Queda claro que el alegato persecutorio del fiscal Luciani contra Cristina impacta de lleno en el corazón del kirchnerismo, afecta todas las capas geológicas del peronismo e involucra de distintas maneras a toda la dirigencia y al Pueblo argentino. Tales desmesuras jurídicas no pasan desapercibidas para ningún sector del pueblo y sus referentes sociales, porque se puede ver claramente y sin dudas que implantaría un antecedente que puede dar brotes nefastos para el comportamiento futuro de la democracia.
Sin embargo, quizás también convenga pensar de qué manera ese dictamen fiscal pueda marchar en un sentido inverso al que se propuso y despertar en reversión un nuevo estado de conciencia de sectores sociales que se mantuvieron distantes de la grieta. Es decir, hasta donde millones de argentinos y argentinas pueden darse cuenta hoy, que ellos también caerán en la volteada, si la degradación de las prácticas políticas se abre paso en la vida cotidiana.
Esto significa intentar comprobar cuán profundo las conductas mafiosas del comportamiento político de los sectores dominantes pueden haber logrado anestesiar al Pueblo hasta el punto de impedirle percibir o tolerar el daño subcutáneo que éste Poder Judicial –como brazo ejecutor del poder real– comienza a causarle a la comunidad toda.
Es necesario ver con claridad que el odio visceral instalado contra Cristina sistemáticamente en los medios de comunicación dominantes, cumple varias funciones: galvaniza el odio cerril contra el peronismo, eso es claro, pero también paraliza la evolución del pensamiento de los que dudan, de los que no se informan y también de los que se refugian en la defensa cotidiana de su supervivencia.
El neoliberalismo es una construcción cultural que tiene en su genética la profundización de la idea de la supervivencia individual reconociendo a los demás solamente a partir del propio interés de cada uno.
Si es así entonces la pregunta principal puede ser: ¿qué tiene que ver conmigo el dictamen del fiscal Luciani?
Nunca estuvo tan claro hasta donde nos lesiona el dictamen de un fiscal, que aunque sea un mensajero promiscuo, proyecta hacia el futuro el peor de los escenarios: el impredecible mundo de la desprotección, la incertidumbre de los débiles, que se sumará a los padecimientos de millones, de lo que también nosotros somos culpables.
Pero sepámoslo, entre los que impulsen esa idea de reflexión y los que escuchen suele colarse un impostor: el dogmatism de los que no aceptan que sus ideas sean discutidas, refugiados como están en la seguridad oscura de no admitir que puedan estar equivocados.
Es tarea popular militante entonces, buscar y encontrar todas las maneras posibles de pensar con los diferentes, las verdades lógicas que expliquen la realidad de todos y cada uno.
Los convencidos no alcanzan, pero quizás el fiscal Luciani nos dé la oportunidad inmensa de sumar a los que dudan, pero no desde el dogma, quizás sí desde la comparación de las realidades, que confronte con las experiencias concretas de todos y cada uno, porque son verdades inapelables que están en la memoria y siempre con el reconocimiento de los errores que cometimos todos, que no se neutralizan y se suman inexorablemente para los que sufren la miseria, la marginación y el olvido.
Es una tarea inmensa avanzar en medio de tanta diversidad y con el viento en contra que sopla desde los más poderosos, pero no es la primera vez ni será la última que el Pueblo se levanta, se recompone y camina.