La noticia económica de la semana fue el desplome del nivel de actividad en el mes de abril, que medido interanualmente respecto de abril de 2019 (INdeC) presentó una baja del -26,4%.
Una caída tan pronunciada del índice EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica), de ribetes históricos, debe evaluarse teniendo presente que abril fue el primer mes completo de impacto de la pandemia sobre la economía. Fue el mes en el que la medida sanitaria del aislamiento social obligatorio impuso un freno general a la actividad, a lo que debemos añadir que los amortiguadores de ese golpe (ATP, IFE, créditos garantidos y subsidiados) comenzaron a desplegarse a partir de mayo. Por lo tanto, es de esperar en el bimestre mayo-junio una menor reducción interanual del índice y una mejora sensible en la variación mensual respecto de abril.
Superando esta ponderación puntual del indicador, es necesario intentar, aún en el contexto de enorme incertidumbre, una mirada más amplia del comportamiento de la actividad. En el cuadro que sigue se aprecia el índice EMAE en diciembre de 2019 -cierre del gobierno de Macri- y la evolución mensual durante el 2020 -inicio del gobierno de la coalición peronista-:
En el cuadro previo se puede observar que el comportamiento del índice EMAE durante el primer trimestre 2020, antes del choque de lleno de la pandemia, experimentaba un descenso suave, para agudizar la caída en abril con plena presencia del virus en Argentina
El cuadro que sigue calcula esos descensos respecto de la base de inicio del Gobierno: diciembre 2019. Es fuerte el indicador negativo acumulado en el primer cuatrimestre del año incorporando el comentado índice de abril.
El comportamiento negativo del índice EMAE durante el primer trimestre de 2020 se explica en parte por los factores estacionales de comienzo del año e inicio de una nueva administración, pero también porque la política de arranque del Gobierno fue supeditar la recuperación económica al programa de ordenamiento fiscal, externo y de reestructuración de la deuda pública, cuyos lineamientos fueron planteados por el ministro Martín Guzmán en su exposición inicial en el Congreso, analizados en más de una oportunidad en esta columna.
Sin duda, el desmadre macrista en términos macroeconómicos y de insustentabilidad de deuda exigían certezas del nuevo gobierno sobre el modo de abordarlos, pero también los años amarillos presentaban una baja en la actividad del 1,01% promedio anual, acumulando en el lapso diciembre 2015/2019 una caída del -4,6%.
Consecuentemente, el flamante gobierno peronista arrancó priorizando las bases para un despegue potente y durable, pero con poco margen para dilatar en el tiempo medidas directas de reactivación de la producción y el consumo.
La pandemia ha modificado por la fuerza de los hechos esa agenda y la medición de la actividad en abril lo exterioriza con crudeza. La necesidad de contener el descenso en el nivel de actividad y el consiguiente golpe en el empleo y los recursos de los sectores de ingresos medios y medios-bajos se vuelve prioridad por sobre todo otro orden macroeconómico.
La economía global y también la Argentina ha entrado en una nueva fase distinta a la conocida en las últimas tres décadas y esta visión de ciclo estructural que concluye debe compatibilizarse con la coyuntura invernal: aumento del número de infectados y fuerte baja de actividad. El aislamiento social obligatorio ha mostrado ser eficaz para contener el desborde en el sistema de salud. Si se amortiguan las consecuencias económicas, el éxito del Gobierno en este escenario inédito será total.
Para esto último hay que apostar fuerte a movilizar los recursos nacionales y al mencionado cambio de ciclo mundial. El combate sanitario contra la pandemia se está ganando, pero la medición de abril del EMAE es un indicador que obliga a proteger el flanco de la economía.
https://www.eldestapeweb.com/economia/crisis-economica/la-medicion-de-abril-crisis-covid-y-reactivacion–2020741906.