David Ricardo (1722-1823) fue uno de los padres de la economía política, con dos grandes méritos. El primero: fundamentar la teoría valor-trabajo, esto es, la economía es el trabajo de transformación de los elementos que nos brinda la naturaleza para que sean útiles al ser humano, por lo tanto es ese trabajo el que crea el valor. De esa manera, da respuesta a la pregunta que se hacía Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.): ¿Por qué se comercia en los mercados persas un par de sandalias por un par de almohadones? La respuesta de David Ricardo fue: por el tiempo de trabajo que implica la producción de esos artículos.
Su segundo aporte a la ciencia es el concepto de renta económica, y lo hizo en base al precio de los granos. La noción de renta estaba asociada a un beneficio extraordinario por encima del normal que reportaba la actividad agrícola. Esta recompensa adicional que recibían los propietarios de las tierras dedicadas a la actividad agrícola era derivada de las condiciones de la tierra y no del trabajo aplicado a su explotación. Imaginemos a dos latifundistas –sostenía Ricardo–, uno con campos mucho más fértiles que el otro. Ambos venden los granos al mismo precio, pero los costos del que es propietario de las tierras más fértiles son mucho menores que los costos del que es propietario de las menos fértiles, y su rinde es mucho mayor. El precio del mercado es el de la tierra menos fértil. He aquí la renta agrícola. Y por extensión a las demás rentas (petrolera, minera, financiera, etc.), la renta es una utilidad en la que no hubo un aumento del esfuerzo humano o un incremento de la inversión productiva para obtenerla.
Carl Marx (1818-1883) estudia a David Ricardo y trata de explicarse: si el trabajo genera el valor, ¿por qué los trabajadores viven miserablemente? El patrón se apropia de lo que le corresponde al trabajador, y puede hacerlo por la propiedad privada de los medios de producción. La explotación de los trabajadores consiste en la expropiación del producto de su trabajo.
La verdadera libertad del marxismo es que el trabajador deje de ser explotado por el capital, como la libertad del esclavo es dejar de serlo. Uno es libre si la totalidad del fruto de su trabajo es para sí mismo, y no si debe darle una parte al capital.
La segunda pregunta que se hacía Aristóteles es: ¿Por qué es más valioso el oro o el diamante (que en el siglo III a.C. se usaba solamente como ornamentación) que el agua, que es indispensable a la vida? La respuesta la dio la llamada Escuela neoclásica (liberal) en 1871. William Stanley Jevons en Inglaterra, Carl Menger en Austria y León Walras en Suiza tomaron este razonamiento, inventando el concepto de utilidad marginal, que determina el valor de un bien en función del uso menos productivo. De esa manera negaban la teoría del valor-trabajo y de su apropiación por los dueños del capital. Toda la teoría económica neoclásica (liberal) se generó para refutar a los economistas clásicos (Adam Smith, William Petty, David Ricardo) y a Marx.
Es más, los marxistas proponían una sociedad sin clases, para lo cual era necesario, primero, que los trabajadores derrotaran a los patrones y constituyeran la dictadura del proletariado.
Es la llamada segunda generación de economistas liberales, que en Viena, Austria (escuela austriaca) tuvo como referente a Ludwig von Mises, la encargada de refutar al marxismo.
Von Mises (1881-1973) publicó en 1922 su libro El socialismo: un análisis económico y sociológico”, donde afirmó que el sistema comunista no podía ser eficiente ya que le faltaba el mecanismo de precios que hacía que la distribución de los recursos fuera la adecuada, como sucedía en el sistema capitalista. Por supuesto, en ese sistema de precios omite al grado de concentración de los mercados y la prevalencia del capital financiero. El libro pasó sin pena ni gloria hasta el derrumbe del socialismo soviético en 1991.
Mises tuvo seguidores en los países desarrollados como Friedrich Hayek, Murray Rothbard, Hans Sennholz, George Reisman, Peter Boettke, Roger Garrison, Manuel Ayau y Joseph Keckeissen, entre otros.
Friedrich Hayek (1899-1992), con una teoría pro-mercado más extrema que su maestro, fue referente de Álvaro Alsogaray (1913-2005), quien fuera ministro de Economía de Arturo Frondizi en 1959-1961 y de José María Guido en 1962. En ambos gobiernos acordó con el FMI. En el primero ejecutó el Plan Larkin, que consistió en abandonar el 32% de las vías férreas existentes, despedir a 70.000 empleados ferroviarios y reducir a chatarra todas las locomotoras a vapor, al igual que 70.000 vagones y 3.000 coches. Así se inició la masiva eliminación de locomotoras a vapor y una larga serie de cancelaciones y levantamiento de vías. El plan se suspendió por efecto de una huelga ferroviaria de 42 días en 1961.
En 1962, en la presidencia provisional de Guido y para reducir el déficit fiscal, emitió el “Bono 9 de julio” [1], con el que se pagó parte del sueldo a los empleados estatales, quienes para llegar a fin de mes debieron venderlos a mucho menos de su valor nominal a especuladores financieros.
En esa época, quien en el país dudara del liberalismo quedaba defenestrado por la práctica de Alsogaray, Pinedo, Martínez de Hoz, Roberto Alemann, Coll Benegas, Jorge Wehbe y Krieger Vasena. Todos ellos ocuparon el cargo de ministro del área entre septiembre de 1955 (Revolución Libertadora) y octubre de 1963, cuando asumió como Presidente el Dr. Arturo Illia.
Volvieron los liberales con Martínez de Hoz y el golpe militar de 1976, en una nueva reconversión del capital financiero y con ello de la estructura económica del país. El objetivo económico y social del golpe militar del 24 de marzo de 1976 fue romper el modelo de crecimiento en base a la sustitución de importaciones y con ello la alianza social entre trabajadores y empresarios ligados al mercado interno, donde más vendían cuando los asalariados tenían mayor poder de consumo.
Dependencia y sumisión
El liberalismo hoy en la Argentina no lo imponen los militares, como en 1955, 1966 y 1976. Sí continúa haciéndolo el FMI y el Departamento de Estado de los Estados Unidos [2], razón por la cual avaló, aceptó o impuso a Juan Sourrouille, a Domingo Cavallo, a Roque Fernández, a José Luis Machinea, y después trató de condicionar a Remes Lenicov y a Roberto Lavagna. Dejaron de hacerlo en enero de 2006, cuando Néstor Kirchner pagó la suma que se adeudaba y nos liberó de las políticas de seguimiento y control del FMI.
Retomó la subordinación al organismo internacional el crédito stand by del gobierno de Cambiemos. Y el acuerdo de Martín Guzmán de plan de facilidades extendidas fue peor, no solo por el grado de exigencias, sino porque no se investigó la deuda por más de 100.000 millones de dólares contraída durante la gestión de Mauricio Macri, y se la está pagando, sin determinar en qué se invirtieron esos fondos.
Ahora, la propuesta de Javier Milei es incluso de un grado de dependencia y sumisión aún mayor. Más allá de las facultades mentales del candidato de La Libertad Avanza, pregona una visión más ultra-liberal y ruin que sus antecesores.
Milei repite hasta el hartazgo lo escrito por el estadounidense Murray Rothbard (1926-1995), que fue el encargado de definir el libertarismo moderno y popularizar una forma de anarquismo y libre mercado. Al defender su teoría en su libro Sociedad sin Estado, Rothbard postuló: “Yo defino la sociedad anarquista como una donde no hay posibilidad legal para la agresión coercitiva contra la persona o los bienes de cualquier persona. Los anarco-liberales se oponen al Estado, ya que tienen su propio ser en tal agresión, es decir, la expropiación de la propiedad privada a través de los impuestos, la exclusión coercitiva de otros proveedores del servicio de defensa de su territorio, y todas las otras depredaciones y coacciones que se basan en estos dos focos de invasión de los derechos individuales”.
En un país como el nuestro, donde los impuestos al capital son mínimos, incluso con respecto a nuestra propia historia (que ya es mucho decir), Milei pregona que pagar impuestos es un robo y que el Estado no debe existir, cuando en la Argentina el mayor desafío en lo que va del siglo (la pandemia por el Covid) fue combatido a través de hospitales y dependencias de salud pública.
Los que asisten a la población empobrecida por el persistente aumento de los precios fijados por las grandes empresas del combustible, del acero, del aluminio, del azúcar, de la leche, de la carne, de la yerba, de la harina, del aceite, etc., son los diversos estamentos del Estado. Se llega a esta situación porque es el Estado el que no ejerce el rol de contralor para el que lo facultan las leyes. No es que debe desaparecer el Estado, sino que, al contrario, debe cumplir con el mandato que le da la Constitución Nacional de afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.
Finalmente Rothbard, en otro de sus libros, sobre “ley y orden”, se refiere a conceptos sensibles, sobre todo en una sociedad con tantas carencias como la argentina. Para el anarco-capitalismo es también violento que el Estado monopolice la seguridad y la Justicia. El ejemplo es la hermana República de Colombia, donde la seguridad interior también es realizada por compañías privadas y los resultados no pueden ser peores.
Es obvio que estos trabajos teóricos no tienen otra práctica que la de justificar el predominio del más fuerte (poseedor del capital o que trabaja o es funcional al capital) y negar al Estado, para que no cumpla el rol de regular (establecer las reglas de juego) la economía de un país. Por eso la crítica denodada a los trabajos de John M. Keynes (1883-1946) y todos los que proponen el rol planificador y de fijación de objetivos de un Estado. Para Keynes, el Estado debe intervenir en la economía para mantener el equilibrio y revertir los ciclos de crisis. El mercado no se regula de forma natural, por lo que los gobiernos deben minimizar las fluctuaciones económicas. Keynes asevera en su libro [3] y en sus trabajos que “los mercados [4] pueden mantener su irracionalidad más tiempo del que una persona o una sociedad puede mantener su solvencia”.
La Argentina
Toda la parafernalia de una teoría estrambótica llevada a cabo por una persona que dice y se desdice, lo que logra en la Argentina actual es que no se discuta cómo se genera el producto y cómo se distribuye, y tampoco cómo se genera la renta de la tierra y cómo se reparte esa renta, que es para David Ricardo el principal objetivo de la ciencia económica. En ese sentido, el objetivo de los grandes grupos financieros se ha cumplido y se cumple a rajatabla.
Los dueños de la tierra en la Argentina pagan por impuesto inmobiliario rural solo el 0,3% del PIB, mientras el IVA que pagamos todos cuando adquirimos un bien o un servicio representa el 9,6% del PIB. En todas y cada una de las provincias se recauda más por patente automotor o por impuesto inmobiliario urbano que lo que se percibe por el gravamen a las tierra rurales. El total de los derechos de exportación (retenciones) de los diez primeros meses de 2023 es solo el 0,7% del PIB, y la Mesa de Enlace dice que es un robo.
En este país es una burla que se pregone el fin del Estado, cuando solo mediante políticas públicas orientadas se puede aumentar el producto, lograr el pleno empleo y la estabilidad de precios. Si el Estado en nombre de todos no planifica el futuro, serán los grupos financieros (para los que Milei trabaja) los que planifiquen por nosotros.
[1] “Empréstito de Recuperación Nacional 9 de julio”. Fueron emitidos por la suma de 15.000 millones de pesos moneda nacional, con un interés del 7% y por un plazo de 25 años. El dinero de los bonos enseguida se devaluó y en 1963 representaba el 70% de su valor real. Para llegar a fin de mes, muchos empleados estatales debieron venderlos a mucho menos de su valor nominal a especuladores financieros. Para hacer frente a las obligaciones que surgieron de estos préstamos fue necesario pedir una extensión del préstamo con el FMI.
[2] Es el departamento ejecutivo federal responsable de las relaciones internacionales y de la política exterior de Estados Unidos, equivalente a los Ministerios de Asuntos Exteriores de otros países, y forma parte del Poder Ejecutivo de ese país.
[3] La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, J.M. Keynes, Fondo de Cultura Económica.
[4] Keynes dice textualmente “the markets” (los mercados), no “the politics”, como lo traducen mal a sabiendas quienes maliciosamente quieren decir otra cosa. Y lo que Keynes asevera es que la lógica de ganancia de los mercados va en contra de la lógica económica y social.