En el campo popular y en el escenario de la oposición al modelo neoliberal, Cristina y el kirchnerismo continúan gravitando con peso propio.
Asumir esta realidad debiera ser una premisa para todo accionar político opositor.
Esto seguramente es objeto de múltiples discusiones en los sectores no kirchneristas.
Y seguramente se discute también en la superestructura de Unidad Ciudadana y de sectores que allì convergen, pero sin llegada de los criterios o las conclusiones a sus propias bases sociales.
Me preocupa la última observación (obviamente, cuestionable).
Tengo la sensación de que, tanto en función de gobierno como desde el llano, en el campo kirchnerista hay una marcada asincronía entre las expectativas de su base social y la cocina de las decisiones. Y, más aún, entre los cuadros y la militancia respecto de esa cocina (toda una novedad para un peronismo movimientista, alineado tras un conductor y sus consignas políticas, ideológicas, tácticas y estratégicas).
Al mismo tiempo, el modelo de conducción instaurado por Néstor Kirchner, acotado a su círculo de confianza y con prescindencia del protagonismo de las bases, fue asumido en el propio terreno con la ortodoxia que suele ser acrítica.
Este es un dato curioso. Desde el mismísimo Juan Domingo Perón -seguramente el último estadista de fuste-, pasando por Arturo Illia –modelo consagrado de la ética pública- y Raúl Alfonsín –símbolo histórico de la restauración democrática-, todos se debatieron en contradicciones, tensiones internas y fueron objetos de críticas a derecha e izquierda de sus respectivos espectros políticos.
El pensamiento acrítico en las huestes kirchneristas costó caro: se entregó en bandeja a la peor casta empresarial vende patria, una bandera que decide elecciones, cual es la de la anticorrupción.
Demás está decir que esta mirada, seguramente crítica, no ignora los grandes aciertos del período kirchnerista.
Sin embargo, hubo otro silencio llamativo. Fue en torno al modelo de conducción y al sentido estratégico de un modo de construcción política.
Entre estos aciertos están aquellos del campo social, económico y de los derechos humanos, así como la revalidación de un concepto de soberanía nacional y latinoamericana. Y también aciertos en el terreno de la conducción política: unir fuerzas dentro de las tensas disparidades inherentes al peronismo, alinear liderazgos políticos provinciales, alinear buena parte de la dirigencia sindical, opacar hasta su casi inexistencia al duhaldismo.
El posible desacierto fue acotar el marco de decisiones políticas al propio riñón. No se construyó políticamente, no hubo ni siquiera el intento de reflotar la idea de movimiento, que solo es posible con la estructura política que asegure un ida y vuelta entre la conducción y su base social.
Un movimiento alineado ideológica, política, táctica y estratégicamente, continúa como tal en el llano.
Pero esto no ocurrió. Después de la (evitable) derrota electoral a manos del macrismo, se produjo una casi inmediata dispersión de fuerzas.
Los liderazgos provinciales y municipales empezaron buscar sus nuevos refugios de poder, el sindicalismo quedó prácticamente fuera del campo kirchnerista (el acercamiento moyanista es novedoso en este sentido), la fuerza militante encarnada en la Cámpora continuó con un destino inexorable de debilitamiento por dos razones principales: ser una expresión acotada a sectores medios y perder la estructura operativa del estado.
Y la consecuencia más seria fue previa a esta dispersión de fuerzas: no generar una opción de recambio que, desde la profundización del vínculo conducción-bases y desde el discurso político-ideológico, pudiera derrotar a Macri en las urnas.
He conocido y conozco pocos cuadros cristinistas que puedan saber a ciencia cierta qué pasos se darán desde la conducción; qué consignas habrá que levantar; qué estrategia electoral se perfila. Y mucho menos, cuáles serán los términos de unidad del campo opositor y quienes sus candidatos principales o alternativos.
Toda una novedad para la historia de un movimiento como el peronista, encolumnado tras su líder, pero acostumbrado a recibir mensajes desde la conducción y a interpretarlos según las tensiones internas del movimiento.
La calle grita y se incendia. La conducción calla y espera.
Estamos ante un nuevo modelo de la práctica política?. Tal vez.
No sería extraño pensar que la cocina política pueda hoy prescindir de la base social y no pueda, bajo ningún aspecto,prescindir del soporte mediático.
Si así fuera, tendríamos que pensar seriamente cómo incluirnos en la escena política.
La esquizofrenia dirigencia-base social es carta de triunfo para el neoliberalismo.
Urge salir de ese estado.
Desde arriba, asumiendo que la participación popular no solo asegura votos, sino que es garantía de los procesos transformadores.
Desde abajo, sumándonos al clamor colectivo en busca de iniciativas que nos encolumnen, nos haga sentirnos partes de un movimiento, de una estrategia, nos permita identificar al opositor, al enemigo,al compañero, al aliado y, sobre todo, nos restituya la idea de un destino colectivo como pueblo y nación. Porque, qué otra cosa sería un modelo nacional y popular?
Evidentemente, Cristina tiene hoy un motivo serio para medir cada paso, y es el acorralamiento judicial al que la viene sometiendo un poder absolutamente atado a las estrategias continentales que derivaron en la destitución de Dilma, la prisión de Lula, el hostigamiento a Correa, la estrategia que encumbró a Bolsonaro y la actual campaña para evitarla continuidad de Evo Morales.
Pero el modo de conducción ya estaba anclado en otras coyunturas históricas y otras experiencias de gestión.
Tengo plena conciencia de que la crítica y la autocrítica pueden parecer inoportunas porque le “harían el juego al macrismo”. No comparto esa idea.
Más bien, considero que el bozal en las propias filas le dejó servido en bandeja a este gobierno vende patria la posibilidad de erigirse en fiscal de la ética en el uso del poder. Falso fiscal, pues representan a los principales diseñadores de la patria contratista, que es la base fundacional de la corrupción pública y privada.
La crítica y la autocrítica son siempre necesarias, reparadoras. Y hay mucho por reparar.
Hay un grito colectivo que no está siendo escuchado ni está sincronizado con el reloj de las superestructuras y que pide Unidad Ya, de cara a las elecciones. Internas lo antes posible para definir candidaturas.
Cuando hay conducción basada en una conciencia y una estructura política, el conductor puede ungir un candidato.
Tiene las cartas para ello, pero llegó el momento de jugarlas.
Y sin temor a ungir un candidato que no pertenezca al riñón. O, mínimamente, ungir un compañero de fórmula de Cristina que sea capaz de concentrar los votos cristinistas y los del descontento macrista.
La pasividad o el tiempismo a esta altura, solo puede justificarse en la especulación de esperar el error del oponente. Esa jugada es altamente riesgosa.
Este gobierno comete errores desde su primer día y sin embargo sigue confiando en un triunfo electoral, pues su apuesta es justamente a la degradación o eliminación de la conciencia política. Están apoyados en cuatro pilares: los medios, el poder judicial, los fondos del FMI que permitan dádivas electoralistas y la negación de la conciencia política como factor de cambio.
Desde el campo popular, para ganar una elección hay que generar conciencia política. A la estrategia globalizadora de suprimirla memoria política y cultural de los pueblos, debemos oponer la campaña concientizadora.
Ello supone tener iniciativas y no esperar que se caiga el enemigo en el último round.
Cristina, tal vez ha llegado el momento de ajustar tu reloj al pulso de la calle.
Empezaste a dar señales, pero estamos en un barco en medio de la tormenta, que requiere actitud de mando, con consignas claras.
Ya no se trata simplemente de ganar una elección. El 2019 representa la gran encrucijada para dos grandes objetivos estratégicos: interrumpir definitivamente las aspiraciones políticas del macrismo y restaurar la idea de la participación popular organizada como única garantía de las conquistas sociales.
Te estamos esperando, arremangada y conduciendo.