La experiencia ya lo mostró cuando los historiadores fecharon el final de la Edad Media, caracterizada por el dominio del feudalismo. En 1452, con la caída de Constantinopla, o con el descubrimiento de América, en 1492. Uno y otro de estos acontecimientos forman parte del mismo fenómeno: el primero, fue el monopolio impuesto por los árabes al comercio de artículos provenientes de China y de la India en el Mediterráneo y, el segundo, las conquistas turcas en Asia Menor y los Balcanes, que con la toma de Constantinopla convirtieron al Mar Negro en un lago turco y casi cerraron el Mediterráneo, derrumbando el comercio de las ciudades italianas de Génova y Venecia.

La primera estimuló la búsqueda de una salida hacia China y la India y posibilitaron el descubrimiento de América y la conquista española del nuevo continente, y su dominio y preponderancia mundial se terminó rápido porque España, como consecuencia de la invasión árabe previa, no pudo constituir una monarquía nacional única, y tiene el predominio de Castilla sobre Aragón, Navarra y Granada. En cambio, Francia e Inglaterra ya habían constituido en Europa Occidental una monarquía nacional única y pudieron liderar la transición, definida en los tres siglos posteriores hacia el empleo del capital en la expansión del comercio, el desarrollo de las ciudades y el nacimiento de las manufacturas que al cabo de esos tres siglos, posibilitaron la Revolución Industrial y el capitalismo a fines del siglo XVII y lo afirmaron en el XVIII.

Las etapas del desarrollo del capitalismo

El desarrollo del capitalismo industrial pasó por tres etapas: la primera fue la expansión nacional que culminó con fuertes subsidios y el enfrentamiento en la Primera Guerra Mundial que llevó a la crisis de los años treinta, de la que sólo se pudo salir después de la Segunda Guerra Mundial.

En  segunda instancia, Estados Unidos conformó un sistema mundial bajo el dominio de su moneda nacional, el dólar, que pasó de ser un sistema muy diferenciado por la división del trabajo (materias primas y productos industriales) muy favorable a la Argentina de entonces. Esto porque Argentina era la contraparte de Inglaterra, la primera potencia industrial de esa época, que se centró en la industria, eje del desarrollo universal del capital, a través de las inversiones en industrias menores en los países menos desarrollados. Pero en la Argentina esa industrialización no fue estimulada por los sectores dominantes y llevó a una contratación extrema de deuda, como la que tuvo lugar en el acuerdo con el FMI de 2018/2019.

En el interín, el desarrollo generalizado de la industria permitió a Brasil y a México sobrepasar a la Argentina, que en la actualidad ostenta la posición internacional 31 medida por PBI contra la 11 de Brasil y la 15 de México, los dos mayores países latinoamericanos. Esa tercera etapa fue de una mayor integración del sistema, provocada porque China se convirtió en la gran demandante de inversiones de industria, atrajo a empresas extranjeras por su gran mercado interno y su menor costo laboral inicial, y terminó con la industria diferenciada, que posibilitó a la vez la expansión de los países emergentes industrializados. Pero la Argentina, al permanecer con su alta especialización agraria con reciclado de excedentes a las finanzas, no creció en la misma medida con la industria, que en la actual Cuarta Revolución, es el centro de la transformación tecnológica en curso, caracterizada por la automatización, la robotización y la manipulación digital de las máquinas en sustitución del empleo generalizado de fuerza de trabajo. Pero esta característica genera un retraimiento del mercado que relega la inversión productiva a un segundo lugar respecto a la especulativa, y convierte al sistema económico en un atolladero de crisis continuas, que evidentemente indican el final de otra etapa.  

La importancia de la invasión Rusa a Ucrania. ¿Nueva etapa?

Ese final se aprecia en que al establishment político estadounidense empieza a criticar la estrategia estadounidense  en Ucrania, que es el terreno en que se define la actitud de ese país ante el futuro. Su principal objetivo es aislar a Rusia de la economía mundial y al mismo tiempo preparar una ofensiva militar en el Mar de China, frente a Taiwan.  Lo que manifiesta EEUU es la intensión de extender el aislamiento a China. Es decir, que la política oficial estadounidense es salir del marco del sistema internacional inaugurado por Estados Unidos en 1945. Este sistema mundial es potenciado por China y los emergentes como un sistema más plenamente integrado 45 años más tarde. Estas críticas las expresa el New York Times, que duda si este objetivo sea realista. Ante la incógnita sobre el desenlace de la guerra de Ucrania, ¿qué sucederá si Putin consigue vencer?

Hasta ahora, el balance fue peor para Ucrania que para Rusia, que pese al esfuerzo bélico descomunal su PBI recibió un impacto relativamente moderado ante semejante esfuerzo. Ya que desde un aumento de 4,1 % en febrero y de 1,3 % en marzo hasta una baja en abril que se profundizó en mayo,  llevará a una caída que oscilará entre 8 y 10% a fin de 2022 (de la misma magnitud que la de Argentina en 2020 por la pandemia) junto con una baja inicial del rublo, que después consiguió empezar a fortalecerse.

Mientras, Ucrania pasó de una expresión triunfalista a reconocer, por parte del gobierno de Volódimir Zelensky, que un resultado adverso podrá surgir de las batallas en el Donbas, con las principales ciudades sitiadas militarmente por Rusia. Pero sigue en busca de una escalada militar, ya con menos interés en la negociación, atrás de la cual hay una insistencia desmedida estadounidense, por la que el núcleo de la política que lleva a la guerra vuelve a dominar después de perderlo brevemente con Trump.

Aunque ahora brotan cada vez mayores disensos en la sociedad estadounidense que muestran una situación no vista antes, con menos de 40% de apoyo a Joe Biden, y apuntan tanto a la economía como a la relación con Rusia, sin duda una expresión de la necesidad de un cambio.

En Europa, aunque crecen las sanciones de la UE contra Rusia. También aumentan las dificultades de alcanzar un acuerdo político al adoptar un embargo al petróleo ruso que llega por mar a la UE, de manera que excluye al petróleo que llega por oleoductos, en el que no hay pleno acuerdo,  y las disidencias tampoco pudieron ser superadas a fin de abril.

El escenario de una Rusia triunfante

Ante este escenario, si en 2022 no se logró modificar la situación con una derrota rusa, la UE recurrirá a una desglobalización propia en 2023, tanto frente a Rusia y a China como respecto a Estados Unidos, e inaugurará un período donde dos de las tres grandes regiones mundiales (Estados Unidos con el resto de América del Norte y la Unión Europea) se desglobalizan y solo China con el Sudeste Asiático quedaría como plenamente mundializada.

Esto que indica dos elementos a resaltar: 1) el esfuerzo para desglobalizarse ya no proviene de una economía nacional sino que es una respuesta regional, y 2) que esa desglobalización es una pretensión de las globalizaciones promotoras de un tratamiento diferencial antiindustrial para el resto del mundo, lo cual supone que la manera de continuar la globalización sólo puede darse derrotando a la experiencia más amplia y universal, de industrialización para todos, o volviendo a la antigua globalización: no yendo hacia adelante sino para atrás, lo que presagia una continuidad más profunda de la crisis.

Para analizar el centro del problema hay que ir a la razón última de la crisis, que toma la forma de crisis financiera y es de carácter universal, que empezó al comienzo del siglo XXI y se afianzó en 2008.

La crisis reside en que la capacidad de producción desciende porque disminuyen los ingresos para adquirir la producción y, en vez de aumentar los ingresos para solucionarlo, el capital recurre a la acumulación sin invertir en producción, lo que lleva a primer plano la inversión especulativa, esto es, la salida hacia atrás o la profundización de la crisis.       

En este marco general, la política económica nacional no puede revertir la ofensiva del círculo rojo empresario, favorable al predominio agropecuario y el consiguiente vuelco de excedentes a las finanzas, por lo que ese conjunto lleva a ignorar los posibles progresos y a generar expectativas generalizadas que permiten el continuo aumento de los precios.

De esta manera, el Financial Times tiene una perspectiva sobre Vaca Muerta que plantea un escenario muy diferente al de la reiterada expectativa negativa generalizada por el círculo rojo y los intereses agrarios locales sobre los precios que así se extienden a la mayoría de las empresas. El FMI reconoce que esa perspectiva favorable existe y la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, aseguró en conferencia de prensa que la primera revisión de las metas que realizó el FMI “se está cumpliendo muy bien a pesar de todos los agoreros” y que en el gobierno no dudan que “pasará lo mismo con la segunda revisión”. Y el 19/5 , el vocero del FMI, Gerry Rice, había dicho que existía «un buen progreso» con la Argentina durante la primera revisión del acuerdo. Respecto a las metas, advirtió que éstas no serán modificadas, pero que continuaban las reuniones virtuales del staff del FMI con los equipos técnicos de Economía y del BCRA sobre esta posibilidad.

Por esta situación de un frente interno que frena las expectativas positivas, el acierto del ministro Guzmán consistió en trabajar sobre las metas externas a partir de la negociación con el FMI y tuvo un éxito que no reconocen ni los gestores de las expectativas desfavorables, ni los adversarios del FMI, que tampoco dicen que harían en caso de no haber acuerdo.

En ese escenario, revertir la larga evolución negativa del país debería inducir a las empresas a apostar por la producción y un menor juego especulativo, promoviendo la mayor producción y productividad, tanto agrarias como industriales, y el fortalecimiento del mercado financiero nacional para elevar el crédito interno y sostener esa posibilidad, lo que se traduciría en un afianzamiento de la moneda nacional, iniciando el único camino posible para derrotar a la inflación, que no se apoya en la moneda sino en el proceso de producción que la origina.