El concepto «grieta» fue instalado en Argentina por el Sr. Jorge Lanata (2), un mediático periodista que supo transitar -con un ahora menguado entusiasmo por enfermedad pero con una diseminación exitosa del concepto- el amplio campo de las incoherencias humanas permanentes. Lo aplicó como contexto crítico hacia el populismo como teoría política y -en particular- como cuestionamiento al gobierno nacional de Cristina Kirchner (según surge de su columna de opinión diario Clarín, del 13 agosto 2013).
Sus argumentos primarios -aunque desconozco si él mismo alcanza a distinguirlos- fueron desconocer la confrontación permanente como condición de viabilidad de la democracia y reconocer la necesidad de un antagonismo regulado con los medios de comunicación como verdadera oposición a las políticas gubernamentales. CFK había instalado esa grieta -según él- para separar buenos de malos, blancos de negros, sucios de limpios. Como hoy impulsa Milei: «hombres de bien» aquí, «hombres de mal», allá. En su análisis, esa grieta afectaba y dividía a los argentinos e impedía la felicidad eterna de la unión nacional.
Esa misma unidad -insustentable, y hasta algo irracional- la vivimos en la Plaza de Malvinas con Galtieri y hoy se anuncia como retroceso alegórico y perspectiva del futuro brillante frente a un mundo ansioso por recibirnos, de nación alineada con la modernidad (léase los EEUU y Europa) y de país deseoso de volver a principios del siglo pasado en una historiografía oficial de retorno al camino de presunta potencia mundial. Igual que Macri que esperaba ser un supermercado sin marcas propias. Ello en el marco de un curioso escenario de tarot, paseos bíblicos y personajes bizarros donde existieron combativas pancartas; de truculentas frases y poses sexistas donde se vivieron trascendentales discursos de nuestros mejores estadistas y de desafinaciones de vergüenza ajena en el lugar donde Evita convocó a la defensa de los intereses populares. Toda una simbología del espanto sobre el presente que observamos atónitos. Como para no ocuparnos!
El término «grieta» así aplicado deviene en realidad de una geologización (se me disculpe el neologismo) de la política, una cuestión natural que siempre se forma desde una fisura que es provocada por la propia naturaleza en sus procesos de contracción. El todo era todo, hasta que se agrietó. No porque un destino voluntarioso (valga el oxímoron) lo hubiera deseado sino por las propias tendencias sociales, históricas y de la naturaleza humana.
Los historiadores económicos no están de acuerdo sobre los orígenes del mercado. Pero el cuento clásico de que sustituyó al trueque y significó una modernización económica del medioevo para facilitar las operaciones, ya no se acepta con facilidad, al menos entre los investigadores más serios y documentados. Hoy aceptamos que el Mercado es un tipo de poder que permite la gobernabilidad del sistema económico. Así de simple.
Se sabe, desde Aristóteles y Platón a esta parte, que la sociedad civil siempre miró con desconfianza las condiciones y efectos de la creación del Mercado y sus avances. El Mercado fue el sustento de los mercaderes, los industriales, los financistas, los burócratas para organizar y ordenar la apropiación de las riquezas sociales, las que se producían en común. Comenzaban a concentrar el poder en pocas manos y «agrietaban» la riqueza común para apropiarse de cada vez más porcentaje de la misma en detrimento del pueblo.
Los interesados economistas vinculados a aquellos mismos grupos, impusieron como tipología única la del Mercado, una forma ideológica de interpretación y acción sobre las actividades humanas. El matrimonio, el delito, los órganos humanos, los niños y niñas, la solidaridad, la compasión por los animales, la sexualidad, el arte, la música, la educación, cualquier realidad -inclusive la religiosa- en la que tenga intervención el hombre puede ser entendido como un mercado portador de una demanda, una oferta y un precio. Por ejemplo, una demanda de esperanza, una oferta de religión y un precio de liturgia. Y dado que la condición del hombre es su libertad, esos mercados deben ser libres de cualquier interferencia social. Esa es la teoría: los intereses del individuo predominan ante las necesidades de la sociedad y el más fuerte desplazará al más débil que será sometido sin protección.
De resultas de ello, cuando habla el Mercado, hablan algún tipo de poder económico. Para la economía ortodoxa el mercado no somos nosotros, los consumidores, sino los productores; no somos nosotros, los trabadores, sino los empresarios; no somos nosotros, lo que usamos tarjetas de crédito, sino los bancos; no somos los que cargamos combustibles, sino las petroleras; el mercado es la ficción de la sujeción de la dependencia y las reglas del mercado son los condicionantes vitales de nuestra existencia.
Cuando se dice «veamos cómo va a reaccionar el mercado», se quiere decir «veamos que dicen los poderosos». Y obviamente los poderosos, siempre, en todas las circunstancias, hablan por sus conveniencias, que no son las del pueblo. Desconfiemos si nos dicen que «el mercado reaccionó bien» porque caerá una pena sobre nuestros bolsillos.
La verdadera grieta entonces es dialéctica y es necesaria para que podamos avanzar en la construcción de consensos de base humana. Si se puede. Caso contrario sirve para identificar el campo de batalla. Y creo que la verdadera y profunda grieta está entre la Sociedad y el Mercado; entre la Política y la Economía y si la política se ve cooptada por la gerencia, por la dirección de la economía, no cabe esperar sino que la grieta se acentúe en silencio, profunda, entre sombras, los agrietadores ya no aparecerán con denuncias en programas de televisión y en periódicos, sino en los subterfugios de la realidad disimulado con un velo tenue y apenas perceptible. Pero cuando advirtamos que la grieta social se ha extendido y profundizado lo suficiente, puede que sea demasiado tarde para la paz y la armonía social.
En su historieta Goscinny salvó la grieta con el triunfo del amor y Uderzo dibuja figuras sonrientes y alegres. Yo no estoy tan seguro de que nosotros podamos transitar ese camino y terminar tan bien. No al menos mientras el pueblo admita que los gerentes del Mercado se ocupen de las cosas de la Sociedad y acepte que los políticos sean topos que buscan destruir el bien común.
(2) Título inspirado en René Goscinny y Albert Uderzo que incentivan la imaginación y deleitan el espíritu en su serie de historietas Asterix y Obelix y que nos enseñan sobre grietas en «La gran zanja», Nro. 25, Salvat Editores, 2014.
Estas líneas son una reformulación de mi artículo original publicado el 31 de diciembre de 2015 en el Diario el Patagónico de Comodoro Rivadavia disponible en https://www.elpatagonico.com/la-gran-grieta-1-n1461969