En un artículo en Clarín del 28/5 último, “No hay dos modelos económicos en pugna sino un conflicto distributivo”, Marina Dal Poggetto dice que a ambos lados de la grieta se apela al Pacto social o al Consenso, en vez de “avanzar en un plan de estabilización que permita desandar los desatinos acumulados” (…) “dieciocho años después de la traumática salida de la Convertibilidad” y que, del lado Cambiemos de la grieta, “vuelven a dejar a una economía endeudada, sin moneda y con un conflicto distributivo”, e impide una “opción del centro” con un supuesto “plan de estabilización”.
Su autora, que ha sabido acumular un potencial crítico interesante, es clara cuando critica la política K de aumento del gasto público y del déficit fiscal primario con tarifas atrasadas, pero le adjudica –como al de Cambiemos- ser “parte de una estrategia de corto plazo”, sin tener en cuenta que fue la larga crisis financiera internacional de 2008 lo que modificó radicalmente sus perspectivas, que tampoco lo tiene en cuenta Dal Poggetto, mientras que el “corto plazo” macrista es una fantasía similar a la de ella, de creer que una deuda creciente, con una economía cada vez más estrecha y por ende más insolvente, podría recrearse en medio de una crisis mundial que ya lleva más de diez años.
Por eso, respecto al plan Cambiemos, Dal Poggetto no aclara que el endeudamiento fue exagerado y que no podía bajar la inflación porque financia la fuga de capitales y la dolarización, y si bien dice que ese programa se hizo insostenible en 2018, al cortarse el crédito, no especifica que ya era insostenible antes, por el sobreendeudamiento innecesario como aliento al ingreso masivo de capital especulativo mediante altas tasas de interés que no hicieron más que crecer y llevaron a una devaluación también exagerada, como la del rodrigazo. También oculta que el segundo acuerdo con el FMI no podía tener otra evolución que la que tuvo: más inflación, peligro de default y más recesión, que ya se veía venir a principios de año porque la estabilización en esas condiciones era imposible, y se confirmó a partir de marzo, con más empresas en quiebra por mayores costos, menos ventas y tasas más altas, complicando la recaudación y la marcha hacia un supuesto equilibrio fiscal cada vez más imposible de lograr.
En 2018 el peso se devaluó más del 100% y llevó la inflación a más del 55%, el doble de la que heredó Macri; en respuesta, el BCRA subió las tasas de interés al mayor nivel del mundo y tampoco pudo frenar la inflación. Esas tasas, que alcanzaron al 70%, obligaron a muchas empresas y sobre todo a las pymes a achicar sus operaciones o cerrar. La recuperación entrevista de diciembre a febrero últimos, al no mejorar el salario real, no iba a mejorar el consumo, y en marzo, la inversión cayó en más del 24% , cerca de 10% respecto a febrero, el nivel más bajo en diez años. La prueba llegó en abril, cuando se confirmó el desplome del consumo, así que no hay reactivación, ni por consumo ni por inversión y, lo que es peor, el PBI seguirá cayendo. Por la velocidad con que se evaporan las reservas y la inestabilidad cambiaria a que dará lugar, el dólar y la inflación seguirán en alza, y si se siguen empleando dólares en mantener la estabilidad ficticia que es el eje de la política de Cambiemos, subirán aún más, y si se confirma que en marzo la actividad económica cayó más del 6% i.a, la suposición de que lo peor había pasado se va a esfumar y dará lugar a una nueva baja en el PBI per cápita que quizá se extienda a 2020 y nos convierte en uno de los siete peores países en performance económica junto a Venezuela, Guinea, Irán, Nicaragua, Sudán y Turquía, según el FMI.
El planteo de Dal Poggetto, al no reconocer que estos problemas están del lado Cambiemos de la grieta, oculta el carácter sólo de distribución del ingreso que le asigna a la grieta, sino, de un lado, la industrialización con más empleo y salarios dentro de un cierto estado de bienestar como ocurrió con el primer peronismo, reintentado por Perón con el programa de Gelbard en 1973-1974 y frustrado por la crisis política del peronismo, y a partir de 2003 por el intento del kirchnerismo de reconstruir esa experiencia histórica (industrialización, empleo y relativo estado de bienestar), esta vez frustrada por la crisis del capitalismo financiero internacional de 2008 y la falta de una adecuación posterior a las nuevas circunstancias. Y del otro lado de la grieta, las respuestas estabilizadoras como las de Macri y las de todas las anteriores desde el rodrigazo de 1975.
Los planes de estabilización siguieron con similar resultado con la dictadura (1976) y la política de Martínez de Hoz; en la democracia (1984) –que adoptó el modelo económico de la dictadura- con Sourrouille y Canitrot, que llevó a la hiperinflación, y con la convertibilidad de Cavallo y Menem, recreada con De La Rúa, que terminó en la crisis de 2001. Esta política sólo intentó revertirla el kirchnerismo con los errores que señala Dal Poggetto, pero borrando la profundidad de la diferencia y la verdadera naturaleza de la grieta al atribuirla sólo a una disputa por la distribución del ingreso. Y peor aun cuando propone superarla con un plan de estabilización, cuando ningún plan de estabilización logró estabilizar, al promover –directamente con Macri e indirectamente antes- la desindustrialización y la primarización de la economía, el endeudamiento y un saldo comercial insuficiente por altas importaciones, con baja del salario y reducción del mercado interno.
Dal Poggetto oculta que ésta es la verdadera grieta: marca la reducción del gasto público pero no la del salario, la baja del déficit primario con aumento del déficit fiscal financiero, y que en los países desarrollados y emergentes en serio acuden al proteccionismo como respuesta al gran proteccionismo de Trump, al contrario del actual modelo económico local, que profundiza el liberalismo comercial y represivo que el presidente estadounidense promueve en el patio trasero.
Así, frente a la grieta no hay un centro sino un necesario cambio de política, que los pilares de la política económica macrista son muy diferentes a los pilares de la política económica kirchnerista. Y que su error fue potenciar el gasto sin buscar la manera de incrementar los ingresos porque no entendió que la crisis de 2008 –como la de 1929- vino para quedarse y requería replantear el conjunto. En cambio, el error del macrismo es insistir en la primarización de la economía y la desindustrialización y centrar la preocupación en aumentar una deuda impagable que obligará a más ajustes, menos empleo y menos salarios, creciente dependencia financiera e integración mundial subordinada, al contrario de la integración de los países centro del sistema mundial o de los verdaderamente emergentes, salvo que no se trate de un error, en cuyo caso la grieta sería aún más profunda.