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Es un momento de batallas y discusiones infinitas en el campo incendiado de las relaciones internacionales, la crisis venezolana es petróleo puro. Las llamas llegan a este sur y se manifiestan en el panorama de la política exterior argentina. Y de ello habla en esta entrevista Juan Gabriel Tokatlian, quien acaba de publicar Consejos no solicitados sobre política internacional (Siglo XXI), un libro de conversaciones con la periodista y escritora Hinde Pomeraniec. En él avanzaron sobre los grandes temas que preocupan al mundo entero y que, a través del tamiz de la mirada académica y territorial de Tokatlian, se vuelven historias interesantes. “El diálogo con Hinde empezó a fines de septiembre en las oficinas de Siglo XXI y se extendió hasta principios de este año. No es un libro de coyuntura, sino más bien un modo de aproximarse a fenómenos, eventos y dinámicas”, cuenta. Sobre la situación fraudulenta en Venezuela sostiene: “Aquí lo que está en juego es el final o no de este componente democrático y la consolidación de una situación autoritaria”.

–¿Cómo se define la estrategia de las relaciones exteriores del gobierno de Javier Milei en un momento tan turbulento?

–Estamos ante un reordenamiento de la política exterior que supera en creces a Menem y asimismo a Macri, como dos intentos de reorientación con un norte claro. Es este el intento más ambicioso y quizás, el más inquietante. Carlos Menem trató de abrazar a EE.UU. como ningún otro presidente lo hizo en décadas, pero siempre buscó tener ejes complementarios. Por ejemplo, profundizó la relación con Brasil, algo que había heredado de Alfonsín. Menem es el presidente argentino que más visitó Brasil: fue 22 veces. Entendía que había que buscar un relativo balance en esta mirada decisivamente pro Occidente. Macri sostuvo un parámetro de mayor cercanía con EE.UU., esperaba la lluvia de inversiones de Occidente y, con alcance discreto, tuvo un eje complementario en China. En su gobierno se terminó la construcción de la famosa estación espacial de Neuquén –también su papá había tenido negocios con China– y mostró cierto interés en conocer el papel de los Brics. Frente a eso, Milei no tiene ningún eje complementario, no le interesa. Basa su relación en lo que yo denomino un hiper occidentalismo identificando como fuente principal el vínculo con EE.UU. y como fuente adicional, la relación con Israel. No se conocen acuerdos comerciales ni de inversión en los viajes que hizo hasta el momento. Además, es el primer presidente que convierte sus preferencias religiosas privadas en un componente decisivo de la política exterior; me refiero a esa vinculación con la expresión más ultra dentro del judaísmo y a esa idea de que Argentina tendría que mover la sede de su sede diplomática de Tel Aviv a Jerusalén. Adicionalmente, si uno toma los últimos cien años, veo que es el presidente que más desdén y destrato ha tenido con América Latina. Insultar a cuatro presidentes: Andrés López Obrador, Gustavo Petro, Gabriel Boric Lula; decidir que iba a retirar los embajadores políticos de Nicaragua, Venezuela y Cuba era entendible, pero no designar ningún embajador de carrera en esos países es equívoco.

–Con Venezuela hubo auténtica zozobra.

–Hemos visto la consecuencia con la crisis de la embajada argentina en Caracas: improvisación, falta de plan de contingencia, ausencia de puentes políticos. Uno tiene relaciones diplomáticas con los semejantes, con los distintos y hasta con los que no nos gustan. Para eso está la diplomacia. No puede ser que un presidente argentino, en sus primeros siete meses de gestión, haya visitado solo raudamente El Salvador para la reasunción de Bukele y haya pasado apenas horas por Paraguay porque estaba en su ruta… Es un repliegue monumental en la región, que facilita la preeminencia de Brasil, el surgimiento de Colombia como un interlocutor importante con Washington, la persistente vocación de México de tener una voz audible en asuntos interamericanos y, también, deja a Chile el lugar, por ejemplo, que ha sabido tener el país en materia de cambio climático, paz, derecho internacional. Esto es un hiper occidentalismo bastante anacrónico para este momento histórico, cuando asistimos a un declive relativo de Occidente y un auge cada vez más elocuente de Oriente. Fue muy desafortunada la decisión de no ingresar a Brics. Hay un dicho anglosajón que viene a cuento: uno está en la mesa o uno es parte del menú. Lo que aquí algunos vieron como una interpretación de una nueva reinserción de la Argentina, yo lo veo como un repliegue, un ensimismamiento que no condice con la realidad internacional.

–Usted desarrolla el concepto de “Internacional reaccionaria”, un colectivo de gobiernos, dirigentes y empresarios en el que Milei parece sentirse a gusto… No todos lo mismo, ¿no?

–Esta nueva internacional asocia a similares y cercanos, aunque con algunas diferencias singulares. Por ejemplo, Trump fue y será –si es que triunfa– muy proteccionista. EE.UU. necesita reconstruir una base productiva para competir con China. Bolsonaro fue un legislador casi ignoto, que aprovechó una coyuntura particular en un sistema de múltiples partidos y movimientos. Giorgia Meloni tiene una tradición que se refleja en este debate norte-sur italiano; está apoyada por viejas experiencias de la liga, y organizaciones o movimientos xenófobos, etcétera. ¿Son iguales a Milei? No, pero son de la misma familia en materia de orden, valores, propósitos, aversiones y miradas de un pasado presuntamente grandioso. Poseen recursos amparados por fundaciones, organizaciones, empresarios dispuestos a facilitar que lleguen al gobierno para que sus preferencias se hagan realidad y que esto refleje ciertamente la posibilidad en la cual, el mercado logre avanzar decisivamente sobre el Estado. Por ejemplo todas las tecnológicas enuncian que quieren un Estado mínimo. Hablan de la interferencia e injerencia del Estado. Solo quieren un estado grande para que les compre sus productos y servicios porque es un motor dinámico de su reproducción. Aparecen contradicciones y tensiones que en el caso argentino no lo estamos visibilizando y anotando con detalle en parte por este ensimismamiento, en parte por este repliegue y en parte, porque se ha debilitado la posibilidad hasta el momento de alternativas opositoras convincentes. Esta internacional reaccionaria está pasando por un momento que no es fugaz. Y la visibilidad personal de estos líderes expresa un cierto “cholulismo” internacional que confunde la atención que tiene Milei en Occidente con la defensa de los intereses nacionales.

–¿Cómo abordó el gobierno la crisis venezolana surgida del fraude del domingo 28 de julio? ¿Compartió con algún país su punto de vista?

–La Argentina adopta una posición concreta. Hubo tres posiciones en América Latina, una que, sin cuestionar en nada la elección y sin esperar la evidencia concreta, dijo que ganó Maduro y lo felicitó: Cuba, Nicaragua, Honduras y Bolivia. Otros países, como la Argentina, dijeron que hubo fraude. Y hubo una tercera opinión, con matices, de Brasil, México y Colombia, que exigieron que se publicaran las actas y no prejuzgar –aunque dudan de que la elección fuera transparente y veraz en los anuncios del Ejecutivo– y de ponerse en un lugar que les permitiera tener una incidencia para que la situación venezolana no se descontrole y se vuelva totalmente caótica. ¿Qué hace la Argentina y otros países? Llaman a una reunión de la OEA y no logran la aprobación de una resolución. Eran 12 gobiernos y solo necesitaban 6 apoyos adicionales para la aprobación de la resolución. Lograr 17 votos fue un fiasco. Diría más, fue un papelón. Se impuso la intransigencia. La poca disposición a la transacción, que sigue caracterizando la diplomacia argentina, trae estos costos. Mientras tanto sucede algo insólito: ante la expulsión de la representación diplomática en Caracas, se le pide a la Cancillería brasileña que se encargue de la sede diplomática en Venezuela, después de haber insultado a Lula y de tratar a los presidentes de Brasil, Colombia y México de imbéciles. Este ejemplo refleja algo más profundo: en general, se observa poco debate en materia internacional, nadie ha fundado el valor de la política exterior hiper occidentalista basada en la relación con EE.UU. y adicionalmente en Israel. Tampoco nadie ha solicitado una explicación al respecto.

–¿La actitud argentina es beligerante?

–Hay que buscar cuántos países definen una diplomacia contra otros países. No hay países que enuncien una actitud “anti”, no es parte del enunciado diplomático. Los gobiernos anuncian sus preferencias y disposición, no sus aversiones e indisposición. No se usa eso en la gran mayoría de las naciones. La Argentina definió rápidamente una política anti-China, anti-Rusia, anti-Palestina, anti-Irán y anti -Venezuela y de desatención hacia la región. Puede que sea una convicción: si así lo fuera, el gobierno tiene que estar preparado. En la diplomacia, la guerra y la política, las piezas negras también juegan. En ese marco, para un gobierno que ha ignorado y destratado a América Latina, Venezuela le da la oportunidad de tener una política hacia la región. Ahora bien, en su primer ensayo de algo más grupal, el fracaso de la resolución sobre Venezuela en la OEA es quizás un buen ejemplo de su carencia de liderazgo para tal fin.

–¿Quiénes están pensando el día después de Venezuela? ¿Cómo se imaginan la transición, el futuro, cómo sería transformar ese país?

–Ya se han ensayado muchos mecanismos sobre qué hacer en Venezuela de parte de la comunidad internacional, siempre entendiendo que son sus ciudadanos quienes finalmente van a disponer de formas de resolución de una crisis de enorme envergadura. También se probó con la provocación, alentar a los militares a que dieran un golpe, aceptar que el presidente de la Asamblea fuera el presidente del país, como el caso de Juan Guaidó. No nos olvidemos de que Venezuela se retiró de la OEA en 2019, pero la OEA extrañamente aceptó que Guaidó fuera el que representara a Venezuela entre 2019 y 2022. Se creó el Grupo de Lima para cercar, aislar, presionar a Venezuela y se desmoronó el grupo antes que Maduro. Se elevaron las sanciones, EE.UU. impuso sanciones de distinto tipo aún vigentes a personas y a empresas. Pienso que hay que volver a entender la dinámica interna en Venezuela; no pensar que hay una bala mágica externa que va a arreglar esto. Esto no se va a arreglar desde afuera. Y un eventual arreglo incruento tomará tiempo. Advierto sí que es indispensable ubicar el futuro de Venezuela en el marco del futuro de América Latina: la no resolución de esta coyuntura nos ubicará a todos en medio de una confrontación geopolítica global cada vez más pugnaz y peligrosa. Hay que ser conscientes de que las estrategias de los actores externos –incluyo a la Argentina– no conduzcan inadvertidamente a convertir a la región en un gran atractor de la competencia entre las grandes potencias.

–¿Hubo una transformación en el papel de la oposición, un aprendizaje?

–Si tomamos las elecciones de 2013 y la de 2018, que ganó Maduro, vemos una oposición muy fragmentada con algunos actores tentados de recurrir a la violencia, a buscar que hubiera un golpe. Buena parte de la oposición no se presentó tratando de deslegitimar el escrutinio de 2018 y no cambió nada. Pero a partir de 2019 ha habido un cambio de la oposición, derivado de la penuria interna, de los sectores medios y bajos cada vez más movilizados pacíficamente. Pero es una oposición que empieza a organizarse con bases sociales mayores que las que tenía, aglutina esfuerzo para competir electoralmente, organizó la veeduría de las elecciones (90.000 supervisando 30.000 mesas de votación), escogió un candidato presidencial moderado y sobrio, Edmundo González. En estas elecciones hubo mucho más un voto castigo a la gestión de Maduro que un voto ideológico clásico. Es verdad que el gobierno de Maduro aplicó el más severo programa de ajuste que se pueda imaginar desde 2021 y bajó la inflación de 6.300% en 2018 a 9% en el primer semestre de 2024. Pero eso condujo a una pauperización tremenda y una migración adicional masiva. Aquí hay un aprendizaje de parte de la oposición que rescata las posiciones de Colombia Brasil en la OEA y valora que sigan buscando puentes de distensión interna y esto es novedoso: no es una oposición que perdió y pateó la mesa. Ahí sí, me parece que el papel de lo externo puede ayudar a facilitar un eventual compromiso entre las partes, una opción que tendrá altos y bajos, muchas complicaciones y contramarchas, pero que tiene una pequeña ventana de oportunidad de alcanzarse. Me parece que estamos ante un experimento. Hubo muertos y cada muerto es una tragedia, pero más recientemente se redujo la violencia. Por ahí es una señal de que nadie apunta a un baño de sangre. En las miradas más benignas que había sobre Venezuela se decía que este era un era un régimen híbrido, es decir, tenía fuertes componentes autoritarios y un componente democrático reflejando en las elecciones periódicas. Aquí lo que está en juego es el final o no de este componente democrático y la consolidación de una situación autoritaria.

–No aparecen las actas todavía… ¿Qué valor tendrían a esta altura?

–Hay que esperar que aparezcan las actas. Definitivamente hay que ver las actas, es lo que yo creo. Pero también podemos caer en la trampa de las actas. ¿Qué quiero decir con eso? La oposición dice que tiene el 83% de las actas y que ahí es elocuente su ventaja. El gobierno dijo que ganó con el 52% de los votos y estaba haciendo un recuento de ellas. La oposición dice que las actas del gobierno están fraguadas. A su vez, el gobierno dice que hubo un sabotaje desde Macedonia del Norte y que las actas de la oposición son amañadas. Diciendo que estas actas son espurias y que las verdaderas las tiene el otro. Aquí tenemos finalmente una colisión de actas; lo cual genera un nuevo problema: la postura de la comunidad internacional frente a eso. Una gran parte de la comunidad internacional que se expresó no cree en las actas oficiales y avala las indicadas por la oposición. ¿qué pasará legalmente en Venezuela en las instancias judiciales que, a su turno, no son independientes? ¿el madurismo duro—con sus socios en la fuerza armada y en la policial–acepta resignar el control del Estado? ¿habrá un espacio potencial de comunicación y diálogo entre actores claves de lado y lado? ¿habrá imaginación, talento y voluntad suficiente para identificar un sendero que evite un bloqueo electoral? ¿puede haber algún acuerdo sin asegurarse el desmantelamiento de los negocios ilícitos que lucran con la inestabilidad y la pugnacidad? Tengo para mí tres escenarios en el siguiente orden (no tengo claridad de las probabilidades, por supuesto): perpetuación del régimen, salida pactada o catástrofe humanitaria. Mi preferencia, resulta evidente, es la segunda.

https://www.clarin.com/revista-n/juan-gabriel-tokatlian-milei-presidente-desden-destrato-america-latina_0_8DAMGcqtqq.html