Esta semana el Ministerio de Economía colocó en el mercado doméstico títulos de deuda pública ajustable por diferentes índices. La emisión de estos instrumentos alcanzó a los $ 206.199 millones, de los cuales $ 129.804 millones tienen un rendimiento que se ajusta por la evolución de la cotización del dólar oficial (dólar-linked), $ 75.386 millones por el índice de precios (CER), y $ 1.009 millones por la tasa de interés mayorista promedio de los bancos (BADLAR). Los vencimientos se escalonan, según las diferentes especies, hasta abril de 2022.
La cotización del tipo de cambio en los mercados cambiario-bursátiles alternativos descendió en forma relevante: una caída neta en el dólar “contado con liquidación” del -7,7%%, cerrando en $ 152,5, y del 17,6% en dólar “bolsa-MEP”, que cotizó al final de la semana en $ 144,6. Pérdidas relevantes para los compradores que ingresaron en el pico de alza de la cotización.
El resultado inmediato evidencia que el ministro Guzmán logró frenar la escalada del dólar en los mercados cambiarios-bursátiles alternativos de las semanas previas, retirando de la plaza los pesos excedentes no demandados por la actividad productiva. Para ello, se ofertaron activos financieros que impidieron que esa liquidez sobrante presione sobre la cotización de la divisa. Se pagó un costo alto en términos de indexación de la economía para lograr que los agentes económicos mantuvieran su tenencia de pesos invertida en títulos-valores ajustables, por tipo de cambio, precios y/o índice financiero.
En simultáneo, se va desplegando otro de los objetivos del Ministerio de Economía, que es financiar el desequilibrio de las cuentas públicas en el mercado local, evitando hacerlo con emisión monetaria. La arista negativa es que los instrumentos emitidos contienen índices de corrección automática del capital, reflejando la desconfianza de los inversores en el alineamiento a corto plazo de las tres principales variables macro: la tasa de interés, los precios y el tipo de cambio. Es decir, pronostican, y en los hechos apuestan para obtener mejores rendimientos, a la volatilidad de esas variables cubriendo el capital invertido con índices correctores.
Sin duda la medida ha sido efectiva para frenar la presión devaluacionista y le otorga al Ministerio de Economía margen de maniobra para delinear sus próximos pasos, que en lo inmediato debieran ser la recomposición de la oferta de dólares hacia la economía reflejada en el incremento de las reservas internacionales del Banco Central.
A lo largo de octubre, el descenso de las divisas atesoradas por el Ente Rector monetario y cambiario no frenó, sino que se aceleró. Al inicio del mes las reservas internacionales brutas eran de u$s 41.300 millones, en tanto que al finalizar octubre se ubicaron en u$s 39.800 millones, con una caída neta de u$s 1.500 millones. Una de las más pronunciadas del transcurso del año.
Este comportamiento revela que los agentes económicos que concurrieron a la emisión de los títulos ofertados por el Ministerio de Economía, aceptaron colocar sus tenencias de pesos, pero no desdolarizaron sus carteras. La liquidez financiera en moneda extranjera por fuera del circuito de producción y consumo nacional no está refluyendo, ni aún con la oferta de instrumentos ajustables de cobertura de capital.
Más significativa aún es la ausencia de dólares provenientes del comercio exterior, dado que octubre es el mes en el que comenzó a regir la baja de los derechos de exportación para los sectores agropecuarios más manufactureros, pero tampoco se ha producido un flujo de divisas que revierta el drenaje de reservas internacionales. La ausencia de “dólares financieros” y de “dólares comerciales” es un dato muy grave del presente.
También esta semana ocurrió otro hecho de singular relevancia política constituido por el pronunciamiento de Cristina al conmemorarse el décimo aniversario de la partida de Néstor. En una carta en la que reseña tres certezas sobre la Argentina, aborda en una de ellas la gravedad de la coyuntura descripta desde sus causas estructurales, al referirse a la economía bimonetaria que funciona en nuestra Nación a partir de la trasnacionalización generalizada de los principales agentes económicos impuesta por la sangrienta dictadura cívico-militar.
Los ciclos de endeudamiento del Estado, valorización financiera de los excedentes en pesos, posterior conversión a dólares y salida del país han sido determinantes en las recurrentes crisis nacionales. Cristina, nuevamente en su rol de estadista, advierte con claridad que esos ciclos de destrucción de vidas por empobrecimiento y de activos reales del país expresados en catástrofes como la de 1989, 2001 y la detenida parcialmente por el préstamo del FMI en el 2018, han tocado a su fin.
Una presión devaluacionista que haga descender violentamente los ingresos populares y permita que se deprecien las empresas y los bienes no es tolerable política y socialmente. Por lo tanto, se requiere un gran acuerdo de todas las fuerzas organizadas que están actuando para impedir ese desenlace y dotar a la Argentina de un rumbo estructural inclusivo y abarcativo. Es la primera vez que un dirigente de la envergadura de Cristina aborda este problema superando la mirada coyuntural de programas y gabinetes. Su llamamiento imperioso pero preciso intenta impedir una nueva crisis cuyas consecuencias son imprevisibles. Advierte con claridad de los riesgos que corre nuestra Patria sino hay puentes de encuentro y convergencia.
El 20 de septiembre de este año publicamos en este espacio la columna “Qué hacer con la Argentina bimonetaria”, en la que situábamos en perspectiva histórica las resoluciones que tuvieron las grandes potencias sobre encrucijadas decisivas para su devenir como la que se plantea en el actual proceso argentino surcado por crisis destructivas cíclicas de quiebra del Estado y fuga de capitales. Advertíamos en ella que los líderes de cada etapa comprendieron los riesgos que entrañaba para la continuidad de sus naciones y sus sociedades no abordar y no resolver esas encrucijadas.
Hoy Cristina, una vez más a lo largo de la historia reciente, se coloca en el centro de la escena volcando su influencia y voluntad política en pos de resolver por la vía del consenso y en forma estructural esta grave situación que atravesamos los argentinos y argentinas.
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