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miércoles, abril 23, 2025

“Doctrina Milei” y Malvinas

El 2 de abril del año pasado, Milei dijo: “Me comprometo a que, durante nuestro gobierno, podremos tener una hoja de ruta clara para que las Malvinas vuelvan a manos argentinas”. Sorpresivamente, el 5 de abril y a raíz de la visita a Tierra del Fuego de la comandante Laura Richardson del Comando Sur, el mandatario anunció su “nueva doctrina de política exterior” y la vinculó a la cuestión Malvinas. “Con nosotros se inaugura una nueva época de las relaciones de Argentina… Nuestra alianza con los Estados Unidos, demostrada a lo largo de estos primeros meses de gestión, es una declaración para el mundo”. Dos días después sugirió la construcción de una base (¿con o de EE.UU.?) en Tierra del Fuego: “Mi aliado es Estados Unidos… Lo del otro día (cita con Richardson y mención a la base) fue el acto de soberanía más grande de los últimos 40 años. Porque al ser una base militar en Ushuaia, nos avala el reclamo sobre la Antártida. Y te hago una pregunta. ¿Ushuaia es la capital de qué? Tierra del Fuego. ¿Y qué más? Islas Malvinas, Georgias, Sandwich y todo el espectro marítimo. Es el primer paso para empezar a pensar la recuperación de Malvinas”. La única alianza sería con Washington, clave para establecer el control soberano sobre Malvinas según la doctrina.

Durante todo 2024 el Gobierno ensayó su plegamiento a EE.UU. Esteban Actis mostró que hay que remontarse a 1962 –golpe militar y gobierno de Guido– para encontrar un nivel comparable –cerca del 70%– de coincidencias entre la Argentina y EE.UU. en la ONU. Optó por adquirir aviones de combate de origen estadounidense que, según la UK Defence Journal, no alteran la situación en el Atlántico Sur. Busca ser socio global de la OTAN, donde se requiere el voto de Londres. Se sumó al Grupo de Contacto para Ucrania, así como a las Fuerzas Marítimas Combinadas (con asiento en Bahréin) establecidos por el Pentágono. Agregó a esto votaciones contra asuntos ligados a Palestina, en resoluciones sobre usos pacíficos de tecnología nuclear (2024), y sobre el día internacional para la coexistencia pacífica (2025) auspiciadas por China. Asimismo, haberse abstenido –para no contrariar a Trump– en la ONU ante la resolución de febrero de 2025 que reprobaba a Rusia por la invasión de Ucrania implicó debilitar el principio de integridad territorial. Por último, ante los aranceles de 25% al acero y al aluminio impuestos en febrero de 2025, Milei dijo que Trump “no es proteccionista”. No se advierte qué relación hay entre la recuperación de Malvinas y las aludidas concesiones a Washington en todos los frentes.

El discurso presidencial del 2 de abril de 2025 completó un giro respecto de la política histórica respecto de Malvinas. Primero, y con un enfoque confrontativo, procuró generar otra grieta. La consigna pareciera ser no más consenso: una casta incompetente y empobrecedora, por un lado, y un salvador que engrandecerá a la nación, por el otro. Segundo, un énfasis en la idea de una Argentina “alienada con las naciones libres” [sic], como si la recuperación dependiera de un par de apoyos entre los 193 países de la ONU. Tercero, un abandono de la tesis de la soberanía –la que hay que negociar con el Reino Unido– por una implícita aceptación del argumento de la autodeterminación, al sugerir que cuando los isleños (como pueblo presuntamente originario) quieran, se unirán a la futura Argentina potencia. Lo que siempre ha esgrimido Buenos Aires son los intereses de los isleños (no la autodeterminación) y eso tiene la rúbrica de la ONU.

El 14 de junio de 1982 la Argentina capituló. Sin embargo, no es lo mismo estar derrotados que ser vencidos. Para que esta frase sea algo más que un puñado de palabras hace falta paciencia. Es imposible descuidar sus exigencias por ignorancia o dañarlas por mala puntería. Tratarlas con una naturalidad ficticia solo puede engendrar insatisfacción y vergüenza.

Malvinas está entre nuestras pocas coincidencias transversales. Todos los sondeos lo ratifican. Adicionalmente, para un país cuya imprevisión y asimetría están a años de modificarse en la reputación ajena, mantener una posición firme tiene valor geopolítico. La austera belleza de las islas nos lo recuerda.

Nuestra Constitución establece que las Malvinas son parte integrante del territorio nacional, y que el ejercicio pleno de la soberanía supone respetar el modo de vida de sus habitantes. Dicho modo de vida no incluye el plebiscito de 2013, en el que se consultó a los habitantes del archipiélago sobre si deseaban que las islas continuaran siendo un Territorio de Ultramar del Reino Unido. Este mecanismo de consulta popular no fue reconocido por Naciones Unidas, invalidando, de hecho, la autodeterminación.

Más allá de los aspectos sentimentales, existen rubros que exigen competencia técnica. Esto trae a colación el cuento “El traje nuevo del emperador”, de Hans C. Andersen, y el “dilema de Casandra”, que proviene de la mitología griega. En “El traje…”, falsos tejedores persuaden al rey de que están creando un vestido mágico, que solo las personas inteligentes ven. Ni hay magia ni hubo ropa. En el “dilema”, Casandra acierta con sus profecías porque tiene el don, pero nadie le cree. Respecto de Malvinas, hay que escuchar a quienes saben lo que dicen, y rechazar los chimentos de refectorio, que dicen lo que no saben. A los negadores solo pueden acontecerles hechos negativos.

Rafael Bielsa y Juan Gabriel Tokatlian

https://www.lanacion.com.ar/opinion/doctrina-milei-y-malvinas-nid19042025
Juan Tokatlian
Juan Tokatlian
Sociólogo argentino (1978) con una Maestría (1981) y un Ph.D. (1990) en Relaciones Internacionales de The Johns Hopkins University School of Advanced International Studies en Washingon, D.C. (Estados Unidos). Actualmente (desde julio de 2009) Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Di Tella (Buenos Aires, Argentina). Fue Profesor en la Universidad de San Andrés (Victoria, Provincia de Buenos Aires, Argentina) entre 1999-2008. Vivió 18 años en Colombia entre 1981 y 1998. Fue Profesor Asociado (1995-1998) de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá), donde se desempeñó como investigador principal del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI). Fue co-fundador (1982) y Director (1987-94) del Centro de Estudios Internacionales (CEI) de la Universidad de los Andes (Bogotá). Ha publicado varios libros, ensayos y artículos de opinión sobre la política exterior de Argentina y de Colombia, sobre las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, sobre el sistema global contemporáneo y sobre el narcotráfico, el terrorismo y el crimen organizado.
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El 2 de abril del año pasado, Milei dijo: “Me comprometo a que, durante nuestro gobierno, podremos tener una hoja de ruta clara para que las Malvinas vuelvan a manos argentinas”. Sorpresivamente, el 5 de abril y a raíz de la visita a Tierra del Fuego de la comandante Laura Richardson del Comando Sur, el mandatario anunció su “nueva doctrina de política exterior” y la vinculó a la cuestión Malvinas. “Con nosotros se inaugura una nueva época de las relaciones de Argentina… Nuestra alianza con los Estados Unidos, demostrada a lo largo de estos primeros meses de gestión, es una declaración para el mundo”. Dos días después sugirió la construcción de una base (¿con o de EE.UU.?) en Tierra del Fuego: “Mi aliado es Estados Unidos… Lo del otro día (cita con Richardson y mención a la base) fue el acto de soberanía más grande de los últimos 40 años. Porque al ser una base militar en Ushuaia, nos avala el reclamo sobre la Antártida. Y te hago una pregunta. ¿Ushuaia es la capital de qué? Tierra del Fuego. ¿Y qué más? Islas Malvinas, Georgias, Sandwich y todo el espectro marítimo. Es el primer paso para empezar a pensar la recuperación de Malvinas”. La única alianza sería con Washington, clave para establecer el control soberano sobre Malvinas según la doctrina.

Durante todo 2024 el Gobierno ensayó su plegamiento a EE.UU. Esteban Actis mostró que hay que remontarse a 1962 –golpe militar y gobierno de Guido– para encontrar un nivel comparable –cerca del 70%– de coincidencias entre la Argentina y EE.UU. en la ONU. Optó por adquirir aviones de combate de origen estadounidense que, según la UK Defence Journal, no alteran la situación en el Atlántico Sur. Busca ser socio global de la OTAN, donde se requiere el voto de Londres. Se sumó al Grupo de Contacto para Ucrania, así como a las Fuerzas Marítimas Combinadas (con asiento en Bahréin) establecidos por el Pentágono. Agregó a esto votaciones contra asuntos ligados a Palestina, en resoluciones sobre usos pacíficos de tecnología nuclear (2024), y sobre el día internacional para la coexistencia pacífica (2025) auspiciadas por China. Asimismo, haberse abstenido –para no contrariar a Trump– en la ONU ante la resolución de febrero de 2025 que reprobaba a Rusia por la invasión de Ucrania implicó debilitar el principio de integridad territorial. Por último, ante los aranceles de 25% al acero y al aluminio impuestos en febrero de 2025, Milei dijo que Trump “no es proteccionista”. No se advierte qué relación hay entre la recuperación de Malvinas y las aludidas concesiones a Washington en todos los frentes.

El discurso presidencial del 2 de abril de 2025 completó un giro respecto de la política histórica respecto de Malvinas. Primero, y con un enfoque confrontativo, procuró generar otra grieta. La consigna pareciera ser no más consenso: una casta incompetente y empobrecedora, por un lado, y un salvador que engrandecerá a la nación, por el otro. Segundo, un énfasis en la idea de una Argentina “alienada con las naciones libres” [sic], como si la recuperación dependiera de un par de apoyos entre los 193 países de la ONU. Tercero, un abandono de la tesis de la soberanía –la que hay que negociar con el Reino Unido– por una implícita aceptación del argumento de la autodeterminación, al sugerir que cuando los isleños (como pueblo presuntamente originario) quieran, se unirán a la futura Argentina potencia. Lo que siempre ha esgrimido Buenos Aires son los intereses de los isleños (no la autodeterminación) y eso tiene la rúbrica de la ONU.

El 14 de junio de 1982 la Argentina capituló. Sin embargo, no es lo mismo estar derrotados que ser vencidos. Para que esta frase sea algo más que un puñado de palabras hace falta paciencia. Es imposible descuidar sus exigencias por ignorancia o dañarlas por mala puntería. Tratarlas con una naturalidad ficticia solo puede engendrar insatisfacción y vergüenza.

Malvinas está entre nuestras pocas coincidencias transversales. Todos los sondeos lo ratifican. Adicionalmente, para un país cuya imprevisión y asimetría están a años de modificarse en la reputación ajena, mantener una posición firme tiene valor geopolítico. La austera belleza de las islas nos lo recuerda.

Nuestra Constitución establece que las Malvinas son parte integrante del territorio nacional, y que el ejercicio pleno de la soberanía supone respetar el modo de vida de sus habitantes. Dicho modo de vida no incluye el plebiscito de 2013, en el que se consultó a los habitantes del archipiélago sobre si deseaban que las islas continuaran siendo un Territorio de Ultramar del Reino Unido. Este mecanismo de consulta popular no fue reconocido por Naciones Unidas, invalidando, de hecho, la autodeterminación.

Más allá de los aspectos sentimentales, existen rubros que exigen competencia técnica. Esto trae a colación el cuento “El traje nuevo del emperador”, de Hans C. Andersen, y el “dilema de Casandra”, que proviene de la mitología griega. En “El traje…”, falsos tejedores persuaden al rey de que están creando un vestido mágico, que solo las personas inteligentes ven. Ni hay magia ni hubo ropa. En el “dilema”, Casandra acierta con sus profecías porque tiene el don, pero nadie le cree. Respecto de Malvinas, hay que escuchar a quienes saben lo que dicen, y rechazar los chimentos de refectorio, que dicen lo que no saben. A los negadores solo pueden acontecerles hechos negativos.

Rafael Bielsa y Juan Gabriel Tokatlian

https://www.lanacion.com.ar/opinion/doctrina-milei-y-malvinas-nid19042025

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