El título es del lunfardo. Deviene de una historia real (me la contó mi padre) transformada en leyenda (según Google) del Buenos Aires de los años 1940. Catalina era una trapecista en los circos porteños de San Telmo, cuya genealogía relata que su madre, su abuela y su bisabuela habían practicado la misma disciplina y sus historias confirman que el destino de las tres también fue el mismo y trágico: todas murieron por accidentes en el trapecio.
Por tal motivo, sabedores los asistentes al circo -mi padre entre ellos- de esos antecedentes, cuando Catalina salía a la esperada función y para protegerla y animarla desde la gradas gritaban a coro “Agarrate, Catalina, agarrate”.
Siempre imaginé que Catalina era como el pueblo. Continuamente en estado de riesgo (volátil se dice ahora en términos virtuales) y que las acrobacias eran su enfrentamiento con la realidad. Fallar era caer.
Así estamos hoy -valga la metáfora- en nuestra Argentina contemporánea.
¿Sólo en nuestra Argentina? Pareciera que no.
La base del imperio -el circo imperial para seguir la temática- también tiene un pueblo equilibrista en situación de riesgo. Aunque parece que, en este caso, con redes de seguridad que no tuvo Catalina.
Biden es como una Catalina en versión USA y las barras, arcos y anillas colgantes que van y viene son la realidad que debe ser asida para evitar la caída.
Dejemos la metáfora y pasemos a temas menos interesantes.
El origen del dinero a partir del papel moneda es simple: todas las monedas son deuda. Su emisor tiene algún tipo de poder reconocido de pago. No importa que sea real. Pero -a diferencia de otras- es una deuda cuyo deudor (los Estados nacionales emisores) no tiene necesidad de pagar intereses a los acreedores (el pueblo en general). Y ni siquiera es una deuda que se paga dado que es en sí misma un medio de pago. Quizás es algo más complejo que esto pero como estamos en tren de metáforas, creo que alcanza como necesario.
El dólar ha sido (lo está siendo) una moneda global. Dado que su emisor es el imperio se suele aceptar también como medio de ahorro y de especulación. En Argentina sobra explicarlo.
Pero también los Estados -en esa alquimia tan propia de lo financiero- emiten títulos que sí pagan intereses. De esta forma se crea una hiperrealidad monetaria: se emite dinero y se lo rescata con títulos y obligaciones.
En el anexo copiamos la visión de Mario Bunge sobre estos desaguisados.
EEUU emite y también se endeuda. Es el principal deudor mundial y sus acreedores están desparramados en todo el universo. Y se acepta que los acreedores cuidan a sus deudores. Al menos hasta que paguen.
La circunstancia de que USA entre en cesación de pagos alerta la configuración económica mundial.
La noticia de que el senado USA aprobó un proyecto de ley para evitar ‘in extremis’ el default por no poder hacer frente a las deudas contraídas y mantener la capacidad de endeudamiento hasta 2023, no sólo es un llamado de atención es un emergente de la estructura financiera de la civilización occidental: deuda que paga deuda con más deuda. No dejemos de leer a Bunge.
La frase “El pueblo americano puede respirar: no habrá suspensión de pagos” del pasado 14 de diciembre por el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, refleja que el acróbata no cayó (aún). Sigue con sus cabriolas.
Esa ley permitirá aumentar el límite de endeudamiento en u$ 2,5 billones (algo menos del 10% del endeudamiento actual que es de u$ 29 billones). Se evita así -según el Departamento del Tesoro- que la primera potencia mundial se quede sin fondos para funcionar y pagar sus deudas financieras. Y suspiran aliviados quienes tiene dólares en sus carteras y penan aún más quienes son deudores en dólares y no tienen la potestad de emitirlos.
El techo de la deuda es la cantidad a partir de la cual EEUU ya no puede asumir nuevos préstamos para financiarse, lo que le impide satisfacer sus pagos. A menos que el Congreso, única autoridad capacitada para hacerlo, aumentara o suspendiera el límite, el país eventualmente no podría haber cumplido con sus obligaciones financieras.
Esta situación de default postergado “in extremis” (un eufemismo de “de últimas”) se había presentado hace 10 años durante la gestión de Barack Obama. Estados Unidos nunca declaró la suspensión de pagos de su deuda nacional, pero en 2011, la mera posibilidad de que eso ocurriera desató el caos en los mercados financieros e hizo que Standard & Poor’s rebajara la nota de solvencia del país.
El manejo de la situación USA nuestra algunos ribetes para un debate no pacífico:
1.- In extremis, predomina la política por sobre la economía;
2.- La oposición republicana aprieta pero no ahorca;
3.- Lo que es bueno para USA es bueno para muchos no-USA.
En un mundo superintegrado pareciera que la capacidad bélica -sin desaparecer- ha dejado de ser determinante como coacción de cobro, que Europa -que ha enfrentado una permanente devaluación del euro frente al dólar- trata de desligarse de la tesis “países fuertes con monedas débiles”, que Rusia no puede superar el subdesarrollo interno y que China adecúa sus objetivos a un contenido capitalista y da batalla por las monedas.
El fantasma de la crisis financiera y la recesión campea en USA.
Nuestro default puede ser el antecedente de una moratoria mundial que incluya al propio USA y que cambie los patrones monetarios. Una nueva arquitectura financiera para enfrentar las expectativas de supervivencia de la civilización capitalista que el propio sistema va limitando.
Mientras tanto quizás debiéramos sumarnos al coro y vociferar “Agarrate, Catalina”.
ANEXO MAS IMPORTANTE QUE EL ARTÍCULO
El científico y epistemólogo argentino Mario Bunge () es autor de la frase “quien no entiende al peronismo no entiende el país”, afirma que la asepsia intelectual no implica desconocer los populismo y que el neoliberalismo es un timo, una seudociencia que lleva a la pobreza de los pueblos y favorece la concentración del poder.
También considera que las finanzas son una máscara del poder real. Refiere el siguiente cuento que tiene un origen bastante anterior pero que recupera para clarificar el tema deuda-moneda como parte del simulacro posmoderno.
“En un pueblo turístico de Europa, llega de pronto un alemán muy rico al único hotel del lugar, deja en el mostrador un billete de cien euros y le dice al dueño: Me gusta mucho el lugar y quiero estudiar la posibilidad de pasar una semana acá.
¿Me permite mirar las habitaciones? Sí, suba, las habitaciones están todas abiertas, le responde el dueño del hotel, que sale corriendo y le lleva el billete de cien euros al carnicero para saldar una deuda.
El carnicero sale corriendo con el billete para pagarle al proveedor de alimentos para sus cerdos.
A su vez, el proveedor de alimentos para cerdos va corriendo con ese billete y le paga a la prostituta una deuda por sus servicios.
La prostituta toma el mismo billete de cien euros y lo deja en el mostrador del hotel para pagar la deuda que tiene por haber alquilado las habitaciones.
Entonces, al cabo de un rato, baja el turista alemán y le dice al dueño del hotel que no le gusta ninguna de sus habitaciones, toma el billete y se va”.
Han transcurrido nada más que cinco minutos, nadie hizo nada, nadie produjo nada, pero todo el mundo está feliz porque todas las deudas han sido saldadas. En esto consisten las finanzas. Detrás de esas grandes manipulaciones no hay nada. Hay gente que se arruina pero nadie se beneficia. Es monstruoso.