Aunque es evidente que la distribución del ingreso empeora y que los salarios y el empleo pierden los avances que les dio el estado de bienestar en la posguerra y que esos retrocesos se han acentuado, las empresas tendrán que tomar en cuenta no sólo la ganancia, y las principales modificaciones vendrán posiblemente a partir de la envergadura que está adquiriendo el cambio climático.

La organización Business Roundtable de los CEO de 181 de las mayores empresas de Estados Unidos, mostró una modificación en el objetivo de sus empresas, evidenciando que ya no vale privilegiar más que cualquier otra cosa la maximización de los beneficios, y lo dicen con un enunciado un poco pretensioso porque todavía está un lejos de la realidad: “El empresariado de Estados Unidos le dice adiós a la doctrina Milton Friedman”, que privilegiaba el objetivo exclusivo de generar riqueza para sus accionistas. La sustentabilidad de nuestros días se asienta también en los derechos humanos -inclusión, diversidad, equidad de género, discapacidad, trabajo decente- impulsados por las Naciones Unidas.

Estamos en una época de transición de todos los valores.

El mercado seguirá teniendo un gran poder  al contrario de lo que se creyó otras veces. La gran deuda puesta sobre las espaldas de la economía nacional fue no sólo una ingenua creencia (tanto como la anterior) de que la vía libre a cualquier forma de inversión –la financiera con altísima rentabilidad- podía ser el prólogo para la lluvia de inversiones. Por lo que no hay otro camino que seguir con la deuda a cuestas, pero negociando una política para poder pagarla, y dando lugar así a la reinstalación  de una estrategia productiva.

Todas las novedades se explican por ese lado: la búsqueda de equilibrio fiscal no sólo para no alimentar más la inflación, aunque el equilibrio no haga desaparecer la inflación, sino como un elemento de reconocimiento a la existencia de la deuda y del poder de los acreedores.

También que se pueda buscar la contención de la inflación mediante la baja de los costos, en vez de la plena libertad cambiaria que llevaba a la devaluación permanente, el crecimiento perpetuo de la inflación con ilusionadas treguas y la incontenible remarcación de precios.

No es que el mercado lo acepta sino que ya no había más posibilidad de juego financiero si no se restauraba la producción. Pero hay que coexistir con esa fuerza. Y lo más difícil es de lo que todavía no se habla: que en la Argentina la madre de la inflación es la fuga de capitales que esfuma los recursos conseguidos en la producción, lo que no se contiene por otros medios más que controlando la compra de dólares y lo que va a requerir la apuesta más arriesgada: encontrar una forma de ahorro en moneda nacional.

Esa cuota de ajuste mínimo e imprescindible para las actuales condiciones se resumen en los cuatro sostenes esenciales de la Ley de “Solidaridad Social y Reactivación Productiva”: 1) el impuesto de 30 % a la compra de divisas, a los gastos en dólares con tarjeta de crédito y al turismo externo, 2) la suspensión de la actualización del sistema de jubilaciones y pensiones y 3) las retenciones al campo, 4) los cambios en Bienes Personales e Impuestos Internos y otros tributos de menor importancia.

Lo determinante todavía es que frente a la vieja aspiración de un reparto fifty fifty del ingreso nacional, los asalariados, que cubren el 72,6% de la población nacional reúnen el 45,1% del ingreso, mientras que los empresarios obtienen el 44,4% pese a que constituyen el 3,9% de la población. Es lógico que se deba aspirar a que la mayor parte de esa masa de ingresos no vaya al consumo sino a la inversión, pero a la relacionada con la producción. Sin embargo, en 2019, un año de particular retroceso en la distribución del ingreso para la mayoría, la inversión productiva cayó casi 11% i.a.

Informe completo, link en el siguiente renglón

ANÁLISIS ECONÓMICO DE DICIEMBRE 2019 con adelantos de ENERO 2020