El diálogo en torno de la crisis venezolana, a semejanza de lo que ocurre en la mayoría de los procesos negociadores, no generó una dinámica lineal y/o de entendimientos progresivos entre las partes. Las expectativas de agotamiento gubernamental y de agravamiento irreversible de la crisis del chavismo tampoco se cumplieron. Lo que se observó fue un desenvolvimiento contradictorio, marcado simultáneamente por una señalización positiva de sectores oposicionistas y gubernamentales (chavistas) interesados en sentarse a una mesa de entendimientos y por otras reacciones tormentosas que llevaron a la paralización del diálogo.
Numerosos informes en y fuera de EEUU, documentos de organizaciones no gubernamentales, investigaciones de thinktanks independientes, análisis de medios de comunicación y estudios académicos muestran que la gran mayoría de los argumentos invocados para intervenir militarmente en Venezuela constituyen parte de una estratagema errada y falaz. A su vez, diversos trabajos rigurosos muestran que las operaciones militares destinadas a un «cambio de régimen» en varios ejemplos recientes –Iraq, Afganistán, Libia– han sido monumentales fracasos: nada indica que en el eventual caso de Venezuela se evite otro fiasco.
La América Latina post-covid-19 podrá ser aún más propicia a que se instale calladamente una negligencia colectiva hacia Venezuela. Este país corresponde en la actualidad al epicentro de la fragmentación política regional. Tal fragmentación solo podría ser superada a partir de una agenda de cooperación en salud pública, acción humanitaria, desarrollo y paz regional.
Por Mónica Hirst, Carlos Luján, Carlos A. Romero
y Juan Gabriel Tokatlian.