El Gobierno nacional se encuentra desarrollando en paralelo dos senderos de ordenamiento financiero. El primero, comentado en varias columnas previas, consiste en reestructurar la deuda pública en moneda extranjera, para lo cual elaboró un apretado cronograma que concluye a fin de marzo. El segundo está orientado a reconstituir el mercado de pesos, cuestión fundamental para solventar el déficit del sector público hasta tanto se alcance el equilibrio y, a la vez, para financiar al sector privado empresario en sus necesidades de capital de trabajo.
En este artículo nos referiremos a los esfuerzos para reconstituir el citado mercado de pesos, severamente dañado por los desbordes provocados por un modelo de valorización financiera (arbitraje entre tasa de interés/tasa de valuación) implementado desde el comienzo del gobierno de Macri y heredado por el gobierno actual.
Las nuevas autoridades del Banco Central vienen desarrollando un esfuerzo considerable para aumentar la monetización de la economía y la baja de la tasa de interés, sin que esto provoque tensiones en el nivel de precios y/o el tipo de cambio.
Desde el mes de diciembre, la relación de pesos existentes (billetes y monedas en poder del público + depósitos del sector privado y público) respecto del PBI viene aumentando. Este vínculo: pesos existentes/PIB se conoce como coeficiente de monetización y en diciembre fue de 18,7%, en enero 20,2% y en febrero se estima en 21,3%.
A su vez, la tasa de interés de referencia de la política monetaria disminuyó de 63% en diciembre a 52% en enero, para situarse promediando febrero en 40%.
También se advierte un aumento de la base monetaria -es decir, creación de dinero de alta potencia- en febrero del 13,4% sobre el promedio bimensual diciembre-enero. La base monetaria se ubica en 1.942 billones respecto de los 1.713 billones que promedió en el bimestre diciembre-enero.
El Banco Central, entonces, intenta dar más liquidez al mercado de pesos y forzar un descenso de la tasa de interés de referencia.
Los grandes bancos privados, mayoritariamente extranjeros, y los fondos de inversión tenedores de bonos soberanos, emitidos tanto en dólares como en pesos, han comenzado a exteriorizar su incomodidad con este recorrido del ente rector. Hay resistencias para aplicar esta mayor disponibilidad de recursos en crédito al sector privado y, a la vez, frenos a la baja del rendimiento de los activos financieros nominados en pesos.
Esta pulseada por reconstituir un mercado financiero interno capaz de canalizar el ahorro local hacia el equilibrio de las cuentas públicas y el financiamiento de corto plazo de un sector privado que comenzará demandando al calor de un proceso de reactivación económica, es casi tan importante como el proceso de reestructuración de la deuda publica en dólares que se encuentra en curso.
Cualquier resultado que arroje el reordenamiento financiero del sector externo limitará la capacidad argentina de acceder a nuevas fuentes de fondos, por lo cual el mercado local de ahorro interno se vuelve decisivo, tanto para el sector público como para el sector privado. El problema es que los actores que administran este mercado no sólo están fuertemente emparentados con los acreedores del exterior, sino que tienen largos años de ganancias fáciles en la intermediación de recursos a corto plazo y bajo riesgo.
La reconstrucción de un mercado financiero y también de capitales en moneda local implica, además de las acertadas políticas que está impulsando el Banco Central, un fuerte liderazgo de los bancos públicos y los bancos privados nacionales como captadores de ahorro interno y creadores secundarios de crédito.
El desafío está planteado y las tensiones seguramente se agudizarán.
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