“América Latina en la encrucijada: navegando la nueva contienda geopolítica sino-estadounidense”
Durante mucho tiempo considerada la esfera natural de influencia de Estados Unidos, América Latina vuelve a captar la atención en la arena geopolítica global. La creciente incursión de China en la región —a través de inversiones masivas, acuerdos comerciales estructurales y cooperación tecnológica o en infraestructura— está alterando los equilibrios tradicionales y reviviendo patrones de rivalidad entre grandes potencias. De Washington a Pekín, la retórica se endurece y las estrategias de influencia se intensifican. En este contexto, América Latina se ha convertido en un escenario cada vez más explícito de confrontación sino-estadounidense, donde los intereses económicos, diplomáticos y de seguridad se entrelazan con visiones hegemónicas del poder.
Esta nueva competencia, con ecos de la Guerra Fría, plantea preguntas fundamentales: ¿Puede América Latina escapar de esta lógica de polarización? ¿Qué opciones tienen los países latinoamericanos para preservar su soberanía política y económica en un contexto de presiones interdependientes? ¿El resurgimiento de la retórica neocolonial en EE.UU., combinado con el activismo geoeconómico chino, augura un futuro en el que la región se convierta en un simple peón del ajedrez mundial? A medida que las tensiones se cristalizan, resulta esencial analizar las formas que toma esta rivalidad y sus implicaciones para la autonomía estratégica latinoamericana. Este análisis busca examinar las modalidades de esta confrontación, identificar sus lógicas profundas y explorar los márgenes de maniobra disponibles para los actores de la región.
“Recuperar el ‘patio trasero’: el retorno de la retórica neocolonial de EE.UU. en América Latina”
“Recuperaremos el control de nuestro patio trasero”, declaró el Secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, el 10 de abril. En tono alarmista, culpó a la administración Obama por permitir la expansión de la influencia china en América Latina y llamó a adoptar una postura ofensiva para revertir esa tendencia.
Sin embargo, sus declaraciones van más allá de la mera fanfarronería geopolítica: reflejan un preocupante regreso a la retórica neocolonial que se creía superada. Al afirmar que América Latina constituye el “patio trasero de Washington” y acusar a administraciones anteriores de haberla “cedido” a China, Hegseth reactiva una visión imperialista caduca de las relaciones interamericanas. Este discurso no solo ignora las dinámicas políticas y económicas actuales de los países latinoamericanos, sino que también intenta reafirmar la hegemonía estadounidense en una región que lleva décadas consolidando su soberanía.
La RAND Corporation lo llama “ansiedad estratégica” ante la presencia irreversible de China no solo en Asia y África, sino ahora también en América Latina. Las palabras de Hegseth omiten la creciente agencia diplomática de los países latinoamericanos, que hoy participan en foros como la CELAC y mantienen lazos estratégicos con múltiples polos. Sus declaraciones recuerdan doctrinas intervencionistas del siglo XIX, como la Doctrina Monroe o la política del “Big Stick”, que justificaron la interferencia estadounidense bajo el pretexto de proteger el hemisferio occidental.
Hoy, ese espíritu de dominación resurge bajo la influencia del trumpismo, en un contexto donde China es percibida como el principal adversario estratégico y América Latina como un espacio que debe “recuperarse” al servicio de los intereses estadounidenses. En respuesta, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, afirmó firmemente: “Los países de América Latina no son el patio trasero de nadie”. Esta declaración, respaldada por la embajada china en Brasil, contradice directamente la narrativa hegemónica de EE.UU. y forma parte de la estrategia de poder blando de China: un enfoque racional y de largo plazo que se basa en infraestructura, comercio y diplomacia pública, no en coerción militar.
“Construyendo influencia, no solo infraestructura: el largo juego de China en América Latina”
Desde los años 90, la estrategia china en América Latina ha experimentado una profunda transformación. Inicialmente centrada en asegurar el acceso a recursos naturales (hidrocarburos, cobre, soya), ha evolucionado hacia un proyecto geopolítico más amplio que incluye inversiones a gran escala, acuerdos de cooperación y megaproyectos de infraestructura. La ambición es clara: posicionar a China como un actor confiable, influyente e indispensable en la región.
Para 2021, China se convirtió en el principal socio comercial de la mayoría de los países sudamericanos, con casi el 15% de las importaciones regionales provenientes de China. Pero el objetivo va más allá del volumen comercial: Pekín busca tejer una red de interdependencia basada en comercio, conectividad y diplomacia.
El megaproyecto del puerto de Chancay en Perú —con mayoría accionaria de empresas chinas— ilustra este intento por rediseñar las rutas logísticas latinoamericanas al margen de los canales controlados por EE.UU. Asimismo, el ferrocarril transoceánico respaldado por China en Colombia pretende unir las costas atlántica y pacífica, ofreciendo una alternativa a las rutas de exportación dolarizadas. Esta política se fortaleció en mayo de 2025 durante la cuarta reunión ministerial del Foro China-CELAC en Pekín, donde el presidente Xi Jinping anunció una línea de crédito de 9 mil millones de dólares para América Latina y el Caribe.
Colombia se unió oficialmente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, marcando un giro estratégico en su política exterior. Al mismo tiempo, empresas chinas como GAC Motors comenzaron a vender vehículos eléctricos e híbridos en Brasil, con planes de abrir una planta local en 2026. Esta aproximación multisectorial combina infraestructura con herramientas de poder blando como medios estatales (CGTN en América Latina) y diplomacia cultural.
“Guerras comerciales y aranceles: las trincheras económicas de la rivalidad sino-estadounidense”
El 12 de mayo de 2025, China y Estados Unidos acordaron una reducción temporal de aranceles en las negociaciones de Ginebra. Se redujeron los aranceles estadounidenses a productos chinos del 145% al 30% y los chinos a productos de EE.UU. del 125% al 10%, durante 90 días. Esto generó cierto optimismo en mercados y círculos diplomáticos.
Pero la esperanza fue efímera. El 23 de mayo, el expresidente Donald Trump anunció nuevos aranceles: 25% sobre iPhones no fabricados en EE.UU. y 50% sobre todas las importaciones de la Unión Europea. Las reacciones del mercado fueron inmediatas, incluyendo una caída del 6% en las acciones de Apple. Esta vuelta al proteccionismo refleja una estrategia más amplia de repliegue económico por parte de EE.UU.
China respondió rápidamente con aranceles antidumping de hasta 75% a ciertos productos plásticos provenientes de EE.UU., la UE, Japón y Taiwán. No fue solo una medida económica, sino también política: China se defiende activamente de su cerco estratégico.
Paralelamente, EE.UU. ejerce presión diplomática sobre países latinoamericanos para limitar la influencia china. Panamá, por ejemplo, bajo presión estadounidense, decidió no renovar su participación en la Franja y la Ruta y comenzó una auditoría a los puertos bajo control chino. Mientras EE.UU. organiza cumbres diplomáticas vacías, China construye. El puerto de Chancay, controlado en un 60% por COSCO Shipping, y el ferrocarril colombiano representan una estrategia deliberada de emancipación geo-económica.
“No alineamiento activo (Non-alignement actif): la estrategia latinoamericana frente a la rivalidad entre grandes potencias”
En América Latina, esta nueva fase de confrontación intensifica dilemas estratégicos: ¿profundizar lazos con una China activa y pragmática, o preservar relaciones con un EE.UU. debilitado pero coercitivamente influyente?
Cada vez más, los países adoptan una postura de “no alineamiento activo”: una estrategia que rechaza alineamientos binarios y aprovecha la multipolaridad para maximizar soberanía. Tres casos emblemáticos ilustran caminos distintos:
● Brasil mantiene una postura de no alineación estratégica. No ha ingresado en la Franja y la Ruta, pero refuerza lazos económicos con China. Al mismo tiempo, mantiene el diálogo con EE.UU., buscando una política exterior equilibrada.
● Colombia se unió a la Franja y la Ruta y al Banco de Desarrollo China-África-América Latina. Su rechazo a vuelos de deportación desde EE.UU. provocó amenazas de sanciones económicas. Colombia intenta equilibrar sin romper con sus vínculos de seguridad con Washington.
● Argentina, bajo Javier Milei, se ha alineado abiertamente con EE.UU. en medio de una crisis económica profunda. A cambio de un préstamo de 20 mil millones del FMI, recibió respaldo militar y diplomático. Sin embargo, China sigue siendo un actor clave mediante comercio agrícola, inversiones y un swap de divisas. Su estrategia es de reequilibrio, no ruptura.
Conclusión: entre autonomía estratégica y presiones sistémicas
El renovado interés de Washington y Pekín por América Latina no implica un simple regreso a la bipolaridad de la Guerra Fría. Refleja una transformación del orden internacional, en la que las potencias regionales ya no son meros escenarios pasivos.
EE.UU., influido por el trumpismo, busca reimponer su dominio con retórica ideológica y diplomacia coercitiva. China, por el contrario, ofrece una estrategia geoeconómica centrada en infraestructura y poder blando.
América Latina no está condenada a elegir entre una y otra. Como muestran Brasil, Colombia y Argentina, existe margen —aunque limitado— para maniobrar. La clave está en construir capacidad institucional, cohesión política y cooperación regional para convertirse en sujeto de estrategia, y no solo objeto.
Perspectivas: qué observar en el próximo año en Colombia, Argentina y Brasil.
En 3 meses (agosto 2025):
● Colombia lanzará licitaciones para infraestructura bajo la Franja y la Ruta.
● Argentina comenzará a aplicar reformas ligadas al préstamo del FMI, con posibles tensiones sociales.
● Brasil será anfitrión de una cumbre con India y Sudáfrica para promover cooperación del Sur Global.
En 6 meses (noviembre 2025):
● La campaña presidencial de EE.UU. se intensificará, con foco en China y América Latina.
● China podría anunciar nuevos programas de cooperación con CELAC.
● Panamá podría aplicar nuevas regulaciones a puertos controlados por China.
En 12 meses (mediados de 2026):
● El megaproyecto del puerto de Chancay entrará en funcionamiento.
● Podría haber debates sobre la “diplomacia de la deuda” con China.
● CELAC podría promover una doctrina estratégica común como forma de no alineamiento regional.