A casi dos años de esta primer panorámica de la nueva administración demócrata, encontramos con que el contorno de la política monetaria completó una etapa social con un quantitative easing (“flexibilización cuantitativa”) en parte de la pandemia, acelerando la expansión del consumo, las ayudas sociales y el crédito a mínimos históricos de la tasa de interés tanto de personales como para bienes durables y propiedades.
Hasta 2022, i) con las restricciones del Tesoro en la orientación del gasto público, con Mis. Yellen, y con ii) la suba de la tasa de interés de referencia en los depósitos y créditos bancarios como en las operaciones de bonos y valores en el mercado, con la tightening monetary policy (política monetaria restrictiva) de Jerome Powell, repercuten en forma de ciclo de corto y mediano plazo, 2 años a 2 1/2 años según sus mentores. Esto es a partir de julio 2022.
La restricción del flujo monetario recuerda el periodo de transición de los años 70 del siglo XX entre una regla de reducción de oferta suave tipo Burns en la reserva federal para desacelerar los precios de petróleo y gas resabio de la constitución de la OPEP, y Volcker después del 79, de forma abrupta y prolongada de suba de tasas y corrimiento de la especulación financiera entre la Prime Rate de New York y la Libor en Londres.(1)
Hoy encontramos que la restricción monetaria va contra la inflación, en el momento que la tasa de desocupación en los EE.UU está a menos del 4% la menor en muchos años y récord en momentos de poco crecimiento en el proceso de producción inmediato.
Es también un momento de búsqueda de una hegemonía en la seguridad estratégica de carácter militar y político, que viene acompañada por guerras localizadas en forma regional, cuyo objetivo es difícil de alcanzar por el movimiento de volatilidad comercial, la apropiación indiscriminada de materias primas y materiales raros, y el contexto energético en Ucrania y el Golfo, junto con las migraciones poblacionales que se provocan, más las secuelas de los cambios climáticos como las sequías e inundaciones, hambrunas y exclusiones.
El esquema monetario actual lleva a una constante revalidación del u$s vis-a-vis la Libra, el yen, el Euro, y el conjunto de monedas por la expansión de las tasas de referencia que producen las alzas de la FED y los efectos de absorción de liquidez.
Esto se acompaña de la necesidad de la Unión Europea de compensar el incremento de los servicios de energía, por las reducciones en el aprovisionamiento proveniente del conflicto entre Ucrania y Rusia. (Comenzó con una invasión Rusa el 24/02/2022) Al mismo tiempo que la disminución del comercio internacional y de la producción para contrarrestar el incremento de precios inflacionarios.
Mientras tanto, una nueva ola de aprovisionamiento militar obliga a los países miembros de la OTAN a una carrera armamentista de fuerte incidencia en el presupuesto anual del 2023 y siguientes. Los temas de seguridad alimentaria y de seguridad pública quedan postergados por la guerra física en territorios concretos, al igual que las nuevas modalidades de conflicto, con los ciber ataques, los medios de comunicación de destrucción masiva, y la conflictividad financiera y monetaria.(2)
Los problemas sanitarios y la pandemia quedan como superados, sin comprobación de que realmente no tienen vigencia, pero son un resabio de la reducción de la producción y del intercambio.
La prioridad hoy, es la baja de la inflación anual en EE.UU a un nivel que ronde entre 4 y 6% al igual que una inversión que se oriente a una reforma del consumo de energía hacia un sistema con menos utilización de carbono fósil y más amigable con el medio ambiente.
Varias son las restricciones a este esquema. El primero es la que viene del empate político en el Congreso de EE.UU, para tener un liderazgo que facilite la construcción de una hegemonía mundial menos multilateral que la existente, pero donde los BRICS y el dominio de la OTAN ampliada están en guerra, por el momento limitada, pero escalando muy velozmente hacia situaciones no previsibles.
La búsqueda de reducir la inflación a 2% anual sigue siendo el foco de orientación de la FED que apunta a subir otro 0.75% en la próxima reunión de septiembre y así llevar a una tasa de referencia que supere el 3%.
La Unión Europea asume la misma disyuntiva, aumentando el Banco Central Europeo las tasas un 0.75% y teniendo un impulso inflacionario debido a los precios de la energía, y a la disminución de la producción.
Recesión y retracción de los ingresos de consumidores es la premisa de la coyuntura.
Al mismo tiempo se prolonga la guerra en Ucrania, con un riesgo de conflicto en otras regiones como las islas del mar Egeo, entre Grecia y Turquía, o la determinación de los límites entre Serbia, Kosovo, Bosnia Montenegro, Macedonia y Croacia. Esto entre otros potenciales con mayor posibilidad de desarrollo: Libia, los países del Sahel (sub-Sahara), el cuerno de África, Etiopía versus el Tigre, Eritrea, Somalia. En África Occidental la República Democrática del Congo, zonas de Nigeria, separatistas en Senegal. Marruecos y el Estado Saharaui con el sur de Argelia, el Cáucaso, entre Armenia y Azerbaiyán por el Nagorno-Kharabajh,…
Pero quizás el conflicto mayor es el del Mar de China. Taiwán y la China forman parte de los temas irresueltos de la guerra fría y hoy constituyen el nudo del conflicto asiático y quizás mundial. El requisito militar es urgente, mientras la economía va por otros tiempos.
La tecnología de la “fábrica” de chips de bajo precio puede ser superada o desplazada fuera de Taiwán, pero eso no modifica la historia, la situación geográfica y el conflicto político.
Esto significa que los gestos simbólicos para la campaña interna en el Congreso de los EE.UU, como la visita de Pelosi a Taipei generan resquemor con China sin modificar el carácter del conflicto en la región. Incluso llevan mayor inestabilidad e incertidumbre, acompañado de una carrera armamentista con rebotes en Japón, las dos Coreas, Australia y Nueva Zelanda, Indonesia, Filipinas y países del Sudeste Asiático.
Sin embargo sigue siendo lo más complicado el conflicto entre una presencia mundial en las guerras regionales por parte de EE.UU y sus aliados, contra China, Rusia, la India y aliados circunstánciales acorde con cada intervención.
La China resuelve sus conflictos de frontera con Rusia y la India, en su espacio del Sudeste asiático con Mianmar, Malasia y Tailandia, en sus relaciones financieras más cercanas con Hong Kong, Macao y Singapur, como si fueran off- shore de inversión y comercio, mientras se expande en las plazas bursátiles y financieras de San Pablo (Brasil), Toronto (Canadá) y Milán (Italia).
Rusia no puede resolver la guerra con Ucrania, termina siendo un pantano a la espera del invierno, fatalidad climática para los contendientes y también para aquellos países con dependencia energética en Europa.
La prolongación de esa guerra de desgaste, marca un rasgo de muerte y destrucción que obliga a reutilizar el carbón de leña, las minas en desuso y la energía nuclear, pero con problemas de inflación y de restricción monetaria y productiva.
Se incrementa también la migración internacional en África, Europa, América Latina y Asia. Con precariedad y exclusión social. En donde el trabajo vuelve a ser usado para someter a masas de población a formas de esclavitud o de servidumbre, y desaparece la voluntad social de libertad y solidaridad.
Hambre y miseria acompañan este periodo de conflictos económicos y sociales.
1) A finales de 1979, en octubre se anunciaron medidas sobre el movimiento dinerario y comenzaron las modificaciones de las tasas de interés que fueron del 10.5% cuando nombraron a Volcker al 17.5% en abril de 1980. En 1981, se incrementaron a 19%.
(2) El 8 de setiembre 2022, el BCE subió 75 puntos básicos su tasa de interés. Venia de pasar de -0.5% en julio a +0.5% y sube ahora a 0.75% para frenar la inflación.