La contundente derrota de River (club de mis pasiones, aclaro) frente al Atlético Mineiro, club de Belo Horizonte, en la serie por los cuartos de final de la Copa Libertadores, abrió una secuencia de interpretaciones y comentarios del periodismo deportivo que hizo emerger con una nitidez inédita el debate subyacente sobre modelos de país que atraviesa la Argentina presente. Veamos las secuencias.
En principio, todos los periodistas especializados se apresuraron a ponerle fecha de vencimiento, a finales de este año, al dilatado y exitoso ciclo de Gallardo en River.
Luego abundaron las críticas al planteo táctico desplegado en el campo de juego frente al equipo brasileño, reclamando la necesidad de un esquema defensivo, de cierre de espacios con marcación rigurosa y muy conservador en el traslado de pelota. Indudablemente, un partido abierto de ida y vuelta favoreció al rival.
Por último, remataron argumentando que la línea de juego ofensiva, de pases rápidos y apariciones sorpresivas de varios jugadores en ataque, era insostenible con el actual plantel de club millonario. Agregando que la actual crisis nacional obligaba permanentemente a exportar jugadores, debilitando la competitividad de los equipos locales frente a sus pares europeos y ahora también ante las formaciones brasileñas y mexicanas.
Este diagnóstico, repetido en forma sincronizada por los comentaristas deportivos de distintos medios, se exhibe como una verdad evidente que no necesita demostración, del mismo modo que las soluciones que se proponen, cuya evaluación abordaremos más adelante.
Marcelo Gallardo lleva siete años como director técnico del club de Nuñez, habiendo ganado en el terreno local tres torneos y dos supercopas derivadas de ese galardón, en tanto que en la dimensión continental se alzó tres copas y dos recopas resultantes de esos logros.
Con una mirada “bilardista” (por el DT Carlos Bilardo) de la gestión: los resultados mandan y los interrogantes se trasladan a la solvencia técnica que puede tener el plantel a futuro. Solvencia técnica que será restringida por la crisis diagnosticada por el periodismo deportivo.
Lo interesante del desempeño de Gallardo es la tenaz afirmación de una línea de juego que surca el funcionamiento del equipo desde el 2014, con independencia de los jugadores que lo integren en cada etapa y de los rivales que haya tenido que enfrentar a lo largo de este período.
El “Muñeco”, en las sucesivas conferencias de prensa, fue conceptualizando su práctica deportiva. Definió la línea de juego descripta ofensiva y abierta como una marca registrada del equipo, aceptando como costo la potencial vulnerabilidad defensiva que ello implicaba. Advirtió, mucho antes que ahora, los riesgos de competitividad que afrontaba el futbol argentino cuando señaló que la duración media de un plantel era de un año y medio frente los cuatro años de vigencia de un “team” europeo. Esto exigía a los directores técnicos la necesidad de reinventar cada dos años a los equipos para sostener los resultados, debiendo ser muy abiertos para obtener recursos escasos en plazo cortos. Esta restricción tal vez explique la escasa vida útil de los DT argentinos.
En uno de los equipos más importantes del país, donde la presión por los resultados es diaria, que alguien haya conseguido sostener una línea de juego agradable para los que amamos el fútbol durante siete años, reinventando al equipo cada año y medio con resultados que legitiman el proyecto en curso, es un hecho que trasciende lo deportivo. Al menos en el terreno del debate en curso que recorre la Argentina.
Para los cultores del “país pedorro”, la vigencia de un proyecto de largo plazo que agrade a las mayorías y se solvente con recursos propios autónomos, es un modelo a intolerable.
En la “república de morondanga”, apelar a nuestros recursos es inviable, el talento siempre es extranjero, el éxito es efímero y el fracaso intolerable.
Volviendo al fútbol, la derrota de River frente al Mineiro hizo que el periodismo deportivo resaltara las virtudes y la potencia de los clubes brasileños, con sus formas organizativas y de gestión. Expusieron como una evidencia irrefutable que tres equipos del país hermano alcanzaron la instancia semifinal de la Copa Libertadores. Si bien este año el seleccionado nacional ganó la final de la Copa América a la “verdeamarela” en el Maracaná y apenas tres años atrás la final de la copa del continente la jugaron dos clubes argentinos.
Como solución a la pérdida de competitividad futbolística argentina en el contexto latinoamericano, se propuso achicar el número de participantes en el campeonato local (“no deben ser más de 20”, reclaman desde los canales deportivos) y aumentar la cantidad de partidos semanales que se jueguen, sin modificaciones en las fechas previstas por las exigencias de los distintos torneos (“el diseño actual promueve la vagancia”, afirmó un comentarista).
Sin duda, el recorrido que se pretende es la concentración de los recursos disponibles en el fútbol local en pocos clubes y alcanzar la “competitividad” internacional desde esa escala. Una propuesta que también atraviesa la Argentina para resolver definitivamente el conflicto de proyectos. Pocos aptos -los más fuertes- muchos excluidos y el que no soporta la presión es un vago que requiere asistencia.
Durante las 48 horas siguientes al cierre de la serie de cuartos de final de la Copa, los programas deportivos machacaron con estos conceptos. Menos clubes con más poder económico y fin de los intentos de proyectos de largo plazo sustentados en una identidad futbolística y superadores de la escasez de recursos.
Más allá de cualquier devenir futuro, la convicción de Gallardo en una identidad futbolística y su capacidad para llevarla adelante con éxito durante un plazo largo, es muy superadora de todos los planteos interesados de las empresas periodísticas para brindar un “futbol competitivo”. Conflicto que trasciende lo deportivo.
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