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jueves, julio 3, 2025

Los ganadores de la guerra en Medio Oriente: el eclipse del orden basado en reglas y el darwinismo internacional

La participación de Estados Unidos en el conflicto entre Israel e Irán deja dos ganadores, y no incluye a ninguno de los tres países.

La guerra iniciada por Israel y reforzada por el bombardeo de Estados Unidos contra Irán no tuvo tres ganadores simultáneos –Washington, Tel Aviv y Teherán– como enuncian altos funcionarios, habituales portavoces y varios comentaristas. Lo que triunfó, para infortunio colectivo de la comunidad de naciones que incluye a aquellos tres países, fue quizás el aceleramiento del ocaso del llamado orden liberal con su promesa de reivindicación y respeto de las normas, tratados e instituciones que presuntamente lo rigen y convalidan. 

Voy por partes. Un primer aspecto. Así se considere que la acción militar israelí fue una continuación de una muy prolongada y totalmente irregular “guerra en las sombras” entre Teherán y Tel Aviv, el lanzamiento de la Operación León Naciente no constituyó un ataque preventivo legítimo. Tal tipo de ataque, para ser relativamente aceptado así sea políticamente, no en términos de legalidad, requiere dos condiciones concurrentes y cabales: evidencia e inminencia. 

La operación se desplegó por dos motivos distintos: debilidad actual del oponente y potencialidad de que en un eventual futuro dicho contendiente pudiera ser mucho más fuerte. Sintéticamente, se trató de un ataque punitivo. 

En clave de confrontación propiamente dicha, no fue un ataque distractor –aquel que se lanza debido a problemas de envergadura en lo doméstico y la necesidad de ir contra un rival o competidor para unificar el frente interno y logra una victoria en el exterior que fortifique el régimen–. El mundo no ha distraído su atención de Gaza y su tragedia humanitaria. Más bien se ha tratado de un ataque oportunista que busca aprovechar la debilidad del contendiente o enemigo. 

No es una guerra que se elige, sino una que se aprovecha. El arco chiita –con múltiples actores armados no estatales actuando en Medio Oriente– liderado por Irán estaba muy golpeado y en retroceso, al tiempo que el programa de enriquecimiento de uranio de Irán –que ninguna gran potencia, ni Turquía, ni el mundo árabe, ni vecinos de potencias nucleares como Corea del Sur y Japón acepta– avanzaba peligrosa y ambiciosamente. 

Es bueno tener en cuenta que el acuerdo del P5 (cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) +1 (Alemania) con Irán de 2015 y que Trump abandonó en 2018 (a pesar de que su secretario de Estado, Rex Tillerson y el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Joseph Dunford afirmaron en su momento que Teherán estaba cumpliendo) imponía un máximo de enriquecimiento de uranio al 3,67% y hasta 300kg para 2030. Para junio de 2025 Irán tenía, según el Organismo Internacional de Energía Atómica, unos 400 kg de uranio enriquecido al 60% (al 90% crece notoriamente la probabilidad de obtener una de las condiciones cruciales para construir un arma nuclear). Hay que recordar también que Israel posee 90 ojivas nucleares y que Irán podría alcanzar, en un horizonte no inmediato, la posibilidad de detentar algunas armas nucleares. 

¿Por qué pagar por algo que puedo leer gratis? En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.Sumate

Para Israel, Irán constituye una amenaza existencial y para Irán, disponer de ese tipo de artefacto significa un reaseguro existencial. El dilema de seguridad –la búsqueda de seguridad de A genera inseguridad en B, quien procura su propia seguridad; lo cual, a su vez, produce inseguridad en A– estuvo, está y seguirá vigente entre ambos. Lo ocurrido en doce días de confrontación presagia tensiones recurrentes, desconfianza permanente y conflictividad soterrada. 

Otro punto. Es significativa la secuencia de diversos eventos en el plano interestatal que fueron socavando el orden basado en reglas. Algunos hitos, entre varios: Kosovo en 1999 cuando Occidente elude—por falta de consenso en el Consejo de Seguridad—la autorización para el uso de la fuerza por parte de Naciones Unidas y despliega un operativo militar bajo el mando de la OTAN; la decisión de Estados Unidos de recurrir a una “coalición de voluntarios” (coalition of the willing) para atacar por segunda vez Irak en 2003 sin una resolución expresa de la ONU; el fiasco en el terreno del llamado principio de “Responsabilidad de Proteger” en la acción avalada por el Consejo de Seguridad en Libia en 2011; la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014; y la invasión de Rusia a Ucrania en 2022. Ningún actor poderoso que recurrió a la fuerza pagó un precio gravoso por ello y esto tiende a habilitar la arbitrariedad y el doble rasero en cuanto al sentido y alcance del derecho internacional.

Hubo además acciones atroces de actores no estatales –los atentados en Estados Unidos en septiembre del 2001 y el ataque de Hamas en el sur de Israel en octubre de 2023– cuyas retribuciones por parte de los directamente afectados no han aportado, a la fecha, a la pacificación o distensión internacional, cualquiera sea la denominación que se le quiera dar a las acciones de Washington y Tel Aviv.

Un último caso: Estados Unidos. Durante la Guerra Fría, Washington desplegó la fuerza en algunas ocasiones. En los ochenta, por ejemplo, usó distintos argumentos, casi siempre sustentados en clave de self-defense. En la invasión a Grenada utilizó ese argumento pues se estaba ampliando la pista de aterrizaje del aeropuerto de la isla gracias al apoyo de Cuba y debido a que estudiantes estadounidenses estaban en peligro por el avance del comunismo. En la invasión a Panamá de 1989, señaló que lo hacía para proteger el Canal (la Enmienda DeConcini lo habilita) y en función de la lucha contra el narcotráfico que no faculta la ocupación de un país. En ambos casos, esgrimió referencias al derecho interno e internacional que fueron cuestionadas pero que nunca impidieron el envío de tropas. 

En 1990, a raíz de la invasión de Irak a Kuwait, Naciones Unidas aprobó una resolución para ir en auxilio de Kuwait, y un general estadounidense con unos 650.000 soldados propios, más el aporte de otros 100.000 de diferentes países, liberó Kuwait y ocupó Irak. Una autorización legal facilitó semejante operación militar. 

En 2001, el Consejo de Seguridad de la ONU respaldó plenamente a Washington ante los atentados terroristas del 11/9 y enmarcó tal apoyo en la excepción que brinda el artículo 51 respecto al derecho a la legítima defensa, tanto individual como colectiva. En 2003 Estados Unidos no logró legalizar su acción militar contra Irak en la ONU, pero es importante recordar que en octubre de 2002 el gobierno del presidente George W. Bush logró la aprobación legislativa para el uso de la fuerza contra Bagdad: 296 representantes a favor y 133 en contra y 77 senadores a favor y 23 en contra.

Lo más relevante del potente ataque militar a sitios de investigación, acopio y enriquecimiento de uranio en Irán en junio de 2025 es que el presidente Donald Trump ni siquiera mencionó las palabras ley interna, derecho internacional, o legítima defensa. Ni tampoco pretendió alguna señal de mínimo respaldo de la ONU. 

Lo que sí obtuvo él –así como Benjamín Netanyahu en el ataque inicial– fue el decidido respaldo del Reino Unido, Francia y Alemania. Europa, que intentó en algunas situaciones durante los últimos años mostrar sus credenciales de “poder moral”, ceñido al respeto de las normas y comprometido con el multilateralismo, le dio sendos cheques en blanco a Israel y Estados Unidos. Ahora sabemos asimismo que el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, le envió un mensaje privado a Trump, quien lo hizo público, felicitando al mandatario estadounidense por haber exigido que los europeos pasen a gastar el 5% en sus presupuestos de defensa y por su “decisive action in Iran, that was truly extraordinary (acción decisiva en Irán que fue verdaderamente extraordinaria).  

En suma, el descalabro del orden basado en reglas nos puede conducir a un estadio impensado y fiero. Pareciera prevalecer una elocuente fatiga con la paz en distintas latitudes y que exceden a Medio Oriente y sus traumas acumulados. Pareciera, además, dibujarse un escenario mundial caracterizado por la supervivencia del más fuerte y a como dé lugar, en múltiples vecindarios plagados de actores agresivos en competencia eterna y atravesados por un juego de suma cero. Una especie de darwinismo internacional en el que el derecho internacional se torna, como lo vimos estos días, una ficción. 

Juan Tokatlian
Juan Tokatlian
Sociólogo argentino (1978) con una Maestría (1981) y un Ph.D. (1990) en Relaciones Internacionales de The Johns Hopkins University School of Advanced International Studies en Washingon, D.C. (Estados Unidos). Actualmente (desde julio de 2009) Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Di Tella (Buenos Aires, Argentina). Fue Profesor en la Universidad de San Andrés (Victoria, Provincia de Buenos Aires, Argentina) entre 1999-2008. Vivió 18 años en Colombia entre 1981 y 1998. Fue Profesor Asociado (1995-1998) de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá), donde se desempeñó como investigador principal del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI). Fue co-fundador (1982) y Director (1987-94) del Centro de Estudios Internacionales (CEI) de la Universidad de los Andes (Bogotá). Ha publicado varios libros, ensayos y artículos de opinión sobre la política exterior de Argentina y de Colombia, sobre las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, sobre el sistema global contemporáneo y sobre el narcotráfico, el terrorismo y el crimen organizado.

La guerra iniciada por Israel y reforzada por el bombardeo de Estados Unidos contra Irán no tuvo tres ganadores simultáneos –Washington, Tel Aviv y Teherán– como enuncian altos funcionarios, habituales portavoces y varios comentaristas. Lo que triunfó, para infortunio colectivo de la comunidad de naciones que incluye a aquellos tres países, fue quizás el aceleramiento del ocaso del llamado orden liberal con su promesa de reivindicación y respeto de las normas, tratados e instituciones que presuntamente lo rigen y convalidan. 

Voy por partes. Un primer aspecto. Así se considere que la acción militar israelí fue una continuación de una muy prolongada y totalmente irregular “guerra en las sombras” entre Teherán y Tel Aviv, el lanzamiento de la Operación León Naciente no constituyó un ataque preventivo legítimo. Tal tipo de ataque, para ser relativamente aceptado así sea políticamente, no en términos de legalidad, requiere dos condiciones concurrentes y cabales: evidencia e inminencia. 

La operación se desplegó por dos motivos distintos: debilidad actual del oponente y potencialidad de que en un eventual futuro dicho contendiente pudiera ser mucho más fuerte. Sintéticamente, se trató de un ataque punitivo. 

En clave de confrontación propiamente dicha, no fue un ataque distractor –aquel que se lanza debido a problemas de envergadura en lo doméstico y la necesidad de ir contra un rival o competidor para unificar el frente interno y logra una victoria en el exterior que fortifique el régimen–. El mundo no ha distraído su atención de Gaza y su tragedia humanitaria. Más bien se ha tratado de un ataque oportunista que busca aprovechar la debilidad del contendiente o enemigo. 

No es una guerra que se elige, sino una que se aprovecha. El arco chiita –con múltiples actores armados no estatales actuando en Medio Oriente– liderado por Irán estaba muy golpeado y en retroceso, al tiempo que el programa de enriquecimiento de uranio de Irán –que ninguna gran potencia, ni Turquía, ni el mundo árabe, ni vecinos de potencias nucleares como Corea del Sur y Japón acepta– avanzaba peligrosa y ambiciosamente. 

Es bueno tener en cuenta que el acuerdo del P5 (cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) +1 (Alemania) con Irán de 2015 y que Trump abandonó en 2018 (a pesar de que su secretario de Estado, Rex Tillerson y el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Joseph Dunford afirmaron en su momento que Teherán estaba cumpliendo) imponía un máximo de enriquecimiento de uranio al 3,67% y hasta 300kg para 2030. Para junio de 2025 Irán tenía, según el Organismo Internacional de Energía Atómica, unos 400 kg de uranio enriquecido al 60% (al 90% crece notoriamente la probabilidad de obtener una de las condiciones cruciales para construir un arma nuclear). Hay que recordar también que Israel posee 90 ojivas nucleares y que Irán podría alcanzar, en un horizonte no inmediato, la posibilidad de detentar algunas armas nucleares. 

¿Por qué pagar por algo que puedo leer gratis? En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.Sumate

Para Israel, Irán constituye una amenaza existencial y para Irán, disponer de ese tipo de artefacto significa un reaseguro existencial. El dilema de seguridad –la búsqueda de seguridad de A genera inseguridad en B, quien procura su propia seguridad; lo cual, a su vez, produce inseguridad en A– estuvo, está y seguirá vigente entre ambos. Lo ocurrido en doce días de confrontación presagia tensiones recurrentes, desconfianza permanente y conflictividad soterrada. 

Otro punto. Es significativa la secuencia de diversos eventos en el plano interestatal que fueron socavando el orden basado en reglas. Algunos hitos, entre varios: Kosovo en 1999 cuando Occidente elude—por falta de consenso en el Consejo de Seguridad—la autorización para el uso de la fuerza por parte de Naciones Unidas y despliega un operativo militar bajo el mando de la OTAN; la decisión de Estados Unidos de recurrir a una “coalición de voluntarios” (coalition of the willing) para atacar por segunda vez Irak en 2003 sin una resolución expresa de la ONU; el fiasco en el terreno del llamado principio de “Responsabilidad de Proteger” en la acción avalada por el Consejo de Seguridad en Libia en 2011; la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014; y la invasión de Rusia a Ucrania en 2022. Ningún actor poderoso que recurrió a la fuerza pagó un precio gravoso por ello y esto tiende a habilitar la arbitrariedad y el doble rasero en cuanto al sentido y alcance del derecho internacional.

Hubo además acciones atroces de actores no estatales –los atentados en Estados Unidos en septiembre del 2001 y el ataque de Hamas en el sur de Israel en octubre de 2023– cuyas retribuciones por parte de los directamente afectados no han aportado, a la fecha, a la pacificación o distensión internacional, cualquiera sea la denominación que se le quiera dar a las acciones de Washington y Tel Aviv.

Un último caso: Estados Unidos. Durante la Guerra Fría, Washington desplegó la fuerza en algunas ocasiones. En los ochenta, por ejemplo, usó distintos argumentos, casi siempre sustentados en clave de self-defense. En la invasión a Grenada utilizó ese argumento pues se estaba ampliando la pista de aterrizaje del aeropuerto de la isla gracias al apoyo de Cuba y debido a que estudiantes estadounidenses estaban en peligro por el avance del comunismo. En la invasión a Panamá de 1989, señaló que lo hacía para proteger el Canal (la Enmienda DeConcini lo habilita) y en función de la lucha contra el narcotráfico que no faculta la ocupación de un país. En ambos casos, esgrimió referencias al derecho interno e internacional que fueron cuestionadas pero que nunca impidieron el envío de tropas. 

En 1990, a raíz de la invasión de Irak a Kuwait, Naciones Unidas aprobó una resolución para ir en auxilio de Kuwait, y un general estadounidense con unos 650.000 soldados propios, más el aporte de otros 100.000 de diferentes países, liberó Kuwait y ocupó Irak. Una autorización legal facilitó semejante operación militar. 

En 2001, el Consejo de Seguridad de la ONU respaldó plenamente a Washington ante los atentados terroristas del 11/9 y enmarcó tal apoyo en la excepción que brinda el artículo 51 respecto al derecho a la legítima defensa, tanto individual como colectiva. En 2003 Estados Unidos no logró legalizar su acción militar contra Irak en la ONU, pero es importante recordar que en octubre de 2002 el gobierno del presidente George W. Bush logró la aprobación legislativa para el uso de la fuerza contra Bagdad: 296 representantes a favor y 133 en contra y 77 senadores a favor y 23 en contra.

Lo más relevante del potente ataque militar a sitios de investigación, acopio y enriquecimiento de uranio en Irán en junio de 2025 es que el presidente Donald Trump ni siquiera mencionó las palabras ley interna, derecho internacional, o legítima defensa. Ni tampoco pretendió alguna señal de mínimo respaldo de la ONU. 

Lo que sí obtuvo él –así como Benjamín Netanyahu en el ataque inicial– fue el decidido respaldo del Reino Unido, Francia y Alemania. Europa, que intentó en algunas situaciones durante los últimos años mostrar sus credenciales de “poder moral”, ceñido al respeto de las normas y comprometido con el multilateralismo, le dio sendos cheques en blanco a Israel y Estados Unidos. Ahora sabemos asimismo que el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, le envió un mensaje privado a Trump, quien lo hizo público, felicitando al mandatario estadounidense por haber exigido que los europeos pasen a gastar el 5% en sus presupuestos de defensa y por su “decisive action in Iran, that was truly extraordinary (acción decisiva en Irán que fue verdaderamente extraordinaria).  

En suma, el descalabro del orden basado en reglas nos puede conducir a un estadio impensado y fiero. Pareciera prevalecer una elocuente fatiga con la paz en distintas latitudes y que exceden a Medio Oriente y sus traumas acumulados. Pareciera, además, dibujarse un escenario mundial caracterizado por la supervivencia del más fuerte y a como dé lugar, en múltiples vecindarios plagados de actores agresivos en competencia eterna y atravesados por un juego de suma cero. Una especie de darwinismo internacional en el que el derecho internacional se torna, como lo vimos estos días, una ficción. 

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