado de Fernández de Kirchner, tuvo que hacer cierto ruido para que se transmitiese en vivo la declaración de la ya electa Vicepresidenta.  ¡Y qué declaración que fue! Munida de una carpeta de documentos, Cristina realizó un minucioso descargo que literalmente pulverizó la débil acusación del fiscal Diego Luciani, mejor conocido en los pasillos de tribunales como “Ojitos”, en alusión a sus deslumbrantes ojos claros que iluminan una cara más bien anodina.

El final fue a toda orquesta. Abogada como es, la Vicepresidenta fue levando la temperatura de su intervención. Cuando Ojitos intervino, para conocer si la declarante pensaba contestar preguntas, Cristina le respondió de manera flamígera.

Unos días después de esa declaración, Horacio Verbitsky publico una nota en El Cohete A La Luna titulada «La oruga y la mariposa» [1], donde relataba la escena de la declaración y añadía: “Cristina definió en los tribunales las prácticas que deberían ser desterradas, demolió las acusaciones en su contra y concluyó con una sentencia tomada de la historia y otra que hará historia. Parafraseando a Fidel Castro mas con la potencia arrasadora de su recién descubierto feminismo, dijo que sabe que su condena está escrita pero la historia ya la absolvió y en cambio condenará a sus ejecutores judiciales. Después remató «¿Preguntas? Ustedes van a tener que contestar preguntas».

«Se dirigió así —sigue diciendo Horacio— a los jueces del Tribunal Oral Federal 2, a raíz de una intervención del fiscal Diego Luciani, quien debe haber sentido alivio al escuchar esa respuesta. Después de las elecciones primarias de agosto, Luciani habló con un juez de San Isidro, donde empezó su carrera. Se declaró angustiado porque no tenía pruebas contra la ex Presidente pero igual estaba obligado a acusarla y pidió que le hiciera llegar ese mensaje bochornoso, a través de una persona de la familia del juez, de acceso frecuente a Cristina».

«Por esa ausencia de pruebas, agregó Luciani, sólo podría conjeturar que ella no podía desconocer los presuntos delitos cometidos por otros funcionarios y calificarla como jefa de una asociación ilícita (la figura que se usó contra sindicalistas y anarquistas hace un siglo y contra guerrilleros hace medio, porque permite detener y dictar la prisión preventiva aunque sea imposible demostrar algún delito). Acusada de la jefatura de cuatro distintas asociaciones ilícitas, indagada por Glock (Bonadío) en ocho causas en un mismo día, relumbra el propósito de estigmatizar a Cristina y antes que ella a Néstor Kirchner, como los jefes de una banda que llegó al gobierno para saquear al país. Esto ni siquiera coincide con el tipo penal de la Asociación Ilícita, que requiere formar parte de una banda de al menos tres personas para cometer una cantidad indeterminada de delitos, no quedarse con plata de un solo origen”.

Lo consignado por el Perro no fue desmentido por Luciani.

Entre aquel diciembre caluroso y esperanzado de 2019 y estos días, pasaron un montón de cosas. Una de ellas fue la normalización de los servicios de inteligencia, que fueron intervenidos por el Poder Ejecutivo Nacional y dejaron de ser auxiliares de la justicia. Los periodistas dejaron de encontrar grabaciones de escuchas telefónicas cuando corrían por los bosques de Palermo. De hecho, ahora los dirigentes políticos hacen denuncias en base a investigaciones de peluqueros, como acabo de leer en un diario. También pasó una pandemia, término que reservábamos para la ciencia ficción distopica, que se tornó realidad concreta durante dos años. Y al mismo tiempo hubo otro montón de cosas que no pasaron, relevantes a los fines de esta nota. La primera de las cosas que no pasó es que no se eligió un nuevo Procurador, seguimos padeciendo el interinato más largo de la nuestra historia. Tampoco se reformó el Poder Judicial, ni siquiera se aprobó la módica reforma del fuero penal federal impulsada por el gobierno. El gran proyecto de una reforma a fondo, empezando por la estructura y funcionamiento de la Corte Suprema, se plasmó en un informe extenso elaborado por destacados juristas pero no vio la luz como proyecto de ley.

Como resultado de las cosas que pasaron y de las que no pasaron también, el lawfare –esto es, la persecución mediático-judicial de los opositores políticos– no fue desbaratado y a la fecha goza de excelente salud. Las prácticas de persecución y la estructura judicial que las llevó adelante y las permitió está intacta: fiscales que trabajaban con falsos espías, jueces que se reunían con el ahora ex Presidente de la Nación a escondidas, testigos pagos y un sinfín de violaciones sistémicas  a las garantías y los derechos de las personas sometidas a procesos penales. Todo ello y mucho más, plenamente vigente y operativo mientras la política mira sin hacer nada, sin entender que están alimentando al monstruo que sólo tiene un deseo: convertirlos en bocadillo. También están intactos los medios de comunicación. Alimentados generosamente con la pauta oficial del gobierno que, en su gran mayoría, solo quieren destruir.

Digámoslo con simpleza: un oscuro panorama y bastante menos esperanzador que aquel caluroso diciembre de 2019.

En estos días no hace calor, sino un frío de mil demonios. Mi nariz paspada da cuenta del resfrío fatal que arrastro desde hace una semana. He anunciado públicamente mi inminente deceso por resfrío sin lograr conmover a nadie. Supongo que las predicciones sobre mi tan anunciado final cuentan entre quienes me rodean con el mismo nivel de verosimilitud que las sentencias del Poder Judicial argentino.

En estos días la Corte Suprema también resolvió los recursos de Cristina Fernández de Kirchner en la causa “Obra pública”. Nadie diría que inesperadamente, porque con todo el sentido de la oportunidad el diario Clarín lo había anunciado previamente. Cosas del periodismo de anticipación que caracteriza a ese diario, ya famoso por adelantar en una nota el resultado de una pericia que no había comenzado a realizarse siquiera cuando se publicó el resultado.

Los recursos que resolvió la Corte Suprema llegaban justo justo, porque el 11 de julio comienzan los alegatos del Ojitos en el juicio de “Obra Pública”. En otro maravilloso ejemplo de periodismo de anticipación –o de instrucción, según se mire—, Joaquín Morales Sola dijo al respecto el miércoles pasado [2] que “según una información coincidente, el fiscal Diego Luciani está preparando una conmovedora exposición sobre la corrupción en la obra pública con los dineros del Estado. Cristina Kirchner no quería que el juicio oral llegara al instante en que se abriera el micrófono del fiscal Luciani, porque supone que ese alegato será por sí solo una condena. La Corte habilitó de hecho ayer a Luciani para que pueda exponer su ‘yo acuso’ y facultó al tribunal oral para que decida si la condenará o no”.

La verdad de los hechos es que evitar el juicio es lo que ha hecho “Pepín” Rodríguez Simón, que literalmente se tomó el buque  a Uruguay para eludir el accionar de la Justicia y que permanece ahí haciéndole pito catalán a la Argentina. Porque quienes no querían abrirle el micrófono a Cristina eran los miembros del tribunal. Ella tuvo que reclamar para que se lo abrieran y que todos pudiéramos escucharla. Y también tengo que hacer una corrección de contenido, Joaquinito se olvida que el “yo acuso” no lo hizo un fiscal, sino que lo escribió y publicó Emile Zola: un alegato en favor del capitán Alfred Dreyfus, en forma de carta abierta al Presidente de Francia Félix Faure publicado por el diario L’Aurore el 13 de enero de 1898 en su primera plana. Básicamente a Dreyfus se lo condena por traición, acusado de haber entregado a los alemanes documentos secretos, pese a que alegó en todo tiempo su inocencia y pese a la inexistencia de pruebas concluyente en su contra más allá de una carta borroneada. Juzgado y condenado en dos oportunidades, recién en 1906 Dreyfus fue declarado inocente por la Corte de Casación francesa que también ordenó su rehabilitación porque le habían quitado el grado militar.

En definitiva, el J’accuse…! al que alude Morales Solá fue la respuesta de un intelectual frente a una persecución judicial contra alguien que a la postre resultó inocente. Tiendo a pensar que el error de Morales Solá fue un gran acto fallido que nos dice mucho mas de lo que piensa el columnista que los que nos dice cuando escribe.

Mas allá de eso quiero señalar ciertas cuentas de abogados. Si los alegatos de la acusación fiscal son en julio, podríamos haber sentencia en agosto. Conoceríamos los fundamentos en septiembre o octubre. Se podría apelar en noviembre y la Casación podría rechazar el recurso en mayo del 2023. Y el recurso extraordinario en junio. Es decir que pasaríamos todo el 2023 y mediando a la campaña electoral con la discusión respecto a si la Vicepresidenta es inocente o culpable. Porque más que un cronograma judicial, el caso se ajusta a un cronograma electoral. Y todo pese a que, como contó Horacio, Ojitos estaba angustiado “porque no tenía pruebas contra la ex Presidente pero igual estaba obligado a acusarla”. No sabemos quién obliga al fiscal a acusar a alguien sin pruebas, pero podría arriesgar que son los mismos que le indican desde la pagina de los diarios cómo debe ser la acusación: conmovedora, y una condena en sí misma.

Quiero decirlo con claridad: en este Poder Judicial, las pruebas, el derecho a defensa y la justicia son conceptos que no existen.  Tampoco la presunción de inocencia, menos aun el libre juego democrático con el que los jueces se llenan la boca y luego impiden funcionar. Y en el medio de todo ello una mujer, tal vez el mejor cuadro político que ha visto la luz en nuestro país en muchos años, que protegida por el amor de un pueblo no ha cesado de denunciar las injusticias y los abusos de poder. Y que hizo todo lo humanamente posible para cambiarlo. Y a quien nunca han logrado quebrar en sus convicciones, aun cuando no dejan de intentarlo. Me recuerda mucho a Dreyfus su historia, porque luego de ser sobrevivir a la persecución judicial, a la condena injusta, a la prisión y a los trabajos forzados, Dreyfus ya declarado inocente volvió a combatir por Francia y en su defensa durante la Primera Guerra. Su historia, el injusto proceso que debió atravesar y la defensa que de él hizo un intelectual, quedaron en los anales de la historia de la civilización como ejemplo de lucha y de cómo la injusticia, la arbitrariedad y el poder no logran ganarle la partida a quienes no ceden en sus convicciones.

 

Ojitos ciegos